lunes, 29 de enero de 2018

Ovidio, Rolfe Humphries y Pedro Sánchez de Viana: La venganza de Progne y Filomela

LA VENGANZA DE PROGNE Y FILOMELA
Metamorfosis, Libro VI, 571-676


La suerte desastrada lamentando
De Filomena, no como pedía
Insulto tan atroz y detestando.
Por todos doce signos ido había
Apolo, y alumbrando ya el postrero,
El año se acabó como solía.
¿Qué había de hacer la triste? que el portero
Que la dejó Tereo fue tan duro,
Que no parecía hombre, sino acero.
Y el paso la prohíbe un alto muro,
A do quedó cerrada, y siendo muda
No lo podía decir a buen seguro.
¡Qué ingenio da el dolor o cómo ayuda
La pena, la miseria y descontento,
O la necesidad cómo es aguda!
Urdió una blanca tela en un momento,
Tramándola con seda colorada,
A do escribió el extraño atrevimiento.
Y estando ya perfecta y acabada,
A una su criada se la entrega,
Sin que de lo que lleva entienda nada.
A quien con ciertas señas pide y ruega
Que lo llevase a Progne su señora;
La cual se parte, y al palacio llega
Del rey Tereo, y presentó a la hora
A su mujer la tela, no sabiendo
Lo que la daba en ella, y a deshora
La desplegó y sus letras releyendo,
Su miserable suerte entiende, y calla
(Y fue mucho poder); mas el horrendo
Dolor cerró su boca, y nunca halla
Su lengua cómo muestre tanta pena,
Ni hay términos bastantes a mostrarla.
Lugar no hay de llorar; del todo ajena
De todo, sino sólo de venganza,
Que por fas o por nefas será buena.
Entonces celebraban la alabanza
De Baco las Tracianas, y solía
Hacerse a tercer año aquella danza.
En Ródope de noche retiñía
El son de las trompetas y metales,
Que el sacrificio no se hacía de día.
La Reina, desechadas las reales
Insignias y palacio, va arreada
De armas y vestidos bacanales.
De noche sale, y lleva rodeada
Con venda la cabeza, y la cervina
Piel de la parte izquierda va colgada.
Con una lanza al hombro determina
Salir, acompañada de criadas
Que doquiera la siguen que camina.
Conmovida de furias, incitadas
Del áspero dolor que la atormenta,
Las tuyas, Baco, finge. Y ya pasadas
Las selvas, allegó do se aposenta
Su triste Filomena, y aullando
Las voces bacanales representa.
Las puertas de la casa quebrantando,
Sacó la muda hermana, a quien reviste
Del hábito de Baco, procurando
Cubrir con verde yedra el rostro triste,
Y a su ciudad la lleva sin sentido,
Y a su palacio; a do cuando te viste,
Cuitada Filomena, te ha venido
Un horror y un espanto temeroso,
Y el color de tu cara se te ha ido.
Entrada en una pieza, el vergonzoso
Rostro descubre Progne de su hermana,
A quien quiso abrazar con amoroso
Semblante; mas la frente soberana
Abaja de vergüenza en su presencia,
Cual si su culpa fuera clara y llana
Y estando de esta suerte, su inocencia
Mostrar jurando quiso, por testigo
Poniendo a Dios del caso y la violencia
Que el pérfido cuñado y enemigo
Había con ella usado; pero en vano
La lengua ha pretendido lo que digo.
Por la lengua y la voz sirvió la mano,
Con señas, y la Reina que lo vía,
Movida de un terror terrible, insano,
Las lágrimas y llanto reprimía
De Filomena, con la rabia ardiendo,
En quien su misma ira no cabía,
Y con sólo su hermana, así diciendo:

«No se ha de hacer con lágrimas aquesto,
Sino con hierro, o mira si tú tienes
Instrumento peor; que yo protesto
De vengar las injurias con que vienes.
A cualquier hecho feo está dispuesto
Mi intento, y mi palabra esté en rehenes.
Quemaré de cimiento al rico techo
Palacio, y a un autor de tan malhecho.

»O si abrasarlo todo no me basta
Para satisfacción de mi deseo,
Los ojos, lengua y miembros, que ser casta
Te prohibieron, del traidor Tereo,
Con hierro arrancaré, o al que contrasta
Nuestro contento, a quien ya ver deseo,
Sacaré el alma, sin que alguien le valga,
Dándole mil heridas por do salga.

»Quemar la casa y al autor con ella
De tan crüel hazaña, o arrancarle
Las partes que tu honra y ser doncella
Te robaron, o al fin atormentarle,
Es cosa grande, y ver ésta o aquélla
Deseo ya; mas no sé si matarle
O desmembrarle vivo más conviene.»
Estando en esto Progne, su Itis viene.

De la llegada suya se resuelve
En la venganza, viéndole delante,
Y con crueles ojos a él se vuelve,
Diciéndole: «¡Oh, cómo eres semejante
Al padre que te hizo, y no otra cosa!»
Un hecho triste forja en el instante,
De su secreta ira en sí furiosa.
Llegado el niño, al punto saludaba
La madre, casi en verle ya piadosa;
A quien con los bracitos abrazaba
Y con regalo blando requería,
Y (cual los niños suelen) la besaba.
Enterneciose cierto, y ya tenía
La ira contra el hijo menos fiera,
Y constreñidas lágrimas vertía.
Mas luego que se vio de tal manera
Que en el intento suyo vacilaba,
Vuelta ya de piedad cual blanda cera,
Miró a su hermana al tiempo que miraba
Al niño, y a los dos considerando,
De esta manera a sí se preguntaba,
Enterar su designio procurando:

«¿Por qué pretende el uno regalarme,
Y la otra, por la lengua que la falta
Imposibilitada de hablarme,
Callando manifiesta en sí su falta?
¿Cómo éste madre, no puede llamarme
Aquélla hermana? Tu progenie alta
Advierte, Progne, y a Tereo fementido,
Traición es la piedad con tal marido.»

Y sin tardar a Itis arrebata,
Del arte que la tigre Hircana aprieta
Por los sombríos montes la cervata.
Y luego que a la parte más secreta
Del alta casa llegan, procuraba
El niño con manera muy discreta
Regalar a su madre, y la llamaba
«¡Oh, madre, madre!» que ya vía su hado,
Y como antes solía la abrazaba.
Mas ella con el rostro no mudado
Y un alfanje crüel al hijo hiere
Por do se junta el pecho con el lado.
Un solo golpe basta, de uno muere.
Filomena le corta la cabeza,
Y le parte, aun no muerto, como quiere.
Y hace que del triste parte cueza,
Y parte en asadores chirriando,
Dé manifiesto indicio de crueza.
La casa con la sangre está manando,
Y puesta ya la mesa, luego llama
A Tereo a su convite detestando,
Echando en el palacio cierta fama
Que ha de ser el banquete celebrado
Al uso de su tierra, y esto trama.
Fingiendo sólo al Rey no ser vedado
Estar presente al santo sacrificio,
Mas no ha de estar con él ni aun un criado.
Sentose el miserable sin juicio
En la silla real de sus pasados,
Trajeron el manjar a su servicio.
Metió los mismos miembros engendrados
De él mismo, y sus entrañas, en su vientre,
Los sentidos tenía tan asombrados.
«Haced que Itis (dijo) acá se entre.»
No puede Progne su crüel contento
En sí sufrir, y hacer se reconcentre.
Y deseando ser de su tormento
Primera anunciadora, le responde:
«Dentro está lo que pides», y él atento
La pieza remirando, pide adónde
Estaba el caro hijo, mas delante
La muda Filomena corresponde,
Desgreñada el cabello, con semblante
De Baco, y a Tereo dio en la cara
Con la cabeza de Itis, y al instante
Más que jamás poder hablar holgara,
Por vengarse y decir palabras tales
Cual mereció traición tan torpe y rara.
Derriba el rey Traciano las reales
Mesas, y a grandes gritos con despecho
Invoca las hermanas infernales.
Y tienta si pudiese abierto el pecho
Los miembros vomitar que había comido,
Y llora y se maldice sin provecho.
Agora de sí dice que había sido
Sepulcro de su hijo desdichado,
Agora va corriendo embravecido
Contra las dos crueles que ha engendrado
Pandión, el espada puesta a punto;
Mas ellas van con paso acelerado,
Y creyeras sus cuerpos a aquel punto
Por el aire volar, y en fin volaban,
Que las nacieron pluma y alas junto(1).
Mas a diversas partes caminaban:
Una a las selvas y otra va al poblado,
Cuyas plumas indicio cierto daban,
Y agora dan del caso desastrado,
Y muerte, pues se muestra el duro pecho
Con la sangrienta pluma señalado.
La pena, la congoja y el despecho
Dan a Tereo mucha ligereza
Para vengar delito tan mal hecho.
En ave se convierte, su cabeza
De crestas guarnecida y coronada
Y un pico señalado de grandeza,
Que le quedó en lugar de larga espada,
Y llámanle Abubilla, cuya cara
Al parecer de todos está armada.


Nota de la edición de 1887:
Filomena fue metamorfoseada en ruiseñor, y Progne en golondrina, o viceversa, según otra tradición apoyada por el testimonio de Anacreonte (oda XII).


And a year went by.
And what of Philomela? Guarded against flight.
Stone blocks around her cottage, no power of speech
To help her tell her wrongs, her grief has taught her
Sharpness of wit, and cunning comes in trouble.
She had a loom to work with, and with purple
On a white background, wove her story in,
Her story in and out, and when it was finished,
Gave it to one old woman, with signs and gestures
To take it to the queen, so it was taken,
Unrolled and understood. Procne said nothing—
What could she say?—grief choked her utterance,
Passion her sense of outrage. There was no room
For tears, but for confusion only, and vengeance.
But something must be done, and in a hurry.
It was the time when all the Thracian mothers
Held festival for Bacchus, and the night
Shared in their secrets; Rhodope by night
Resounded as the brazen cymbals clashed.
And so by night the queen went from her palace,
Armed for the rites oif Bacchus, in all the dress
Of frenzy, trailing vines for head-dress, deer-skin
Down the left side, and a spear over the shoulder.
So, swiftly through the forest with attendants.
Comrades and worshippers in throngs, and driven
By madness, terrible in rage and anger.
Went Procne, went the Bacchanal, and came
At last to the hidden cottage, came there shrieking,
"Hail, Bacchus!" broke the doors in, found her sister,
Dressed her like all the others, hid her face
With ivy-leaves, and dragged her on, and brought her
Home to the palace.
And when Philomela
Saw where she was, she trembled and grew pale,
As pale as death, and Procne found her a place.
Took off the Bacchic trappings, and uncovered
Her sister's features, white with shame, and took her
Into her arms, but Philomela could not
So much as lift her eyes to face her sister.
Her sister, whom she knew she had wronged. She kept
Her gaze on the ground, longing with all her heart
To have the power to call the gods to witness
It was not her fault, but something forced upon her.
She tried to say so with her hand. And Procne,
Burning, could not restrain her wrath; she scolded
Her sister's weeping. "This is no time," she told her,
"For tears, but for the sword, for something stronger
Than sword, if you have any such weapon on you.
I am prepared for any crime, my sister,
To bum the palace, and into the flaming ruin
Hurl Tereus, the author of our evils.
I would cut out his tongue, his eyes, cut off
The parts which brought you shame, inflict a thousand
Wounds on his guilty soul. I am prepared
For some great act of boldness, but what it is
I do not know, I wish I did."
The answer
Came to her as her son came in, young Itys.
She looked at him with pitiless eyes; she thought
How like his father he is! That was enough.
She knew, now, what she had to do, all burning
With rage inside her, but when the Kttle fellow
Came close and put both arms around his mother,
And kissed her in appealing boyish fashion.
She was moved to tenderness; against her will,
Her eyes filled up with tears, her purpose wavered.
She knew it, and she looked at Philomela,
No more at Itys, then from one to the other.
Saying: "And why should one make pretty speeches,
The other be dumb, and ravished tongue unable
To tell of ravish? Since he calls me mother.
Why does she not say Sister? Whose wife are you,
Daughter of Pandion? Will you disgrace him.
Your husband, Tereus? But devotion to him
Is a worse crime." Without more words, a tigress
With a young fawn, she dragged the youngster with her
To a dark corner somewhere in the palace.
And Itys, who seemed to see his doom approaching.
Screamed, and held out his hands, with Mother, Mother!
And tried to put his little arms around her
But she, with never a change in her expression.
Drove the knife home through breast, through side, one
wound.
Enough to kill him, but she made another.
Cutting the throat, and they cut up the body
Still living, still keeping something of the spirit.
And part of the flesh leaped in the boiling kettles.
Part hissed on turning skewers, and the room
Dripped blood.
And this was the feast they served to Tereus,
Who did not know, for the queen made up some story
About a ritual meal, for husbands only.
Which even servants might not watch. High in the chair
Sat Tereus, proud, and feasting, almost greedy
On the flesh of his own flesh, and in his darkness
Of mind, he calls: "Bring Itys here!" and Procne
Cannot conceal her cruel joy; she is eager
To be the herald of her bloody murder.
"He has come in," she answers, and he looks
Around, asks where the boy is, asks again.
Keeps calling, and Philomela, with hair all bloody,
Springs at him, and hurls the bloody head of Itys
Full in his father's face. There was no time, ever.
When she would rather have had the use of her tongue,
The power to speak, to express her full rejoicing.
With a great cry he turns the table over.
Summons the snaky Furies from their valley
Deep in the pit of Styx. Now, if he could,
If he only could, he would open up his belly,
Eject the terrible feast: all he can do
Is weep, call himself the pitiful resting-place
Of his dear son. He draws the sword, pursues them.
Both Pandion's daughters. They went flying from him
As if they were on wings. They were on wings!
One flew to the woods, the other to the roof-top.
And even so the red marks of the murder
Stayed on their breasts; the feathers were blood-colored.
Tereus, swift in grief and lust for vengeance,
Himself becomes a bird: a stiff crest rises
Upon his head, and a huge beak juts forward.
Not too unlike a sword. He is the hoopoe.
The bird who looks like war.


Translated by ROLFE HUMPHRIES.



 6:571 et luget non sic lugendae fata sororis.
 6:572 Signa deus bis sex acto lustraverat anno;
 6:573 quid faciat Philomela? fugam custodia claudit,
 6:574 structa rigent solido stabulorum moenia saxo,
 6:575 os mutum facti caret indice. grande doloris
 6:576 ingenium est, miserisque venit sollertia rebus:
 6:577 stamina barbarica suspendit callida tela
 6:578 purpureasque notas filis intexuit albis,
 6:579 indicium sceleris; perfectaque tradidit uni,
 6:580 utque ferat dominae, gestu rogat; illa rogata
 6:581 pertulit ad Procnen nec scit, quid tradat in illis.
 6:582 evolvit vestes saevi matrona tyranni
 6:583 germanaeque suae fatum miserabile legit
 6:584 et (mirum potuisse) silet: dolor ora repressit,
 6:585 verbaque quaerenti satis indignantia linguae
 6:586 defuerunt, nec flere vacat, sed fasque nefasque
 6:587 confusura ruit poenaeque in imagine tota est.
 6:588 Tempus erat, quo sacra solent trieterica Bacchi
 6:589 Sithoniae celebrare nurus: (nox conscia sacris,
 6:590 nocte sonat Rhodope tinnitibus aeris acuti)
 6:591 nocte sua est egressa domo regina deique
 6:592 ritibus instruitur furialiaque accipit arma;
 6:593 vite caput tegitur, lateri cervina sinistro
 6:594 vellera dependent, umero levis incubat hasta.
 6:595 concita per silvas turba comitante suarum
 6:596 terribilis Procne furiisque agitata doloris,
 6:597 Bacche, tuas simulat: venit ad stabula avia tandem
 6:598 exululatque euhoeque sonat portasque refringit
 6:599 germanamque rapit raptaeque insignia Bacchi
 6:600 induit et vultus hederarum frondibus abdit
 6:601 attonitamque trahens intra sua moenia ducit.
 6:602 Ut sensit tetigisse domum Philomela nefandam,
 6:603 horruit infelix totoque expalluit ore;
 6:604 nacta locum Procne sacrorum pignora demit
 6:605 oraque develat miserae pudibunda sororis
 6:606 amplexumque petit; sed non attollere contra
 6:607 sustinet haec oculos paelex sibi visa sororis
 6:608 deiectoque in humum vultu iurare volenti
 6:609 testarique deos, per vim sibi dedecus illud
 6:610 inlatum, pro voce manus fuit. ardet et iram
 6:611 non capit ipsa suam Procne fletumque sororis
 6:612 corripiens 'non est lacrimis hoc' inquit 'agendum,
 6:613 sed ferro, sed si quid habes, quod vincere ferrum
 6:614 possit. in omne nefas ego me, germana, paravi:
 6:615 aut ego, cum facibus regalia tecta cremabo,
 6:616 artificem mediis inmittam Terea flammis,
 6:617 aut linguam atque oculos et quae tibi membra pudorem
 6:618 abstulerunt ferro rapiam, aut per vulnera mille
 6:619 sontem animam expellam! magnum quodcumque paravi;
 6:620 quid sit, adhuc dubito.'
 6:621 Peragit dum talia Procne,
 6:622 ad matrem veniebat Itys; quid possit, ab illo
 6:623 admonita est oculisque tuens inmitibus 'a! quam
 6:624 es similis patri!' dixit nec plura locuta
 6:625 triste parat facinus tacitaque exaestuat ira.
 6:626 ut tamen accessit natus matrique salutem
 6:627 attulit et parvis adduxit colla lacertis
 6:628 mixtaque blanditiis puerilibus oscula iunxit,
 6:629 mota quidem est genetrix, infractaque constitit ira
 6:630 invitique oculi lacrimis maduere coactis;
 6:631 sed simul ex nimia mentem pietate labare
 6:632 sensit, ab hoc iterum est ad vultus versa sororis
 6:633 inque vicem spectans ambos 'cur admovet' inquit
 6:634 'alter blanditias, rapta silet altera lingua?
 6:635 quam vocat hic matrem, cur non vocat illa sororem?
 6:636 cui sis nupta, vide, Pandione nata, marito!
 6:637 degeneras! scelus est pietas in coniuge Tereo.'
 6:638 nec mora, traxit Ityn, veluti Gangetica cervae
 6:639 lactentem fetum per silvas tigris opacas,
 6:640 utque domus altae partem tenuere remotam,
 6:641 tendentemque manus et iam sua fata videntem
 6:642 et 'mater! mater!' clamantem et colla petentem
 6:643 ense ferit Procne, lateri qua pectus adhaeret,
 6:644 nec vultum vertit. satis illi ad fata vel unum
 6:645 vulnus erat: iugulum ferro Philomela resolvit,
 6:646 vivaque adhuc animaeque aliquid retinentia membra
 6:647 dilaniant. pars inde cavis exsultat aenis,
 6:648 pars veribus stridunt; manant penetralia tabo.
 6:649 His adhibet coniunx ignarum Terea mensis
 6:650 et patrii moris sacrum mentita, quod uni
 6:651 fas sit adire viro, comites famulosque removit.
 6:652 ipse sedens solio Tereus sublimis avito
 6:653 vescitur inque suam sua viscera congerit alvum,
 6:654 tantaque nox animi est, 'Ityn huc accersite!' dixit.
 6:655 dissimulare nequit crudelia gaudia Procne
 6:656 iamque suae cupiens exsistere nuntia cladis
 6:657 'intus habes, quem poscis' ait: circumspicit ille
 6:658 atque, ubi sit, quaerit; quaerenti iterumque vocanti,
 6:659 sicut erat sparsis furiali caede capillis,
 6:660 prosiluit Ityosque caput Philomela cruentum
 6:661 misit in ora patris nec tempore maluit ullo
 6:662 posse loqui et meritis testari gaudia dictis.
 6:663 Thracius ingenti mensas clamore repellit
 6:664 vipereasque ciet Stygia de valle sorores
 6:665 et modo, si posset, reserato pectore diras
 6:666 egerere inde dapes semesaque viscera gestit,
 6:667 flet modo seque vocat bustum miserabile nati,
 6:668 nunc sequitur nudo genitas Pandione ferro.
 6:669 corpora Cecropidum pennis pendere putares:
 6:670 pendebant pennis. quarum petit altera silvas,
 6:671 altera tecta subit, neque adhuc de pectore caedis
 6:672 excessere notae, signataque sanguine pluma est.
 6:673 ille dolore suo poenaeque cupidine velox
 6:674 vertitur in volucrem, cui stant in vertice cristae.
6:675 prominet inmodicum pro longa cuspide rostrum;
6:676 nomen epops volucri, facies armata videtur.

viernes, 26 de enero de 2018

Jules Barbey d'Aurevilly: Dante, Byron y Baudelaire


DANTE

EL infierno no ha tenido su poeta. El mismo Dante no lo es. ¡No! Dante, pese a todo su genio, pese a las divinizantes influencias con las que el catolicismo impregnó su pensamiento, no es el poeta del infierno cristiano. Ebrio, como los demás, de antigüedad, Dante nos ha dado un infierno del Renacimiento, un infierno de mitología. No por nada tomó a Virgilio por guía y maestro, en esas sombras en que la Eneida se refleja como una media luz. Hay algo más aún: el infierno que él llena con su personalidad atormentada y sus implacables resentimientos no es más que una forma sublime, descubierta por el genio de la venganza. Sin sus enemigos políticos, sin esos Papas a los que osó condenar sin pensar que ya era bastante con insultarlos y maldecirlos, Dante —ese Juvenal de la Edad Media, ese panfletario más grande que Tácito, al que algunos críticos que se parecen un poco a los chiquilines de Florencia han querido dar un aire de inspirado profeta que vuelve del otro mundo, cuando sólo se trata de un hombre de su tiempo, muy lúcido, por el contrario, que sostiene con una mano muy fría su estilete de fuego—, Dante no hubiera pensado jamás en hundir su profunda mirada, hecha para juzgar a los hombres y mandar sobre ellos, en esa concepción del infierno, cuya visión se une en él con otros sueños, y que falseó en provecho de sus odios y bajo el peso de sus sufrimientos.
(Les Poètes, Amyot, 1862.)

L'enfer n'a pas eu son poète. Dante lui-même ne l'est pas. Non ! Dante avec tout son génie, avec les influences divinisantes dont le Catholicisme avait pénétré sa pensée, n'est pas le poète de l'enfer chrétien. Ivre d'antiquité comme les autres, Dante nous a donné un enfer de Renaissance, un enfer de mythologie. Ce n'est pas sans dessein qu'il a pris Virgile pour conducteur et pour maître, dans ces ombres où l’Énéide se reflète comme un demi-jour. Il y a plus : l'enfer qu'il emplit de sa personnalité tourmentée et de ses implacables ressentiments, n'est qu'une forme sublime, découverte par le génie de la vengeance. Sans ses ennemis politiques, sans ces papes qu'il osait damner, ne croyant pas que ce fût assez de les insulter et de les maudire, Dante, ce Juvénal du Moyen-âge, ce pamphlétaire plus grand que Tacite, auquel des critiques qui ressemblent un peu aux petits garçons de Florence ont voulu donner l'air inspiré d'un prophète revenant de l'autre monde, tandis qu'il est un homme du temps, se possédant fort bien, au contraire, et tenant d'une main très froide son stylet de feu, Dante n'aurait jamais songé à enfoncer son profond regard, fait pour juger les hommes et leur commander, dans cette conception de l'enfer, dont la vision pour lui se mêle à d'autres rêves, et qu'il a faussée au profit de ses haines et sous le coup de ses douleurs.



LORD BYRON

SE ha dicho, bien lo sé, que todos los poetas son, en mayor o menor grado, niños sublimes, pero no por antigua esta observación es verdadera. Dante y Shakespeare, que son grandes poetas, ciertamente nunca son niños. Son siempre hombres, sublimes, si se quiere, pero perfectamente hombres; mientras que Byron, para quien sabe ver, no es ni un poeta ni un hombre como Shakespeare y Dante lo fueron. La infancia, con su gracia y sus mil cosas divinas, y también con sus niñerías, puesto que es la infancia, se une a la grandeza de Byron, de ese Byron que es el mayor poeta de nuestro tiempo, y una de cuyas niñerías, por ejemplo, entre tantas otras, fue la de querer ser un dandy...
Cierto día escribió en Rávena, en 1821: “Uno de los sentimientos más abrumadores y mortales de mi vida ha sido el de sentir que ya no era un niño”. Pero ¡cómo se equivocaba al escribir eso! Nunca había dejado de ser un niño, siempre lo fue. Nunca pudo borrar enteramente los tintes de aurora de la infancia de esa hermosa frente de hombre joven que, como Aquiles, tan prematuramente se llevó a la tumba. Los tenía aún allí a la hora de la muerte, cuando, uniendo la niñería al heroísmo, mandó que le hicieran, antes de salir en viaje rumbo a Grecia, el hermoso casco de oro de forma homérica con el que le gustaba ornar su cabeza [...] Fue, tal vez, la oscura conciencia de lo que era lo que le inspiró la idea de intitular Childe Harold el poema que dio inicio a su gloria. ¡Childe Harold, es decir, el niño Harold! [...] Como los niños, por otra parte, Byron fue en todo, tanto en su vida como en sus obras, el ser auténtico de todos los contrastes, y nunca hizo falta dar otra explicación de su genio y de sus obras fuera de esta verdad. ¡Sí, el ser auténtico de todos los contrastes! Puesto que era violento y manso, indolente y apasionado, afeminado y heroico, magnánimo y mezquino, entusiasta y burlón, moral e inmoral, escéptico y religioso; era todas esas cosas a la vez y por turno —como los niños son lo que son—, y como ellos, siéndolo, obedecía a su propia naturaleza.

(Les Bas-bleus, Victor Palmé, 1878.)

On a dit que tous les poètes étaient, plus ou moins, des enfants sublimes ; mais pour être déjà ancien, le mot n'en est pas plus vrai. Dante et Shakespeare, qui sont de grands poètes, ne sont, certes, jamais des enfants... Ce sont toujours des hommes sublimes, si on veut, mais parfaitement des hommes ; tandis que Byron, pour qui sait voir, n'est ni un poète ni un homme comme Shakespeare et Dante l'ont été. L'enfance, avec sa grâce et ses mille choses divines, et aussi avec ses enfantillages, puisqu'elle est l'enfance, se mêle à la grandeur de Byron, — de ce Byron le plus grand des poètes de notre âge, et dont un des enfantillages, par exemple, et parmi tant d'autres, fut de vouloir être un dandy...
Un jour, il écrivait, en 1821, à Ravenne: « Un des plus accablants et mortels sentiments de ma vie, c'est de sentir que je ne suis plus un enfant. » Mais quand il écrivait cela, comme il se trompait ! Il n'avait jamais cessé de l'être et il le fut toujours. Ce beau front de jeune homme qu'il emporta comme Achille si prématurément dans la tombe, il ne put jamais entièrement l'essuyer des teintes d'aurore de l'enfance. Elles y étaient encore à l'heure de mourir, quand mêlant l'enfantillage à l'héroïsme, il se fit faire, avant de partir pour la Grèce, ce beau casque d'or, de forme homérique, dont il aimait à parer son front [...] Ce fut peut-être la conscience obscure de ce qu'il était, qui lui inspira d'intituler Childe Harold le poème qui commença sa gloire. Childe Harold, c'est-à-dire, l’enfant Harold ! [...] Comme les enfants, du reste, Byron, partout, autant dans sa vie que dans ses œuvres, a été l'être vrai de tous les contrastes, et il n'y eut jamais d'autre explication à donner de son génie et de ses œuvres que cette vérité. Oui, l'être vrai de tous les contrastes ! Car il était violent et doux, indolent et passionné, efféminé et héroïque, magnanime et mesquin, enthousiaste et moqueur, moral et immoral, sceptique et religieux ; il était tout cela en même temps et tour à tour, — comme les enfants sont ce qu'ils sont — et comme eux, en l'étant, il obéissait à sa nature.


CHARLES BAUDELAIRE

HAY algo de Dante en el autor de Las Flores del Mal, pero de un Dante de una época decadente, un Dante ateo y moderno, un Dante que vino después de Voltaire, en un tiempo que no tendrá nunca un Santo Tomás. El poeta de esas Flores, que lastiman el pecho en que descansan, no tiene el imponente aspecto de su majestuoso predecesor, y eso no es culpa suya. Pertenece a una época confusa, escéptica, burlona, nerviosa, que se retuerce con las ridículas esperanzas de las transformaciones y las metempsicosis; no tiene la fe del gran poeta católico, esa fe que le daba la calma augusta de la serenidad en todos los dolores de la vida. El carácter de la poesía de Las Flores del Mal, excepto en algunas escasas composiciones que la desesperación terminó volviendo heladas, es el desconcierto, la furia, la mirada convulsa y no la mirada oscuramente clara y límpida del Visionario de Florencia. La Musa de Dante vio soñadoramente el infierno, la de Las Flores del Mal lo respira con la nariz crispada del caballo que presiente el obús. Una viene del infierno, la otra va hacia él. Si la primera es más augusta, la otra es quizás más conmovedora. No posee el maravilloso sentido épico que lleva tan alto la imaginación y calma su terror con la serenidad con la que los genios, seres del todo excepcionales, saben revestir sus obras más apasionadas. Tiene, por el contrario, horribles realidades que conocemos, y que nos producen una repulsión tal que ni siquiera nos permiten la abrumadora serenidad del desprecio.
(Les Poètes, Amyot, 1862.)

Il y a du Dante, en effet, dans l'auteur des Fleurs du Mal, mais c'est du Dante d'une époque déchue, c'est du Dante athée et moderne, du Dante venu après Voltaire, dans un temps qui n'aura point de saint Thomas. Le poète de ces Fleurs, qui ulcèrent le sein sur lequel elles reposent, n'a pas la grande mine de son majestueux devancier, et ce n'est pas sa faute. Il appartient à une époque troublée, sceptique, railleuse, nerveuse, qui se tortille dans les ridicules espérances des transformations et des métempsychoses ; il n'a pas la foi du grand poète catholique, qui lui donnait le calme auguste de la sécurité dans toutes les douleurs de la vie. Le caractère de la poésie des Fleurs du Mal, à l'exception de quelques rares morceaux que le désespoir a fini par glacer, c'est le trouble, c’est la furie, c'est le regard convulsé et non pas le regard, sombrement clair et limpide, du Visionnaire de Florence. La Muse du Dante a rêveusement vu l'Enfer, celle des Fleurs du Mal le respire d'une narine crispée comme celle du cheval qui hume l'obus! L'une vient de l'Enfer, l'autre y va. Si la première est plus auguste, l'autre est peut-être plus émouvante. Elle n'a pas le merveilleux épique qui enlève si haut l'imagination et calme ses terreurs dans la sérénité dont les génies, tout à fait exceptionnels, savent revêtir leurs œuvres les plus passionnées. Elle a, au contraire, d'horribles réalités que nous connaissons, et qui dégoûtent trop pour permettre même l'accablante sérénité du mépris.

Traducción, prólogo, apéndices, notas y cronología de
Ediciones De La Mirándola, diciembre de 2012.