miércoles, 30 de enero de 2019

Casiodoro de Reina: Biblia del Oso. Eclesiastés IV, V, VI



La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina publicada en Basilea en 1569, es, muy probablemente, uno de los monumentos más desconocidos de la literatura española del Siglo de Oro. Ampliamente corregida por Cipriano de Valera en 1602 (con criterio más teológico y pastoral que literario), es esta última versión (Reina-Valera) la que pasó a la posteridad, como la Biblia protestante por antonomasia de la lengua española. Para estas entradas, recuperamos el texto del ejemplar facsimilar  de la edición original que posee la Biblioteca de Princeton, disponible en el imprescindible Internet Archive.

ECLESIASTÉS
IV


Prosiguiendo la prueba de su tema, todo es vanidad y describe la tiranía y opresión de los grandes sobre los pequeños. La envidia con que es recebida de los unos hermanos la obra útil y buena de los otros, y el remedio que es. No cesar por eso de la buena obra, ya que lo otro es irremediable. El ingenio del avaro y su remedio. El rey sin sabiduría indigno del reino. Reglas teológicas para contratar con Dios.

Y torneme yo y vide todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, y que no tienen quien los consuele; y que la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.

 Y alabé yo los muertos que ya murieron, más que los vivos que son vivos hasta ahora.

 Y tuve por mejor que ellos ambos al que aún no fue, porque no ha visto las malas obras que se hacen debajo del sol.

Vide también todo trabajo y toda rectitud de obras, que no es sino envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

El loco pliega sus manos y come su carne.

Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.

 Yo me torné otra vez, y vide otra vanidad debajo del sol.

 Es el hombre: solo, sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano, y nunca cesa de trabajar, ni aun sus ojos se hartan de sus riquezas, ni piensa: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad y ocupación mala.

Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; mas ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.

También si dos durmieren, calentarse han; mas el solo ¿cómo se calentará?

Y si alguno prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; porque cordón de tres dobleces no presto se rompe.

Mejor es el mochacho pobre y sabio, que el rey viejo y loco, que no puede ser avisado.

Porque como de la cárcel salió a reinar: porque en su reino nació pobre.

Vide más: todos los vivientes debajo del sol caminando con el mochacho sucesor, que estará en su lugar.

No tiene fin todo el pueblo que fue antes de ellos; tampoco los que fueren después se alegrarán en él. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

Cuando fueres a la Casa de Dios mira bien por tu pie; y acércate más para oír que para dar el sacrificio de los locos, porque no saben hacer lo que Dios quiere.


V

Desaconseja los votos temerarios, mostrando el peligro que hay en el votar, prosiguiendo el intento comenzado en la fin del capítulo precedente. Consuela al ánimo pío en las opresiones del mundo con la consideración de la Providencia de Dios en ellas. Los males del avaro. Repite la conclusión de la verdadera felicidad en el mundo.

No te des priesa con tu boca, ni tu corazón se apresure a pronunciar palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.

Porque como de la mucha ocupación viene el sueño, así la voz del loco de la multitud de las palabras.

Cuando a Dios prometieres promesa, no tardes de pagarla; porque no se agrada de los locos. Lo que prometieres, paga.

Mejor es que no prometas, que no que prometas y no pagues.

No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel que fue ignorancia. Porque ¿harás tú que se aíre Dios a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?

Porque los sueños son en multitud, y las vanidades y las palabras son muchas; mas teme a Dios.

Si violencias de pobres, y extorsión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de esta licencia; porque alto está mirando sobre alto, y más altos están sobre ellos.

Y mayor altura hay en todas las cosas de la tierra; mas el que sirve al campo es rey.

El que ama el dinero, no se hartará de dinero; y el que ama el mucho tener, no habrá fruto. También esto es vanidad.

Cuando los bienes se aumentan, también se aumentan sus comedores. ¿Qué bien, pues, habrá su dueño, sino verlos de sus ojos?

Dulce es el sueño del trabajador, que coma mucho, que poco; mas al rico la hartura no le deja dormir.

Hay otra trabajosa enfermedad que vide debajo del sol: las riquezas guardadas de sus dueños para su mal;

Las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron nada les quedó en la mano.

Como salió del vientre de su madre, desnudo, ansí se vuelve, tornando como vino; y nada hubo de su trabajo para llevar en su mano.

Este también es una mala enfermedad, que como vino, ansí se haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar al viento?

Demás de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, y mucho enojo y dolor y ira.

He aquí pues el bien que yo he visto: Que lo bueno es comer y beber, y gozar del bien de todo su trabajo con que trabajo debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le dio; porque esta es su parte.

Y también que todo hombre a quien Dios dio riquezas y hacienda, también le dio facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo. Esto es don de Dios.

Porque no se acordará mucho de los días de su vida, porque Dios le responderá con alegría de su corazón. 

VI

El avaro más miserable que el abortino. Vuelve a impugnar el estudio de eternizarse los hombres por sus invenciones, y confirmar su ignorancia en el caso de la verdadera felicidad.

Hay otro mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:

Hombre a quien Dios dio riquezas y hacienda y honra, y nada le falta de todo lo que su ánima desea; y Dios no le dio facultad de comer de ello, antes los extraños se lo comen. Esto vanidad es, y enfermedad trabajosa.

Si el hombre engendrare ciento, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren a faz; si su ánima no se hartó del bien, y también careció de sepultura, yo digo que el abortivo es mejor que él.

Porque en vano vino, y a tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.

Aunque no haya visto el sol, ni conocido nada, más reposo tiene éste que aquél.

Porque si viviere mil años dos veces y no gozó del bien, ciertamente todos van a un lugar.

Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se harta.

Porque ¿qué más tiene el sabio que el loco? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?

Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu.

El que es, ya su nombre ha sido nombrado; y se sabe que es hombre, y que no podrá contender con el que es más fuerte que él.

Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?

Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales el hace como sombra?Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?