lunes, 9 de noviembre de 2015

Giacinto Scelsi: Un poema




Une fois
par nuit
à mesure d’homme
monte la peur
sur une lame lisse



le poids s’en va
qui est-ce
qui est-ce
agrippés
sur l’onde
du passé
il faut pourtant
glisser
engloutis
surnageant
douleurs
à la chaîne et
masques brisés
devant la porte
où tremble l’avenir



une fois
par nuit
à mesure
d’homme
brille l’infini
sur une lame
lisse




Una vez

por noche

a medida de hombre

sube el miedo

en una ola lisa



el peso se va

quién es

quién es

aferrados

a la corriente

del pasado

hay sin embargo

que deslizarse

sumergidos

flotando

sobre dolores

en cadena y

máscaras rotas

delante de la puerta

donde tiembla el futuro



una vez

por noche

a medida

de hombre

brilla el infinito

en una ola

lisa
Traducción de Miguel Ángel Frontán.



viernes, 6 de noviembre de 2015

Felisberto Hernández: El caballo perdido


PRIMERO se veía todo lo blanco: las fundas grandes del piano y del sofá y otras, más chicas, en los sillones y las sillas. Y debajo estaban todos los muebles; se sabía que eran negros porque al terminar las polleras se veían las patas. Una vez que yo estaba solo en la sala le levanté la pollera a una silla; y supe que aunque toda la madera era negra el asiento era de un género verde y lustroso.

  Como fueron muchas las tardes en que ni mi abuela ni mi madre me acompañaron a la lección y como casi siempre Celina —mi maestra de piano cuando yo tenía diez años— tardaba en llegar, yo tuve bastante tiempo para entrar en relación íntima con todo lo que había en la sala. Claro que cuando venía Celina los muebles y yo nos portábamos como si nada hubiera pasado.

  Antes de llegar a la casa de Celina había tenido que doblar, todavía, por una calle más bien silenciosa. Y ya venía pensando en cruzar la calle hacia unos grandes árboles. Casi siempre interrumpía bruscamente este pensamiento para ver si venía algún vehículo—. En seguida miraba las copas de los árboles sabiendo, antes de entrar en su sombra, cómo eran sus troncos, cómo salían de unos grandes cuadrados de tierra a los que tímidamente se acercaban algunas losas. Al empezar, los troncos eran muy gruesos, ellos ya habrían calculado hasta dónde iban a subir y el peso que tendrían que aguantar, pues las copas estaban cargadísimas de hojas oscuras y grandes flores blancas que llenaban todo de un olor muy fuerte porque eran magnolias.

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