ODA CUARTA
A SAUMIS DE CAMARINA,
VENCEDOR CON LOS CABALLOS
¡Oh Jove soberano,
Que los rayos de plantas voladoras
Lanzas con fuerte mano!
Ya volvieron tus Horas
De mi canto y mi lira inspiradoras.
Como veraz testigo
De la altísima lid, su voz me envía.
Al triunfo del amigo
Se llena de alegría
El que de ser su huésped se gloría.
¡Oh vástago sublime
de Saturno, señor del eminente
Mongibelo, que oprime
Bajo su mole hirviente
Las cien cabezas de Tifón rugiente!
Este cantar sonoro
Que el vencedor olímpico merece,
De las gracias el coro
A mi nombre te ofrece:
Acógelo, y al vate favorece.
Como inmortal estrella,
El canto las virtudes ilumina.
En la cuadriga bella
Hoy mi cantar camina
De Saumis, alto honor de Camarina.
De oliva coronado
Torna dichoso de la arena elea.
¡Ojalá que escuchado
Por la deidad se vea,
Que propicia le dé cuanto desea!
Nadie la raza iguala
De sus corceles: siempre mira henchida
De huéspedes su sala;
Y en la patria querida
Merced a su virtud, la paz se anida.
No quiero mis loores
Manchar de la mentira con el cieno:
De los calumniadores
Destruyen el veneno
Hechos cual los del hijo de Climeno.
Risa causó a las bellas
Hijas de Lemnos su senil figura;
Mas él a las doncellas
Cortó la risa impura,
Corriendo con la fúlgida armadura.
Al acercarse ufano
A recibir, al fin de la carrera,
De la gallarda mano
De Hipsípile severa
Su corona, le habló de esta manera:
«¿Viste mis pies veloces?
Iguales son mi corazón y manos.
También nacen precoces,
Aun en años tempranos,
Del joven en la sien cabellos canos.»