Su versión de uno de los más memorables sonetos de Joachim du Bellay bien merece figurar al lado de la que hiciera el gran Quevedo.
Nouveau venu...
Nouveau venu, qui cherches Rome en Rome
Et rien de Rome en Rome n'aperçois,
Ces vieux palais, ces vieux arcs que tu vois,
Et ces vieux murs, c'est ce que Rome on nomme.
Vois quel orgueil, quelle ruine : et comme
Celle qui mit le monde sous ses lois,
Pour dompter tout, se dompta quelquefois,
Et devint proie au temps, qui tout consomme.
Rome de Rome est le seul monument,
Et Rome Rome a vaincu seulement.
Le Tibre seul, qui vers la mer s'enfuit,
Reste de Rome. O mondaine inconstance!
Ce qui est ferme, est par le temps détruit,
Et ce qui fuit, au temps fait résistance.
A Roma sepultada en sus ruinas
Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí propio el Aventino.
Yace, donde reinaba, el Palatino;
y limadas del tiempo las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.
Sólo el Tibre quedó, cuya corriente
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.
¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura.
A Roma en Roma buscas...
A Roma en Roma buscas, oh extranjero,
Mas ya nada de Roma en Roma existe,
Los viejos muros que entre escombros viste
Es lo que llama Roma el mundo entero.
Cuánto orgullo entre ruinas prisionero,
Tú, que al mundo tus leyes impusiste,
Para vencerlo todo, te venciste,
Y el tiempo te consume en su brasero.
Túmulo es Roma, a Roma misma alzado,
A Roma sólo Roma ha sojuzgado,
Y, oh vaivén mundanal, sólo subsiste
De Roma, el Tíber que a lo lejos huye,
El tiempo lo que es firme lo destruye,
Y sólo lo que huye le resiste.
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