sábado, 22 de septiembre de 2018

Pablo Picasso: Cuatro poemas surrealistas

20 AGOSTO XXXV

la persiana que el aire sacude mata jilgueros que vuelan les envía a golpear y manchar de sangre la espalda del cuarto escucha pasar la blancura del silencio que la muerte se lleva en la boca aroma de armonio su ala tira del pozo la cuerda

los jilgueros son el aroma que golpea de su ala el café que refleja la persiana en el fondo del pozo y escucha pasar el aire que el silencio de la blancura de la taza

el silencio escucha pasar el reflejo que el jilguero golpea en el pozo y borra en el silencio del café la blancura del ala

agita la cortina que se retuerce
baila el garrotín
cuando pichón entre dedos que aprietan
sacrifica
nieve que vuela en el horno
su bandera perpetua


17 SEPTIEMBRE XXV

doy arranco tuerzo mato atravieso incendio y quemo – acaricio lamo beso miro – repico a todo vuelo las campanas hasta que sangren – espanto a los palomos y los hago volar alrededor del palomar hasta caer al suelo ya muertos de cansancio – taparé todas ventanas y las puertas con tierra y con tus cabellos ahorcaré todos los pájaros que cantan – y cortaré todas las flores – meceré en mis brazos al cordero y le daré a devorar mi pecho – lo lavaré con mis lágrimas de placer y de penas – y lo adormiré con el canto de mi soledad por soleares – y grabaré con aguafuerte los campos de trigo y de avena y los veré morir tendidos cara al sol – y envolveré los ríos en papel de periódicos y los tiraré por la ventana al arroyo que arrepentido pero con todos sus pecados a cuestas se va contento y riendo a pesar de todo hacer su nido en la cloaca – y romperé la música del bosque contra las rocas de las olas del mar – y morderé al león en la mejilla – y haré llorar al lobo de ternura delante de un retrato del agua que en el baño deja caer su brazo


24-28 NOVIEMBRE XXXV

lengua de fuego abanica su cara en la flauta
la copa
que cantándole roe la puñalada del azul
tan gracioso
que sentado en el ojo del toro
inscrito en su cabeza
adornada con jazmines
espera que hinche la vela el trozo de cristal
que el viento envuelto en el embozo del mandoble
chorreando caricias
reparte el pan
al ciego y a la paloma
color de lilas
y aprieta
de toda su maldad
contra los labios
del limón ardiendo
el cuerno retorcido
que espanta
con sus gestos de adiós
la catedral
que se desmaya
en sus brazos
sin un olé
estallando en su mirada la radio amanecida
que fotografiando
en el beso
una chinche de sol
se come el aroma de la hora
que cae
y atraviesa la página que vuela
deshace el ramillete
que se lleva metido
entre el ala que suspira y el miedo que sonríe
el cuchillo que salta de contento
dejándole aún hoy
flotando como quiere y de cualquier manera
al momento preciso y necesario
en lo alto del pozo
el grito
del rosa
que la mano
le tira
como una limosnita


5 DICIEMBRE XXXV

lengua que hace su cama cuando ya no se le importa un pito el rocío que le pega la jaca haciendo su arroz con pollo en la sartén y organiza en el amor la noche con sus guantes de risas alrededor de la línea de fuego más de lo que parece ofendido y tan pálido de ver como jamón no huele y queso se estremece y el pájaro que canta retuerce la cortina que abanica su cara y la corta en la nieve que cuece sus cintas de todos los colores en la flauta la copa que cantándole como si cantar pudiese la calavera que le muerde la mano y se la lleva suspendida por el anillo envuelto en el ruido de las alas de las moscas que la nota que sostiene el violín no deja de respirar apretándole el cuello con sus tenazas roe la puñalada que hincha en el globo atado con longanizas extremeñas la razón perentoria del azul tan gracioso que sentado en su silla curula y arreglándose las faldas a cada momentito cuando pasa la flecha tan veloz le echa pimienta y sal y lee el porvenir en el ojo del toro puchero roto cuchara hecha de boj y reloj de pulsera orégano laurel y aljofaina de plata y zapato de seda y recuerdo del paso de una mano por la rodilla inscrito en su cabeza retratada en el cartel con su nombre primoroso y el de su ganadería adornada con jazmines junta las mil razones de estar callado y sordo a la pulga que mea la lluvia de tanto café con leche que sacude la cabellera que espera escondida detrás de la puerta de hierro que hincha la vela la buena educación que recibió tendido todo el día en la cama el trozo de cristal para que el viento envuelto en el embozo del mandoble chorreando caricias no haga más que correr y maldecir las castañas pilongas y el cardo y no se le pueda decir que si reparte el pan olvida al ciego y a la paloma color de lilas pero ahora que ya es tarde y que la noche se pone ya el sombrero y busca su paraguas y cuenta los naipes de la baraja de 2 a 4 y de 50 a 28 si asesina y aprieta de toda su maldad contra los labios del limón del espejo ardiendo como un loco y se quema la boca el cántaro flautín y pide al ciego que le indique el camino más corto que raje su color en la capa el cuero retorcido ya sabes tú por quién la luz que cae y se estrella en su cara repica en la campana que espanta con sus gestos de adiós la catedral que el aire que persigue a latigazos el león que se disfraza de torero se desmaya en sus brazos sin olé ahora ya así estallando y en su mirada la radio amanecida con tantas cuentas atrasadas a cuestas reteniendo el aliento y llevando en el plato en equilibrio la tajada de luna la sombra que el silencio desmorona hace que el reo siga fotografiando en el beso una chinche de sol sin la fa re si mi fa do si la do fa se come el aroma de la hora que cae y atraviesa la página que vuela y si después de hacer su petate deshace el ramillete que se lleva metido entre el ala que ya sé por qué suspira y el miedo que le da su imagen vista en el lago si la punta del poema sonríe tira el telón y el cuchillo que salta de contento no tiene más remedio que morir de placer cuando dejándole aún hoy flotando como quiere y de cualquier manera al momento preciso y necesario necesario para mí nada más ve pasar como un rayo en lo alto del pozo el grito del rosa que la mano le tira como una limosnita


Poesía surrealista en español. Ángel Pariente.
Paris, Éditions La Sirène, 2002.