MIS HORAS
Horas en que
medito y quedo enternecido
En la alba
soledad de la hora misteriosa,
A la luna, que
emana etéreo mármol fluido,
Que es sepulcro
exhalado en sombra luminosa.
Momentos en que
anima mi pobre poesía
Ese claror de
luna que de ansias me recubre;
Cuando rezo al
ocaso a solas, y descubre
Casi a Dios mi
mirada, allá en la lejanía.
Momentos en que
vivo y sueño, oculto y triste,
Pensando en cada
cosa humilde que se esconde;
En que veo crecer
en frente a cuanto existe
Esa Interrogación,
a quien nadie responde.
Momentos en que
soy, desconocido o electo,
En que, caer
sintiéndome en la honda obscuridad,
Toco la imperfección
a fin de ser perfecto,
Porque entender
la sombra es ser la claridad...
En que puedo el
Abismo mirar cuánto es profundo;
Y trémulo de miedo,
ebrio de horror y encanto,
Ofrezco a Dios,
los astros y aun al dolor, mi canto,
Que recorre la
noche, a solas, de este mundo...
Cuando canto la
luna, la tierra pequeñina,
Donde a la luz
del sol mi pena fue sacada,
¡Y oigo aquella
canción, angélica y divina,
Que vuela en
notas de oro a flor de madrugada!
Y cuando la
esperanza el árbol seco inflora,
Y conjura el
fantasma en llanto, del invierno,
Y hace que el
aire vibre de luz encantadora,
Y en vez del
dolor que huye enciende el goce eterno.
Horas en que soy
nube de sueño, que se espacia,
Y divina Pureza,
y Luz original,
Y esencia de
Alegría, y espíritu de Gracia,
Y del dolor
sombrío presencia, ya carnal.
Horas en que me
exalto y elevo íntimamente,
En que un astro
en mí nace para por mí brillar,
Y es lágrima de
amor, que veo, de repente
De mi faz a la
luna la palidez mojar...
Horas en que
medito oyendo cantar fuentes,
En que el dolor
del agua en flores mil fulgura.
En que hay albas
de abril en montes eminentes,
Que esbozan el
divino perfil de la ternura...
Horas que alzan
mi ser allende nuestra vida,
Que muestra su
figura lejana, esplendorosa,
—Que si es en
este mundo, obscura y dolorosa,
Allá es cristal
en llamas y perla enardecida.
Horas en las que
al alma la vida se revela;
Horas de vida
eterna y gracia repentina,
En que oigo
murmurar la más lejana estrella
Y el silencio en
que al mundo baja la luz divina.
Horas en que el
secreto sutil del Universo
Comenzó a
hablarme bajo dentro del corazón...
¡Oh sílabas de
luz de mi primero verso
Diseñando al
Señor, allá en la indecisión!
Horas en que una
fuente humilde que lloraba
Dio formas de
armonía a mi primero canto;
Indeciso al
nacer de mí, en mí sonaba
Caótico de
sombra y de nocturno espanto.
Horas de ensueño
y éxtasis en que me alegro y lloro,
Y de mí se
desprende éste mi ser contrito,
Y ángeles al sol
danzan de la lira de oro
Que vemos como
brilla, de noche, en lo Infinito...
Horas vivas de
luz, de gracia y de esperanza,
Que, al pasar,
ponen flores en todos los senderos...
En que como de
niño escucho la loanza
Que, gozosos de
sol, levantan les jilgueros.
Horas de oro en
que soy iglesia iluminada...
Una íntima
alegría etérea me deslumbra...
Mi alma
despierta oyendo cantar la madrugada
Y afuera su
perfil albea en la penumbra!
Horas que son
hermanas de la hora postrimera,
En que ábrenos
la tierra su seno todo en flor,
Y en que al fin
alcanzamos presencia verdadera,
En que somos
nosotros, delante del Señor...
MIAS HORAS
Horas era que eu
medito, absorto e comovido,
Na branca
solidão da noite misteriosa,
Sob a Lua a
emanar etéreo mármor’ fluido,
Que é um sepulcro
evolado em sombra luminosa.
Momentos em que
anima os pobres versos meus
A luz espiritual,
que, em névoas, resplandece,
Quando, de
joelhos, rezo e a tarde me entristece
E o meu ansioso
olhar quase descobre Deus.
Momentos em que
vivo o sonho, oculto e mudo,
Sonhado em cada
cousa humilde, que se esconde;
Quando vejo
crescer, crescer, diante de tudo,
Essa interrogação
a que ninguém responde!
Momentos em que sou
o incompreendido, o eleito,
Sentindo-me
afogar na torva escuridade...
E toco a Imperfeição,
a fim de ser perfeito,
Porque entender
a treva é ser a claridade.
E posso
contemplar o Abismo; ver-lhe o fundo!
E trémulo de medo,
ébrio de horror e encanto,
Oferto a Deus, à
Dor e aos astros o meu canto,
Ao percorrer
sozinho a noite deste mundo.
E vou cantando
o amor e a terra abençoada,
Quando a
Esperança inflora os arvoredos nus,
E o sorriso dum
Anjo, além, é madrugada,
E todo o espaço
vibra em comoções de luz!
E sou nuvem de
sonho, ao vento que perpassa.
A divina Pureza,
a Infância original,
A essência da
Alegria, o espírito da Graça
E a presença da
Dor, sombria, já carnal...
Horas em que me
exalto e elevo ìntimamente.
Nos meus olhos,
um astro acorda: uma oração,
Uma lágrima
pura, à luz do sol, tremente,
Uma gota de orvalho,
em brasa, na amplidão...
Horas em que me
enleva o marulhar das fontes.
A dor da água
aflora, em mimos de verdura.
Manhãs de Abril,
doirando os pobrezinhos montes,
Esboçam o perfil
sagrado da Ternura.
Horas em que meu
ser, subindo além da Vida,
Mostra a sua
figura, ao longe, esplendorosa;
Aqui, na terra
obscura, é feia e dolorosa,
E lá, cristal
aceso e pérola incendida!
Horas em que a
Verdade às almas se revela...
Horas de
Eternidade e graça repentina,
Quando ouço murmurar
a mais longínqua estrela
E o silêncio em
que desce, ao mundo, a voz divina.
Horas em que uma
fonte, humilde, que chorava,
Deu formas de
harmonia ao meu primeiro canto...
Dos meus lábios nascido,
em pleno céu, pairava,
Caótico de
sombra e de nocturno espanto!
Horas em que,
sofrendo, a Divindade imploro;
E sinto, no
meu peito, o coração aflito!
E há
Serafins bailando, ao som da Lira de ouro
Que a gente vê
brilhar, à noite, no Infinito...
Horas vivas de
luz, de amor e de esperança
Que infloram, ao
passar, as bordas dos caminhos...
E fico extasiado
a ouvir, como em criança,
A alegria do sol
cantar nos passarinhos!
Horas de oiro em
que sou igreja alumiada.
Íntima aleluia
etérea me deslumbra...
Surge,
d’além da serra, a Deusa da alvorada,
E o seu
perfil, lá fora, alveja na penumbra.
Horas que são
irmãs da Hora derradeira,
Em que a terra
nos abre o seio todo em flor.
E alcançamos,
enfim, presença verdadeira
E somos nós,
enfim, diante do Senhor.