viernes, 14 de septiembre de 2018

Horacio, Philip Francis y Javier de Burgos: Epístola I, A Mecenas

EPÍSTOLA I
LIBRO I
A MECENAS

Tú a quien mis versos dirigí primeros
Y a quién cantar aguardo en los postreros,
¿Por qué quieres, Mecenas, que  me lance
De nuevo al circo en que mi honor sostuve,
Y mi florete de retiro obtuve?
Otra es mi edad, y es otro mi deseo.
De Hércules al umbral colgó el trofeo
De sus armas Veyanio y vive ora
En su casa de campo retirado,
Por no pedir al pueblo caprichoso
Siempre merced, desde el confín del coso.
Una voz sin cesar grita en mi oído,
“Deja en tiempo al caballo que flaquea,
No tropiece o jadee, cuando viejo
Y objeto en fin de risa y befa sea.
Los versos pues ya dejo,
Y de frivolidades no me curo;
Sólo saber procuro
Lo que es justo, decente y verdadero,
Y a esto solo me aplico todo entero,
Y a reunir y coordinar constante
Lo que me ha de servir en adelante.
Y porque no preguntes quién o cómo
Guía mis pasos, o en mi rumbo vela,
Diré que sin seguir ninguna escuela,
Donde el viento me empuja tierra tomo.
Ya ágil entro del mundo en el mar vario,
De la virtud celoso partidario;
A veces de Aristipo poco a poco
A la moral resbálome en secreto,
Y no a las cosas me someto loco,
Si no que a mí las cosas yo someto.
Como la noche a aquel parece tarda,
Que citado, a una moza en vano aguarda;
Largo el día al cansado jornalero,
Largo el año al pupilo a quien oprimen
Las rigideces de tutor severo;
Del mismo modo lentos
Juzgo y desagradables los momentos,
En que, contra mi anhelo y mi esperanza,
A estudiar no me aplico
Lo que al pobre aprovecha como al rico.
Lo que debe, dejado de la mano,
Perjudicar al joven y al anciano;
Preceptos, con los cuales quiero firme
Consolarme también y dirigirme.
Porque Linceo en vista me supera,
Y Glicón luce agilidad ignota,
¿Dejaré de curar yo mi ceguera?
¿Resignareme a dolorosa gota?
Si ir mas allá se veda,
Lléguese al menos pues donde se pueda.
Cuando amor o avaricia te atormente,
Reglas la moral tiene superiores,
Con que súbito calmes tus dolores,
Y una parte quizá del mal se ahuyente.
Si la ambición te abrasa
Los preceptos repasa
De la filosofía de contino;
Que aunque inerte, envidioso, dado al vino
Sea, o enamorado o iracundo,
No existe hombre en el mundo,
A quien ver no se logre corregido,
Siempre que a la razón preste el oído.
Principio es de virtud huir el vicio,
Y allí comienza la sabiduría
Do cesa la pasión y la manía:
Tú ningún sacrificio
Perdonas por si evitas
Lo que como un mal cuentas,
Atenido encontrarte a cortas rentas,
O un cargo no obtener que solicitas.
Por fuego, escollos, mar, corres insano
Hasta el Indo lejano,
De la pobreza huyendo a quien acusas;
Y al maestro mejor oír rehúsas
Si ves que te sujeta
A despreciar lo que insensato admiras,
Y por lo que infeliz siempre suspiras.
¿Desecharía adocenado atleta,
A combates oscuros avezado,
La palma de la olímpica carrera,
Cuando esperar pudiera
Sin afán verse de ella coronado?
Dicen: “más que la plata vale el oro,
Pero aun es la virtud mayor tesoro”.
Mas de otro lado así se nos excita:
“Ciudadanos, el oro es lo primero;
Antes que la virtud es el dinero”.
De este modo se grita
De la plaza en las varias reuniones;
Y así cantan los viejos y los niños
Que llevan bajo el brazo sus cartones.
Fe, facundia, valor, hábitos puros
Ostentarás en vano;
Siempre serás villano
Si no puedes juntar quince mil duros.
Y entretanto los chicos en su juego
Te dicen: “Si obras bien serás rey luego”.
El alma mantener tranquila y leda,
Cosa no hacer que avergonzamos pueda,
Esto, a lo que imagino,
Debe ser nuestro muro diamantino.
¿Vale más la ley Roscia, vaya, dilo,
O la canción que la nodriza entona,
Que al bueno ofrece el cetro y la corona,
Y con que a Curio se arrulló y Camilo?
¿Cuál será la opinión que mejor creas?
La del que quiere que obres bien en todo,
Y si no puedes bien, de cualquier modo,
Porque de Pupio veas
Desde más cerca el drama dolorido,
O la del que te exhorta y aparata
A resistir erguido
A los rigores de fortuna ingrata?
Y si el pueblo me clama
Porque, pues me paseo
Bajo sus mismos pórticos, no creo
Lo que él cree, ni sigo lo que él ama,
Ni huyo lo que él denuesta;
Le daré la respuesta
Que al enfermo león la astuta zorra:
“Porque de otros las huellas ahí encuentro,
Todas van hacia dentro,
Y no hallo alguna que hacia afuera corra”.
Monstruo ese pueblo es de mil cabezas:
¿A cuál de ellas seguir en sus rarezas?
Unos las rentas toman en arriendo;
Otros van en sus redes recogiendo,
Con esta o con aquella golosina,
Viejo celibatón, viuda mezquina;
Su caudal de oro aumenta con la usura;
Ni extraño yo que cada criatura
Inclinaciones tenga diferentes;
Lo que sí extraño es que tantas gentes
Cambien de inclinaciones en un hora.
Si un rico dice ahora
“Sitio no hay como Bayas en el mundo”,
Al punto el lago, y aun el mar profundo
Siente el ardor que al nuevo dueño abrasa
De levantar una soberbia casa.
Mas si un nuevo capricho turba insano
La ilusión agradable que alimenta,
Al otro día cogen la herramienta
Los obreros, y márchanse a Teano.
Si es casado, “felice
Sola es la vida del soltero”, dice;
Y si es soltero, jura
Que ser casado es la mayor ventura.
¿Con qué cadena atar a este Proteo,
Que a cada instante cambia de deseo?
Esto hace el caballero.
Oye ahora del plebeyo porque rías.
También todos los días
Cambia de comedor, cama y barbero,
Y en la lancha fastídiase alquilada.
Como el rico en su góndola pintada.
Si tengo el pelo mal cortado, ríes;
Ríes, si una camisa usada llevo
Bajo un vestido nuevo;
Y la risa te ahoga
SI desigual tal vez llevo la toga
Y si del mal sumido en el abismo,
Nunca de acuerdo estoy conmigo mismo,
Si lo que anhelé ayer hoy escarnezco,
Si lo que antes odiaba ahora apetezco,
Si me inflaman pasiones,
E inconsecuente en gustos y aficiones,
En hundir y alzar casas me divierto
Y cuadrados en círculos convierto,
No ríes ya, porque común locura
Ésta se te figura,
Y crees que por más que así me agito,
Médico o curador no necesito;
Y esto no obstante que mi apoyo eres,
Y que sufrir no quieres
Que ni aun falta levísima se vea
En el que como yo tu amigo sea.
En resumen, a Jove solamente
El sabio es inferior; honrado, hermoso,
Rico, noble, valiente
Es y rey de los reyes poderosos,
Y aun en salud a todos atrás deja,
Si no es que una fluxión tal vez le aqueja.

Traducción de JAVIER DE BURGOS.

EPISTLE I
BOOK I
TO MECAENAS

THE poet renounces all verses of a ludicrous turn, and resolves to apply himself wholly to the study of philosophy.


O THOU, to whom the muse first tuned her lyre,
Whose friendship shall her latest song inspire,
Wherefore, Mecaenas, would you thus engage
Your bard, dismiss’d with honor from the stage,
Again to venture in the lists of fame,
His youth, his genius, now no more the same?

Secure in his retreat Vejanius lies,
Hangs up his arms, nor courts the doubtful prize;
Wisely resolved to tempt his fate no more,
Or the light crowd for his discharge implore.

The voice of reason cries with piercing force,
Loose from the rapid car your aged horse,
Lest in the race derided, left behind,
Jaded he drag his limbs and burst his wind.

Then here farewell th’amusements of my youth;
Farewell to verses, for the search of truth,
And moral decency hath fill’d my breast,
Hath every thought and faculty possess’d;
And I now form ray philosophic lore,
For all my future life a treasured store.

You ask, perhaps, what sect, what chief I own;
I’m of all sects, but blindly sworn to none;
For as the tempest drives I shape my way,
Now active plunge into the world’s wide sea;
Now Virtue’s precepts rigidly defend,
Nor to the world —the world to me shall bend:
Then make some looser moralist my guide,
And to the school less rigid smoothly glide.

As night seems tedious to th’expecting youth
Whose fair one breaks her assignation-truth;
As to a slave appears the lengthen’d day,
Who owes his task —for he received his pay;
As, when the guardian mother’s too severe,
Impatient minors waste their last long year;
So sadly slow the time ungrateful flows
Which breaks th’important systems I propose;
Systems, whose useful precepts might engage
Both rich and poor; both infancy and age;
But meaner precepts now my life must rule,
These, the first rudiments of Wisdom’s school.
You cannot hope for Lynceus’ piercing eyes:
But will you then a strengthening salve despise?
You wish for matchless Glycon’s limbs, in vain,
Yet why not cure the gout’s decrepit pain?
Though of exact perfection you despair,
Yet every step to virtue’s worth your care.

Even while you fear to use your present store,
Yet glows your bosom with a lust of more?
The power of words, and soothing sounds can ease
The raging pain, and lessen the disease.
Is fame your passion? Wisdom’s powerful charm,
If thrice read over, shall its force disarm.
The slave to envy, anger, wine, or love,
The wretch of sloth, its excellence shall prove:
Fierceness itself shall hear its rage away,
When listening calmly to th’instructive lay.
Even in our flight from vice some virtue lies;
And free from folly, we to wisdom rise.

A little fortune, and the foul disgrace,
To urge in vain your interest for a place;
These are the ills you shun with deepest dread;
With how much labor both of heart and head?
That worst of evils, poverty, to shun,
Dauntless through seas, and rocks, and fires, yon run
To farthest Ind, yet heedless to attend
To the calm lectures of some wiser friend,
Who bids you scorn, what now you most desire,
And with an idiot’s ignorance admire.

What strolling gladiator would engage
For vile applause to mount a country stage,
Who at th’Olympic games could gain renown,
And without danger bear away the crown?

Silver to gold, we own, should yield the prize,
And gold to virtue; louder Folly cries,
‘Ye sons of Rome, let money first be sought;
Virtue is only worth a second thought.’
This maxim echoes through the banker’s street,
While young and old the pleasing strain repeat:
For though you boast a larger fund of sense,
Untainted morals, honor, eloquence,
Yet want a little of the sum that buys
The titled honor, and you ne’er shall rise;
Yet if you want the qualifying right
Of such a fortune to be made a knight,
You’re a plebeian still. Yet children sing,
Amid their sports, ‘Do right, and be a king.’

Be this thy brazen bulwark of defence,
Still to preserve thy conscious innocence,
Nor e’er turn pale with guilt. But, prithee, tell,
Shall Otho’s law the children’s song excel?
The sons of ancient Rome first sung the strain
That bids the wise, the brave, the virtuous reign.

My friend, get money; get a large estate,
By honest means; but get, at any rate,
That you with knights and senators may sit,
And view the weeping scenes that Pupius writ.
But is he not a friend of nobler kind
Who wisely fashions, and informs thy mind,
To answer, with a soul erect and brave,
To Fortune’s pride, and scorn to be her slave?

But should the people ask me, while I choose
The public converse, wherefore I refuse
To join the public judgment, and approve,
Or fly whatever they dislike, or love;
Mine be the answer prudent reynard made
To the sick lion— ‘Truly, I’m afraid,
When I behold the steps, that to thy den
Look forward all, but none return again.’

But what a many-headed beast is Rome!
For what opinion shall I choose, or whom?
Some joy the public revenues to farm;
By presents some our greedy widows charm;
Others their nets for dying dotards lay,
And make the childless bachelor their prey;
By dark extortion some their fortunes raise;
Thus every man some different passion sways;
For where is he, who can with steady view
Even for an hour his favorite scheme pursue?

If a rich lord, in wanton rapture, cries,
‘What place on earth with charming Baiae vies?
Soon the broad lake and spreading sea shall prove
Th’impatient whims of his impetuous love;
But if his fancy point some other way
(Which, like a sign from heaven, he must obey),
Instant, ye builders, to Teanum haste,
An inland country is his lordship’s taste.
Knows he the genial bed, and fruitful wife?
‘Oh! then the bliss of an unmarried life!’
Is he a bachelor? the only bless’d,
He swears, are of the bridal joy possess’d!
Say, while he changes thus, what chains can bind
These various forms; this Proteus of the mind?

But now to lower objects turn your eyes,
And, lo! what Beenes of ridicule arise!
The poor, in mimicry of heart, presumes
To change his barbers, baths, and beds, and rooms;
And, since the rich in their own barges ride,
He hires a boat, and pukes in mimic pride.

If some unlucky barber notch my hair,
Or if my robes of different length I wear;
If my new vest a tatter’d shirt confess,
You laugh to see such quarrels in my dress:
But if my judgment, with itself at strife,
Should contradict my general course of life;
Should now despise what it with warmth pursued,
And earnest wish for what with scorn it view’d;
Float like the tide; now high the building raise;
Now pull it down; nor round, nor square can please;
You call it madness of the usual kind,
Nor laugh, nor think trustees should be assign’d
To manage my estate; nor seem afraid
That I shall want the kind physician’s aid.
While yet, my great protector and my friend,
On whom my fortune and my hopes depend,
An ill-pared nail you with resentment see.
In one, who loves and honors you like me.

In short, the wise is only less than Jove,
Rich, free, and handsome; nay, a king above
All earthly kings; with health supremely bless’d —
Except when drivelling phlegm disturbs his rest.

Translated by PHILIP FRANCIS.


Prima dicte mihi, summa dicende Camena,
spectatum satis et donatum iam rude quaeris,
Maecenas, iterum antiquo me includere ludo?
Non eadem est aetas, non mens. Veianius armis
Herculis ad postem fixis latet abditus agro, [5]
ne populum extrema totiens exoret harena.

Est mihi purgatum crebro qui personet aurem:
“Solue senescentem mature sanus equum, ne
peccet ad extremum ridendus et ilia ducat.”

Nunc itaque et uersus et cetera ludicra pono, [10]
quid uerum atque decens, curo et rogo et omnis in hoc sum;
condo et compono quae mox depromere possim.

Ac ne forte roges quo me duce, quo Lare tuter;
nullius addictus iurare in uerba magistri,
quo me cumque rapit tempestas, deferor hospes. [15]

Nunc agilis fio et mersor ciuilibus undis,
uirtutis uerae custos rigidusque satelles;
nunc in Aristippi furtim praecepta relabor
et mihi res, non me rebus subiungere conor.

Vt nox longa quibus mentitur amica, diesque [20]
longa uidetur opus debentibus, ut piger annus
pupillis quos dura premit custodia matrum,
sic mihi tarda fluunt ingrataque tempora quae spem
consiliumque morantur agendi nauiter id quod
aeque pauperibus prodest, lucupletibus aeque, [25]
aeque neglectum pueris senibusque nocebit.

Restat ut his ego me ipse regam solerque elementis.

Non possis oculo quantum contendere Lynceus,
non tamen idcirco contemnas lippus inungui;
nec, quia desperes inuicti membra Glyconis, [30]
nodosa corpus nolis prohibere cheragra.

Est quadam prodire tenus, si non datur ultra.

Feruet auaritia miseroque cupidine pectus:
sunt uerba et uoces quibus hunc lenire dolorem
possis et magnam morbi deponere partem. [35]

Laudis amore tumes: sunt certa piacula quae te
ter pure lecto poterunt recreare libello.

Inuidus, iracundus, iners, uinosus, amator,
nemo adeo ferus est, ut non mitescere possit,
si modo culturae patientem commodet aurem. [40]

Virtus est uitium fugere et sapientia prima
stultitia caruisse. Vides, quae maxima credis
esse mala, exiguum censum turpemque repulsam,
quanto deuites animi capitisque labore;
impiger extremos curris mercator ad Indos, [45]
per mare pauperiem fugiens, per saxa, per ignes;
ne cures ea quae stulte miraris et optas,
discere et audire et meliori credere non uis?
Quis circum pagos et circum compita pugnax
magna coronari contemnat Olympia, cui spes, [50]
cui sit condicio dulcis sine puluere palmae?
Vilius argentum est auro, uirtutibus aurum.

“O ciues, ciues, quaerenda pecunia primum est;
uirtus post nummos!” Haec Ianus summus ab imo
prodocet, haec recinunt iuuenes dictata senesque [55]
laeuo suspensi loculos tabulamque lacerto.

Est animus tibi, sunt mores, est lingua fidesque,
sed quadringentis sex septem milia desunt:
plebs eris. At pueri ludentes: “Rex eris” aiunt,
“si recte facies”: hic murus aeneus esto [60]
nil conscire sibi, nulla pallescere culpa.

Roscia, dic sodes, melior lex an puerorum est
nenia, quae regnum recte facientibus offert,
et maribus Curiis et decantata Camillis?

Isne tibi melius suadet, qui “rem facias, rem, [65]
si possis, recte, si non, quocumque modo rem,”
ut propius spectes lacrimosa poemata Pupi,
an qui Fortunae te responsare subperbae
liberum et erectum praesens hortatur et aptat?

Quodsi me populus Romanus forte roget, cur [70]
non ut porticibus sic iudiciis fruar isdem,
nec sequar aut fugiam quae diligit ipse uel odit,
olim quod uolpes aegroto cauta leoni
respondit, referam: “Quia me uestigia terrent,
omnia te aduersum spectantia, nulla retrorsum.” [75]

Belua multorum es capitum. Nam quid sequar aut quem?
Pars hominum gestit conducere publica; sunt qui
frustis et pomis uiduas uenentur auaras
excipiantque senes, quos in uiuaria mittant;
multis occulto crescit res fenore. Verum [80]
esto aliis alios rebus studiisque teneri:
idem eadem possunt horam durare probantes?

“Nullus in orbe sinus Bais praelucet amoenis”,
si dixit diues, lacus et mare sentit amorem
festinantis eri; cui si uitiosa libido [85]
fecerit auspicium, cras ferramenta Teanum
tolletis, fabri. Lectus genialis in aula est:
nil ait esse prius, melius nil caelibe uita;
si non est, iurat bene solis esse maritis.

Quo teneam uoltus mutantem Protea nodo? [90]
Quid pauper? Ride: mutat cenacula, lectos,
balnea, tonsores, conducto nauigio aeque
nauseat ac locuples, quem ducit priua triremis.

Si curatus inaequali tonsore capillos
occurri, rides; si forte subucula pexae [95]
trita subest tunicae, u

el si toga dissidet impar,
rides: quid, mea cum pugnat sententia secum,
quod petiit spernit, repetit quod nuper omisit,
aestuat et uitae disconuenit ordine toto,
diruit, aedificat, mutat quadrata rotundis? [100]

Insanire putas sollemnia me neque rides
nec medici credis nec curatoris egere
a praetore dati, rerum tutela mearum
cum sis et praue sectum stomacheris ob unguem
de te pendentis, te respicientis amici. [105]

Ad summam: sapiens uno minor est Ioue, diues,
liber, honoratus, pulcher, rex denique regum,
praecipue sanus, nisi cum pituita molesta est.