HYDRIOTAPHIA
QUINTO CAPÍTULO
Ya
que han durado más estos huesos muertos que los huesos vivos de Matusalén, y a una yarda bajo tierra,
entre débiles tabiques de barro, han sobrevivido a los soberbios edificios que
los cubrían, y han reposado quietamente bajo los tambores y los caballos de
tres conquistas ¿qué Príncipe se atreverá a prometer esa duración a sus Restos,
o no oirá con alegría:
Sic ego componi, versus in ossa, velim? [1]
El
tiempo que relega las Antigüedades y que resuelve en polvo todas las cosas, ha
perdonado estos Monumentos menores.
Vanamente
esperamos ser conocidos por abiertos y visibles Conservatorios, cuando estos
huesos deben su perduración a la ignorancia, su protección a la oscuridad. Si
los hubieran matado manos violentas y arrojado luego a las Urnas, conocerían la
veneración de aquellos antiguos Filósofos que atribuyeron más pureza a las
almas bruscamente arrancadas de los cuerpos; almas con deseo de regresar, no
como las que dejan, fatigadas, un cuerpo que declina, con el que ya no quieren
reunirse. Si hubieran caído por dilatada y añosa decrepitud, aunque arrastrados
por las avenidas del, tiempo, se perderían, indistintos, y se confundirían con
los niños. Si vivir es empezar a morir, si la longevidad no es otra cosa que
una prolongación de la muerte, nuestra vida es una triste composición: vivimos
con la muerte y no morimos en un momento. Cuántos latidos integraron la vida de
Matusalén, sería tarea para Arquímedes[2]; unas pocas Fichas bastan
para la vida del hombre de Moisés[3]. Nuestros días aumentan por acumulaciones
minúsculas: muchos quebrados equivalen a pocos números redondos; y nuestras
vidas, largas de un palmo, no exceden un meñique[4].
Si
la cercanía de nuestra postrera necesidad nos arrimara a la resignación, sería
una dicha encanecer, y el embotamiento de los sentidos no sería un infortunio.
Pero la larga costumbre de vivir nos indispone para la muerte: entonces la
Avaricia juega con nosotros, el mismo David es perverso, Salomón no es el más sabio de los hombres. Pero muchos
tempranamente envejecen, antes de la fecha de la vejez. La Adversidad dilata
nuestros días, el dolor nos depara noches de Alcmena[5] y el tiempo no tiene alas. Pero el ser más lamentable es
el que se niega, resignado a no ser o a nunca haber sido, lo cual excede la
desesperanza de Job[6], que maldijo
el día de su Natividad, no el de su Concepción, contento con estar destinado a
vivir, aunque su vida fuera escondida, como la de un aborto.
Qué
Canción cantaban las Sirenas, o qué
nombre Aquiles tomó cuando se ocultó
entre las mujeres, son interrogaciones arduas[7], pero que no superan la
conjetura. Quizá pueda indagarse en qué tiempo las personas de estos Osarios
ingresaron en las famosas Naciones de los muertos[8] para reposar con Príncipes
y Consejeros[9]. Pero quiénes eran los propietarios de estos huesos, o qué
cuerpos componían estas cenizas, son preguntas más allá de la Arqueología, no
elucidables por el hombre, ni quizá fácilmente por los espíritus, salvo si
consultamos a los Guardianes Locales o a los observadores tutelares. Si para
conservar sus nombres se hubieran precavido tanto como para conservar sus
Reliquias, no erraran tan groseramente en el arte de la perpetuación. Pero
sobrevivir en huesos, y ser tan sólo Piramidalmente perpetuo, es una falacia de
duración. Vanas cenizas, que en el olvido de nombres, personas, tiempos y
sexos, han encontrado en ellas mismas una estéril continuación y que resurgen
para una tardía posteridad, como Emblemas de vanidades mortales, Antídotos
contra la vanagloria, el orgullo y la furia de los vicios. Las vanaglorias
paganas, en la ignorancia del fin del mundo, encontraban estímulo para la
ambición, y sin Átropos[10] que
cortara la inmortalidad de sus nombres, no eran abatidas jamás por la necesidad
del olvido. Hasta las ambiciones antiguas llevan sobre las nuestras la ventaja
de haber obrado temprano, antes del probable Meridiano del tiempo, y han
realizado ya sus propósitos, pues los Héroes antiguos han sobrevivido a sus
Monumentos y a sus conservaciones Mecánicas. Pero en este último Acto del
tiempo no hay que esperar tales Momias para nuestras memorias, ahora que la
ambición puede temer la Profecía de Elías[11],
y Carlos V no tiene esperanza de alcanzar dos Matusalenes de Héctor[12].
Infatigablemente
codiciar la diuturnidad para nuestra fama, es una vanidad ya tardía y una
insensatez anacrónica. No esperemos perdurar tanto en nuestros nombres, como lo
hicieron otros en sus personas; una de las caras de Jano es más pequeña que la otra. Es demasiado tarde para la
ambición[13]. Ya han ocurrido las grandes mutaciones del mundo; el tiempo es
demasiado breve para nuestros designios. Prolongar nuestras memorias en
monumentos, por cuya muerte oramos todos los días y cuya perduración no podemos
anhelar sin perjuicio de nuestras esperanzas en el advenimiento del día
postrero, es contradecir nuestra fe. Nosotros, destinados al poniente del
tiempo, estamos providencialmente libres de tales ambiciones: obligados a
encarar una breve partícula del porvenir, propendemos a meditar en el otro
mundo, y no podemos declinar la consideración de esa eternidad, que hace de
Pirámides pilares de nieve, y del pasado entero, un momento.
Círculos
y. líneas rectas confinan y cierran todos los cuerpos, y el círculo mortal
rectilíneo[14] todo lo confina y lo cierra. No hay antídoto contra el Opio del
tiempo, que comprende todas las cosas; Nuestros Padres hallan sepulcro en la
brevedad de nuestras memorias, y tristemente nos imparten cómo seremos
enterrados en nuestros Sucesores. Durante cuarenta años escasos las lápidas
preservan la verdad[15]. Pasan las generaciones mientras duran algunos árboles,
y los Linajes más antiguos no logran la duración de tres Robles. Ser leídos en
meras inscripciones, como tantos en Gruter[16] aguardar que Enigmáticos
Epítetos, o letras iniciales de nuestros nombres, nos confieran eternidad, ser
descifrados por Arqueólogos, recibir Nombres nuevos como les acontece a las
Momias[17], son fríos consuelos para el Estudiante de la perpetuidad, hasta en
idiomas inmortales.
Resignarse
a que el porvenir sepa que tal hombre existió, y prescinda de toda otra noticia
sobre él, era una frígida ambición de Cárdano[18] contradictoria de su opinión
de sí mismo y del carácter que le atribuía el horóscopo. ¿A quién puede
importarle subsistir como, en Homero,
los caballos de Aquiles[19], o como
los Pacientes de Hipócrates: simples
nombres sin Méritos ni Proezas, que son el bálsamo de nuestras memorias, el
alma y la Entelequia de nuestra
perduración. Ser anónimo en insignes hazañas vale más que una historia infame.
La mujer cananea[20] vive más dichosamente
sin nombre, que Herodías[21] con uno.
¿Quién no prefiere ser el buen ladrón, y no Poncio
Pilatos?
Pero
la iniquidad del olvido ciegamente dispersa su amapola, y trata la memoria de
los hombres sin considerar sus derechos a la perpetuidad. ¿Qué, sino lástima,
otorgaremos al fundador de las Pirámides? Vive Erostrato[22] que incendió el templo de Artemisa; el que lo erigió, casi está perdido. El tiempo ha
perdonado el Epitafio del caballo de Adriano[23],
y ha aniquilado el suyo. Vanamente medimos nuestras dichas por la ventaja de
nuestra buena fama, ya que las malas no duran menos, y Tersite[24] vivirá tanto como Agamenón. ¿Quién nos dirá si los
mejores hombres son conocidos? ¿Quién si no fueron olvidadas personas más
notables que cuantas duran en el censo del tiempo? Sin el favor del registro
imperecedero, el primer hombre sería tan ignoto como el último, y la larga vida
de Matusalén sería toda su Crónica.
El
olvido es insobornable: Los más han de avenirse a ser como si nunca hubieran
sido, y a figurar en el Registro de Dios, no en la noticia humana. Veintisiete
nombres integran la primera historia[25] y son menos los que se recuerdan desde
entonces que los que viven en un Siglo. El número de los muertos excede al de
los hombres que han de vivir. La noche del tiempo supera al día y ¿quién sabe
cuándo fue el Equinoccio? Todas las horas contribuyen en esa creciente Suma,
que apenas se detiene un momento. Ya que la muerte es la Lucina[26] de la vida, y hasta los Gentiles sospechaban que vivir
es morir; Ya que nuestros Soles más largos declinan prematuramente y apenas
describen arcos invernales, no faltará mucho para que yazgamos en la
obscuridad, y nos alumbremos con brasas[27]. Ya que a diario el hermano de la
muerte nos hostiga con mementos
mortales, y el tiempo que envejece nos prohíbe aguardar una larga duración: La
Diuturnidad es un sueño y un desvarío de la esperanza.
Amplios
son los tesoros del olvido, e innumerables los montones de cosas en un estado
próximo a la nulidad; más hechos hay sepultados en el silencio que registrados,
y los más copiosos volúmenes son epítomes de lo que ha sucedido. La crónica del
tiempo empezó con la noche, y la oscuridad todavía la sirve; algunos hechos
nunca salen a la luz; muchos han sido declarados; muchos más fueron devorados
por la oscuridad y las cavernas del olvido. Cuánto ha quedado en vacuo, y nunca
será revelado, de esos longevos tiempos en que los hombres apenas recordaban su
juventud, y más que antiguos parecían antigüedades, cuando perduraban más en
sus vidas que ahora en nuestras memorias.
La
tiniebla y la luz dividen el curso del tiempo; el olvido comparte nuestras
vidas con el recuerdo; apenas recordamos nuestras dichas, y los golpes más
agudos de la pena sólo nos dejan cicatrices efímeras. El sentido no tolera
cosas extremas; los sufrimientos nos destruyen o se destruyen. Llorar hasta
volverse piedra es mentira. Las aflicciones nos endurecen; los infortunios son
resbaladizos, o se derriten como la nieve sobre nosotros, lo cual es una
insensibilidad venturosa. Ignorar los males futuros y olvidar los pretéritos,
es una piadosa providencia de la naturaleza, que nos permite digerir el
conjunto de nuestros pocos y malvados días; y, exentos nuestros sentidos de
recaer en hirientes recuerdos, nuestros pesares no se eternizan bajo el filo de
las repeticiones. Muchos de los Antiguos saciaban su esperanza de perdurar con
la transmigración[28] de las almas: buen camino para continuar sus memorias, ya
qué teniendo la ventaja de sucesiones plurales, era imposible que en tanta
muchedumbre de vidas no ejecutaran algo notable, y, poseedores de la fama de
sus anteriores encarnaciones, no hicieran acumulación de gloria para las
últimas etapas. Otros, antes que perderse en la desamparada noche de la nada,
se resignaban a volver al ente universal, y a ser una partícula del alma
pública de todas las cosas, lo cual equivalía a regresar a su desconocido y
divino Origen[29]. Más exigente era el ingenio de los Egipcios, que dulcemente
preparaban los cuerpos para esperar la vuelta de las almas. Pero todo era
vanidad, alimentar el viento, y locura. Las Momias del Egipto, perdonadas por Cambises[30] o por el tiempo, son ahora
pasto de la avaricia. La Momia es ahora Mercadería, Mizraím[31] cura las
heridas y Faraón se vende como bálsamo.
En
vano las personas esperan la inmortalidad, o panaceas contra el olvido, en
perpetuaciones bajo la Luna; el Hombre se ha engañado hasta en sus adulaciones
allende el Sol, y en sus meditados artificios para eternizar nombres en el
cielo. Ya la versátil Cosmografía de ese lugar ha mudado los nombres de
presuntas constelaciones; Nemrod se ha perdido en Orión, Osiris, en la
Canícula. En los cielos buscamos incorrupción, y son iguales a la Tierra: Duraderos
en lo esencial, variables en las partes; de todo esto, amén de las nuevas
Estrellas y de los Cometas, nos dan noticia los Telescopios. Y las manchas que
rondan en torno al sol, al amor de Faetón, confirman el aserto.
Nada
es rigurosamente inmortal, salvo la inmortalidad; lo que no tuvo un principio,
no debe temer un fin: peculiaridad de aquel ser necesario que no puede
destruirse a sí mismo. La más alta prueba de omnipotencia es ser invulnerable a
su propio poder; todo lo demás es contingente, y lo alcanza la aniquilación.
Pero la Inmortalidad Cristiana basta para frustrar todas las glorias terrenales,
y el Cielo o el Infierno hacen irrisoria toda memoria póstuma. Dios, único
destructor posible de nuestras almas, que nos ha prometido resurrección, no ha
prometido eternidad de cuerpos ni de nombres. Todo lo cual es tan fortuito que
los audaces en Esperanza hallaron infeliz desengaño, y durar mucho es apenas
una postergación del olvido. Pero es el hombre un Noble Animal, espléndido en
cenizas, y pomposo en la sepultura, solemnizando Natividades y Muertes con
igual brillo, y celebrando en Ceremonias bizarras la infamia de su carne[32].
La
vida es una llama pura, y nos anima un invisible Sol interior. Un escaso fuego
basta para la vida; grandes llamas parecieron exiguas después de la muerte,
cuando los hombres vanamente afectaron hermosas piras para arder como Sardanápalo[33]; pero la sapiencia de
las leyes funerarias condenó la locura, de esos esplendores profusos, y redujo
los fuegos según el canon de las exequias más austeras, para las que nadie fue
pobre, ya que todos pudieron suministrar un poco de leña y de brea, un
plañidero y una Urna[34].
Cinco
Idiomas no aseguraron el Epitafio de Gordiano[35].
Más que todo hombre por su Tumba, perdura sin ella el hombre de Dios, inhumado
invisiblemente por Ángeles, y adjudicado a la oscuridad, aunque no sin algunos
signos para encaminar un piadoso descubrimiento. Enoch[36] y Elías[37],
sin tumba ni sepelio, en un anómalo estado de ser, son grandes Ejemplos de perpetuidad,
en su larga y viva memoria; rigurosamente, se hallan de este lado de la muerte,
y aun les queda un tardío papel que representar en el escenario de la tierra.
Si en el prefijado término del mundo todos no moriremos, pero todos seremos
transformados[38], según la recibida tradición, el último día cavará pocas
tumbas; rápidas Resurrecciones se anticiparán a duraderos Sepulcros. Algunas
tumbas se abrirán antes de cerrarse del todo, y Lázaro no será maravilla.
Muchos que temieron morir, deplorarán sólo poder morir una vez, ya que el
estado lóbrego es la viviente muerte segunda[39], cuando la vida desespera a
los réprobos, cuando los hombres desearán que los cubran Montañas, no
Monumentos, y la aniquilación será cortejada.
Algunos
han estudiado Monumentos; otros estudiosamente los han rehusado; otros han sido
tan vanamente jactanciosos, que no se han atrevido después a confesar sus
tumbas; de estos últimos, el más sutil parece Alarico[40], que desvió un Río para esconder sus huesos en el
cauce. El mismo Sila, que se creía
seguro en su Urna, no logró evitar lenguas vengativas, y lapidación de su
Monumento. Felices aquellos a quienes hace inocentes la oscuridad, aquellos que
de tal modo tratan a los hombres en este mundo que no temen encontrarlos en el
otro, aquellos que al morir no hacen escándalo entre los muertos, y son inmunes
a la befa poética de Isaías[41].
Pirámides,
Arcos y Obeliscos sólo fueron irregularidades de la vanagloria, e hipérboles de
la antigua magnanimidad. Pero la decisión más animosa es la de la Religión
Cristiana, que pisotea la soberbia y cabalga en el lomo de la ambición, humildemente
persiguiendo esa infalible perpetuidad, ante la cual todas las otras deben
acortar sus diámetros y ser apenas perceptibles en Ángulos de contingencia[42].
A
los piadosos que pasaron sus días en raptos de futuridad, les ha importado poco
más este mundo que el anterior, cuando yacían oscuros en el Caos de la
predestinación y en la noche de la preexistencia. Y si algunos han tenido la
dicha de comprender la aniquilación Cristiana, el éxtasis, la postración, la
liquefacción, la transformación, el beso de la Esposa, la gustación de Dios y
la ingresión en la sombra divina, han tenido una hermosa anticipación del cielo;
la gloria del mundo es pretérita para ellos, y la tierra es ceniza.
Subsistir
en perdurables Monumentos, vivir en sus producciones, existir en sus nombres y
predicamentos de Quimeras, era amplia
satisfacción para las esperanzas antiguas y formaba una parte de sus Elíseos. Pero todo esto es nulo en la Metafísica
de la verdadera fe. Vivir es, en verdad, ser de nuevo nosotros mismos, lo cual
no sólo es una esperanza sino una certidumbre para el digno creyente. Lo mismo
es yacer en el Cementerio de San Inocencio[43]
que en las Arenas de Egipto: Listo a
ser cualquier cosa, en el éxtasis de ser para siempre, y tan satisfecho con
seis pies de tierra como con el Mausoleo de Adriano[44].
—Tabesne
cadavera solvat
An rogus haud refert[45].
Traducción
y notas de ADOLFO BIOY CASARES y de JORGE LUIS BORGES.
Revista Sur, enero de 1944, año XIV.
NOTAS:
[1] Así, disperso en huesos, yo quisiera que me juntaran (Tíbulo III, 2, 26).
[2] Alusión al Psammites (en latín, el Arenarius) de
Arquímedes, libro que procura hallar un guarismo que pueda expresar la cantidad
de granos de arena que caben en el mundo. Arquímedes propone la cifra 1063.
[3] Los días de nuestra edad son setenta años;
en los más robustos ochenta; y lo que pasa de estos, trabajo y dolor, porque es cortado presto y volamos.
(Salmos, XC, 10; Oración de Moisés, varón de Dios).
[4] De acuerdo a la antigua Aritmética de la mano, según la cual el meñique
de la mano derecha, encogido, significaba cien. (N. del A.).
[5] Júpiter hizo que la noche en que poseyó a Alcmena tuviera la duración
de tres noches.
[6] Perezca el día en que nací, y la noche que se dijo: Varón es concebido. (Job, III, 3).
[7] Suetonio (Los doce Césares, libro III, capítulo 70) refiere que
Tiberio solía proponer a los gramáticos, problemas de este orden: “¿Quién fue
la madre de Hécuba? ¿Qué nombre tomó Aquiles entre las vírgenes? ¿Qué cantaban
las sirenas?”
[8] Κλυτὰ ἔθνεα νεκρῶν, (Odisea, X, 526).
[9] Pues ahora durmiendo estaría en
silencio, y en mi sueño reposaría con los Reyes y Consejeros de la tierra, que
edifican para sí los desiertos (Job, III, 13, 14).
[10] La Parca Átropos, que tenía por tarea cortar el hilo de la vida.
[11] Dice un pasaje del Talmud, citado por Delitzsch: “Es una tradición de
la casa (escuela) de Elías, que el mundo durará seis mil años: dos mil de
confusión, dos mil de sujeción a la ley mosaica, dos mil, los días del Mesías”.
Paul Deussen (Die Philosophie des
Mittelalters, página 323) afirma que, según Ireneo, el mundo durará seis
mil años, correspondientes a los seis días de la Creación. El milenio
corresponde al séptimo día. William Blake (The
marriage of Heaven and Hell, circa 1793) ha escrito: “La antigua tradición
de que el mundo será consumido por el fuego al cabo de seis mil años es
verdadera, según he oído en el Infierno".
[12] Antes de que naciera Carlos V, la fama de Héctor había durado ya dos
vidas de Matusalén. (N. del A.).
[13] Poco tiempo queda para el
presente (Sha T’ung),
[14] Símbolo de la muerte. (N. del A.).
[15] Al cabo de ese tiempo se levantan las lápidas para inhumar nuevos
cadáveres. (N. del A.).
[16] Gruteri Inscriptiones Antiquae.
(N. del A.). Trátase de una colección de inscripciones del Imperio, publicada
en 1603 por el filólogo belga Juan Gruter.
[17] Que se exhiben en diversos países, con nombres arbitrarios. A veces
con los de antiguos reyes de Egipto, mencionados por Herodoto. (N. del A.).
[18] Cuperem
notum esse quod sim, non opto ut sciatur qualis sim. Card., in vita propria (N. del
A.).
[19] “Xanthos y Balios, corceles rápidos como el viento, hijos de la arpía
Podarga, que los concibió del Céfiro”. (Ilíada,
XVI).
[20] Éxodo, VI, 15.
[21] San Mateo, XIV, 1-11; San Marcos, VI, 14-28.
[22] Efesiano de oscuro nacimiento, que, para lograr celebridad, incendió
el templo de Artemisa. Fue condenado a muerte por los habitantes de Éfeso, que
prohibieron que se pronunciara su nombre.
[23] El autor se equivoca. Elio Esparciano, en la Historia Augusta, registra el epitafio de Adriano: Turba medicorum regent interfecit.
[24] El más feo de los guerreros que arribaron a Troya (Ilíada, II).
[25] Antes del Diluvio (N. del A.). Génesis, IV y V.
[26] Diosa romana que presidía los nacimientos.
[27] Según la costumbre de los judíos, que, junto al cadáver colocan en una
vasija de ceniza una luz encendida. León [de Módena] (N. del A.). El rabino
italiano León de Módena, más propiamente Judá Aryeh, publicó en 1637 su Historia
de los ritos hebraicos. En 1650, Edward Chilmead la tradujo al inglés.
[28] Alude tal vez a los pitagóricos. Tal vez, a Empédocles de Agrigento,
que dijo: Yo he sido mancebo, doncella,
arbusto, pájaro y mudo pez que surge del mar. Compárese, en los Mabinogion, la enumeración de Taliesin:
Yo he sido la hoja de una
espada,
Yo he sido una gota en el aire,
Yo he sido una estrella
luciente,
Yo he sido una palabra en un
libro,
Yo he sido un libro en el
principio,
Yo he sido una luz en una
linterna,
Yo he sido un puente que
atraviesa sesenta ríos,
Yo he viajado como un águila,
Yo he sido una barca en el mar,
Yo he sido un capitán en la
batalla,
Yo he sido una espada en la
mano,
Yo he sido un escudo en el
combate,
Yo he sido la cuerda de un
arpa,
Durante un año estuve hechizado
en la espuma del agua.
Véase también este otro poema:
Soy el jefe de los bardos de
Elphin,
Mi patria es la región de las
estrellas del verano,
Idno y Heinin me han llamado
Cwyddno,
El día llegará en que todos los
reyes me llamarán Taliesin,
Estuve con mi. Señor en la
esfera más alta,
Cuando se abismó Lucifer en la
profundidad del Infierno;
He llevado el estandarte de
Alejandro;
Sé los nombres de las estrellas
de norte a sur;
Estuve en Canaán, cuando murió
Absalom;
Estuve en el lugar de la
crucifixión del Hijo de Dios;
He sido el capataz de los
obreros que erigieron la torre de Babel;
Ahora estoy en este palacio y
en las ruinas de Troya.
He visto la destrucción de
Sodoma y Gomorra;
Estuve con mi Señor, en el
pesebre del asno;
Estuve en el firmamento con
María Magdalena;
Estuve en la Colina Blanca, en
la corte de Cynvelyn,
Un día y un año en el cepo y en
las prisiones;
He padecido hambre por el Hijo
de la Virgen;
He sido maestro de todas las
inteligencias,
Soy capaz de instruir todo el
universo;
Hasta el Día del Juicio estaré
en la faz de la tierra,
Y no se sabe si mi cuerpo es
carne o pescado.
Luego permanecí nueve meses
En el vientre de la bruja
Caridwen;
En el principio fui Avagddu,
Y al fin soy Taliesin.
El bardo irlandés Amergin (E. Hull, A
Textbook of Irish Literature, I, 127), tiene un poema análogo:
Yo, el viento en el mar;
Yo, el rumor del océano;
Yo, la ira del toro;
Yo, un halcón en la cumbre;
Yo, un reflejo del sol;
Yo, un jabalí que persigue;
Yo, un salmón de los ríos;
Yo, la laguna de las tierras
bajas;
Yo, la fuerza del canto.
[29] Alude a los estoicos.
[30] Rey de los persas y de los medos; invadió el Egipto.
[31] Nombre bíblico del Egipto (Génesis,
X, 6). Significa frontera, límite.
[32] Cf.: Quevedo, Epístolas a imitación de las de Séneca, XXXIX: Por mucha riqueza que gastemos en cubrir
este polvo, siempre seremos el asco, y el edificio el precio; disfrazar en
palacio la sepultura engaño es, no confesión.
[33] Nombre griego de Asurbanipal, rey de Asiria.
[34] Según el epitafio de Rufo y Verónica, en Gruter (N. del A.).
[35] En griego, latín, hebreo, egipcio y arábigo, borrado por Licinio el
Emperador (N. del A). Gordiano, tercer emperador de ese nombre, m., en 244;
Licinio, en 324.
[36] “Caminó, pues, Enoch con Dios, y desapareció; porque Dios lo llevó'’ (Génesis, V, 24).
[37] “Y como hubieron pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que
haga por ti antes que sea arrebatado de ti. Y dijo Eliseo: Pido que sea
duplicado en ti mi espíritu. Y él le dijo: Cosa difícil has pedido: si me
vieres cuando fuere arrebatado de ti, tendrás lo que pides: mas si no me
vieres, no lo tendrás. Y como siguiesen adelante, y caminando hablasen entre
sí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos: y subió Elías al
cielo en un torbellino. Y Elíseo lo veía, y gritaba: Padre mío, padre mío,
carro de Israel y su gente de a caballo. Y no lo vio más, y trabando de sus
vestidos los rompió en dos partes”. (2 Reyes,
II, 9-11).
[38] “He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, pero
todos seremos transformados” (I Corintios,
XV, 51).
[39] “Y el Infierno y la Muerte fueron arrojados en el estanque de fuego.
Esta es la segunda muerte” (Apocalipsis,
XX, 14).
[40] Jornandes de rebus Geticis
(N. del A.). “La ferocidad de los bárbaros se manifestó en el funeral del
héroe, cuyo valor y cuya dicha celebraron con lúgubre aplauso. Una muchedumbre
de prisioneros desvió el curso de un río que baña los muros de la ciudad de
Concencia. El sepulcro, adornado con los despojos y trofeos de Roma, se
construyó en el lecho vacío; luego se restauraron las aguas al cauce natural.
El lugar secreto donde los restos de Alarico fueron depositados, quedó
escondido para siempre, por la inhumana matanza de los prisioneros que habían
ejecutado el trabajo”. (Gibbon, Decline
and Fall of the Roman Empire, XXXI). Hay tres explicaciones verosímiles de
esta inhumación misteriosa: impedir que fuera profanado el sepulcro; impedir el
robo de los tesoros; impedir la resurrección del guerrero.
[41] Isaías, XIV, 9-19.
[42] Angulus contingentiae, el
menor de los ángulos (N. del A.).
[43] En París, donde se consumen pronto los cuerpos (N. del A.).
[44] Un soberbio mausoleo o pila sepulcral, erigido por Adriano en Roma,
donde ahora está el castillo San Angello (N. del A).
[45] Poco importa que la corrupción o la hoguera consuman los cadáveres (Farsalia, VII, 809, 810).
HYDRIOTAPHIA
Urne-Buriall.
OR,
A Brief Discourse
of the Sepulchrall Urnes
Lately Found in
NORFOLK.
CHAPTER V
Now since these dead bones have already out-lasted the
living ones of Methuselah, and in a yard under ground, and thin walls of clay,
out-worn all the strong and specious buildings above it; and quietly rested
under the drums and tramplings of three conquests; What Prince can promise such
diuturnity unto his Reliques, or might not gladly say,
Sic ego componi versus in ossa velim.(1)
Time which antiquates Antiquities, and hath an art to
make dust of all things, hath yet spared these minor Monuments. In vain we hope
to be known by open and visible conservatories, when to be unknown was the
means of their continuation and obscurity their protection: If they dyed by
violent hands, and were thrust into their Urnes, these bones become
considerable, and some old Philosophers would honour them,(2) whose souls they
conceived most pure, which were thus snatched from their bodies; and to retain
a stranger propension unto them: whereas they weariedly left a languishing
corps, and with faint desires of re-union. If they fell by long and aged decay,
yet wrapt up in the bundle of time, they fall into indistinction, and make but
one blot with Infants. If we begin to die when we live, and long life be but a
prolongation of death; our life is a sad composition; We live with death, and
die not in a moment. How many pulses made up the life of Methuselah, were work
for Archimedes: Common Counters summe up the life of Moses his man.(3) Our dayes
become considerable like petty sums by minute accumulations; where numerous
fractions make up but small round numbers; and our dayes of a span long make
not one little finger.(4)
If the nearnesse of our last necessity, brought a
nearer conformity unto it, there were a happinesse in hoary hairs, and no
calamity in half senses. But the long habit of living indisposeth us for dying;
When Avarice makes us the sport of death; When even David grew politickly
cruell; and Solomon could hardly be said to be the wisest of men. But many are
too early old, and before the date of age. Adversity stretcheth our dayes,
misery makes Alcmenas nights,(5) and time hath no wings unto it. But the most
tedious being is that which can unwish it self, content to be nothing, or never
to have been, which was beyond the male-content of Job, who cursed not the day
of his life, but his Nativity; Content to have so farre been, as to have a
title to future being; Although he had lived here but in an hidden state of
life, and as it were an abortion.
What Song the Syrens sang, or what name Achilles
assumed when he hid himself among women, though puzling Questions(6) are not
beyond all conjecture. What time the persons of these Ossuaries entred the
famous Nations of the dead,(7) and slept with Princes and Counsellours,(8) might
admit a wide resolution. But who were the proprietaries of these bones, or what
bodies these ashes made up, were a question above Antiquarism. Not to be
resolved by man, nor easily perhaps by spirits, except we consult the
Provinciall Guardians, or tutellary Observators. Had they made as good
provision for their names, as they have done for their Reliques, they had not
so grosly erred in the art of perpetuation. But to subsist in bones, and be but
Pyramidally extant, is a fallacy in duration. Vain ashes, which in the oblivion
of names, persons, times, and sexes, have found unto themselves, a fruitlesse
continuation, and only arise unto late posterity, as Emblemes of mortall
vanities; Antidotes against pride, vain-glory, and madding vices. Pagan
vain-glories which thought the world might last for ever, had encouragement for
ambition, and finding no Atropos unto the immortality of their Names, were
never dampt with the necessity of oblivion. Even old ambitions had the
advantage of ours, in the attempts of their vain-glories, who acting early, and
before the probable Meridian of time, have by this time found great
accomplishment of their designes(9), whereby the ancient Heroes have already
out-lasted their Monuments, and Mechanicall preservations. But in this latter
Scene of time we cannot expect such Mummies unto our memories, when ambition
may fear the Prophecy of Elias,(10) and Charles the fifth can never hope to live
within two Methusela's of Hector.(11)
And therefore restlesse inquietude for the diuturnity
of our memories unto present considerations, seems a vanity almost out of date,
and superanuated peece of folly. We cannot hope to live so long in our names,
as some have done in their persons, one face of Janus holds no proportion unto
the other. 'Tis too late to be ambitious. The great mutations of the world are
acted, or time may be too short for our designes. To extend our memories by
Monuments, whose death we dayly pray for, and whose duration we cannot hope,
without injury to our expectations, in the advent of the last day, were a
contradiction to our beliefs. We whose generations are ordained in this setting
part of time, are providentially taken off from such imaginations. And
being(12) necessitated to eye the remaining particle of futurity, are naturally
constituted unto thoughts of the next world, and cannot excusably decline the
consideration of that duration, which maketh Pyramids pillars of snow, and all
that's past a moment.
Circles and right lines limit and close all bodies,
and the mortall right-lined circle,(13) must conclude and shut up all. There is
no antidote against the Opium of time, which temporally considereth all things;
Our Fathers finde their graves in our short memories, and sadly tell us how we
may be buried in our Survivors. Grave-stones tell truth scarce fourty years:(14) Generations passe while some trees stand, and old Families last not three Oaks.
To be read by bare Inscriptions like many in Gruter,(15) to hope for Eternity by
Ænigmaticall Epithetes, or first letters of our names, to be studied by
Antiquaries, who we were, and have new Names given us like many of the
Mummies,{16} are cold consolations unto the Students of perpetuity, even by
everlasting Languages.
To be content that times to come should only know
there was such a man, not caring whether they knew more of him, was a frigid
ambition in Cardan:(17) disparaging his horoscopal inclination and judgement of
himself, who cares to subsist like Hippocrates Patients, or Achilles horses in
Homer, under naked nominations, without deserts and noble acts, which are the
balsame of our memories, the Entelecchia and soul of our subsistences. To be
namelesse in worthy deeds exceeds an infamous history. The Canaanitish woman
lives more happily without a name, then Herodias with one. And who had not
rather have been the good theef, then Pilate?
But the iniquity of oblivion blindely scattereth her
poppy, and deals with the memory of men without distinction to merit of
perpetuity. Who can but pity the founder of the Pyramids? Herostratus lives
that burnt the Temple of Diana, he is almost lost that built it;(18) Time hath
spared the Epitaph of Adrians horse, confounded that of himself. In vain we
compute our felicities by the advantage of our good names, since bad have
equall durations; and Thersites is like to live as long as Agamenon, [without
the favour of the everlasting Register:](19) Who knows whether the best of men
be known? or whether there be not more remarkable persons forgot, then any that
stand remembred in the known account of time? without the favour of the
everlasting Register the first man had been as unknown as the last, and
Methuselahs long life had been his only Chronicle.
Oblivion is not to be hired: The greater part must be
content to be as though they had not been, to be found in the Register of God,
not in the record of man. Twenty seven Names make up the first story, and the
recorded names ever since contain not one living Century. The number of the
dead long exceedeth all that shall live. The night of time far surpasseth the
day, and who knows when was the Æquinox? Every house addes unto that current
Arithmetique, which scarce stands one moment. And since death must be the
Lucina of life, and even Pagans(20) could doubt whether thus to live, were to
dye. Since our longest Sunne sets at right descensions, and makes but winter
arches, and therefore it cannot be long before we lie down in darknesse, and
have our lights in ashes.(21) Since the brother of death(22) daily haunts us
with dying memento's, and time that grows old it self, bids us hope no long
duration: Diuturnity is a dream and folly of expectation.(23)
Darknesse and light divide the course of time, and
oblivion shares with memory, a great part even of our living beings; we
slightly remember our felicities, and the smartest stroaks of affliction leave
but short smart upon us. Sense endureth no extremities, and sorrows destroy us
or themselves. To weep into stones are fables. Afflictions induce callosities,
miseries are slippery, or fall like snow upon us, which notwithstanding is no
unhappy stupidity. To be ignorant of evils to come, and forgetfull of evils
past, is a mercifull provision in nature, whereby we digest the mixture of our
few and evil dayes, and our delivered senses not relapsing into cutting
remembrances, our sorrows are not kept raw by the edge of repetitions. A great
part of Antiquity contented their hopes of subsistency with a transmigration of
their souls. A good way to continue their memories, while having the advantage
of plurall successions, they could not but act something remarkable in such
variety of beings, and enjoying the fame of their passed selves, make
accumulations of glory unto their last durations. Others rather then be lost in
the uncomfortable night of nothing, were content to recede into the common
being, and make one particle of the publick soul of all things, which was no
more then to return unto their unknown and divine Originall again. Ægyptian
ingenuity was more unsatisfied, contriving their bodies in sweet consistences,
to attend the return of their souls. But all was vanity, feeding the winde,(24) and folly. The Ægyptian Mummies, which Cambyses or time hath spared, avarice
now consumeth. Mummie is become Merchandise, Mizraim cures wounds, and Pharaoh
is sold for balsoms.
In vain do individuals hope for Immortality, or any
patent from oblivion, in preservations below the Moon: Men have been deceived
even in their flatteries above the Sun, and studied conceits to perpetuate
their names in heaven. The various Cosmography of that part hath already varied
the names of contrived constellations; Nimrod is lost in Orion, and Osyris in
the Dogge-starre. While we look for incorruption in the heavens, we finde they
are but like the Earth; Durable in their main bodies, alterable in their parts:
whereof beside Comets and new Stars, perspectives begin to tell tales. And the
spots that wander about the Sun, with Phaetons favour, would make clear
conviction.
There is nothing strictly immortall, but immortality;
whatever hath no beginning may be confident of no end. All others have a
dependent being, and within the reach of destruction, which is the peculiar of
that necessary essence that cannot destroy it self; And the highest strain of
omnipotency to be so powerfully constituted, as not to suffer even from the
power of it self. But the sufficiency of Christian Immortality frustrates all
earthly glory, and the quality of either state after death, makes a folly of
posthumous memory. God who can only destroy our souls, and hath assured our
resurrection, either of our bodies or names hath directly promised no duration.
Wherein there is so much chance that the boldest Expectants have found unhappy
frustration; and to hold long subsistence, seems but a scape in oblivion. But
man is a Noble Animal, splendid in ashes, and pompous in the grave, solemnizing
Nativities and Deaths with equall lustre, nor omitting Ceremonies of bravery,
in the infamy(25) of his nature.
Life is a pure flame, and we live by an invisible Sun
within us. A small fire sufficeth for life, great flames seemed too little
after death, while men vainly affected precious pyres, and to burn like
Sardanapalus, but the wisedom of funerall Laws found the folly of prodigall
blazes, and reduced undoing fires, unto the rule of sober obsequies, wherein
few could be so mean as not to provide wood, pitch, a mourner, and an Urne.(26))
Five Languages secured not the Epitaph of Gordianus;(27) The man of God lives longer without a Tomb then any by one, invisibly interred
by Angels, and adjudged to obscurity, though not without some marks directing
humane discovery. Enoch and Elias without either tomb or buriall, in an
anomalous state of being, are the great Examples of perpetuity, in their long
and living memory, in strict account being still on this side death, and having
a late part yet to act upon this stage of earth. If in the decretory term of
the world we shall not all dye but be changed, according to received
translation; the last day will make but few graves; at least quick
Resurrections will anticipate lasting Sepultures; Some Graves will be opened
before they are quite closed, and Lazarus will be no wonder. When many that
feared to dye shall groane that they can dye but once, the dismall state is the
second and living death, when life puts despair on the damned; when men shall
wish the coverings of Mountaines, not of Monuments, and annihilation shall be
courted.
While some have studied Monuments, others have
studiously declined them: and some have been so vainly boisterous, that they
durst not acknowledge their Graves; wherein(28) Alaricus seems most subtle, who
had a River turned to hide his bones at the bottome. Even Sylla that thought
himself safe in his Urne, could not prevent revenging tongues, and stones
thrown at his Monument. Happy are they whom privacy makes innocent, who deal so
with men in this world, that they are not afraid to meet them in the next, who
when they dye, make no commotion among the dead, and are not toucht with that
poeticall taunt of Isaiah.(29)
Pyramids, Arches, Obelisks, were but the
irregularities of vain-glory, and wilde enormities of ancient magnanimity. But
the most magnanimous resolution rests in the Christan Religion, which trampleth
upon pride, and sets on the neck of ambition, humbly pursuing that infallible
perpetuity, unto which all others must diminish their diameters, and be poorly
seen in Angles of contingency.(30)
Pious spirits who passed their dayes in raptures of
futurity, made little more of this world, then the world that was before it,
while they lay obscure in the Chaos of pre-ordination, and night of their
fore-beings. And if any have been so happy as truly to understand Christian
annihilation, extasis, exolution, liquefaction, transformation, the kisse of
the Spouse, gustation of God, and ingression into the divine shadow, they have
already had an handsome anticipation of heaven; the glory of the world is
surely over, and the earth in ashes unto them.
To subsist in lasting Monuments, to live in their
productions, to exist in their names, and prædicament of Chymera's, was large
satisfaction unto old expectations, and made one part of their Elyziums. But
all this is nothing in the Metaphysics of true belief. To live indeed is to be
again our selves, which being not only an hope but an evidence in noble
beleevers; 'Tis all one to lye in St Innocents Church-yard,(31) as in the Sands
of Ægypt: Ready to be any thing, in the extasie of being ever, and as content
with six foot as the Moles of Adrianus.(32)
Lucan
Tabesne
cadavera solvat
An
rogus haud refert.(33)
NOTES
1. Tibullus.
2. Oracula Chaldaica cum scholiis Pselii &
Phethonis. Βίη λιπόντων σόμα ψυχαὶ καϑαρώταται. Vi corpus relinquentium animæ purissimæ.
3. In the Psalme of Moses.
4. According to the ancient Arithmetick of the hand
wherein the little finger of the right hand contracted, signified an hundred.
Pierius in Hieroglyph.
5. One night as long as three.
6. The puzling questions of Tiberius unto Grammarians.
Marcel. Donatus in Suet. [Tiberius, LXX. Hyginus says that the other girls
called Achilles Pyrrha because of his red hair.]
7. Κλυτὰ ἔθνεα νεκρῶν. Hom.
8. Job. [3.13-15]
9. ["ddsignes" 1658]
10. That the world may last but six thousand years.
11. Hectors fame lasting above two lives of
Methuselah, before that Prince was extant.
12. ["bAnd eing" 1658]
13. Θ The character
of death.
14. Old ones being taken up, and other bodies laid
under them.
15. Gruteri Inscriptiones Antiquæ.
16. {Which men show in Several Countries, giving them
what Names they please; and unto some the Names of the old Ægyptian Kings out
of Herodotus.}
17. Cuperem
notum esse quod sim, non opto ut sciatur qualis sim. Card. in vita propria.
18. [Chersiphon (Pliny, XXXVI, 21).]
19. [This phrase is placed here in 1658]
20. {Euripides} [in Plato Gorgias 492e.]
21. {According to the custome of the Jews, who place a
lighted wax candle in a pot of ashes by the corps. [Leon of Modena]}
22. [I.e., sleep]
23. {MS Sloan 1848: Large are the treasures of
oblivion and heaps of things in a state next to nothing almost numberless; much
more is buried in silence then recorded, and the largest volumes are but
epitomes of what hath been. The account of time began with night, and darkness
still attendeth it. Some things never come to light; manyhave been delivered;
but more hath been swallowed in obscurity and the caverns of oblivion. How much
is as it were in vacuo, and will never be cleared up, of those long living
times when men could scarce remember themselves young; and men seem to us not
ancient but antiquities, when they [lived] longer in their lives then we can
now hope to do in our memories; when men feared not apoplexies and palsies
after 7 or 8 hundred years; when living was so lasting that homicide might
admit of distinctive qualifications from the age of the person, and it might
seem a lesser injury to kill a man at 8 hundred then at forty, and when life
was so well worth the living that few or none would kill themselves.}
24. Omnia vanitas & pastio venti, νομὴ ἀνέμου, βόσκησις ut olim
Aquila & Symmachus. v. Drus. Eccles[iastes 1.14].
25. [In admiring this passage, Robert Southey suggests
emending this to "infimy" "lowest point".]
26. {According to the epitaph of Rufus and Veronica in
Gruterus, "... nec ex Eorum bonis plus inventum est, quam Quod sufficeret
ad emendam pyram Et picem quibus corpora cremarentur, Et præfica conducta, et
olla empta.}
27. {In Greek, Latine, Hebrew, Ægyptian, Arabick,
defaced by Licinus the Emperor.}
28. Jornandes de rebus Geticis.
29. Isa. 14.[4 17]
30. Angulus contingentiæ, the least of Angles.
31. In Paris where bodies soon consume.
32. A stately Mausoleum or sepulchral pyle built by
Adrianus in Rome, where now standeth the Castle of St. Angelo.
33. [Civil War,
VII, 809-810.]