CONTRA EL TERROR
De “terror” ha bautizado Jean Paulhan el rechazo de retórica que preconizan los poetas de hoy. ¿Cómo enmascarar la connotación religiosa de este odio a las figuras?
La obra de Claude Esteban niega ese terror. Esta es poesía creyente, poesía de imágenes. En el espacio literario de las figuras in-corporadas se estructura la palabra de Esteban, quien, no por azar, es un estudioso de Hölderlin.
Los parques no, sino la geometría de las alamedas “a la francesa”, los árboles no, sino el orden (otra connotación religiosa) en que están dispuestos.
De la proliferación barroca del verano, de los tapices “a mil flores” del Loira, del desorden rabelesiano de Chambord, esta poesía lo rechaza todo. Aquí domina el invierno, que subraya el diseño de Le Nôtre y, blanco sobre blanco, elimina todo lo que distrae la atención del esquema platónico del parque, del verdadero parque: ése que, ajeno al azar de las estaciones —del tiempo— sustenta al parque visible.
Estos poemas no engañan jamás al lector: a cada momento le recuerdan que el acto mismo de la creación consiste en estructurar la materia bruta del significado, a cada verso le presentan sus aristas, le subrayan el andamiaje que los soporta, como un pintor que no borrara de la tela su “charpente”, su trazado inicial.
La poesía es cosa mentale.
POÈMES
TEMPLE
le songe se défait aux marges de ces pierres
l’œil même s’y contemple et s’y reconnaît pur
l’Idée se joue du vent l’Idée feuille vivace
quel délice l’exalte en un nombre éclatant
mais l’arête à nos mains inexpertes si nue
si rude à notre pas le marbre de la mer
et le vide plus loin le vide mer immense
POEMAS
TEMPLO
el sueño se deshace al margen de estas piedras
el ojo allí se mira y reconoce puro
burlándose del viento hoja vivaz la Idea
qué delicia la exalta en su número ardiente
en nuestras torpes manos tan desnuda la arista
tan rudo a nuestro paso el mármol de la mar
el vacío más lejos vacío mar inmenso
ESPACE
morne vaisseau la mouette en son vol immobile
quel espace décrit qu’un seul regard confond
périple de clarté sans rivage ni fond
tu n’exaltes qu’un vide et ton gîte est absence
tu planes beau désir et te pares de cire
le soleil est pour toi mais plus près de nos sables
un envol inégal dessine irremplaçable
la courbe mal ancrée de nos constellations
avant la mort c’était la mort plus proche
dans le sommeil c’était rivage en feu
tu grandissais à l’ombre de ce masque
mort de tout masque el flamme traversée
devant le ciel c’était la pierre pauvre
l’arbre sans souvenance d’arbre le réveil
avec les mots transis qu’il fallait dire encore
tu habitas ce noir pays sans le savoir
ESPACIO
mustia nave gaviota en su vuelo fijado
traza espacio que anula una sola mirada
parábola del día sin márgenes ni lecho
exaltas el vacío tu morada es ausencia
tú dominas deseo y te adornas de cera
el sol está contigo pero en nuestras arenas
el desorden de un vuelo dibuja inalterable
la curva descentrada de las constelaciones
porque antes de la muerte la muerte más cercana
porque del sueño se iban las márgenes de llamas
y tú que ibas creciendo a la sombra de máscaras
muerte de toda máscara y llama traspasada
ante ese cielo la piedra en su pobreza
árboles sin memoria de árbol despertar
y las palabras yertas aún había que decirlas
en ese reino negro sin saberlo viviste
ÎLE
temple parmi les eaux égales d’un amour
quel reflet pour nos yeux aux fenêtres éteintes
l’histoire de nos sœurs apprise à d’autres lèvres
et les masques dorés vestiges de leurs fêtes
Son visage gravé d’une douleur plus vieille que les arbres
et dans ses mains la pierre aride.
Ce fut la promesse accomplie
et le partage vint d’un éclair inmobile
qui la voua aux pleurs, aux routes sans repos,
laissant la mer très loin.
II
Fixant un lieu plus haut que leur image,
les arbres,
dans le distancement des choses de la chambre
épousent la question infertile du vent.
(Ici, lieu d’une phrase à peine commencée)
Fixent un lieu que je voulus nommer
à l’aplomb du jardin,
quand se prêtaient les mots pareils à leur substance,
les arbres abolis.
(Ici. Ici encore. Ellipse noire.)
Un bois de chênes.
Je le revois, je marche sur son ombre
sans déranger l’espace d’un oiseau.
C’était, au soir, une lumière
sans brisures.
Longtemps je marche, —j’ai marché,
les arbres se confondent,
était-ce moi qui ne voulus plus voir?
ISLA
el templo entre las aguas iguales de un amor
qué reflejo a los ojos las ventanas opacas
de otros labios contada la historia de la extraña
las máscaras doradas vestigios de sus fiestas
Grabado su rostro de un dolor más viejo que los árboles
y en sus manos la piedra árida.
Promesa realizada.
La división vino de un rayo inmóvil
que la dedicó al llanto, al camino sin pausa,
dejando el mar tan lejos.
II
Hacia un sitio más alto que su imagen,
los árboles,
en la distancia de las cosas de la cámara
desposan la estéril pregunta del viento.
(Aquí, una frase que apenas comienza)
Hacia un sitio que quise nombrar
—aplomo del jardín—,
cuando se entregaba a la substancia el verbo,
árboles abolidos.
(Aquí. Otra vez. Elipse negra)
Bosque de encinas.
Lo vuelvo a ver y recorro su sombra
sin distraer el espacio de un pájaro.
Una tarde, y la luz
sin roturas.
Largas horas camino, he caminado
—se confunden los árboles—,
o fui yo, quien no quiso, por más tiempo mirarlos.
CONFINS
À peine fut franchie la porte, je sentis
qu’il faudrait au matin battre un feu de mémoire
et que les ronces garderaient
l’autre chemin des pierres, ces visages
que nous avions gravés dans l’éclair, une nuit.
Elle,
dans son éclatement sans hâte, ce matin
étincelle. Je ne puis
savoir combien de silence recueille
cette arche à nouveau
savante.
Nous fîmes route tout un temps
de brume et je crus le partage
acquis. J’allais
par un tunnel d’étranges lampes. Elle seule
levait un horizon dans le sommeil
des graines murmurantes.
Et ce matin nous retrouve distincts.
Elle, si neuve par la grâce
d’un événement pur. Moi,
me voulant dans une phrase lente,
tenace, traversé d’orgueil
—cendres infimes.
CONFINES
Franqueada la puerta, sentí que al alba
habría que trillar un fuego de memoria,
que la zarza cuidaría
de otro camino de piedra, rostros
grabados en el rayo, una noche.
Ella,
quebrándose sin prisa, esta mañana,
esplende. No puedo
saber cuánto silencio acoge
el arca
otra vez sabia.
Fuimos ganando ruta largo tiempo
de bruma,
creyéndome cierta la herencia.
Yo avanzaba
por un túnel de lámparas extrañas. Y ella
en el sueño alzaba su cerco
de grana murmurante.
Nos descubre el día distintos.
Ella, nueva en el festejo
del hecho puro. Yo,
buscándome en una frase lenta,
tenaz, traspasado de orgullo,
ínfima ceniza.
ORDINATION DES ARBRES
et les torches de leurs regards
droites dans l’amertume du matin
ont consumé les derniers parements
que nous cherchions encore à la dérive de nos fêtes
hagards et presque nus
ORDENACIÓN DE LOS ÁRBOLES
y las antorchas de sus miradas
rectas en lo amargo de la mañana
consumieron los últimos adornos
que seguíamos buscando a la deriva de las fiestas
huraños casi desnudos
AUTEL
Le temps de ranimer la flamme,
il n’est lueur dans le jardin.
Et cette hâte vers la nuit des choses me rassure.
Ici est lieu de croire étreint
le temple infime de lumière.
Habiter l’espace tremblant entre la chose et l’ombre vive,
—et ne laisser aux marbres rien qui ne soit d’abord
scellé d’une impossible inquiétude.
Veiller sans ciel, redire mal l’obscur, l’insuffisant oracle.
ALTAR
Tiempo de reanimar la llama,
ido fulgor del jardín.
Me afirma de las cosas esa premura hacia la noche.
Saber aquí abrazado
el templo de la luz, ínfimo.
Entre el objeto y la sombra vivida habitar ese espacio,
y no dejar al mármol
nada que antes no selle
la inquietud imposible.
Velar en cielo ausente, repetir mal lo oscuro, el imperfecto oráculo.
Versiones de SEVERO SARDUY y CLAUDE ESTEBAN
Revista Sur nº 306, Buenos aires mayo-junio de 1967