sábado, 10 de febrero de 2018

Horacio y Javier de Burgos: Oda I del Libro I

ODA I, LIBRO I
A MECENAS


Mecenas, de elevada
Alcurnia descendiente,
Mi dulce gloria y protector potente:
A uno coger agrada
El polvo Olimpio en disparado carro;
Y si diestro y bizarro
La meta evita que el palenque cierra,
Y orla su sien la palma de victoria,
Elévale la gloria
A los dioses señores de la tierra.

A esotro lisonjea
Que a porfía le eleve
De puesto en puesto veleidosa plebe.
Otro ansioso desea
Cuanto en las eras de África se coge
Guardaren su ancha troje.
A quien se goza en cultivar su hacienda,
No harán tesoros de Átalo opulento
Que al líquido elemento,
Medroso navegante, el seno hienda.

Mientras austro mugiente
Agita la onda brava,
La paz del campo el mercader alaba;
Pero pronto impaciente,
Dura pobreza tolerar no sabe,
Y repara su nave.
Parte del día roba otro al cuidado,
Y de Másico añejo el vaso apura,
Ya cabe fuente pura,
Ya so el verde madroño recostado.

El clarín de Mavorte
A otro y la trompa agrada,
Y la lid de las madres detestada:
De la tierna consorte
Otro olvidado, de la noche fría
La escarcha desafía,
Si el jabalí en la trampa se resbala,
O al ciervo el can en la maleza siente.
Premio de docta frente
La yedra a ti a los númenes te iguala.

Y yo, si la liviana
Flauta Euterpe me entrega,
Y la dulce Polimnia no me niega
La cítara lesbiana,
Me alejaré también del vulgar bando,
De Sátiros cantando
Bailes alegres y de Ninfas bellas,
Y de los bosques las amenas sombras.
Si lírico me nombras,
Tocaré con mi frente a las estrellas.

Versión y notas de JAVIER DE BURGOS.
Madrid, 1844.


Maecenas, atavis edite regibus,
O et praesidium et dulce decus meum,
Sunt quos curriculo pulverem Olympicum
Collegisse iuvat, metaque fervidis

Evitata rotis palmaque nobilis       5
Terrarum dominos evehit ad deos.
Hunc, si mobilium turba Quiritium
Certat tergeminis tollere honoribus ;

Illum, si proprio condidit horreo
Quidquid de Libycis verritur areis.       10
Gaudentem patrios findere sarculo
Agros Attalicis condicionibus

Numquam demoveas, ut trabe Cypria
Myrtoum pavidus nauta secet mare.
Luctantem Icariis fluctibus Africum       15
Mercator metuens otium et oppidi

Laudat rura sui : mox reficit rates
Quassas indocilis pauperiem pati.
Est qui nec veteris pocula Massici
Nec partem solido demere de die       20

Spernit, nunc viridi membra sub arbuto
Stratus, nunc ad aquae lene caput sacrae.
Multos castra iuvant et lituo tubae
Permixtus sonitus bellaque matribus

Detestata. Manet sub Iove frigido       25
Venator tenerae coniugis immemor,
Seu visa est catulis cerva fidelibus
Seu rupit teretes Marsus aper plagas.

Me doctarum hederae praemia frontium
Dis miscent superis, me gelidum nemus       30
Nympharumque leves cum Satyris chori
Secernunt populo, si neque tibias

Euterpe cohibet nec Polyhymnia
Lesboum refugit tendere barbiton.
Quod si me lyricis vatibus inseres,       35
Sublimi feriam sidera vertice.


NOTAS

V. 1. Maecenas. Ilustre caballero romano, descendiente de una nobilísima familia de Etruria. Cuando Octavio, u Octaviano, como le llamaron nuestros autores antiguos, recibió en Apolonia la noticia del asesinato de su tío Julio César, partió al punto a vengarle, y Mecenas que se hallaba allí, le acompañó desde luego, y le siguió después en todas sus expediciones, desempeñando en ellas importantes cargos, y contribuyendo alguna vez a las victorias con que Octavio se desembarazó sucesivamente de todos sus enemigos. Cuando dueño ya del imperio por la derrota de Antonio en Accio, anunció el joven sucesor de César la intención de abdicar la autoridad soberana, Mecenas le retrajo de este propósito, con la perspectiva de la gloria que podía alcanzar, restableciendo el reposo que durante mucho tiempo turbaran las guerras civiles, y asegurando la prosperidad de la multitud de naciones sujetas al dominio de Roma. Augusto se conformó a este dictamen, y se sometió desde entonces a la dirección del hombre sabio y leal, cuyos consejos debían contribuir, y contribuyeron tanto en efecto, al lustre de su reinado. La reputación que ganó Mecenas en las batallas, y que consolidó administrando sabia, vigorosa y desinteresadamente el más vasto imperio que existió jamás, fue realzada aún por la protección señalada que concedió a Virgilio, a Horacio, a Propercio y a otros ilustres literatos, los cuales no le escasearon por su parte los más insignes testimonios de reconocimiento. Mecenas compuso muchas poesías, de que no nos quedan más que cortos fragmentos; en ellas notaron algunos sabios que vivieron poco después de su muerte, la misma afectación, molicie y desigualdad, que durante su vida habían notado en su porte los contemporáneos. La severidad con que varios de los unos y los otros calificaron su elocuencia, y su manera de vestir y de presentarse en público, no ha impedido sin embargo que el nombre de Mecenas haya llegado hasta nosotros rodeado de un alto prestigio, ni que después de diez y nueve siglos esté sirviendo todavía para designar por antonomasia a los protectores de las letras.

Atavis edite regibus. No consta que Mecenas descendiese de reyes, ni aparece apoyada en la historia la genealogía que le tejieron algunos de los intérpretes de Horacio. Mas verosímil es que reges signifique aquí, como en muchos pasajes de los poetas antiguos, « personas de riqueza e influjo »; y en este sentido he traducido la palabra.

V. 3. Pulverem Olympicum… Los juegos Olímpicos se celebraban de cuatro en cuatro años, en el solsticio de verano, en Olimpia, ciudad de la Elida, en el Peloponeso. De los diferentes ejercicios gimnásticos de que se disputaba allí el premio, los más célebres eran los del pugilato y la carrera. Durante mucho tiempo fue prohibido a las mujeres, bajo pena de muerte, concurrir al espectáculo, porque en él combatían los hombres desnudos. Se pretende que los juegos Olímpicos fueron instituidos por Júpiter mismo: lo que no tiene duda es que la institución se miraba como cosa divina, y que destinada a alardes periódicos de valor, pujanza y destreza, no podía menos de estimular a los griegos todos a adquirir y conservar aquellas prendas que tan necesarias eran para defender estados pequeños y débilmente constituidos. Los premios de los vencedores eran coronas de acebuche: los que las ganaban eran celebrados en brillantes y populares composiciones poéticas, y mirados como hombres superiores; conducíaseles en triunfo a su patria en suntuosos carros, y gozaban además durante su vida asiento preferente en las reuniones públicas. Alguna vez se les erigieron estatuas.

T. 4. Metaque… La meta era una barrera en forma de pirámide, situada en la extremidad del circo. Era de rigor que los contendientes llegasen, con los carros en que corrían, hasta la meta misma, y que allí revolviesen los caballos sin tocarla. Para esto se necesitaba grao destreza y pujanza.

V. 5. Palma nobilis… La gloriosa victoria.

V. 7. Mobilium turba Quiritium… Cuando pata poner fin a las disensiones que existían entre romanos y sabinos, partió Rómulo el gobierno de Roma con el rey de Sabinia Tacio, conservó la ciudad nueva el nombre que le había dado su fundador, pero sus habitantes tomaron el de Quirites y que era el que tenían los habitantes de Cures, capital de los sabinos. Daban estos el nombre de Quiris (que significaba pica en la lengua de su país) a una divinidad representada bajo la figura de esta arma, y de que los romanos adoptaron también el culto. Por lo demás, es difícil calificar con mas verdad, nobleza y laconismo que lo hace aquí Horacio, a un pueblo inquieto y celoso de sus privilegios. La denominación de mobiles (inestables o veleidosos) hace muy buen efecto al lado de turba.

V. 8. Tergeminis honoribus… Minelio, despues de Turnebo, dice sobre este lugar: Honoribus amplissimis et maximis. Sinecdoche finiti numeri pro infinito. Frecuentemente en efecto las calificaciones de geminus, tergerminus y septemgeminus se empleaban entre los antiguos como sinónimas de grandes.

V. 10. Lybieis. Hubo quien apoyado en la autoridad de d’Anville, pretendió que la Libia abrazaba el Sahara, o desierto de Berbería, y una parte de la Nigricia y de la alta Guinea. Otros creyeron que comprendía particularmente el territorio que media entre Egipto y Trípoli, prolongándose bastante al sur. Este país era muy fértil en granos, de que alguna vez se abasteció Roma; circunstancia que no era aplicable a la parte más occidental, cuya ciudad principal era Nigira, que es la Ghana de hoy.

V. 12. Attalicis conditionibus. Fue Átalo un riquísimo rey de Pérgamo. Sus riquezas pasaron en proverbio. Attalica conditio (la condición de Átalo) quiere decir « su situación, su estado, su riqueza ». Otros pretenden que la palabra conditio alude aquí a las condiciones ventajosas, que por razón de sus riquezas ponía Átalo en sus contratos, o al alto precio que pagaba por las cosas que deseaba adquirir.

V. 13. Trabe Cypria. Por cualquier nave, como después mare Myrtoum por cualquier mar. Por lo demás Chipre es una isla del archipiélago, y el mar Mírtoo era una parte de este archipiélago mismo, a la cual dio verosímilmente su nombre la pequeña isla de Mirtos, si ya no es que al mar y a la isla les dio el suyo Mirtilo, a quien, según las tradiciones mitológicas, ahogó Pelope en aquellas aguas.

V. 15. Icariis fluctibus. Parte del mismo archipiélago, a quien dio su nombre Ícaro, hijo de Dédalo.
Africum. Ábrego, por cualquier viento, como antes trabe Cypria, mare Myrtoum, Icariis fluctibus, y después pocula Massici y Marsus aper, por cualquiera nave, mar, vino, etc. Horacio gusta de contraer las calificaciones, de acercar los objetos, y si es lícito expresarse así, de hacerlos tangibles.

V. 19. Massici. El monte Másico en Campania producía excelentes vinos.

V.  20. Nec partem etc. El sentido es : «hay quien gusta sobre todo de destinar a los placeres la parte del día que puede robar a sus ocupaciones ». Véase la nota al V. 7 de la oda séptima del segundo libro. Solido demere de die, es algo cacofónico.

V. 28. Seu rupit teretes. El jesuita Sanadon hizo sobre este pasaje una observación, que tiene todas las apariencias de justa. « Se empleaban perros, dice, para hacer caer al jabalí en las redes, y Horacio dijo en la oda Beatus ille,

Aut trudit acres hiñe et hinc multa cane
Apros in obstantes plagas.

Si el jabalí rompió su red, se acabó la cacería, y al cazador no le quedaba más que el pesar de que se le escapase el animal; y si había de perseguirle en el bosque, era inútil tenderle redes. Rupit está aquí pues por irrupit. Cayó en la red, no, se escapó de la red ». Yo he creído deber adoptar esta explicación.

Marsus aper. Eran los monos unas tribus del país que hoy se llama Abruzo, en cuyos bosques frondosos se criaban feroces jabalíes.

V. 29. Te doctarum. Este es uno de los pasajes más difíciles de Horacio; y no obstante, apenas uno o dos de sus comentadores o traductores se hicieron cargo de las diferentes dificultades que presenta. Todos, durante siglos, leyeron en este verso me, en lugar de te, sin advertir que con esta lección hacían decir al poeta: « A mí la yedra, premio de doctas frentes, me confunde o iguala con los dioses soberanos ». Sí ningún hombre regular se permitió jamás tan pueril y absurda jactancia, a nadie pudo imputársele con menos apariencia de razón, que a un gran poeta, que dirigiendo una composición, destinada a encabezar la colección de sus obras, a un protector ilustrado y generoso, tenía necesidad de captarse su benevolencia, por la exactitud de las ideas y la conveniencia de la expresión. Usando aquí Horacio de la que sus editores le atribuyen, no sólo habría atropellado, como hombre, los miramientos con que el decoro y la urbanidad exigían que tratase a Mecenas, sino que habría incurrido como escritor, en faltas de coherencia y de orden, propias para destruir el prestigio de que pretendía rodearse. En efecto enlazando la idea contenida en el verso sobre que discurro, con las espesadas en el pasaje entero, el tenor de todo él sería el siguiente: « A mí la yedra me mezcla con los dioses soberanos; a mí el bosque umbroso me separa del vulgo. Si tú me cuentas entre los poetas líricos, tocaré con mi frente a las estrellas ». Así, se encontraría repetido tres veces en ocho versos el mismo pensamiento, y contra todas las reglas del gusto, y de la lógica, se repetiría en gradación descendente, puesto que es mucho menos separarse del vulgo que igualarse a los dioses, y que el que ya se confundió con ellos no necesitaba el voto de Mecenas ni el de nadie, para tocar con su frente a las estrellas. Estos cargos, que no tienen medio de desvanecer los que leen me en este pasaje, se desvanecen por sí mismos, leyendo te, con cuya sustitución las ideas aparecen exactas y oportunas, y además conveniente y elegantemente enlazadas. Horacio dijo entonces : « Unos se esfuerzan por ganar el premio de los juegos Olímpicos ; otros por obtener el favor popular; estos buscan las riquezas corriendo los mares; aquellos cultivando los campos ; unos gustan de combates, otras, de cacerías; a ti la yedra te iguala a los dioses ; a mí la flauta de Euterpe y el laúd de Polimnia me separan del vulgo, y aun quizá podré seguirte o igualarte, y tocaré con mi frente a las estrellas, si te dignas darme un lugar entre los poetas líricos ». Movido sin duda por estas consideraciones, de que hubo de sospechar la importancia, Rutgers leyó aquí te, en lugar de me; y es asombroso que de todos los editores posteriores sólo hayan adoptado esta variante, que consiste en la sustitución de una sola letra, Valart, Gargallo, y otros dos o tres.

La variante que indico no sirve sin embargo más que para explicar el verso sobre que discurro, pero quedan aún por resolver otras dificultades que ofrece el conjunto del pasaje. « A mí, dice el poeta, el bosque sombrío y los coros de los Sátiros y las Ninfas me separan del vulgo, si no me niegan Euterpe su flauta, y Polimnia la lira de Lesbos ». Pero ¿qué tiene que ver esta Musa con esta lira? No entraba en las atribuciones da Polimnia pulsar el laúd lesbio, esto es, el de Safo y Alceo, ni era por otra parte propia la lira de este vigoroso poeta para acompañar el canto destinado a celebrar objetos tan livianos, como bosques sombríos y bailes de ninfas y de sátiros. ¿Qué es pues lo que quiso decir Horacio? Por mí creo que Euterpe y Polimnia significan aquí todas o cualesquiera Musas, como antes mare Myrtoum y trabe Cypria, significaban todo o cualquiera mar, toda o cualquiera nave. Creo igualmente que la frase « el bosque sombrío y las danzas de los sátiros y ninfas me separan del vulgo », equivale a « yo me haré superior al vulgo, celebrando o cantando estos objetos »; y esta interpretación ya parece que la adivinaron los antiguos gramáticos Acrón y Porfirio, diciendo el primero, materiam ipsam carminis pro laude posuit, y el segundo, per ea egregiam gloriam dicit consegui, de quibus canit. El sentido será pues, « mientras tú, coronado de yedra te levantas al cielo, yo me distinguiré de los hombres vulgares, cantando con el favor de las Musas, soledades amenas y alegres danzas ». Trabajo cuesta concebir que no se haya aclarado antes este embrollado pasaje.

V. 31. Nympharum… La mitología inventó ninfas de muchas especies; las había celestes y terrestres, y estas últimas se dividían en ninfas de bosques, de ríos y de mares, y eran respectivamente designadas con los nombres de Dríadas, Náyades y Nereidas. Cada una de las divinidades superiores tenía sus ninfas, que eran como las damas de su corte. Hacíanselas ofrendas, reputadas como un homenaje al numen de quien dependían, y consistían éstas por lo común en leche y en miel, emblemas de la dulzura. Sin duda se pretendía mostrar con esto, que debía ser benéfico y suave todo lo que rodease a los dioses.

Satyris… Semidioses campestres, que tenían medio cuerpo de hombre y medio de cabra. Quizá fueron en su origen el símbolo de los hombres bozales de la primera edad del mundo, de los cuales se podía decir con razón que tenían tanto de bestias como de racionales. La mitología que divinizó el poder, la sabiduría, la hermosura, el valor, y en general todas las altas cualidades que pueden distinguir a los hombres, divinizó también la necesidad que los arrastra, el furor que los extravía, el dinero que los deslumbra, las pasiones buenas como las malas, y en fin la mayor parte de las influencias a que están sujetos. Las más de estas místicas creaciones tenían un sentido oculto, una intención particular, que perdida la huella de su origen, no se revela hoy a los que no la escudriñan, como no se comprenden sino por inteligencias superiores, otros hechos y personificaciones de la misma especie, consagrados por las creencias religiosas de todos los pueblos. Verosímilmente la mitología creando los sátiros, entendió personificar la infancia grosera de las sociedades, así como señalar los pasos que fue dando lentamente la especie humana en la carrera de la civilización, por las cualidades que fue sucesivamente atribuyendo a sus héroes, a sus dioses y a sus demás creaciones alegóricas.

V. 33. EuterpePolyhymnia… Dos de las nueve Musas. Estas divinidades mitológicas no fueron en la antigüedad sino la personificación de las cualidades del espíritu que más distinguen a los hombres, o que los hacen más capaces de recibir inspiraciones elevadas. La mitología hizo a las Musas hijas de Júpiter, rey de los dioses, y de Mnemosina, diosa de la memoria; con lo cual quiso sin duda significar, que se necesitaba poderosa inteligencia y vasta retentiva para concebir y expresar grandes ideas. Siendo tan varios los modos de ejercer aquellas facultades, como los objetos a que ellas pueden aplicarse, se atribuyó naturalmente a cada una de las divinidades que presidía a su ejercicio, una incumbencia especial y determinada, y se indicó así la conveniencia de que se limitase a una sola profesión el que aspirase a sobresalir en alguna. A Clío se encomendó particularmente la historia, a Euterpe la música, a Talía la comedia, la tragedia a Melpómene, el baile a Terpsícore, la poesía amorosa a Erato, la heroica a Calíope, la retórica a Polimnia, y la astronomía a Urania. Los nombres que se dieron a estas divinidades, y los atributos con que el pincel y el cincel las representaron en lienzos y mármoles, indicaron desde luego los límites de su dominio, o sea la naturaleza de sus inspiraciones. Así, por ejemplo, Erato tomó su nombre de eros (amor), Urania de ouranos (cielo), y origen análogo tienen los nombres de las otras. Llamóselas hermanas para denotar el enlace que tienen todos los conocimientos humanos, o ya, la fraternidad que debe reinar entre los hombres que los cultivan. Se las supuso habitantes de un monte retirado y solitario, queriendo significar que para dedicarse con fruto a la meditación convenía retirarse del bullicio de las grandes poblaciones. En fin, se las supuso vírgenes, para recomendar la pureza de costumbres, que tan necesaria es a los que se consagran al estudio de las ciencias y de las letras.

V. 34. Lesboum barbiton. La lira de Alceo y Safo, naturales de Lesbos, una de las islas del mar Egeo, que es hoy la de Mitilene, en el archipiélago.