NEWMAN
Se celebra en Inglaterra el centenario del
Movimiento de Oxford. Fue el año 1833, cuando desembarca de Sicilia, Newman,
convaleciente. Viene a dar el impulso de ese magnífico resurgimiento católico.
No lo es él, todavía. Pero publica, con Froude, Pusey y Keble, sus Tracts for the Times, donde, buscando la
autoridad del Cristianismo primitivo, se acercan a la silla de San Pedro.
John Henry Newman había nacido en Londres (1801) con
sangre, por su padre, de banqueros judíos, por su madre, de hugonotes
franceses. Fue el niño taciturno, de sensibilidad extrema, que hace cruces en
las márgenes de su Biblia. En 1816 se cree elegido
para La Gloria eterna. Trinity College le acoge en 1818. Ordenado diácono
(1824), pasa a vicario de la iglesia anglicana de Oxford. El Platón de Oxford le llamó su amigo Blanco White, poeta y
sacerdote español que había de abjurar el catolicismo.
Después de las polémicas del movimiento tractariano,
Newman escribe An Essay of Development,
of Christian Doctrine (1845). Se retira, adhiere a la Iglesia Católica y es
ordenado sacerdote en Roma (1847). Poco después se establece en Birmingham,
donde muere (1890). Cor ad cor loquitur
reza la pétrea cruz de su tumba: es el lema de las armas cardenalicias que tomó
cuando, en 1879, León XIII le concede el capelo.
Su obra forma cuarenta volúmenes, y en ella: Apologia pro vita sua (1864), Grammar of Assent (1870), Parrochial and Plain Sermons, The Via Media of the Anglican Church
(1830), The Arians of the Fourth Century (1833),
The Dream of Gerontius (1866), Loss and Gain (1848), historia de un
converso, Callista (1855), novela
histórica, y Discourses, Lectures,
Essays, Meditations, etc., y especialmente Letters, porque la verdadera vida de un hombre —escribe él, a su
hermana— está en sus cartas.
FRAGMENTOS
Sólo hay, para mí, dos seres que haya de tener en
cuenta: Dios y yo.
He aquí cómo, en verdad, me represento yo a mí
mismo: me imagino cual un vidrio que trasmite el calor sin dejar, él, de
permanecer frío. Tengo una viva percepción de las consecuencias que pueden
acarrear determinados principios admitidos y tengo una capacidad intelectual
considerable para subrayarlos; mi refinamiento me hace admirar esos principios;
mis dotes retóricas y de histrión sirven a representármelos, y no teniendo
grande apego a este mundo, ni a sus riquezas, sus honores u otra cosa alguna, y
siendo, como soy, de carácter naturalmente firme y digno, me doy aire de
profesarlos, como quien canta. Bien que ame la verdad, no la poseo; creo que mi
corazón está casi por entero vacío. Poco amor; poca abnegación. Creo tener un
poco de fe: eso es todo.
Letters
La verdadera fe es, por así decirlo, incolora, como
lo sea el aire o el agua: medio transparente, a través del cual ve, el alma, a
Cristo. Como nuestros ojos no ven el aire, tampoco el alma se detiene a
contemplar su propia fe. Así, pues, cuando los hombres toman esa fe en las
manos, la escrutan y la analizan, con curiosidad, sumiéndose en ella, fuerza es
que la espesen, que la coloreen para que pueda ser tocada y vista.
No se puede charlar en un campo de batalla.
Otro tanto sucede con la fe.
El prójimo mira vivir a su alma, pero ésta, cuando
es sana, ve únicamente los objetos que la poseen.
He aquí la diferencia entre la fe verdadera y la
contemplación de uno mismo.
Mirar a Cristo y poseerlo es ser justificado por la
fe; reflexionar sobre esta justificación es perder de vista a Jesús y alejarse
del hontanar de la gracia.
Lecture on Justice
La mayor parte de los hombres no son ni
consecuentes, ni lógicos, ni perfectos; no someten sus opiniones religiosas a
ley alguna, y, bien que no puedan razonar sin premisas —que estas premisas
presupongan principios previos y que éstos sean, en una u otra forma, y en
definitiva, postulados— no se dan cuenta de lo que envuelve su pensamiento. Su
tope, en la escala ascendente o descendente del pensamiento, está fijado por su
conocimiento de los hechos, por sus prejuicios, educación, trabas familiares,
posición social y por las ocasiones que hayan tenido para instruirse. Sin
embargo, hay un cierto carácter ético, que es el mismo por donde quiera, un
sistema de primeros principios, de gustos y de sentimientos, un modo de enfocar
las cosas y de argüir, que es —formal y normalmente, natural y divinamente— el organum investigandi que nos es dado
para alcanzar la verdad religiosa y que debe conducir al espíritu, por un
encadenamiento infalible, del ateísmo al teísmo, del teísmo al cristianismo,
del cristianismo a la religión evangélica, y de todo ello al catolicismo. Cada
vez que un católico carece, súbitamente, de este sistema de pensamiento, no
puede sorprender que deje la Iglesia Católica y hasta que, con el tiempo,
llegue a abandonar toda religión.
Grammar of Assent
No hay, lógicamente, punto de reposo entre el
catolicismo y el ateísmo.
En el teísmo no es posible detenerse a medio camino.
Quise decir: soy
católico por la razón que hace precisamente que no sea ateo, y no: si no eres católico no puedes ser más que
ateo.
Doc. ined. Grammar of Assent
Agnósticos, os creéis descreídos. Os engañáis acerca
de vosotros mismos. Ved cómo estáis actuando. Escuchad esa vuestra conciencia
que ordena todos vuestros pasos, como una autoridad infalible y soberana, y
pensad en todos esos principios que admitís sin poder demostrarlos con pruebas
suficientes.
Sermon
En el cielo el amor asumirá al temor, pero en este
mundo temor y amor han de ir de la mano.
Parrochial and Plain
Sermons
Sean los que fueren, los verdaderos cristianos están
siempre en vela; los cristianos inconsecuentes no lo están.
¿Habéis estado en plena angustia?... Aquél que tiene
una mente alerta, ardiente, sensible, que vive despierto, clarividente, celoso
de advertirlo y honrarle, que espera descubrirlo y que no se sentiría turbado,
ni descompuesto si le apareciese de pronto, ése vive esperando a Cristo.
Parrochial and Plain
Sermons
Una vez más he de referirme a nuestro sentido de lo
bello. Este sentido trae incorporado un cierto placer intelectual y carece de
toda emoción, salvo en el caso en que el objeto es una persona. Entonces ese
manso sentimiento admirativo se trueca en afecto y en pasión. También la
conciencia, considerada como sentido moral o sentimiento intelectual, es un
órgano de admiración y repulsa, de aprobación y de vituperio, pero es algo más
que un sentido moral: aporta siempre una emoción, que el sentido estético trae
rara vez.
El malvado huye sin que nadie lo persiga. ¿Por qué
esa fuga? ¿Dónde ese temor?
Si la razón de esas emociones no pertenece al mundo
visible, es necesario que el objeto percibido sea sobrenatural y divino. Así es
la conciencia el principio creador de la religión como es el sentido moral el
principio de la ética.
Grammar of Assent
La conciencia es vicario eterno de Cristo, profeta
que nos revela la verdad, rey que nos impone sus dictados, sacerdote que nos
bendice o nos anatematiza. Si el sacerdote eterno de la Iglesia desapareciera,
el principio sacerdotal sobreviviría a esta ruina, encarnado en la conciencia.
Que no se me atribuya la idea de querer reducir la
revelación a sólo una nueva proclama de la ley natural. Se distingue de las
lecciones de la Naturaleza y las supera, pero no es independiente de esta ley
natural: se enlaza a ella, la completa, la confirma, la termina, la encarna y
la interpreta. El Papa, que la revelación nos da, no tiene jurisdicción alguna
sobre la Naturaleza.
Dif. II Letters
Esos vagos pensamientos (los que debilitando la fe,
son impotentes para destruirla) turbadores o evanescentes, no tienen nada que
ver con la lucha mantenida entre la fe y la incredulidad, que hace clamar al
pobre Padre de la Iglesia: Creo, Señor,
ayuda a mi descreimiento. De hecho, lo que en ciertos espíritus parece una
corriente subterránea de escepticismo o una fe edificada sobre peligrosos
cimientos de duda, puede no ser más que una simple tentación, que se basta, sin
embargo, para privar a la certeza de su normal sosiego. En tal caso, la fe
puede continuar expresando la firme convicción de la inteligencia, puede
todavía ser la seguridad grave, honda, cauta, quieta, que origina una larga
experiencia, aunque no sea ya la alerta, impetuosa convicción de una juventud
exuberante y espontánea.
Grammar of Assent
El Universo vivo de las cosas no es ni un mundo
lógico ni un mundo poético. Y así como no se podría, sin hacerle violencia,
exaltarlo hasta la perfección poética, tampoco se puede reducirlo a una fórmula
lógica.
Lo que hace prueba para una inteligencia, no lo hace
para otra; la certeza de una proposición radica en la certidumbre de la mente
que la contempla.
Grammar of Assent
En la busca religiosa cada cual puede hablar por sí
solo, pero, por sí solo, tiene derecho a hablar.
Sabe lo que le ha convencido y le convence, y si le
convence es que ha de convencer a los demás. Se impondrá a los otros, ya que la
verdad es una sola.
Habrá excepciones, pero explicables. Muchos son los
hombres que se rehúsan a inquirir, y descartan, por completo, la cuestión
religiosa; otros carecen de seriedad bastante para interesarse por los
problemas de la verdad y del deber, y a la mayoría —sea por la naturaleza de su mente, sea por
la ausencia de duda, sea por un sopor intelectual —ni siquiera le ocurre
preguntarse por qué o qué cree; muchos son los que, incapaces de una respuesta
cabal, lo intentarían en vano. Así quien trate honradamente de establecer su
punto de vista respecto a las evidencias de la religión, no puede sonrojarse,
aunque se advierta, al pronto, aislado entre una multitud contradictoria... Lo
que importa es que diga su verdad. Y lo que hace es reiterar las palabras de
los samaritanos: Ahora creernos; y no porque
se ande diciendo, sino porque le hemos oído nosotros mismos y estamos ciertos
de que Él es el Salvador del mundo.
Grammar of Assent
Versión y nota de ANTONIO MARICHALAR
Revista Cruz y Raya nº 1
Madrid, 15 abril de 1933