ODA II
LIBRO I
Prodigios de
la muerte de César, y alabanzas de Augusto.
Prosfonética.
EL padre soberano,
que asaz de nieve y de cruel granizo
en la tierra deshizo,
ya combatiendo con bermeja mano
su fuerte alcázar alto,
a Roma puso miedo y sobresalto.
Puso miedo a las gentes,
porque otra vez la edad no vuelva airada
de Pirra harto llorada,
al tiempo que siguiendo las corrientes
Proteo desmandado
encaminó a los montes su ganado.
Mil géneros de peces
concurrieron al olmo, cuyo asiento
reconoció contento
el mansueto pichón, diversas veces,
y el gamo acobardado
corrió medroso por la selva a nado.
Vimos el agua roja
del ancho Tibre con torcidas ondas,
desde cavernas hondas,
por donde el margen de la Etruria moja,
con ira manifiesta
ir a las casas de Pompilio y Vesta:
Mientras el maridado
río se jacta vengador de Ilia,
que llora su familia,
rompiendo el lado izquierdo apresurado,
y extendiendo su seno:
lo cual no aprueba Júpiter por bueno.
La adolescencia rara
oirá como uno y otro ciudadano
al hierro echaron mano,
que fuera bien el Persa lo probara,
y las guerras mortales
movidas por rencillas paternales.
¿A qué deidad celeste
el pueblo invocará para que ampare
el imperio, y reparé
su miserable estrago y total peste?
¿Qué virgen con gemido
fatigará de Vesta el sordo oído?
¿A quien dará el oficio
Júpiter de apagar tanta insolencia?
Llegue pues tu presencia,
¡oh Febo! para ser benigno auspicio
en tanta desventura,
vertida de una nube blanca y pura.
Llega Venus risueña,
acompañada de uno y otro hijo,
amor y regocijo.
Y sino quieres ver cual se despeña,
Marte, tu imperio largo,
toma de su defensa el justo cargo.
¡Oh tú que ya estás harto
de ver el juego mísero y sangriento,
a quien el turbulento
alboroto del Persa agrada y Parto,
y el fuerte arnés, y el lloro,
y el fiero aspecto del infante Moro!
Y tú, que agora imitas,
hijo de Maya transformado en ave,
al mancebo más grave,
y por la tierra pasos facilitas,
sufriendo ser llamado
del justo César vengador airado:
Al cielo tarde vuelvas
y a nuestra Roma mucho tiempo rijas,
sin que otra estancia elijas,
ni por nuestras maldades te resuelvas
a negarnos tu aspecto,
lleno de majestad y de respeto.
Aquí, César dichoso,
aquí los triunfos y el amor te cuadre
ser invocado padre,
aumentador del público reposo,
no sufriendo que el Medo
corrija el potro sin castigo y miedo.
Las Eróticas, 1618.
Iam satis terris nivis atque dirae
grandinis misit pater et rubente
dextera sacras iaculatus arcis
terruit urbem,
terruit gentis, grave ne rediret
saeculum Pyrrhae nova monstra questae,
omne cum Proteus pecus egit altos
visere montis,
piscium et summa genus haesit ulmo,
nota quae sedes fuerat columbis,
et superiecto pavidae natarunt
aequore dammae.
vidimus flavum Tiberim retortis
litore Etrusco violenter undis
ire deiectum monumenta regis
templaque Vestae,
Iliae dum se nimium querenti
iactat ultorem, vagus et sinistra
labitur ripa Iove non probante u-
xorius amnis.
audiet civis acuisse ferrum,
quo graves Persae melius perirent,
audiet pugnas vitio parentum
rara iuventus.
quem vocet divum populus ruentis
imperi rebus? prece qua fatigent
virgines sanctae minus audientem
carmina Vestam?
cui dabit partis scelus expiandi
Iuppiter? tandem venias precamur
nube candentis umeros amictus
augur Apollo;
sive tu mavis, Erycina ridens,
quam Iocus circum volat et Cupido;
sive neglectum genus et nepotes
respicis, auctor
heu nimis longo satiate ludo,
quem iuvat clamor galeaeque leves
acer et Marsi peditis cruentum
voltus in hostem;
sive mutata iuvenem figura
ales in terris imitaris almae
filius Maiae, patiens vocari
Caesaris ultor:
serus in caelum redeas diuque
laetus intersis populo Quirini
neve te nostris vitiis iniquum
ocior aura
tollat; hic magnos potius triumphos,
hic ames dici pater atque princeps
neu sinas Medos equitare inultos
te duce, Caesar.