ODA I, LIBRO I
A MECENAS
Mecenas, de elevada
Alcurnia descendiente,
Mi dulce gloria y protector potente:
A uno coger agrada
El polvo Olimpio en disparado carro;
Y si diestro y bizarro
La meta evita que el palenque cierra,
Y orla su sien la palma de victoria,
Elévale la gloria
A los dioses señores de la tierra.
A esotro lisonjea
Que a porfía le eleve
De puesto en puesto veleidosa plebe.
Otro ansioso desea
Cuanto en las eras de África se coge
Guardaren su ancha troje.
A quien se goza en cultivar su hacienda,
No harán tesoros de Átalo opulento
Que al líquido elemento,
Medroso navegante, el seno hienda.
Mientras austro mugiente
Agita la onda brava,
La paz del campo el mercader alaba;
Pero pronto impaciente,
Dura pobreza tolerar no sabe,
Y repara su nave.
Parte del día roba otro al cuidado,
Y de Másico añejo el vaso apura,
Ya cabe fuente pura,
Ya so el verde madroño recostado.
El clarín de Mavorte
A otro y la trompa agrada,
Y la lid de las madres detestada:
De la tierna consorte
Otro olvidado, de la noche fría
La escarcha desafía,
Si el jabalí en la trampa se resbala,
O al ciervo el can en la maleza siente.
Premio de docta frente
La yedra a ti a los númenes te iguala.
Y yo, si la liviana
Flauta Euterpe me entrega,
Y la dulce Polimnia no me niega
La cítara lesbiana,
Me alejaré también del vulgar bando,
De Sátiros cantando
Bailes alegres y de Ninfas bellas,
Y de los bosques las amenas sombras.
Si lírico me nombras,
Tocaré con mi frente a las estrellas.
Versión y notas
de JAVIER DE BURGOS.
Madrid, 1844.
Maecenas,
atavis edite regibus,
O
et praesidium et dulce decus meum,
Sunt
quos curriculo pulverem Olympicum
Collegisse
iuvat, metaque fervidis
Evitata
rotis palmaque nobilis 5
Terrarum
dominos evehit ad deos.
Hunc,
si mobilium turba Quiritium
Certat
tergeminis tollere honoribus ;
Illum, si proprio condidit horreo
Quidquid de Libycis verritur areis. 10
Gaudentem
patrios findere sarculo
Agros
Attalicis condicionibus
Numquam demoveas, ut trabe Cypria
Myrtoum pavidus nauta secet mare.
Luctantem Icariis fluctibus Africum 15
Mercator metuens otium et oppidi
Laudat rura sui : mox reficit rates
Quassas indocilis pauperiem pati.
Est qui nec veteris pocula Massici
Nec
partem solido demere de die 20
Spernit, nunc viridi membra sub arbuto
Stratus, nunc ad aquae lene caput sacrae.
Multos
castra iuvant et lituo tubae
Permixtus
sonitus bellaque matribus
Detestata.
Manet sub Iove frigido 25
Venator
tenerae coniugis immemor,
Seu
visa est catulis cerva fidelibus
Seu
rupit teretes Marsus aper plagas.
Me
doctarum hederae praemia frontium
Dis
miscent superis, me gelidum nemus
30
Nympharumque
leves cum Satyris chori
Secernunt
populo, si neque tibias
Euterpe
cohibet nec Polyhymnia
Lesboum refugit tendere barbiton.
Quod si me lyricis vatibus inseres, 35
Sublimi
feriam sidera vertice.
NOTAS
V. 1. Maecenas. Ilustre caballero romano,
descendiente de una nobilísima familia de Etruria. Cuando Octavio, u Octaviano,
como le llamaron nuestros autores antiguos, recibió en Apolonia la noticia del
asesinato de su tío Julio César, partió al punto a vengarle, y Mecenas que se
hallaba allí, le acompañó desde luego, y le siguió después en todas sus expediciones,
desempeñando en ellas importantes cargos, y contribuyendo alguna vez a las
victorias con que Octavio se desembarazó sucesivamente de todos sus enemigos.
Cuando dueño ya del imperio por la derrota de Antonio en Accio, anunció el joven
sucesor de César la intención de abdicar la autoridad soberana, Mecenas le
retrajo de este propósito, con la perspectiva de la gloria que podía alcanzar,
restableciendo el reposo que durante mucho tiempo turbaran las guerras civiles,
y asegurando la prosperidad de la multitud de naciones sujetas al dominio de
Roma. Augusto se conformó a este dictamen, y se sometió desde entonces a la
dirección del hombre sabio y leal, cuyos consejos debían contribuir, y
contribuyeron tanto en efecto, al lustre de su reinado. La reputación que ganó
Mecenas en las batallas, y que consolidó administrando sabia, vigorosa y
desinteresadamente el más vasto imperio que existió jamás, fue realzada aún por
la protección señalada que concedió a Virgilio, a Horacio, a Propercio y a
otros ilustres literatos, los cuales no le escasearon por su parte los más
insignes testimonios de reconocimiento. Mecenas compuso muchas poesías, de que
no nos quedan más que cortos fragmentos; en ellas notaron algunos sabios que
vivieron poco después de su muerte, la misma afectación, molicie y desigualdad,
que durante su vida habían notado en su porte los contemporáneos. La severidad
con que varios de los unos y los otros calificaron su elocuencia, y su manera
de vestir y de presentarse en público, no ha impedido sin embargo que el nombre
de Mecenas haya llegado hasta nosotros rodeado de un alto prestigio, ni que
después de diez y nueve siglos esté sirviendo todavía para designar por antonomasia
a los protectores de las letras.
Atavis edite regibus. No consta que
Mecenas descendiese de reyes, ni aparece apoyada en la historia la genealogía
que le tejieron algunos de los intérpretes de Horacio. Mas verosímil es que reges signifique aquí, como en muchos pasajes
de los poetas antiguos, « personas de riqueza e influjo »; y en este sentido he
traducido la palabra.
V. 3. Pulverem Olympicum… Los juegos Olímpicos
se celebraban de cuatro en cuatro años, en el solsticio de verano, en Olimpia,
ciudad de la Elida, en el Peloponeso. De los diferentes ejercicios gimnásticos
de que se disputaba allí el premio, los más célebres eran los del pugilato y la
carrera. Durante mucho tiempo fue prohibido a las mujeres, bajo pena de muerte,
concurrir al espectáculo, porque en él combatían los hombres desnudos. Se
pretende que los juegos Olímpicos fueron instituidos por Júpiter mismo: lo que
no tiene duda es que la institución se miraba como cosa divina, y que destinada
a alardes periódicos de valor, pujanza y destreza, no podía menos de estimular a
los griegos todos a adquirir y conservar aquellas prendas que tan necesarias
eran para defender estados pequeños y débilmente constituidos. Los premios de
los vencedores eran coronas de acebuche: los que las ganaban eran celebrados en
brillantes y populares composiciones poéticas, y mirados como hombres
superiores; conducíaseles en triunfo a su patria en suntuosos carros, y gozaban
además durante su vida asiento preferente en las reuniones públicas. Alguna vez
se les erigieron estatuas.
T. 4. Metaque… La meta era una barrera en
forma de pirámide, situada en la extremidad del circo. Era de rigor que los contendientes
llegasen, con los carros en que corrían, hasta la meta misma, y que allí
revolviesen los caballos sin tocarla. Para esto se necesitaba grao destreza y
pujanza.
V. 5. Palma nobilis… La gloriosa victoria.
V. 7. Mobilium turba Quiritium… Cuando pata
poner fin a las disensiones que existían entre romanos y sabinos, partió Rómulo
el gobierno de Roma con el rey de Sabinia Tacio, conservó la ciudad nueva el
nombre que le había dado su fundador, pero sus habitantes tomaron el de Quirites y que era el que tenían los
habitantes de Cures, capital de los sabinos. Daban estos el nombre de Quiris (que significaba pica en la
lengua de su país) a una divinidad representada bajo la figura de esta arma, y
de que los romanos adoptaron también el culto. Por lo demás, es difícil
calificar con mas verdad, nobleza y laconismo que lo hace aquí Horacio, a un
pueblo inquieto y celoso de sus privilegios. La denominación de mobiles (inestables o veleidosos) hace
muy buen efecto al lado de turba.
V. 8. Tergeminis honoribus… Minelio, despues
de Turnebo, dice sobre este lugar: Honoribus
amplissimis et maximis. Sinecdoche finiti numeri pro infinito. Frecuentemente
en efecto las calificaciones de geminus,
tergerminus y septemgeminus se empleaban entre los antiguos como sinónimas de grandes.
V. 10. Lybieis. Hubo quien apoyado en la autoridad
de d’Anville, pretendió que la Libia abrazaba el Sahara, o desierto de
Berbería, y una parte de la Nigricia y de la alta Guinea. Otros creyeron que
comprendía particularmente el territorio que media entre Egipto y Trípoli,
prolongándose bastante al sur. Este país era muy fértil en granos, de que
alguna vez se abasteció Roma; circunstancia que no era aplicable a la parte más
occidental, cuya ciudad principal era Nigira, que es la Ghana de hoy.
V. 12. Attalicis conditionibus. Fue Átalo un
riquísimo rey de Pérgamo. Sus riquezas pasaron en proverbio. Attalica conditio (la condición de Átalo) quiere decir « su situación, su estado, su riqueza ». Otros pretenden
que la palabra conditio alude aquí a
las condiciones ventajosas, que por razón de sus riquezas ponía Átalo en sus
contratos, o al alto precio que pagaba por las cosas que deseaba adquirir.
V. 13. Trabe Cypria. Por cualquier nave, como después
mare Myrtoum por cualquier mar. Por
lo demás Chipre es una isla del archipiélago, y el mar Mírtoo era una parte de
este archipiélago mismo, a la cual dio verosímilmente su nombre la pequeña isla
de Mirtos, si ya no es que al mar y a la isla les dio el suyo Mirtilo, a quien,
según las tradiciones mitológicas, ahogó Pelope en aquellas aguas.
V. 15. Icariis fluctibus. Parte del mismo
archipiélago, a quien dio su nombre Ícaro, hijo de Dédalo.
Africum. Ábrego, por cualquier viento, como
antes trabe Cypria, mare Myrtoum, Icariis fluctibus, y después pocula
Massici y Marsus aper, por
cualquiera nave, mar, vino, etc. Horacio gusta de contraer las calificaciones,
de acercar los objetos, y si es lícito expresarse así, de hacerlos tangibles.
V. 19. Massici.
El monte Másico en Campania producía excelentes vinos.
V. 20. Nec
partem etc. El sentido es : «hay quien gusta sobre todo de destinar a los
placeres la parte del día que puede robar a sus ocupaciones ». Véase la nota al
V. 7 de la oda séptima del segundo libro. Solido
demere de die, es algo cacofónico.
V. 28. Seu rupit teretes. El jesuita Sanadon
hizo sobre este pasaje una observación, que tiene todas las apariencias de
justa. « Se empleaban perros, dice, para hacer caer al jabalí en las redes, y
Horacio dijo en la oda Beatus ille,
Aut trudit acres hiñe et hinc multa cane
Apros in obstantes plagas.
Si el jabalí
rompió su red, se acabó la cacería, y al cazador no le quedaba más que el pesar
de que se le escapase el animal; y si había de perseguirle en el bosque, era
inútil tenderle redes. Rupit está
aquí pues por irrupit. Cayó en la red, no, se escapó de la red ». Yo he creído deber adoptar esta explicación.
Marsus aper. Eran los monos unas tribus del país
que hoy se llama Abruzo, en cuyos bosques frondosos se criaban feroces
jabalíes.
V. 29. Te doctarum. Este es uno de los pasajes más
difíciles de Horacio; y no obstante, apenas uno o dos de sus comentadores o
traductores se hicieron cargo de las diferentes dificultades que presenta.
Todos, durante siglos, leyeron en este verso me, en lugar de te, sin
advertir que con esta lección hacían decir al poeta: « A mí la yedra, premio de doctas frentes, me confunde o iguala con
los dioses soberanos ». Sí ningún hombre regular se permitió jamás tan pueril y
absurda jactancia, a nadie pudo imputársele con menos apariencia de razón, que
a un gran poeta, que dirigiendo una composición, destinada a encabezar la
colección de sus obras, a un protector ilustrado y generoso, tenía necesidad de
captarse su benevolencia, por la exactitud de las ideas y la conveniencia de la
expresión. Usando aquí Horacio de la que sus editores le atribuyen, no sólo
habría atropellado, como hombre, los miramientos con que el decoro y la
urbanidad exigían que tratase a Mecenas, sino que habría incurrido como
escritor, en faltas de coherencia y de orden, propias para destruir el
prestigio de que pretendía rodearse. En efecto enlazando la idea contenida en
el verso sobre que discurro, con las espesadas en el pasaje entero, el tenor de
todo él sería el siguiente: « A mí la
yedra me mezcla con los dioses soberanos; a mí el bosque umbroso me separa del
vulgo. Si tú me cuentas entre los poetas líricos, tocaré con mi frente a las
estrellas ». Así, se encontraría repetido tres veces en ocho versos el
mismo pensamiento, y contra todas las reglas del gusto, y de la lógica, se
repetiría en gradación descendente, puesto que es mucho menos separarse del
vulgo que igualarse a los dioses, y que el que ya se confundió con ellos no
necesitaba el voto de Mecenas ni el de nadie, para tocar con su frente a las estrellas. Estos cargos, que no tienen
medio de desvanecer los que leen me
en este pasaje, se desvanecen por sí mismos, leyendo te, con cuya sustitución las ideas aparecen exactas y oportunas, y además
conveniente y elegantemente enlazadas. Horacio dijo entonces : « Unos se esfuerzan
por ganar el premio de los juegos Olímpicos ; otros por obtener el favor
popular; estos buscan las riquezas corriendo los mares; aquellos cultivando los
campos ; unos gustan de combates, otras, de cacerías; a ti la yedra te iguala a los dioses ; a mí la flauta de Euterpe y el laúd de Polimnia me separan del vulgo, y aun quizá podré
seguirte o igualarte, y tocaré con mi
frente a las estrellas, si te dignas darme un lugar entre los poetas
líricos ». Movido sin duda por estas consideraciones, de que hubo de sospechar
la importancia, Rutgers leyó aquí te,
en lugar de me; y es asombroso que de
todos los editores posteriores sólo hayan adoptado esta variante, que consiste
en la sustitución de una sola letra, Valart, Gargallo, y otros dos o tres.
La variante que
indico no sirve sin embargo más que para explicar el verso sobre que discurro,
pero quedan aún por resolver otras dificultades que ofrece el conjunto del pasaje.
« A mí, dice el poeta, el bosque sombrío y los coros de los Sátiros y las
Ninfas me separan del vulgo, si no me niegan Euterpe su flauta, y Polimnia la
lira de Lesbos ». Pero ¿qué tiene que ver esta Musa con esta lira? No entraba
en las atribuciones da Polimnia pulsar el laúd lesbio, esto es, el de Safo y
Alceo, ni era por otra parte propia la lira de este vigoroso poeta para
acompañar el canto destinado a celebrar objetos tan livianos, como bosques sombríos
y bailes de ninfas y de sátiros. ¿Qué es pues lo que quiso decir Horacio? Por
mí creo que Euterpe y Polimnia significan aquí todas o cualesquiera Musas, como
antes mare Myrtoum y trabe Cypria, significaban todo o
cualquiera mar, toda o cualquiera nave. Creo igualmente que la frase « el
bosque sombrío y las danzas de los sátiros y ninfas me separan del vulgo »,
equivale a « yo me haré superior al vulgo, celebrando o cantando estos objetos »;
y esta interpretación ya parece que la adivinaron los antiguos gramáticos Acrón
y Porfirio, diciendo el primero, materiam
ipsam carminis pro laude posuit, y el segundo, per ea egregiam gloriam dicit consegui, de quibus canit. El sentido
será pues, « mientras tú, coronado de yedra te levantas al cielo, yo me
distinguiré de los hombres vulgares, cantando con el favor de las Musas,
soledades amenas y alegres danzas ». Trabajo cuesta concebir que no se haya
aclarado antes este embrollado pasaje.
V. 31. Nympharum… La mitología inventó ninfas
de muchas especies; las había celestes y terrestres, y estas últimas se
dividían en ninfas de bosques, de ríos y de mares, y eran respectivamente
designadas con los nombres de Dríadas, Náyades y Nereidas. Cada una de las
divinidades superiores tenía sus ninfas, que eran como las damas de su corte.
Hacíanselas ofrendas, reputadas como un homenaje al numen de quien dependían, y
consistían éstas por lo común en leche y en miel, emblemas de la dulzura. Sin duda
se pretendía mostrar con esto, que debía ser benéfico y suave todo lo que
rodease a los dioses.
Satyris… Semidioses campestres, que tenían
medio cuerpo de hombre y medio de cabra. Quizá fueron en su origen el símbolo
de los hombres bozales de la primera edad del mundo, de los cuales se podía
decir con razón que tenían tanto de bestias como de racionales. La mitología
que divinizó el poder, la sabiduría, la hermosura, el valor, y en general todas
las altas cualidades que pueden distinguir a los hombres, divinizó también la necesidad que los arrastra, el furor que los extravía, el dinero que los deslumbra, las pasiones
buenas como las malas, y en fin la mayor parte de las influencias a que están sujetos.
Las más de estas místicas creaciones tenían un sentido oculto, una intención
particular, que perdida la huella de su origen, no se revela hoy a los que no
la escudriñan, como no se comprenden sino por inteligencias superiores, otros
hechos y personificaciones de la misma especie, consagrados por las creencias
religiosas de todos los pueblos. Verosímilmente la mitología creando los
sátiros, entendió personificar la infancia grosera de las sociedades, así como
señalar los pasos que fue dando lentamente la especie humana en la carrera de
la civilización, por las cualidades que fue sucesivamente atribuyendo a sus
héroes, a sus dioses y a sus demás creaciones alegóricas.
V. 33. Euterpe… Polyhymnia… Dos de las nueve Musas. Estas divinidades mitológicas
no fueron en la antigüedad sino la personificación de las cualidades del
espíritu que más distinguen a los hombres, o que los hacen más capaces de
recibir inspiraciones elevadas. La mitología hizo a las Musas hijas de Júpiter,
rey de los dioses, y de Mnemosina, diosa de la memoria; con lo cual quiso sin
duda significar, que se necesitaba poderosa inteligencia y vasta retentiva para
concebir y expresar grandes ideas. Siendo tan varios los modos de ejercer
aquellas facultades, como los objetos a que ellas pueden aplicarse, se atribuyó
naturalmente a cada una de las divinidades que presidía a su ejercicio, una
incumbencia especial y determinada, y se indicó así la conveniencia de que se
limitase a una sola profesión el que aspirase a sobresalir en alguna. A Clío se
encomendó particularmente la historia, a Euterpe la música, a Talía la comedia,
la tragedia a Melpómene, el baile a Terpsícore, la poesía amorosa a Erato, la
heroica a Calíope, la retórica a Polimnia, y la astronomía a Urania. Los
nombres que se dieron a estas divinidades, y los atributos con que el pincel y el
cincel las representaron en lienzos y mármoles, indicaron desde luego los
límites de su dominio, o sea la naturaleza de sus inspiraciones. Así, por
ejemplo, Erato tomó su nombre de eros
(amor), Urania de ouranos (cielo), y
origen análogo tienen los nombres de las otras. Llamóselas hermanas para
denotar el enlace que tienen todos los conocimientos humanos, o ya, la
fraternidad que debe reinar entre los hombres que los cultivan. Se las supuso
habitantes de un monte retirado y solitario, queriendo significar que para
dedicarse con fruto a la meditación convenía retirarse del bullicio de las
grandes poblaciones. En fin, se las supuso vírgenes, para recomendar la pureza
de costumbres, que tan necesaria es a los que se consagran al estudio de las
ciencias y de las letras.
V. 34. Lesboum barbiton. La lira de Alceo y
Safo, naturales de Lesbos, una de las islas del mar Egeo, que es hoy la de
Mitilene, en el archipiélago.