TROVAS A LA MUERTE DE DOÑA INÉS DE CASTRO
«¿Habrá un solo corazón
Tan duro y tan sin piedad
Que no sienta compasión
Ante tan gran crueldad
Y muerte tan sin razón?
¡Ay, triste de mi inocente!
Que por ser harto ferviente
Mi fe, lealtad y amor
Al príncipe mi señor,
Me mataron cruelmente.
»Mi tremenda desventura
No contenta de acabarme
Por darme mayor tristura
Me subió a tan grande altura...
Para poder derribarme.
Que amenazárame alguno
Antes del bien importuno
Y en tales llamas no ardiera;
Padre, hijos no conociera
Ni me llorara ninguno.
»Yo ero una moza benina,
Por el nombre Doña Inés
De Castro, y de tal dotrina
Y virtudes que era dina
De ser mi mal al revés.
Vivía sin recordar
Que amor podía inspirar.
Ni que yo lo sentiría.
¡Fueme el príncipe a mirar
Por su pena y por la mía!
»Comenzó a me desear,
Trabajó por me servir,
Y fue fortuna lograr
Dos corazones formar
Para llegarlos a unir.
Conociome, conocile,
Quísome bien y yo a él
Perdiome, también perdile,
Y nunca cansado vile
De aquel bien, harto cruel.
»Cedile mi libertad,
No sentí perder la fama,
En él puse mi verdad,
Quise hacer su voluntad
Siendo muy hermosa dama.
Por me estas obras pagar
Jamás se quiso casar,
Por lo cual aconsejado
Fue el rey, quedando forzado
A tenerme que matar.
»Por la gente era acatada,
Como princesa servida,
En mis palacios honrada,
De todo bien abastada,
De mi Señor muy querida.
Y un día absorta en vagar
—Muy lejos de tal cuidar—
De Coímbra en el sosiego,
Por los campos de Mondego
Caballeros vi asomar.
»Como lo que ha de ocurrir
Pronto da en el corazón,
Comencé a me preocupar,
Y a mis solas a inquirir
De tal cosa la razón.
Con lo mucho que indagué
Supe luego que el rey era,
Y al mirarle apresurado,
Mi corazón traspasado
Quedó de horrible manera.
»Para oír lo que decía
Salí a la puerta, impaciente.
Sospechando qué quería,
Y en llanto y con cortesía
Le hablé muy amargamente.
Con mis hijos en redor
De mí, con gran humildad,
Cortada por el temor,
Le dije: «Tened, Señor,
De aquesta triste piedad.
»No pueda más la pasión
Que vuestro propio deber,
Que es de flaco corazón
Matar en la obcecación
Sin motivo a una mujer,
Y es grande mi indignación,
Pues castigáis sin razón
A aquesos dos inocentes
Que ante vos están presentes
Y que vuestros nietos son.
»Y tienen tan poca edad
Que si no fuesen criados
Por mí, tal vez sin piedad,
En su forzada orfandad,
Murieran desamparados.
Mirad bien cuánta crudeza
Empleará Vuestra Alteza,
Ved que si de ellos soy madre
Vos del príncipe sois padre.
¡No le deis tanta tristeza!
»Acordaos del grande amor
Que vuestro hijo por mí siente;
Que no verá sin dolor
Le maten tal servidor
Por amarle locamente.
Que si algún yerro le hiciere
Fuera bien que padeciere,
Y aún que esos hijos quedaran
En la orfandad, y buscaran
Quien compasión les tuviere.
»Vasalla de vuestra grey,
Que no falté no dudáis,
Y así, poderoso rey,
No hais de quebrantar la ley
Que si muero quebrantáis.
Usad conmigo piedad,
Condoleos de mi suerte,
¡No me deis tan pronta muerte
Pues que nunca hice maldad!»
»El rey, viendo como estaba
Tuvo de mí compasión,
Y vio que no le engañaba,
Y que mi alma no abrigaba
Necio orgullo ni traición.
Viendo, pues, cuan de verdad
Tuve amor y lealtad
Al príncipe, en tal sazón.
Fue más fuerte su piedad
Que su determinación.
»Que si él me prohibiera
El que a su hijo yo amara
Y le desobedeciera,
Con harta razón pudiera
Dar la muerte, que ordenara.
Mas él bien vio que no hiciera
Tal cosa en mi vida entera.
Ni nunca mi amor falló.
Cuando en eso meditó
Fuese por la puerta afuera,
»Con el rostro lagrimoso
Y el propósito mudado,
Muy preocupado y penoso,
Como monarca piadoso
Muy cristiano y esforzado.
Uno de los que venía
Con el Rey de compañía,
—Caballero desalmado—
Detrás dél y muy airado
Esas palabras decía:
«Ah Señor, esa piedad
Merece se reprender.
Pues que sin necesidad
Cambian vuestra voluntad
Lágrimas de una mujer.
¿Queréis que abarraganado.
Con hijos, como casado
Esté Señor vuestro hijo?
De vos me pasma de fijo,
Pues él está enamorado.
«Si luego no la matáis
No seréis nunca temido.
Ni se hará lo que mandáis,
Ya que tan presto dejáis
Vuestro deseo incumplido.
Mirad cuan justa querella
Tendréis, pues, por amor della;
Pues vuestro hijo quiere estar
Sin casar, nos ha de dar
Mucha guerra con Castiella.
«Con su muerte excusaréis
Muchas muertes, muchos daños.
Vos, Señor, descansaréis,
Y a vos y a todos daréis
Paz para doscientos años.
El príncipe casará,
Legales hijos tendrá,
Y acabará su pecado;
Que si ahora se halla enojado.
Ya mañana olvidará.»
»Y oyéndole eso exponer
El rey quedó muy turbado
Por se en tal extremo ver.
Pues que tenía que hacer
Lo uno o lo otro forzado.
Deseaba dejarme en vida
Por no tener merecida
La muerte ni ningún mal;
Sentía pena mortal
De haber hecho tal partida.
»Y viendo que se le daba
De todo toda la culpa
Y tanto se le cercaba,
Dijo a aquel que voceaba:
«La mi intención me disculpa.
Si vos lo queréis hacer
Lo hacéis sin me lo decir,
Que en eso no mando nada,
Ni sé por qué esa cuitada
Tenga ahora que morir.»
»Dos caballeros irosos
Que tales cosas le oyeron,
Muy crudos y no piadosos.
Perversos, desamorosos,
Contra mí se revolvieron;
Y con furia de león
Partiéronme el corazón.
— La confesión me impidieron —
¡Y es aqueste el galardón
Que mis amores me dieron!»
GARCIA DE RESENDE
FERNANDO MARISTANY
FERNANDO MARISTANY
Trovas à morte de D.Inês de Castro
(Trovas que Garcia de Resende fez à morte de D. Inês de Castro. Enderençadas às damas.)
Senhoras, s'algum senhor
vos quiser bem ou servir,
quem tomar tal servidor,
eu lhe quero descobrir
o galardam do amor.
Por Sua Mercê saber
o que deve de fazer
vej'o que fez esta dama,
que de si vos dará fama,
s'estas trovas quereis ler.
Fala D. Inês
Qual será o coraçam
tam cru e sem piadade,
que lhe nam cause paixam
úa tam gram crueldade
e morte tam sem rezam?
Triste de mim, inocente,
que, por ter muito fervente
lealdade, fé, amor
ó príncepe, meu senhor,
me mataram cruamente!
A minha desaventura
nam contente d'acabar-me,
por me dar maior tristura
me foi pôr em tant'altura,
para d'alto derribar-me;
que, se me matara alguém,
antes de ter tanto bem,
em tais chamas nam ardera,
pai, filhos nam conhecera,
nem me chorara ninguém.
Eu era moça, menina,
per nome Dona Inês
de Castro, e de tal doutrina
e vertudes, qu'era dina
de meu mal ser ó revés.
Vivia sem me lembrar
que paixam podia dar
nem dá-la ninguém a mim:
foi-m'o príncepe olhar,
por seu nojo e minha fim.
Começou-m'a desejar,
trabalhou por me servir;
Fortuna foi ordenar
dous corações conformar
a úa vontade vir.
Conheceu-me, conheci-o,
quis-me bem e eu a ele,
perdeu-me, também perdi-o;
nunca té morte foi frio
o bem que, triste, pus nele.
Dei-lhe minha liberdade,
nam senti perda de fama;
pus nele minha verdade
quis fazer sua vontade,
sendo mui fremosa dama.
Por m'estas obras pagar
nunca jamais quis casar;
polo qual aconselhado
foi el-rei qu'era forçado,
polo seu, de me matar.
Estava mui acatada,
como princesa servida,
em meus paços mui honrada,
de tudo mui abastada,
de meu senhor mui querida.
Estando mui de vagar,
bem fora de tal cuidar,
em Coimbra, d'assessego,
polos campos de Mondego
cavaleiros vi somar.
Como as cousas qu'ham de ser
logo dam no coraçam,
comecei entrestecer
e comigo só dizer:
"Estes homens donde iram?
E tanto que que preguntei,
soube logo qu'era el-rei.
Quando o vi tam apressado
meu coraçam trespassado
foi, que nunca mais falei.
E quando vi que decia,
saí à porta da sala,
devinhando o que queria;
com gram choro e cortesia
lhe fiz úa triste fala.
Meus filhos pus de redor
de mim com gram homildade;
mui cortada de temor
lhe disse: -"Havei, senhor,
desta triste piadade!"
"Nam possa mais a paixam
que o que deveis fazer;
metei nisso bem a mam,
qu'é de fraco coraçam
sem porquê matar molher;
quanto mais a mim, que dam
culpa nam sendo rezam,
por ser mãi dos inocentes
qu'ante vós estam presentes,
os quais vossos netos sam.
"E que tem tam pouca idade
que, se não forem criados
de mim só, com saudade
e sua gram orfindade
morrerám desemparados.
Olhe bem quanta crueza
fará nisto Voss'Alteza:
e também, senhor, olhai,
pois do príncepe sois pai,
nam lhe deis tanta tristeza.
"Lembre-vos o grand'amor
que me vosso filho tem,
e que sentirá gram dor
morrer-lhe tal servidor,
por lhe querer grande bem.
Que, s'algum erro fizera,
fora bem que padecera
e qu'este filhos ficaram
órfãos tristes e buscaram
quem deles paixam houvera;
"Mas, pois eu nunca errei
e sempre mereci mais,
deveis, poderoso rei,
nam quebrantar vossa lei,
que, se moiro, quebrantais.
Usai mais de piadade
que de rigor nem vontade,
havei dó, senhor, de mim
nam me deis tam triste fim,
pois que nunca fiz maldade!"
El-rei, vendo como estava,
houve de mim compaixam
e viu o que nam oulhava:
qu'eu a ele nam errava
nem fizera traiçam.
E vendo quam de verdade
tive amor e lealdade
ó príncepe, cuja sam,
pôde mais a piadade
que a determinaçam;
Que, se m'ele defendera
ca seu filho não amasse,
e lh'eu nam obedecera,
entam com rezam podera
dar m'a morte qu'ordenasse;
mas vendo que nenhú'hora,
dês que naci até'gora,
nunca nisso me falou,
quando se disto lembrou,
foi-se pola porta fora,
Com seu rosto lagrimoso,
co propósito mudado,
muito triste, mui cuidoso,
como rei mui piadoso,
mui cristam e esforçado.
Um daqueles que trazia
consigo na companhia,
cavaleiro desalmado,
de trás dele, mui irado,
estas palavras dezia:
-"Senhor, vossa piadade
é dina de reprender,
pois que, sem necessidade,
mudaram vossa vontade
lágrimas dúa molher.
E quereis qu'abarregado,
com filhos, como casado,
estê, senhor, vosso filho?
de vós mais me maravilho
que dele, qu'é namorado.
"Se a logo nam matais,
nam sereis nunca temido
nem farám o que mandais,
pois tam cedo vos mudais,
do conselho qu'era havido.
Olhai quam justa querela
tendes, pois, por amor dela,
vosso filho quer estar
sem casar e nos quer dar
muita guerra com Castela.
"Com sua morte escusareis
muitas mortes, muitos danos;
vós, senhor, descansareis,
e a vós e a nós dareis
paz para duzentos anos.
O príncepe casará,
filhos de bençam terá,
será fora de pecado;
qu'agora seja anojado,
amenhã lh'esquecerá."
E ouvindo seu dizer,
el-rei ficou mui torvado
por se em tais estremos ver,
e que havia de fazer
ou um ou outro, forçado.
Desejava dar-me vida,
por lhe nam ter merecida
a morte nem nenhum mal;
sentia pena mortal
por ter feito tal partida.
E vendo que se lhe dava
a ele tod'esta culpa,
e que tanto o apertava,
disse àquele que bradava:
-"Minha tençam me desculpa.
Se o vós quereis fazer,
fazei-o sem mo dizer,
qu'eu nisso nam mando nada,
nem vejo essa coitada
por que deva de morrer."
Fim
Dous cavaleiros irosos,
que tais palavras lh'ouviram,
mui crus e nam piadosos,
perversos, desamorosos,
contra mim rijo se viram;
com as espadas na mam
m'atravessam o coraçam,
a confissam me tolheram:
este é o galardam
que meus amores me deram.