AMINTA
PROLOGO
CHI crederia, che sotto humane forme,
E sotto queste pastorali spoglie,
Fosse nascosto un Dio non mica un Dio
Selvaggio, ò de la plebe de gli Dei,
Ma tra grandi, e celesti il più potente,
Che fà
spesso cader di mano à Marte
La sanguinosa spada, & à Nettuno,
Scotitor de la terra, il gran Tridente,
Et i folgori
eterni al sommo Giove,
In questo aspetto certo, e questi panni,
Non riconoscerà si di leggiero
Venere madre me suo figlio Amore.
Io da lei son constretto di fuggire,
E celarmi da lei, perch’ella vuole,
Ch’io di me
stesso, e de le mie saette
Faccia à suo senno; e, qual femina, e
quale
Vana, & ambitiosa, mi rispinge
Pur trà le corti, e trà corone, e
scettri;
E quivi vuol, che impieghi ogni mia
prova;
E solo al volgo de’ ministri miei,
Miei minori
i fratelli, ella consente
L’albergar
trà le selve, & oprar l’armi
Ne’ rozi
petti. Io, che non son fanciullo,
Se ben hò volto fanciullesco, &
atti,
Voglio
dispor di me, come à me piace;
Ch’à me fù,
non à lei, concessa in sorte
La face onnipotente, e l’arco d’oro.
Però, spesso celandomi, e fuggendo,
L’imperio nò, che in me non hà, ma i
preghi,
C’han forza porti da importuna madre,
Ricovero ne’
boschi, e ne le case
De le genti minute, ella mi segue,
Dar
promettendo à chi m’insegna à lei,
O dolci baci, ò cosa altra più cara,
Quasi io di dare in cambio non sia buono
A chi mi tace, ò mi nasconde à lei,
O dolci baci, ò cosa altra più cara.
Questo io so certo almen, che i baci
miei
Saran sempre
più cari à le fanciulle,
Se io, che son l’Amor, d’amor m’intendo:
Onde sovente ella mi cerca in vano,
Che
rivelarmi altri non vuole, e tace.
Ma, per
istarne anco più occolto, ond’ella
Ritrovar non
mi possa à i contrasegni,
Deposto hò
l’ali, la faretra, e l’arco.
Non però
disarmato io qui ne vengo,
Che questa,
che par verga, è la mia face.
Cosi l’hò trasformata, e tutta spira
D’invisibili fiamme: e questo dardo,
Se bene egli non hà la punta d’oro,
È di tempre divine, e imprime Amore
Dovunque fiede. io voglio hoggi con
questo
Far cupa, e immedicabile ferita
Nel duro sen de la più cruda Ninfa,
Che mai
seguisse il Choro di Diana.
Nè le piaga di Silvia sia minore,
(Che questo
è ’l nome de l’alpestre Ninfa)
Che fosse
quella, che pur feci io stesso
Nel molle sen d’Aminta, hor son
molt’anni,
Quando lei tenerella, ei tenerello
Seguiva ne
le caccie, e ne i diporti:
E, perche il
colpo mio più in lei s’interni,
Aspetterò,
che la pietà mollisca
Quel duro gelo, che d’intorno al core
L’hà
ristretto il rigor de l’honestate,
E del virginal fasto; & in quel
punto,
Ch’ei fia
più molle, lancerogli il dardo;
E, per far si bell’opra à mio
grand’agio,
Io ne vò à
mescolarmi infra la turba
De’Pastori festanti, e coronati,
Che già quì s’è inviata, ove à diporto
Si stà ne’dì solenni, esser fingendo
Uno di loro schiera: e in questo luogo,
In questo luogo à punto io farò il
colpo,
Che veder non potrallo occhio mortale.
Queste selve hoggi ragionar d’Amore
S’udranno in nuova guisa: e ben
parrassi,
Che la mia Deità sia qui presente
In se medesima, e non ne’suoi ministri.
Spirerò
nobil sensi à’rozi petti;
Raddolcirò
de le lor lingue il suono;
Perche, ovunque i mi sia, io sono Amore.
Ne’pastori
non men, che ne gli heroi;
E la disagguaglianza de’soggetti,
Come à me piace, agguaglio: e questa è
pure
Suprema gloria, e gran miracol mio,
Render
simili à le più dotte cetre
Le rustiche sampogne; e, se mia madre,
Che si sdegna vedermi errar frà boschi,
Ciò non conosce, è cieca ella, e non io,
Cui cieco à torto il cieco volgo
appella.
AMINTA
PRÓLOGO
¿Quién creyera que en esta humana forma
y así en estos despojos pastoriles
estaba oculto un dios? no un dios agora
salvaje, o de la plebe de los dioses,
mas entre los celestes y los grandes
el de mayor poder, que muchas veces
derriba a Marte la sangrienta espada
de la robusta mano; y a Neptuno,
que las tierras combate, el gran
Tridente;
y los rayos a Júpiter supremo.
En este aspecto y en aquestos paños
no reconocerá tan fácilmente
mi madre Venus al Amor su hijo,
esme forzoso andar huyendo della
y disfrazarme así, porque ella quiere
disponer a su gusto de mis flechas
y de mí mesmo; y de ambición movida
cual liviana mujer, me insiste y lleva
a las ilustres cortes y los cetros,
y allí procura que mi fuerza emplee,
y sólo al vulgo de ministros míos
(mis menores hermanos) da licencia
que puedan alojarse entre las selvas,
y usar las armas en silvestres pechos.
yo que no soy criatura, aunque mi rostro
lo representa, y mi ademán travieso,
quiero usar de mis armas a mi gusto,
y disponer de mí según mi antojo,
que a mí fue concedido, y no a mi madre,
el fuego omnipotente y arco de oro.
Por esto disfrazándome y huyendo
no su imperio, que en mí no tiene
alguno,
mas los ruegos, que al fin siendo de
madre
tienen fuerza, me escondo entre las selvas
y en las cabañas de la gente humilde.
Ella me sigue y busca, prometiendo,
a quien me manifieste, un dulce abrazo
o algún premio mayor; cual si no fuese
yo poderoso para dar en cambio
regalos semejantes o mayores
a quien me encubre della; esto a lo menos
de cierto sé: que los halagos míos
a las doncellas les serán mas gratos
(si yo que soy Amor de amor entiendo);
así me busca de ordinario en vano.
que nadie quiere revelarme, y callan.
Pues por estar aún más oculto y que ella
no pueda descubrirme por las señas,
dejé las alas, el aljaba y arco,
mas no por esto vengo desarmado,
que aquesta que parece simple vara
es mi encendida hacha, transformada,
y toda espira llamas invisibles;
también aqueste dardo, aunque no tiene
la punta de oro, es de divino temple
y doquiera que pica, amor imprime.
Hoy he de hacer una profunda herida
no menos incurable al duro pecho
de la más cruda ninfa que en los campos
siguió jamás el coro de Diana.
Será tan grande llaga la de Sylvia
(que este es el nombre de la ninfa
fiera),
como una que yo hice habrá algún tiempo
al tierno pecho del zagal Aminta,
cuando los dos de un modo pequeñuelos,
él por el campo a caza la seguía;
y porque el golpe en ella más encarne,
esperaré que la piedad primero
ablande el duro yelo, que apretado
alrededor del corazón le ha puesto
la honestidad y virginal decoro,
y en el instante mismo que lo sienta
algo más tierno, lanzarele el dardo.
Pues, para ejecutar cómodamente
mi empresa noble, ir quiero a entremeterme
envuelto con la turba de pastores,
que todos festejantes, coronados
aquí se juntan ya, donde los días
solemnes gastan en solaz y fiesta,
y fingiré ser uno de su escuadra.
En este puesto, en éste haré mi golpe
que no le puedan ver mortales ojos;
hoy estas selvas en manera nueva
se oirán hablar de amor, hoy ha de verse
que aquí presente mi deidad asiste
ella en sí misma y no en ministros
suyos;
inspiraré sentido noble y puro
a los rústicos pechos, y en sus lenguas
pondré un estilo dulce y delicado,
pues en qualquiera parte que yo asista
soy Amor en efeto: en los pastores
no menos que en los héroes poderosos,
y la desigualdad de los sujetos
como me place igualo; ésta es la suma
gloria que alcanzo, el gran milagro mío,
que suelo hacer las rústicas zampoñas
a la lira más docta semejantes.
Y si mi madre, que desdeña el verme
andar errando por agrestes bosques,
esta verdad no reconoce acaso,
ella es ciega, no yo que falsamente
usa llamarme ciego el ciego vulgo.
Traducción de JUAN DE JÁUREGUI.
En Roma, 1607, por Esteban Paulino.
En Roma, 1607, por Esteban Paulino.