domingo, 30 de mayo de 2010

Sor Juana Inés de la Cruz: Detente sombra de mi bien esquivo...



SONETO

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.


SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ




SONNET

Arrête-toi, ombre de mon bien cruel,
image du sortilège que je préfère,
belle illusion pour qui je meurs joyeuse,
douce fiction pour qui je vis en peine.

Si à l'aimant tout puissant de tes grâces
ma poitrine sert d'obéissant acier,
pourquoi me parler d'amour flatteur
si après tu dois fugitif me tromper ?

Mais tu ne peux pas tirer gloire, satisfait,
de ce que triomphe en moi ta tyrannie :
car même si tu défaisais le lien étroit

qui ceignait ta forme fantastique,
peu importe échapper aux bras et poitrine
si mon imagination te forge une prison.

Traducción de  FRÉDÉRIC MAGNE (Editions La Délirante, 1987)

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sábado, 29 de mayo de 2010

Paul Morand: Oda a Marcel Proust

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Ode à Marcel Proust


Ombre
née de la fumée de vos fumigations,
le visage et la voix
mangés
par l’usage de la nuit
Céleste,
avec sa vigueur, douce, me trempe dans le jus noir
de votre chambre
qui sent le bouchon tiède et la cheminée morte.


Derrière l’écran des cahiers,
sous la lampe blonde et poisseuse comme une confiture,
votre visage gît sous un traversin de craie.
Vous me tendez des mains gantées de filoselle ;
silencieusement votre barbe repousse
au fond de vos joues.
Je dis :
—Vous avez l’air d’aller fort bien.
Vous répondez :
—Cher ami, j’ai failli mourir trois fois dans la journée.
Vos fenêtres à tout jamais fermées
vous refusent au boulevard Haussmann
rempli à pleins bords,
comme une auge brillante,
du fracas de tôle des tramways.
Peut-être n’avez-vous jamais vu le soleil ?
Mais vous l’avez reconstitué, comme Lemoine, si véridique,
que vos arbres fruitiers dans la nuit
ont donné leurs fleurs.
Votre nuit n’est pas notre nuit :
C’est plein des lueurs blanches
des catleyas et des robes d’Odette,
cristaux des flûtes, des lustres
et des jabots tuyautés du général de Froberville.
Votre voix, blanche aussi, trace une phrase si longue
qu’on dirait qu’elle plie, alors que comme un malade
sommeillant qui se plaint,
vous dites : qu’on vous a fait un énorme chagrin.


Proust, à quels raouts allez-vous donc la nuit
pour en revenir avec des yeux si las et si lucides ?
Quelles frayeurs à nous interdites avez-vous connues
pour en revenir si indulgent et si bon ?
et sachant les travaux des âmes
et ce qui se passe dans les maisons,
et que l’amour fait si mal ?


Étaient-ce de si terribles veilles que vous y laissâtes
cette rose fraîcheur
du portrait de Jacques-Émile Blanche ?
et que vous voici, ce soir,
pétri de la pâleur docile des cires
mais heureux que l’on croie à votre agonie douce
de dandy gris perle et noir ?


PAUL MORAND



Oda a Marcel Proust


Sombra
nacida del humo de vuestras fumigaciones,
el rostro y la voz
roídos
por el roce de la noche,
Celeste,
con su rigor, suave, me empapa en el jugo negro
de vuestro cuarto
que huele a corcho tibio y a chimenea apagada.


Tras la pantalla de los cuadernos,
bajo la lámpara rubia y untuosa como un postre,
vuestro rostro yace sobre una almohada de tiza.
Me tendéis las manos enguantadas de filadiz;
silenciosamente vuestra barba repunta
en el fondo de vuestras mejillas.
Digo:
—Tenéis aspecto de seguir muy bien.
Respondéis:
—Querido amigo, he estado a punto de morir tres veces durante el día.
Vuestras ventanas cerradas para siempre
os rehusan al boulevard Haussmann
repleto hasta los bordes,
como un mortero brillante,
del estrépito de palastro de los tranvías.
¿Acaso nunca habéis visto el sol?
Pero lo habéis reconstruido, como Lemoine, tan verídico,
que vuestros árboles frutales en la noche
han dado flores.
Vuestra noche no es nuestra noche:
Está llena de los resplandores blancos
de las catleyas y de los trajes de Odette,
cristales de las flautas, de los candelabros suspendidos
y de las chorreras encordonadas del general de Froberville.
Vuestra voz, también blanca, traza una frase tan larga
que parece plegarse cuando, como un enfermo,
somnoliento que se queja,
decís: que se os ha causado una pena enorme.


Proust, ¿a qué saraos vais pues por la noche
para volver con los ojos tan fatigados y tan lúcidos?
¿Qué terrores a nosotros vedados habéis conocido
para volver tan indulgente y tan bueno?
¿Y sabiendo la tortura de las almas
y lo que ocurre en las casas
y que el amor daña tanto?


¿Eran veladas tan terribles que dejasteis en ellas
esa rosada frescura
del retrato de Jacques-Émile Blanche ?
¿Y que aquí estáis, esta noche,
amasado en la palidez dócil de las ceras
pero contento de que se crea en vuestra agonía suave
de dandy gris-perla y negro?


Traducción de ÁNGEL JOSÉ BATTISTESSA


Oda a Marcel Proust


Sombra
nacida del humo de sus fumigaciones,
el rostro y la voz
desgastados
por el uso de la noche,
Celeste,
con su rigor, suave, me mete en el jugo negro
de su habitación
que huele a corcho tibio y a chimenea muerta.


Tras la pantalla de los cuadernos,
bajo la lámpara rubia y pringosa como una confitura,
su rostro yace sobre una almohada de tiza.
Usted me tiende unas manos enguantadas en filoseda;
silenciosamente su barba crece
al fondo de sus mejillas.
Digo:
—Tiene usted un excelente aspecto.
Usted contesta:
—Querido amigo, hoy estuve tres veces a punto de morir.
Sus ventanas eternamente cerradas
le niegan al bulevar Haussmann
lleno hasta el borde
como un brillante abrevadero
del estruendo de chapa de los tranvías.
¿Acaso nunca ha visto usted el sol?
Pero lo ha rehecho, como Lemoine, tan verdadero,
que sus árboles frutales
han florecido en la noche.
Su noche no es nuestra noche:
está llena de los fulgores blancos
de las catleyas y de los vestidos de Odette,
los cristales de las copas, las lámparas de araña
y las chorreras encañonadas del General de Froberville.
Su voz, blanca también, traza una frase tan larga
que parece plegarse, mientras como un enfermo
adormilado que se queja,
dice: que le han causado un gran pesar.


Proust, ¿Pero de qué fiestas nocturnas
vuelve usted con estos ojos tan cansados y tan lúcidos?
¿Y qué espantos, a nosotros vetados, ha conocido
para volver tan indulgente y tan bueno,
y sabiendo las obras de las almas
y lo que ocurre dentro de las casas,
y que el amor duele tanto?


¿Tan terribles eran esos desvelos como para que perdiera
esa rosada frescura
del retrato de Jacques-Émile Blanche,
y apareciera esta noche
con la misma dócil palidez de los cirios,
pero feliz de que creamos en su dulce agonía
de dandy gris perla y negro?


Traducción de MARIE-CHRISTINE DEL CASTILLO

martes, 25 de mayo de 2010

François Villon: Balada para rezarle a Nuestra Señora

BALLADE POUR PRIER NOTRE DAME

Dame des cieulx, regente terrienne
Emperiere des infernaux paluz,
Recevez moy, vostre humble chrestienne,
Que comprinse soye entre vos esleuz,
Ce non obstant qu’oncques rien ne valuz.
Les biens de vous, ma dame et ma maistresse
Sont trop plus grans que ne suis pecheresse,
Sans lesquels biens ame ne peut merir
N’avoir les cieulx, je n’en suis jengleresse.
En ceste foy je vueil vivre et mourir.

À vostre Filz dictes que je suis sienne ;
De luy soyent mes pechiez aboluz :
Pardonne moy comme a l’Egipcienne,
Ou comme il feist au clerc Theophilus,
Lequel par vous fut quitte et absoluz,
Combien qu’il eust au diable fait promesse.
Preservez moy, que ne face jamais ce,
Vierge portant, sans rompure encourir,
Le sacrement qu’on celebre a la messe
En ceste foy je vueil vivre et mourir.

Femme je suis, povrette et ancienne,
Qui rien ne sçay ; oncques lettre ne leuz ;
Au moustier voy dont suis paroissienne
Pâradis painct, où sont harpes et luz,
Et ung enfer où damnez sont boulluz :
L’ung me fait paour, l’autre joye et liesse.
La joye avoir fais moy, haulte Deesse,
A qui pecheurs doivent tous recourir,
Comblez de foy, sans faincte ne paresse.
En ceste foy je vueil vivre et mourir.

Vous portastes, digne Vierge, princesse,
Iesus regnant, qui n’a ne fin ne cesse.
Le Tout-Puissant, prenant nostre foiblesse,
Laissa les cieulx et nous vint secourir,
Offrit a mort sa tres chiere jeunesse.
Nostre Seigneur tel est, tel le confesse.
En ceste foy je vueil vivre et mourir.


BALADA PARA REZARLE A NUESTRA SEÑORA

Dama del cielo, regente de la tierra,
Emperatriz de los pantanos infernales,
Acogedme, a mí, vuestra humilde cristiana
Que entre vuestros elegidos sea yo contada,
A pesar de que nada nunca yo he valido.
Los bienes vuestros, mi Dueña y mi Dama,
Más grandes son que todos mis pecados,
Sin ellos no hay alma que merecer pueda
Llegar a los cielos. Sincera, yo os hablo:
En esta fe quiero vivir y morir.

Decidle al Hijo vuestro que suya yo soy,
Que sean por Él mis pecados borrados.
Y vos perdonadme como a la Egipcíaca,
O como hizo Él con Teófilo el clérigo
Que gracias a vos libre fue y absuelto
Aunque con el Diablo hubiese pactado,
Que yo haga tal cosa no lo permitáis,
Virgen que portasteis sin mácula alguna
El sacramento santo que en el ara adoramos.
En esta fe quiero vivir y morir.

Mujer yo soy, pobrecita y vieja,
Que nada conozco ni nada he leído.
En la iglesia veo cuando voy a misa
Un Paraíso lleno de arpas y laúdes,
Y un infierno donde los réprobos hierven,
Uno me da espanto, gozo el otro y contento,
Haced que dicha obtenga, altísima diosa
A quien pecadores deben acudir,
Con grande fe, sin pereza ni dolo,
En esta fe quiero vivir y morir.

Virgen pura, princesa, en el seno llevasteis
A Jesús, cuyo reino fin no tiene ni pausa.
El Todopoderoso, cargando nuestras culpas,
De los cielos bajó para darnos auxilio
Y a la muerte  entregó su hermosa juventud.
Nuestro Señor Él es y así lo confieso:
En esta fe quiero vivir y morir.

Traducción de Miguel Ángel Frontán.


jueves, 20 de mayo de 2010

El Cantar de Mío Cid y Damas Hinard

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De los sos ojos tan fuerte mientre lorando... Audio


CANTAR DE MÍO CID


Poème du Cid


Pleurant très-fortement de ses yeux,
Il tournait la tête et il les regardait.
Il vit les portes ouvertes et les huis sans cadenas,
Les perchoirs vides, sans fourrures et sans manteaux,
Et sans faucons et sans autours mués.
Mon Cid soupira, car il avait maints grands soucis.
Mon Cid parla bien et avec beaucoup de mesure :
« Grâces te soient rendues, Seigneur Père qui es là-haut !
Voilà ce que m’ont valu mes méchants ennemies ! »
Alors on pense à piquer des deux, alors on lâche les brides.
À la sortie de Bivar, ils eurent la corneille à droite,
Et, en entrant à Burgos, ils l’eurent à gauche.
Mon Cid secoua les épaules et releva la tête :
« Donne-moi l’étrenne, Alvar Fañez ! car nous sommes exilés du pays. »
Mon Cid Ruy Diaz entrait à Burgos.
Il menait en sa compagnie soixante pennons.
Hommes et femmes sortent pour le voir.
Bourgeois et bourgeoises se mettent aux fenêtres.
Pleurant de leurs yeux, tant ils sont affligés,
Tous de leur bouche disaient les mêmes paroles :
« Dieu ! quel bon vassal, s’il avait un bon seigneur ! »
Ils l’inviteraient volontiers ; mais nul n’osait,
Tant du roi don Alphonse était grande la colère.
Avant la nuit à Burgos était arrivée sa charte,
Avec grande précaution et fortement scellée :
« Que, à Mon Cid Ruy Diaz, personne ne lui donnât asile ;
Et que celui qui le lui donnerait sût une vraie parole,
Qu’il perdrait ses biens et, de plus, les yeux du visage,
Et encore, en outre, le corps et l’âme. »
La gent chrétienne était fort affligée.
Ils se cachent de Mon Cid, car ils n’osent lui rien dire.
Le Campéador se dirigea vers son logis.
En arrivant à la porte, il la trouva bien fermée,
Par crainte du roi Alphonse qui l’avait ainsi disposé :
Que, s’il ne la brisait par force, personne ne la lui ouvrît.
Ceux de Mon Cid appellent à grands cris :
Ceux du dedans ne leur voulaient point répondre.
Mon Cid piqua des deux et s’avança vers la porte ;
Il tira le pied de l’étrier, et contre la porte donna un coup.
La porte ne s’ouvrit pas, car elle était bien fermée.
Une petite fille de neuf ans s’arrêta devant ses yeux :
« Déjà, Caméador, en bonne heure vous avez ceint l’épée.
Le roi l’a défendu ; aujourd’hui est arrivée sa charte,
Avec grande précaution et fortement scellée.
Nous n’oserions vous ouvrir, ni vous accueillir pour rien au monde ;
Sans quoi nous perdrions les biens et les maisons,
Et, de plus, les yeux du visage.
Cid, à notre mal vous ne gagneriez rien.
Mais que le Créateur vous protège ainsi que toutes ses Vertus saintes ! »
Ainsi parla la jeune fille, et elle s’en retourna vers sa maison.


Traducción de JEAN JOSEPH DAMAS HINARD



From his eyes so sorely weeping,
he turned his head and was looking at them,
he saw open gates and doors without locks,
empty hangers, without furs or mantles
and without falcons or molted goshawks.
My Cid sighed, for he had many grave concerns,
my Cid spoke well and so measuredly,
-Thanks to you, Lord, Father who are on high,
this my evil enemies have brought upon me.-
There they set spur, there they slacken the reins,
upon exiting Vivar they saw the crow fly on their right,
and upon entering Burgos they saw it on their left.
My Cid shrugged his shoulders and shook his head,
-¡Good news, Álvar Fáñez, for we are banished from this land!-
My Cid Ruy Díaz entered Burgos,
in his company sixty pennons, women and men came out to see him,
burghers, men and women, are at their windows,
weeping from their eyes, they felt such sorrow,
from their mouths all said one thing,
-¡God, what a good vassal, if he had a good lord!-
They would welcome him gladly, but none dared,
King don Alfonso had such terrible anger,
before nightfall, his letter entered Burgos,
with much precaution and heavily sealed,
that no one give lodging to my Cid Ruy Díaz,
and that whosoever might give it to him know verily,
that he would lose his possessions and also the eyes from his face,
and even their bodies and their souls.
The Christian people have great sorrow,
they hide from my Cid, for they dare not say anything to him.
The Campeador headed for his lodgings,
as he arrived at the door, he found it securely locked,
for fear of King Alfonso, for so they had agreed,
that if he did not break it by force, that no one open it for him.
The Cid's men call out loudly,
those within would not respond.
My Cid rode up, he came to the door,
he drew his foot from the stirrup, he gave it a kick,
the door doesn't open, for it was heavily secured.
A girl of nine years came into view,
-Oh Campeador, in a fortunate hour you girded sword,
the king has forbidden it, last night his letter arrived
with much precaution and heavily sealed.
We dare not open up or take you in for anything,
or else, we would lose our possessions and our houses
and even the eyes from our faces.
Cid, in our suffering you gain nothing,
but may God help you with all his holy powers.-
This the girl said and returned to her house.


English Version



miércoles, 19 de mayo de 2010

Paul Morand y Ángel José Battistessa


Le chant de Charing Cross

Angleterre,
joyau de houille serti de craie,
couvert d'herbe, coupé de haies,
de fleuves lents que meut le pouls de la marée aux estuaires en forme de conque,
versant ton labeur manufacturé à la mer,
de ruisseaux difficiles où sautent les saumons,
villes visitées des mouettes stridentes, éparses
comme les lettres jetées au vent,
patrie du fer exact et de l'acier cultivé et des métiers à tisser,
pays des fumées grasses, charbons mouillés d'embruns, mâchefers, scories,
perspectives de briques livides,
inutiles jardins succombant sous les taxes,
dimanches pluvieux que dore la Genèse,
nuits sans étoiles dont les noires moissons tombent sous la faux des phares,
nous connaissions tout cela;
nous nous contentions de ton son mat,
nous mangions dans les grands journaux comme à des mangeoires remplies de faits,
nous savions que ton amitié nous donnerait la mer,
vivant tissu que trament les hélices,
les banknotes de soie,
les forts flottants,
les câbles dociles, sensibles, oxydés,
enfin la victoire au goût de sel
que tes hommes portent sur leur visage au menton certain,
mais nous ignorions ton armée tirée de ta chair de marins,
les soldats nouveaux qui ont le mouvement des vagues:
les bois des fusils sont roses,
les harnais clairs n'ont pas servi
et dans le jardin public
les vétérans d'Afghanistan expliquent le canon.
La mêlée sera magnifique:
Déjà les Maoris cuisent le maïs à l'ombres des Pyramides,
les Hindous libèrent d'une nuit d'affût dans la Flandre blonde
les Canadiens chasseurs d'ours
et les binious calédoniens réveillent les guerriers de Troie.
Viennent les grands accords de l'artillerie lourde,
chante l'obus harmonieux,
vous ne connaitrez pas mieux,
ô mourants qui pressez vos gourdes.
Tombez contents:
voici venir le grand moment,
et c'est un poème de sang
que chante le vent sur les lyre de fer barbelé:

Orgues des moteurs,
dites un Requiem ardent
pour ces trépas de commerçants.

(Lampes à arc. 1914)

PAUL MORAND



El canto de Charing Cross

Inglaterra,
joya de hulla engastada de tiza,
cubierta de hierba, recortada de setos,
de ríos lentos que mueve el pulso de la marea en los estuarios en forma de concha,
que vierten su trabajo manufacturado en el mar,
de arroyos intrincados donde saltan salmones,
ciudades visitadas por gaviotas estridentes, esparcidas
como cartas arrojadas al viento,
patria del hierro exacto y del acero cultivado y de las hilanderías,
país de los humos espesos, carbones empapados en nieblas, residuos de fundición, escorias,
perspectivas de ladrillos lívidos,
inútiles jardines agobiados de impuestos,
domingos lluviosos dorados por el Génesis,
noches sin estrellas cuyas negras cosechas caen bajo la hoz de los faros,
nosotros conocíamos todo esto;
nos contentábamos con tu sonido mate,
nos alimentábamos en tus grandes periódicos como en artesas rebosantes de hechos,
sabíamos que tu amistad nos daría el mar,
urdimbre movediza tramada por las hélices,
los banknotes sedosos,
los fuertes flotantes,
los cables dóciles, sensibles, oxidados,
en fin la victoria de sabor salino
que tus hombres llevan sobre su rostro de mentón decidido,
pero ignorábamos tu ejército arrancado de tu carne de marinos,
los soldados nuevos que tienen el movimiento de las olas:
las culatas de los fusiles son rosadas
los arneses claros no han servido
y en los jardines públicos
los veteranos de Afghanistán explican el cañón.
La refriega será magnífica:
Ya los maoríes tuestan el maíz a la sombra de las Pirámides,
los hindúes se liberan de una noche de asechanzas en el Flandes rubio,
los canadienses cazadores de osos
y las cornamusas caledonias despiertan a los guerreros de Troya.
Suenen los fuertes acordes de la artillería pesada,
cante el obús armonioso,
vosotros no conoceréis nada mejor,
oh moribundos que aferráis las cantimploras.
Caed contentos:
ved llegar el instante grandioso,
y es un poema de sangre
el que entona el viento en las liras de los alambres de púas:

Órganos de los motores,
decid un Requiem ardiente
por esta hecatombe de comerciantes.

(Lampes à arc. 1914)

Traducción de ÁNGEL JOSÉ BATTISTESSA


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martes, 18 de mayo de 2010

Pedro Calderón de la Barca y Damas Hinard




Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?


Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
de este monte eminente
que arruga al sol el ceño de la frente.


Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas,
y a penas llega, cuando llega apenas.


Bien mi suerte lo dice;
mas ¿donde halló piedad un infelice?


PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA



Impétueux hippogriffe,
aussi rapide que le vent, arrête-toi !
Pourquoi, éclair sans flamme,
oiseau sans plumes, poisson sans écailles,
et quadrupède sans instinct naturel,
pourquoi donc t’emporter et t’élancer, le mors aux dents,
au milieu du confus labyrinthe
de ces rochers dépouillés ?


Arrête, te dis-je, arrête-toi sur cette montagne,
où les animaux sauvages auront aussi leur phaéton.
Pour moi je ne veux pas aller plus avant,
et terminant mon voyage
où m’a conduite le destin, désespérée,
je descends les hauteurs escarpées
de ce mont sourcilleux
qui brave le soleil.


Ô Pologne ! ce n’est pas là une attrayante hospitalité
que celle que tu m’offres, puisqu’au moment
où je mets le pied sur ton sol,
tu permets que je le rougisse de mon sang.


Hélas ! mon sort ne me promettait pas d’avantage,
et qui jamais eut pitié d’un malheureux ?


Traducción de JEAN JOSEPH DAMAS HINARD

miércoles, 12 de mayo de 2010

León Bloy y el alma de Napoleón


En réalité tout homme es symbolique et c’est dans la mesure de son symbole qu’il est un vivant. Il est vrai que cette mesure est inconnue, aussi inconnue et inconnaissable que le tissu de combinaisons infinies de la Solidarité universelle. Celui qui saurait exactement, par un prodige d’infusion, ce que pèse un individu quelconque, celui-là aurait sous les yeux, comme un planisphère, tout l’Ordre divin.

Ce que l’Église nomme la Communion des saints est un article de foi et ne peut pas être autre chose. Il faut y croire comme on croit à l’économie des insectes, aux effluves de germinal, à la voie lactée, en sachant très bien qu’on ne peut pas comprendre. Quand on s’y refuse on est un sot ou un pervers. Par l’Oraison Dominicale il est enseigné qu’il faut demander notre pain et non pas mon pain. Cela pour toute la terre et pour tous les siècles. Identité du pain de César et du pain de l’esclave. Identité mondiale de l’impétration. Équilibre mystérieux de la puissance et de la faiblesse dans la Balance où tout est pesé. Il n’y a pas un être humain capable de dire ce qu’il est avec certitude. Nul ne sait ce qu’il est venu faire en ce monde, à quoi correspondent ses actes, ses sentiments, ses pensées ; qui sont ses plus proches parmi tous les hommes, ni quel est son nom véritable, son impérissable Nom dans le registre de la Lumière. Empereur ou débardeur nul ne sait son fardeau ni sa couronne.

(L’âme de Napoléon)

LÉON BLOY



En realidad todo hombre es simbólico y es un ser viviente en la medida en que es un símbolo. Es cierto que esa medida nos es desconocida, tan desconocida e incognoscible como la trama de las combinaciones infinitas de la Solidaridad Universal. Aquél que supiera exactamente, por un prodigio infuso, lo que pesa un individuo cualquiera, podría contemplar, como en un planisferio, todo el Orden Divino.

Lo que la Iglesia llama Comunión de los Santos es un artículo de fe y no puede ser nada más que eso. Tenemos que creer en ella como creemos en la economía de los insectos, en los efluvios de germinal, en la Vía Láctea, perfectamente conscientes de que es algo imposible de entender. El que se niega a ello es un tonto o un perverso. En la Plegaria Dominical se enseña que debemos pedir nuestro pan y no mi pan. Y esto, en toda la tierra y por todos los siglos. Identidad del pan del César y del pan del esclavo. Identidad mundial de la impetración. Equilibrio misterioso de la fuerza y de la debilidad en la Balanza en que todo se pesa. No hay un solo ser humano capaz de decir, con certeza, lo que él es. Nadie sabe lo que ha venido a hacer a este mundo, a qué cosa corresponden sus actos, sus sentimientos, sus pensamientos; ni quiénes, de entre los hombres, le son más cercanos, ni cuál es su verdadero nombre, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz. Emperador o cargador, nadie sabe cuál es su fardo ni cuál es su corona.

Traducción de Miguel Ángel Frontán


sábado, 8 de mayo de 2010

Jules Supervielle: El retrato


LE PORTRAIT

Mère, je sais très mal comme l’on cherche les morts,

Je m’égare dans mon âme, ses visages escarpés,
Les ronces et ses regards.
Aide-moi à revenir
De mes horizons qu’aspirent des lèvres vertigineuses,
Aide-moi à être immobile,
Tant de gestes nous séparent, tant de lévriers cruels!
Que je penche sur la source où se forme ton silence
Dans un reflet de feuillage que ton âme fait trembler.
Ah! sur ta photographie
Je ne puis pas même voir de quel côté souffle ton regard.
Nous nous en allons pourtant, ton portrait avec moi-même,
Si condamnés l’un à l’autre
Que notre pas est semblable
Dans ce pays clandestin
Où nul ne passe que nous.
Nous montons bizarrement les côtes et les montagnes
Et jouons dans les descentes comme des blessés sans mains.
Un cierge coule chaque nuit, gicle à la face de l’aurore,
L’aurore qui tous les jours sort des draps lourds de la mort,
A demi asphyxiée,
Tardant à se reconnaître.

Je te parle durement, ma mère;

Je parle durement aux morts parce qu’il faut leur parler dur,
Debout sur des toits glissants,
Les deux mains en porte-voix et sur un ton courroucé,
Pour dominer le silence assourdissant
Qui voudrait nous séparer, nous les morts et les vivants.
J’ai de toi quelques bijoux comme des fragments de l’hiver
Qui descendent les rivières,
Ce bracelet fut de toi qui brille cri la nuit d’un coffre
En cette nuit écrasée où le croissant de la lune
Tente en vain de se lever
Et recommence toujours, prisonnier de l’impossible.

J’ai été toi si fortement, moi qui le suis si faiblement,

Et si rivés tous les deux que nous eussions dû mourir ensemble
Comme deux matelots mi-noyés, s’empêchant l’un l’autre de nager,
Se donnant des coups de pied dans les profondeurs de l’Atlantique
Où commencent les poissons aveugles
Et les horizons verticaux.

Parce que tu as été moi

Je puis regarder un jardin sans penser à autre chose,
Choisir parmi mes regards,
M’en aller à ma rencontre.
Peut-être reste-t-il encore
Un ongle de tes mains parmi les ongles de mes mains,
Un de tes cils mêlé aux miens;
Un de tes battements s’égare-t-il parmi les battements de mon cœur,
Je le reconnais entre tous
Et je sais le retenir.

Mais ton cœur bat-il encore? Tu n’as plus besoin de cœur,

Tu vis séparée de toi comme si tu étais ta propre sœur,
Ma morte de vingt-huit ans,
Me regardant de trois quarts,
Avec l’âme en équilibre et pleine de retenue.
Tu portes la même robe que rien n’usera plus,
Elle est entrée dans l’éternité avec beaucoup de douceur
Et change parfois de couleur, mais je suis seul à savoir.

Cigales de cuivre, lions de bronze, vipères d’argile,

C’est ici que rien ne respire!
Le souffle de mon mensonge
Est seuil à vivre alentour.
Et voici à mon poignet
Le pouls minéral des morts,
Celui-là que l’on entend si l’on approche le corps
Des strates du cimetière.





EL RETRATO

Madre, no sé muy bien cómo se busca a los muertos,

Me pierdo en mi alma, sus rostros escarpados,
Las zarzas y sus miradas.
Ayúdame a regresar
De mis horizontes aspirados por labios vertiginosos,
Ayúdame a estar inmóvil,
¡Tantos gestos nos separan, tantos galgos crueles!
Que me incline sobre el manantial en el que se forma tu silencio
En un reflejo de follaje que tu alma hace temblar.
¡Ah!, en tu fotografía
Ni siquiera puedo ver hacia dónde sopla tu mirada.
Nos estamos yendo, sin embargo, tu retrato y yo,
Tan condenados uno al otro
Hasta el punto de que nuestros pasos se parecen
En este país clandestino
En que somos los únicos en pasar.
Curiosamente subimos por las costas y las montañas
Y jugamos en las bajadas como heridos sin manos.
Un cirio se derrite cada noche, salpica el el rostro de la aurora,
La aurora que día a día sale de las sábanas pesadas de la muerte,
Medio asfixiada,
Incapaz de reconocerse.

Te hablo duramente, madre mía;

Le hablo duramente a los muertos porque hay que hablarles duramente,
De pie sobre techos resbaladizos,
Con las manos en forma de megáfono y en tono de enfado,
Para dominar el silencio ensordecedor
Que querría separarnos, a nosotros los muertos y los vivos.
De ti tengo algunas joyas como fragmentos del invierno
Que bajan por los ríos,
Tuyo fue este brazalete que brilla y grita la noche
de un cofre
En esta noche aplastada en que el cuarto creciente
Se esfuerza en vano por subir
Y vuelve siempre a empezar, prisionero de lo imposible.

Yo he sido tú tan fuertemente, yo, que lo soy tan débilmente,

Y tan unidos ambos que hubiéramos tenido que morir juntos
Como dos marineros casi ahogados, que se impiden mutuamente nadar
Dándose patadas en las profundidades del Atlántico
Donde comienzan los peces ciegos
Y los horizontes verticales.

Porque tú fuiste yo

Puedo mirar un jardín sin pensar en otra cosa,
Elegir entre mis miradas,
Ir a mi encuentro.
Quizás todavía queda
Una uña de tus manos entre las uñas de mis manos,
Una de tus pestañas mezclada con las mías;
Y si uno de tus latidos se pierde entre los latidos de mi pecho,
Lo reconozco entre todos
Y sé retenerlo.

Pero ¿tu corazón late aún? Tú ya no necesitas corazón,

Vives separada de ti misma como si fueses tu propia hermana,
Mi muerta de veintiocho años,
Que me miras de costado,
Con el alma en equilibrio y llena de recato.
Llevas el mismo vestido que ya nada gastará,
Ha entrado en lo eterno con mucha suavidad
Y a veces cambia de color pero yo soy el único en saberlo.

Cigarras de cobre, leones de bronce, víboras de arcilla,

¡Es aquí donde nada alienta!
El soplo de mi mentira
Es umbral donde vivir en torno.
Y tengo en mi muñeca
El pulso mineral de los muertos,
Ése que se oye si acercamos el cuerpo
A los estratos del cementerio.



Traducción de Miguel Ángel Frontán


jueves, 6 de mayo de 2010

Borges y Jean de Milleret


Poema Conjetural

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

JORGE LUIS BORGES




Poème conjectural

Les balles claquent en ce dernier soir.
Le vent se lève et emporte des cendres,
se dispersent le jour et la bataille informe
cependant que la gloire aux autres est restée.
Le barbare a vaincu, le gaucho a la victoire.
Moi, qui étudiai les lois et les canons,
moi, François Narcisse de Laprida,
dont la voix proclama l’indépendance
des provinces cruelles, en déroute,
le visage souillé de sueur et de sang,
sans espoir ni terreur, perdu,
par d’ultimes faubourgs, je m’enfuis vers le Sud.
Comme ce guerrier, cité au Purgatoire,
qui, s’échappant à pied, rougissant la prairie,
aveugle s’écroula, et fauché par la mort,
là où le fleuve obscur perd jusques à son nom,
ainsi je dois tomber. Aujourd’hui est le terme.
À mes côtés la nuit des marécages
me guette et me retient. J’écoute les sabots
de ma brûlante mort qui me relance
avec ses cavaliers, ses naseaux et ses lances.
Moi qui rêvais être un autre, un homme
de sentences, de livres, d’opinions,
resterai sous le ciel et gisant dans la boue ;
mais une joie secrète divinise mon cœur
inexplicable. Car je rencontre enfin
mon destin sud-américain.
À ce soir misérable m’entraînait
le labyrinthe des multiples pas
que tissèrent mes jours depuis ma tendre enfance.
J’ai découvert enfin
la clef secrète des mes ans,
le destin de François de Laprida,
le mot qui manquait, la forme
parfaite que Dieu sut depuis le premier jour.
Dans le miroir de cette nuit, j’atteins
mon éternel visage insoupçonné. Le cercle
va se fermer. Moi j’attends qu’il en soit ainsi.
Je piétine l’ombre des lances
qui me cherchent. L’ironie de ma mort,
les cavaliers, les crinières et les chevaux
cernent autour de moi… Déjà le premier coup,
déjà le dur acier qui fend ma poitrine,
l’intime poignard dans ma gorge.


Traducción de JEAN DE MILLERET