EL
DESDICHADO
Je suis le ténébreux, — le veuf —
l’inconsolé,
Le prince d’Aquitaine à la tour abolie :
Ma seule étoile est morte, — et mon luth
constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.
Dans la nuit du tombeau, toi qui m’as
consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer
d’Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon cœur
désolé,
Et la treille où le pampre à la rose
s’allie.
Suis-je Amour ou Phébus ?... Lusignan ou
Biron ?
Mon front est rouge encor du baiser de
la reine ;
J ’ai rêvé dans la grotte où nage la sirène...
Et j’ai deux fois vainqueur traversé
l’Achéron :
Modulant tour à tour sur la lyre
d’Orphée
Les soupirs de la sainte et les cris de
la fée.
Primera versión.
Yo soy el tenebroso —el viudo— el sin consuelo,
Príncipe de Aquitania de la torre abolida,
Murió mi sola estrella —mi laúd constelado
Ostenta el negro Sol de la Melancolía.
Tú que me has consolado de la tumba y su noche
El Pausílipo dame, la mar de Italia vuélveme,
La flor que amaba tanto mi desolado espíritu,
La parra donde el pámpano a la rosa se alía.
¿Soy el Amor o Febo?, ¿Lusignan o Birón?;
Roja mi frente está del beso de la reina;
Soñé en la gruta donde nadaba la sirena,
Traspasé el Aqueronte, vencedor por dos veces,
Y la lira de Orfeo he pulsado alternando
Suspiros de la santa con los gritos del hada.
Segunda versión.
Yo soy el tenebroso —el viudo— el desolado,
Príncipe de Aquitania de la torre hoy baldía,
Murió mi sola estrella —mi laúd constelado
Ostenta el negro Sol de la Melancolía.
Tú que en la noche tumularia me has consolado
el Pausílipo vuélveme, la mar que lo ceñía,
la flor que amaba tanto mi espíritu enlutado,
la parra donde el pámpano a la rosa se alía.
¿Soy Lusiñán, Biron? ¿Soy Apolo o soy Eros?
el beso de la reina tornó aurora mi frente;
en tu gruta, sirena, manó el sueño veneros.
El Aquerón vencí dos veces, dos la nada,
y en la lira de Orfeo pulsé alternadamente
el llanto de la santa, los clamores del hada.
MYRTHO
Je pense à toi, Myrtho, divine
enchanteresse,
Au Pausilippe altier, de mille feux
brillants,
À ton front inondé des clartés d
’Orient,
Aux raisins noirs mêlés avec l’or de ta
tresse.
C’est dans ta coupe aussi que j’avais bu
l’ivresse,
Et dans l’éclair furtif de ton œil
souriant,
Quand aux pieds d ’Iacchus on me voyait
priant,
Car la Muse m’a fait l’un des fils de la
Grèce.
Je sais pourquoi là-bas le volcan s’est
rouvert...
C’est qu’hier tu l’avais touché d’un
pied agile,
Et de cendres soudain l’horizon s’est
couvert.
Depuis qu’un duc normand brisa tes dieux
d’argile,
Toujours, sous les rameaux du laurier de
Virgile,
Le pâle Hortensia s’unit au Myrthe vert
!
***
Mirto, yo pienso en ti, divina encantadora,
En Pausílipo altivo, jardín resplandeciente,
En tu rostro que baña la claridad de Oriente,
En tu trenza solar que negras uvas dora.
En tu copa bebí la ebriedad de la hora
Y en el fugaz relámpago de tu ojo sonriente,
Cuando a los pies de Iaco me inclinaba ferviente:
Soy hijo, por la Musa, de Grecia y de la Aurora.
Yo sé por qué el volcán su cicatriz ha abierto...
Tú lo rozaste apenas, ayer, con pie liviano,
Y de cenizas súbitas quedó el cielo cubierto.
Quebró un duque normando tus deidades de arcilla:
Y al verde mirto besa, bajo el laurel pagano,
Desde entonces la hortensia, pálida maravilla.
DELFICA
La connais-tu, Dafné, cette ancienne
romance,
Au pied du sycomore, ou sous les
lauriers blancs,
Sous l’olivier, le myrtbe ou les saules
tremblants,
Cette chanson d’amour... qui toujours
recommence !
Reconnais-tu le TEMPLE, au péristyle
immense,
Et les citrons amers où s’imprimaient
tes dents ?
Et la grotte, fatale aux hôtes
imprudents,
Où du dragon vaincu dort l’antique
semence.
Ils reviendront ces dieux que tu pleures
toujours !
Le temps va ramener l’ordre des anciens
jours ;
La terre a tressailli d’un souffle
prophétique...
Cependant la sibylle au visage latin
Est endormie encor sous l’arc de
Constantin :
— Et rien n’a dérangé le sévère
portique.
***
Ultima Cumaei
venit jam carminis aetas.
Primera versión.
Dafne, ¿tú la conoces, esa antigua romanza,
Bajo el blanco laurel, o al pie del sicomoro,
Bajo el olivo, el mirto, los saúces temblantes,
Esa canción de amor que siempre recomienza?
¿Reconoces el Templo de inmenso peristilo,
Los amargos limones marcados por tus dientes,
Y la gruta, fatal a imprudentes intrusos,
Que esconde la simiente del vencido dragón?
¡Volverán esos dioses que tú lloras perdidos!
De la mano del tiempo vuelven los viejos días,
Un profético soplo la tierra ha estremecido...
Mas todavía, bajo el arco de Constantino,
La sibila de rostro latino está dormida.
Y nada turba aún al pórtico severo.
Segunda versión.
Dafne, ¿tú la recuerdas, la canción repetida
Bajo el blanco laurel, o al pie del sicomoro,
Bajo el olivo, el mirto, el saúz y su lloro,
Esa canción de amor, siempre recién nacida?
¿Reconoces el Templo, la piedra en luz ungida,
La marca de tus dientes en el limón de oro
Y la gruta, al intruso funesta, y su tesoro:
El semen del dragón en su entraña dormida?
¡Los tiempos resucitan, vuelven los viejos días!
Esos dioses que lloras tendrán forma visible,
Sobre la tierra soplan antiguas profecías.
Mas nada ha perturbado al pórtico impasible.
Dormida bajo el arco imperial de Constantino
Calla aún la sibila de semblante latino.
ARTÉMIS
La Treizième revient... c’est encor la
première ;
Et c’est toujours la seule, — ou c’est
le seul moment :
Car es-tu reine, ô toi ! la première ou
dernière ?
Es-tu roi, toi le seul ou le dernier
amant ?...
Aimez qui vous aima du berceau dans la
bière ;
Celle que j’aimai seul m’aime encor
tendrement :
C’est la mort — ou la morte... Ô délice
! ô tourment !
La rose qu’elle tient c’est la Rose
trémière.
Sainte napolitaine aux mains pleines de
feux,
Rose au cœur violet, fleur de sainte
Gudule :
As-tu trouvé ta croix dans le désert des
deux ?
Roses blanches, tombez ! vous insultez
nos dieux :
Tombez fantômes blancs de votre ciel qui
brûle :
— La sainte de l'abîme est plus sainte à
mes yeux !
***
Primera versión.
Vuelve otra vez la Trece —¡y es aún la Primera!
Y es la única siempre —¿o es el solo momento?
¿Dime, Reina, tú eres la primera o la última?
¿Tú eres, Rey, el último?, ¿eres el solo amante?
Amad a la que os ama de la cuna a la tumba,
Aún, tierna, me ama la que yo sólo amaba,
Es la Muerte —o la Muerta—, ¡oh delicia, oh tormento!
El ramo entre sus brazos son rosas Malva rosa.
Santa napolitana de manos encendidas,
Flor de Santa Gudula de corazón morado,
¿Encontraste tu cruz en el cielo desierto?
Rosas blancas, ¡caed! —insultáis nuestros dioses,
Caed, blancos fantasmas, de vuestro cielo en lumbre,
¡Es más santa a mis ojos la santa del abismo!
Segunda versión.
Vuelve otra vez la Trece —¡y es aún la Primera!
Y es la única siempre —¿o es el único instante?
¿Dime, Reina, tú eres la inicial o postrera?
¿Tú eres, Rey, el último?, ¿eres el solo amante?
Amad a la que vuelve la muerte nacimiento,
Aquella que yo amaba por siempre es ya mi esposa,
Es la Muerte —o la Muerta— ¡oh delicia, oh tormento!
Florece entre sus brazos la regia Malva rosa.
Santa napolitana de manos como flamas,
Flor de entrañas violáceas, rosa de soledades,
¿Encontraste tu cruz en el cielo desierto?
¡Caed, blancos fantasmas, de vuestro cielo en llamas!
Rosas blancas, ¡caed! —insultáis mis deidades.
Más santa es la que surge del abismo entreabierto.
Traducción de OCTAVIO PAZ.
Versiones y diversiones, México, 1973.