La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina publicada en Basilea en 1569, es, muy probablemente, uno de los monumentos más desconocidos de la literatura española del Siglo de Oro. Ampliamente corregida por Cipriano de Valera en 1602 (con criterio más teológico y pastoral que literario), es esta última versión (Reina-Valera) la que pasó a la posteridad, como la Biblia protestante por antonomasia de la lengua española. Para estas entradas, recuperamos el texto del ejemplar facsimilar de la edición original que posee la Biblioteca de Princeton, disponible en el imprescindible Internet Archive.
EL LIBRO DE LOS CANTARES
DE
SALOMÓN
Argumento
sobre todo el libro.
Es un perpetuo diálogo entre la Iglesia Cristiana y su esposo Cristo,
en que ella con palabras llenas de afectuosísimo amor declara la grandeza,
dignidad y hermosura de su Esposo, y los bienes y riquezas de limpieza y
enseñamiento divino que de él tiene, y él ansimismo con palabras no menos
afectuosas canta el origen, gracias, partes y particularidades de su Esposa; lo
uno y lo otro, por alegorías y semejanzas de cosas al primer parecer, unas
absurdas, otras poco honestas, mas en la verdad tales y tan propias que el con
espíritu de Dios entendiere sobre qué condición de la figura se asienta la
semejanza de lo figurado, verá en ellas pintada al vivo toda la naturaleza,
ingenio y suerte del reino de Cristo su Rey, con sus vivos colores, su origen,
sus progresos, su hermosura, sus oficios, sus caídas, sus castigos, sus
combates, sus aflicciones, sus victorias y sus triunfos. A lo cual, si el
lector fuere atento, lo que a la primera vista le podría parecer absurdo o
obsceno, lo hallara proprísimo, elegantísimo y, por otra parte, lleno de
celestial enseñamiento y de singular edificación, mayormente si Dios le hiciere
tan singular merced de darle vivo afecto con que sintiéndose acariciar él
también de aquel ardiente y infinito amor del Esposo, sienta también despertar
en sí aquellos deseos y sospiros tan sin fatiga de la Esposa; y aquel
habilitarse a dejar su cama en mitad de la noche, y ensuciar sus pies, y dejar
su ropa en manos de los ladrones nocturnos, que tienen nombres de guardas del
mundo, y ser remesado y apaleado de ellos por buscar y al fin hallar al amado
Amador que, cobrado, recompensa infinitamente todas estas pérdidas y deshonras,
y consuela de consuelo eterno todos estos momentáneos dolores.
Cuanto a lo que la historia, o figura, toca, verisímil cosa es haber
sido la ocasión de esta canción los amores y casamiento de Salomón con la hija
del rey de Egipto (lo cual aun no cuadra mal con el desposorio de Cristo con su
Iglesia), mas lo absurdo de las comparaciones al parecer, los sucesos de
aflicción de la Esposa con otras muchas cosas que en el discurso del libro se
pueden observar, muestran claro que otra cosa más alta y muy diferente es lo
que aquí se pretende, y singularmente lo que se entremete de la Viña de Salomón
ansí en el medio del libro, como al cabo, donde parece que en otra nueva
alegoría, y muy usada en la Escritura en el mismo propósito, se suma a todo el
intento.
CAPÍTULO I
1 Canción de canciones de Salomón.
2 ¡Oh, si me besase de besos de su boca; porque mejores
son tus amores que el vino!
3 Por el olor de tus suaves ungüentos, ungüento
derramado es tu nombre: por tanto las mozas te amaron.
4 Tírame en pos de ti, correremos. Metiome el rey en
sus cámaras; gozarnos hemos y alegrarnos hemos en ti; acordarnos hemos de tus
amores más que del vino. Los rectos te aman.
5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, mas de codiciar,
como las cabañas de Cedar, como las tiendas de Salomón.
6 No miréis en que soy morena, porque el sol me
miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí, hiciéronme guarda de viñas, y
mi viña, que era mía, no guardé.
7 Hazme saber, oh tú a quien mi alma ama, dónde repastas,
dónde haces tener majada al mediodía; porque, ¿por qué seré como la que se
aparta hacia los rebaños de tus compañeros?
8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
salte por los rastros del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas
de los pastores.
9 A una de las yeguas de los carros de Faraón te he
comparado, oh amiga mía.
10 Hermosas son tus mejillas entre los zarcillos, tu
cuello entre los collares.
11 Zarcillos de oro te haremos, con clavos de plata.
12 Mientras que el rey estaba en su recostadero, mi espique
dio su olor.
13 Mi amado es para mí un manojico de mirra, que
reposará entre mis tetas.
14 Racimo de Cofer en las viñas de Engadi es para mí
mi amado.
15 He aquí que tú eres hermosa, oh compañera mía; he
aquí que eres hermosa; tus ojos de paloma.
16 He aquí que tú eres hermoso, oh Amado mío, también
suave; también nuestro lecho florido.
17 Las vigas de nuestras casas son de cedro, las tablazones
de hayas.
CAPÍTULO II
1 Yo soy el lirio del campo y la rosa de los valles.
2 Como el lirio entre las espinas, ansí es mi compañera
entre las doncellas.
3 Como el manzano entre los árboles monteses, ansí
es mi Amado entre los mancebos; debajo de su sombra deseé sentarme, y me
asenté, y su fruto ha sido dulce a mi paladar.
4 Trújome a la cámara del vino, y su bandera de amor
puso sobre mí.
5 Sustentadme con frascos de vino, esforzadme con
manzanas; porque estoy enferma de amor.
6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su
derecha me abrace.
7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por las
gamas y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al Amor
hasta que él quiera.
8 ¡La voz de mi Amado! He aquí que éste viene
saltando sobre los montes, saltando sobre los collados.
9 Mi Amado es semejante al gamo, o al cabrito de los
ciervos. Helo aquí, está detrás de nuestra pared, mirando por las ventanas,
mostrándose por las rejas.
10 Mi Amado habló, y me dijo: Levántate, oh
compañera mía, hermosa mía, y vente.
11 Porque he aquí ha pasado el invierno, la lluvia se
ha mudado y se fue.
12 Las flores se han mostrado en la tierra, el
tiempo de la canción es venido, y voz de tórtola se ha oído en nuestra región.
13 La higuera ha mecido sus higos, y las vides en
cierne dieron olor; levántate, oh compañera mía, hermosa mía, y vente.
14 Paloma mía, en los agujeros de la peña, en lo
escondido de la escalera, muéstrame tu vista, hazme oír tu voz; porque tu voz
es dulce, y tu vista hermosa.
15 Tomadnos las zorras, las zorras pequeñas, que
echan a perder las viñas; mientras nuestras viñas están en cierne.
16 Mi Amado es mío, y yo suya; él apacienta entre
lirios.
17 Hasta que apunte el día, y las sombras huyan, tórnate,
oh amado mío; sé semejante al gamo, o al cabrito de los ciervos, sobre los
montes de Bether.
CAPÍTULO III
1 Las noches busqué en mi cama al que ama mi alma; busquelo,
y no lo hallé.
2 Ahora levantarme he, y rodearé por la ciudad; por
las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma. Busquelo, y no lo
hallé.
3 Halláronme las guardas que rodean la ciudad:
¿Habéis visto al que ama mi alma?
4 Pasando de ellos un poco, hallé luego al que ama mi
alma; trabé de él, y no lo dejé, hasta que lo metí en casa de mi madre, y a la
cámara de la que me engendró.
5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por las
gamas o por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al Amor,
hasta que él quiera.
6 ¿Quién es ésta que sube del desierto como varas de
humo, sahumada de mirra y de incienso, y de todos polvos aromáticos?
7 He aquí que la cama de Salomón sesenta fuertes la cercan,
de los fuertes de Israel.
8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
cada uno su cuchillo sobre su muslo por los temores de la noche.
9 El rey Salomón se hizo un tálamo de madera del
Líbano.
10 Sus colunas hizo de plata, su solado de oro, su
cielo de grana, lo de dentro solado de amor por las doncellas de Jerusalén.
11 Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomón
con la corona con que le coronó su madre el día de su desposorio, y el día del
gozo de su corazón.