La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina publicada en Basilea en 1569, es, muy probablemente, uno de los monumentos más desconocidos de la literatura española del Siglo de Oro. Ampliamente corregida por Cipriano de Valera en 1602 (con criterio más teológico y pastoral que literario), es esta última versión (Reina-Valera) la que pasó a la posteridad, como la Biblia protestante por antonomasia de la lengua española. Para estas entradas, recuperamos el texto de la edición original que posee la Biblioteca de Princeton, disponible en el imprescindible Internet Archive.
LIBRO DE JOB
III
Lamenta Job casi desesperadamente con la graveza de
la tentación, deseando no haber nacido, o a lo menos avergonzado del beneficio
del morir, antes de venir al mundo para tanta calamidad; Espacíase en alabanzas
de la muerte.
Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.
Y exclamó Job, y dijo:
Perezca el día en que yo fui nacido, y la noche que
dijo: Concebido es varón.
Aquel día fuera tinieblas, y Dios no curara de él
desde arriba, ni claridad resplandeciera sobre él.
Ensuciáranlo tinieblas y sombra de muerte; reposara
sobre él nublado, que lo hiciera horrible como día caluroso.
Aquella noche ocupara escuridad, ni fuera contada
entre los días del año, ni viniera en el número de los meses.
¡Oh, si fuere aquella noche solitaria, que no
viniera en ella canción!
Maldijéranla los que maldicen al día, los que se
aparejan para levantar su llanto.
Las estrellas de su alba fueran escurecidas;
esperara la luz, y no viniera, ni viera los párpados de la mañana.
Porque no cerró las puertas del vientre donde yo
estaba, ni escondió de mis ojos la miseria.
¿Por qué no morí yo desde la matriz, o fui
traspasado saliendo del vientre?
¿Por qué me previnieron las rodillas? ¿Y para qué
las tetas que mamase?
Porque ahora yaciera y reposara; durmiera, y
entonces tuviera reposo,
Con los reyes y con los consejeros de la tierra, que
edifican para sí los desiertos;
O con los príncipes que poseen el oro, que llenan
sus casas de plata.
¿O por qué no fui escondido como abortivo, como los
pequeñitos que nunca vieron luz?
Allí los impíos dejaron el miedo, y allí descansaron
los de cansadas fuerzas.
Allí también reposaron los cautivos; no oyeron la
voz del exactor.
Allí está el chico y el grande; allí es el siervo
libre de su señor.
¿Por qué dio luz al trabajado, y vida a los amargos
de ánimo?
Que esperan la muerte, y no la hay; y la buscan más
que tesoros.
Que se alegran de grande alegría, y se gozan cuando
hallan el sepulcro.
Al hombre que no sabe por donde vaya, y que Dios lo
encerró.
Porque antes que mi pan, viene mi sospiro; y mis
gemidos corren como aguas.
Porque el temor que me espantaba me ha venido, y hame
acontecido lo que temía.
Nunca tuve paz, nunca me asosegué, ni nunca me
reposé; y vínome turbación.
Biblia del Oso, 1569.