jueves, 28 de septiembre de 2017

Sir Thomas Browne, Borges y Bioy Casares: Hydriotaphia


HYDRIOTAPHIA
QUINTO CAPÍTULO

Ya que han durado más estos huesos muertos que los huesos vivos de Matusalén, y a una yarda bajo tierra, entre débiles tabiques de barro, han sobrevivido a los soberbios edificios que los cubrían, y han reposado quietamente bajo los tambores y los caballos de tres conquistas ¿qué Príncipe se atreverá a prometer esa duración a sus Restos, o no oirá con alegría:
Sic ego componi, versus in ossa, velim? [1]
El tiempo que relega las Antigüedades y que resuelve en polvo todas las cosas, ha perdonado estos Monumentos menores.
Vanamente esperamos ser conocidos por abiertos y visibles Conservatorios, cuando estos huesos deben su perduración a la ignorancia, su protección a la oscuridad. Si los hubieran matado manos violentas y arrojado luego a las Urnas, conocerían la veneración de aquellos antiguos Filósofos que atribuyeron más pureza a las almas bruscamente arrancadas de los cuerpos; almas con deseo de regresar, no como las que dejan, fatigadas, un cuerpo que declina, con el que ya no quieren reunirse. Si hubieran caído por dilatada y añosa decrepitud, aunque arrastrados por las avenidas del, tiempo, se perderían, indistintos, y se confundirían con los niños. Si vivir es empezar a morir, si la longevidad no es otra cosa que una prolongación de la muerte, nuestra vida es una triste composición: vivimos con la muerte y no morimos en un momento. Cuántos latidos integraron la vida de Matusalén, sería tarea para Arquímedes[2]; unas pocas Fichas bastan para la vida del hombre de Moisés[3]. Nuestros días aumentan por acumulaciones minúsculas: muchos quebrados equivalen a pocos números redondos; y nuestras vidas, largas de un palmo, no exceden un meñique[4].
Si la cercanía de nuestra postrera necesidad nos arrimara a la resignación, sería una dicha encanecer, y el embotamiento de los sentidos no sería un infortunio. Pero la larga costumbre de vivir nos indispone para la muerte: entonces la Avaricia juega con nosotros, el mismo David es perverso, Salomón no es el más sabio de los hombres. Pero muchos tempranamente envejecen, antes de la fecha de la vejez. La Adversidad dilata nuestros días, el dolor nos depara noches de Alcmena[5] y el tiempo no tiene alas. Pero el ser más lamentable es el que se niega, resignado a no ser o a nunca haber sido, lo cual excede la desesperanza de Job[6], que maldijo el día de su Natividad, no el de su Concepción, contento con estar destinado a vivir, aunque su vida fuera escondida, como la de un aborto.
Qué Canción cantaban las Sirenas, o qué nombre Aquiles tomó cuando se ocultó entre las mujeres, son interrogaciones arduas[7], pero que no superan la conjetura. Quizá pueda indagarse en qué tiempo las personas de estos Osarios ingresaron en las famosas Naciones de los muertos[8] para reposar con Príncipes y Consejeros[9]. Pero quiénes eran los propietarios de estos huesos, o qué cuerpos componían estas cenizas, son preguntas más allá de la Arqueología, no elucidables por el hombre, ni quizá fácilmente por los espíritus, salvo si consultamos a los Guardianes Locales o a los observadores tutelares. Si para conservar sus nombres se hubieran precavido tanto como para conservar sus Reliquias, no erraran tan groseramente en el arte de la perpetuación. Pero sobrevivir en huesos, y ser tan sólo Piramidalmente perpetuo, es una falacia de duración. Vanas cenizas, que en el olvido de nombres, personas, tiempos y sexos, han encontrado en ellas mismas una estéril continuación y que resurgen para una tardía posteridad, como Emblemas de vanidades mortales, Antídotos contra la vanagloria, el orgullo y la furia de los vicios. Las vanaglorias paganas, en la ignorancia del fin del mundo, encontraban estímulo para la ambición, y sin Átropos[10] que cortara la inmortalidad de sus nombres, no eran abatidas jamás por la necesidad del olvido. Hasta las ambiciones antiguas llevan sobre las nuestras la ventaja de haber obrado temprano, antes del probable Meridiano del tiempo, y han realizado ya sus propósitos, pues los Héroes antiguos han sobrevivido a sus Monumentos y a sus conservaciones Mecánicas. Pero en este último Acto del tiempo no hay que esperar tales Momias para nuestras memorias, ahora que la ambición puede temer la Profecía de Elías[11], y Carlos V no tiene esperanza de alcanzar dos Matusalenes de Héctor[12].
Infatigablemente codiciar la diuturnidad para nuestra fama, es una vanidad ya tardía y una insensatez anacrónica. No esperemos perdurar tanto en nuestros nombres, como lo hicieron otros en sus personas; una de las caras de Jano es más pequeña que la otra. Es demasiado tarde para la ambición[13]. Ya han ocurrido las grandes mutaciones del mundo; el tiempo es demasiado breve para nuestros designios. Prolongar nuestras memorias en monumentos, por cuya muerte oramos todos los días y cuya perduración no podemos anhelar sin perjuicio de nuestras esperanzas en el advenimiento del día postrero, es contradecir nuestra fe. Nosotros, destinados al poniente del tiempo, estamos providencialmente libres de tales ambiciones: obligados a encarar una breve partícula del porvenir, propendemos a meditar en el otro mundo, y no podemos declinar la consideración de esa eternidad, que hace de Pirámides pilares de nieve, y del pasado entero, un momento.
Círculos y. líneas rectas confinan y cierran todos los cuerpos, y el círculo mortal rectilíneo[14] todo lo confina y lo cierra. No hay antídoto contra el Opio del tiempo, que comprende todas las cosas; Nuestros Padres hallan sepulcro en la brevedad de nuestras memorias, y tristemente nos imparten cómo seremos enterrados en nuestros Sucesores. Durante cuarenta años escasos las lápidas preservan la verdad[15]. Pasan las generaciones mientras duran algunos árboles, y los Linajes más antiguos no logran la duración de tres Robles. Ser leídos en meras inscripciones, como tantos en Gruter[16] aguardar que Enigmáticos Epítetos, o letras iniciales de nuestros nombres, nos confieran eternidad, ser descifrados por Arqueólogos, recibir Nombres nuevos como les acontece a las Momias[17], son fríos consuelos para el Estudiante de la perpetuidad, hasta en idiomas inmortales.
Resignarse a que el porvenir sepa que tal hombre existió, y prescinda de toda otra noticia sobre él, era una frígida ambición de Cárdano[18] contradictoria de su opinión de sí mismo y del carácter que le atribuía el horóscopo. ¿A quién puede importarle subsistir como, en Homero, los caballos de Aquiles[19], o como los Pacientes de Hipócrates: simples nombres sin Méritos ni Proezas, que son el bálsamo de nuestras memorias, el alma y la Entelequia de nuestra perduración. Ser anónimo en insignes hazañas vale más que una historia infame. La mujer cananea[20] vive más dichosamente sin nombre, que Herodías[21] con uno. ¿Quién no prefiere ser el buen ladrón, y no Poncio Pilatos?
Pero la iniquidad del olvido ciegamente dispersa su amapola, y trata la memoria de los hombres sin considerar sus derechos a la perpetuidad. ¿Qué, sino lástima, otorgaremos al fundador de las Pirámides? Vive Erostrato[22] que incendió el templo de Artemisa; el que lo erigió, casi está perdido. El tiempo ha perdonado el Epitafio del caballo de Adriano[23], y ha aniquilado el suyo. Vanamente medimos nuestras dichas por la ventaja de nuestra buena fama, ya que las malas no duran menos, y Tersite[24] vivirá tanto como Agamenón. ¿Quién nos dirá si los mejores hombres son conocidos? ¿Quién si no fueron olvidadas personas más notables que cuantas duran en el censo del tiempo? Sin el favor del registro imperecedero, el primer hombre sería tan ignoto como el último, y la larga vida de Matusalén sería toda su Crónica.
El olvido es insobornable: Los más han de avenirse a ser como si nunca hubieran sido, y a figurar en el Registro de Dios, no en la noticia humana. Veintisiete nombres integran la primera historia[25] y son menos los que se recuerdan desde entonces que los que viven en un Siglo. El número de los muertos excede al de los hombres que han de vivir. La noche del tiempo supera al día y ¿quién sabe cuándo fue el Equinoccio? Todas las horas contribuyen en esa creciente Suma, que apenas se detiene un momento. Ya que la muerte es la Lucina[26] de la vida, y hasta los Gentiles sospechaban que vivir es morir; Ya que nuestros Soles más largos declinan prematuramente y apenas describen arcos invernales, no faltará mucho para que yazgamos en la obscuridad, y nos alumbremos con brasas[27]. Ya que a diario el hermano de la muerte nos hostiga con mementos mortales, y el tiempo que envejece nos prohíbe aguardar una larga duración: La Diuturnidad es un sueño y un desvarío de la esperanza.
Amplios son los tesoros del olvido, e innumerables los montones de cosas en un estado próximo a la nulidad; más hechos hay sepultados en el silencio que registrados, y los más copiosos volúmenes son epítomes de lo que ha sucedido. La crónica del tiempo empezó con la noche, y la oscuridad todavía la sirve; algunos hechos nunca salen a la luz; muchos han sido declarados; muchos más fueron devorados por la oscuridad y las cavernas del olvido. Cuánto ha quedado en vacuo, y nunca será revelado, de esos longevos tiempos en que los hombres apenas recordaban su juventud, y más que antiguos parecían antigüedades, cuando perduraban más en sus vidas que ahora en nuestras memorias.
La tiniebla y la luz dividen el curso del tiempo; el olvido comparte nuestras vidas con el recuerdo; apenas recordamos nuestras dichas, y los golpes más agudos de la pena sólo nos dejan cicatrices efímeras. El sentido no tolera cosas extremas; los sufrimientos nos destruyen o se destruyen. Llorar hasta volverse piedra es mentira. Las aflicciones nos endurecen; los infortunios son resbaladizos, o se derriten como la nieve sobre nosotros, lo cual es una insensibilidad venturosa. Ignorar los males futuros y olvidar los pretéritos, es una piadosa providencia de la naturaleza, que nos permite digerir el conjunto de nuestros pocos y malvados días; y, exentos nuestros sentidos de recaer en hirientes recuerdos, nuestros pesares no se eternizan bajo el filo de las repeticiones. Muchos de los Antiguos saciaban su esperanza de perdurar con la transmigración[28] de las almas: buen camino para continuar sus memorias, ya qué teniendo la ventaja de sucesiones plurales, era imposible que en tanta muchedumbre de vidas no ejecutaran algo notable, y, poseedores de la fama de sus anteriores encarnaciones, no hicieran acumulación de gloria para las últimas etapas. Otros, antes que perderse en la desamparada noche de la nada, se resignaban a volver al ente universal, y a ser una partícula del alma pública de todas las cosas, lo cual equivalía a regresar a su desconocido y divino Origen[29]. Más exigente era el ingenio de los Egipcios, que dulcemente preparaban los cuerpos para esperar la vuelta de las almas. Pero todo era vanidad, alimentar el viento, y locura. Las Momias del Egipto, perdonadas por Cambises[30] o por el tiempo, son ahora pasto de la avaricia. La Momia es ahora Mercadería, Mizraím[31] cura las heridas y Faraón se vende como bálsamo.
En vano las personas esperan la inmortalidad, o panaceas contra el olvido, en perpetuaciones bajo la Luna; el Hombre se ha engañado hasta en sus adulaciones allende el Sol, y en sus meditados artificios para eternizar nombres en el cielo. Ya la versátil Cosmografía de ese lugar ha mudado los nombres de presuntas constelaciones; Nemrod se ha perdido en Orión, Osiris, en la Canícula. En los cielos buscamos incorrupción, y son iguales a la Tierra: Duraderos en lo esencial, variables en las partes; de todo esto, amén de las nuevas Estrellas y de los Cometas, nos dan noticia los Telescopios. Y las manchas que rondan en torno al sol, al amor de Faetón, confirman el aserto.
Nada es rigurosamente inmortal, salvo la inmortalidad; lo que no tuvo un principio, no debe temer un fin: peculiaridad de aquel ser necesario que no puede destruirse a sí mismo. La más alta prueba de omnipotencia es ser invulnerable a su propio poder; todo lo demás es contingente, y lo alcanza la aniquilación. Pero la Inmortalidad Cristiana basta para frustrar todas las glorias terrenales, y el Cielo o el Infierno hacen irrisoria toda memoria póstuma. Dios, único destructor posible de nuestras almas, que nos ha prometido resurrección, no ha prometido eternidad de cuerpos ni de nombres. Todo lo cual es tan fortuito que los audaces en Esperanza hallaron infeliz desengaño, y durar mucho es apenas una postergación del olvido. Pero es el hombre un Noble Animal, espléndido en cenizas, y pomposo en la sepultura, solemnizando Natividades y Muertes con igual brillo, y celebrando en Ceremonias bizarras la infamia de su carne[32].
La vida es una llama pura, y nos anima un invisible Sol interior. Un escaso fuego basta para la vida; grandes llamas parecieron exiguas después de la muerte, cuando los hombres vanamente afectaron hermosas piras para arder como Sardanápalo[33]; pero la sapiencia de las leyes funerarias condenó la locura, de esos esplendores profusos, y redujo los fuegos según el canon de las exequias más austeras, para las que nadie fue pobre, ya que todos pudieron suministrar un poco de leña y de brea, un plañidero y una Urna[34].
Cinco Idiomas no aseguraron el Epitafio de Gordiano[35]. Más que todo hombre por su Tumba, perdura sin ella el hombre de Dios, inhumado invisiblemente por Ángeles, y adjudicado a la oscuridad, aunque no sin algunos signos para encaminar un piadoso descubrimiento. Enoch[36] y Elías[37], sin tumba ni sepelio, en un anómalo estado de ser, son grandes Ejemplos de perpetuidad, en su larga y viva memoria; rigurosamente, se hallan de este lado de la muerte, y aun les queda un tardío papel que representar en el escenario de la tierra. Si en el prefijado término del mundo todos no moriremos, pero todos seremos transformados[38], según la recibida tradición, el último día cavará pocas tumbas; rápidas Resurrecciones se anticiparán a duraderos Sepulcros. Algunas tumbas se abrirán antes de cerrarse del todo, y Lázaro no será maravilla. Muchos que temieron morir, deplorarán sólo poder morir una vez, ya que el estado lóbrego es la viviente muerte segunda[39], cuando la vida desespera a los réprobos, cuando los hombres desearán que los cubran Montañas, no Monumentos, y la aniquilación será cortejada.
Algunos han estudiado Monumentos; otros estudiosamente los han rehusado; otros han sido tan vanamente jactanciosos, que no se han atrevido después a confesar sus tumbas; de estos últimos, el más sutil parece Alarico[40], que desvió un Río para esconder sus huesos en el cauce. El mismo Sila, que se creía seguro en su Urna, no logró evitar lenguas vengativas, y lapidación de su Monumento. Felices aquellos a quienes hace inocentes la oscuridad, aquellos que de tal modo tratan a los hombres en este mundo que no temen encontrarlos en el otro, aquellos que al morir no hacen escándalo entre los muertos, y son inmunes a la befa poética de Isaías[41].
Pirámides, Arcos y Obeliscos sólo fueron irregularidades de la vanagloria, e hipérboles de la antigua magnanimidad. Pero la decisión más animosa es la de la Religión Cristiana, que pisotea la soberbia y cabalga en el lomo de la ambición, humildemente persiguiendo esa infalible perpetuidad, ante la cual todas las otras deben acortar sus diámetros y ser apenas perceptibles en Ángulos de contingencia[42].
A los piadosos que pasaron sus días en raptos de futuridad, les ha importado poco más este mundo que el anterior, cuando yacían oscuros en el Caos de la predestinación y en la noche de la preexistencia. Y si algunos han tenido la dicha de comprender la aniquilación Cristiana, el éxtasis, la postración, la liquefacción, la transformación, el beso de la Esposa, la gustación de Dios y la ingresión en la sombra divina, han tenido una hermosa anticipación del cielo; la gloria del mundo es pretérita para ellos, y la tierra es ceniza.
Subsistir en perdurables Monumentos, vivir en sus producciones, existir en sus nombres y predicamentos de Quimeras, era amplia satisfacción para las esperanzas antiguas y formaba una parte de sus Elíseos. Pero todo esto es nulo en la Metafísica de la verdadera fe. Vivir es, en verdad, ser de nuevo nosotros mismos, lo cual no sólo es una esperanza sino una certidumbre para el digno creyente. Lo mismo es yacer en el Cementerio de San Inocencio[43] que en las Arenas de Egipto: Listo a ser cualquier cosa, en el éxtasis de ser para siempre, y tan satisfecho con seis pies de tierra como con el Mausoleo de Adriano[44].
Tabesne cadavera solvat
    An rogus haud refert[45].

Traducción y notas de ADOLFO BIOY CASARES y de JORGE LUIS BORGES.
Revista Sur, enero de 1944, año XIV.

NOTAS:

[1] Así, disperso en huesos, yo quisiera que me juntaran (Tíbulo III, 2, 26).
[2] Alusión al Psammites (en latín, el Arenarius) de Arquímedes, libro que procura hallar un guarismo que pueda expresar la cantidad de granos de arena que caben en el mundo. Arquímedes propone la cifra 1063.
[3] Los días de nuestra edad son setenta años; en los más robustos ochenta; y lo que pasa de estos, trabajo y dolor, porque es cortado presto y volamos. (Salmos, XC, 10; Oración de Moisés, varón de Dios).
[4] De acuerdo a la antigua Aritmética de la mano, según la cual el meñique de la mano derecha, encogido, significaba cien. (N. del A.).
[5] Júpiter hizo que la noche en que poseyó a Alcmena tuviera la duración de tres noches.
[6] Perezca el día en que nací, y la noche que se dijo: Varón es concebido. (Job, III, 3).
[7] Suetonio (Los doce Césares, libro III, capítulo 70) refiere que Tiberio solía proponer a los gramáticos, problemas de este orden: “¿Quién fue la madre de Hécuba? ¿Qué nombre tomó Aquiles entre las vírgenes? ¿Qué cantaban las sirenas?”
[8] Κλυτὰ ἔθνεα νεκρῶν, (Odisea, X, 526).
[9] Pues ahora durmiendo estaría en silencio, y en mi sueño reposaría con los Reyes y Consejeros de la tierra, que edifican para sí los desiertos (Job, III, 13, 14).
[10] La Parca Átropos, que tenía por tarea cortar el hilo de la vida.
[11] Dice un pasaje del Talmud, citado por Delitzsch: “Es una tradición de la casa (escuela) de Elías, que el mundo durará seis mil años: dos mil de confusión, dos mil de sujeción a la ley mosaica, dos mil, los días del Mesías”. Paul Deussen (Die Philosophie des Mittelalters, página 323) afirma que, según Ireneo, el mundo durará seis mil años, correspondientes a los seis días de la Creación. El milenio corresponde al séptimo día. William Blake (The marriage of Heaven and Hell, circa 1793) ha escrito: “La antigua tradición de que el mundo será consumido por el fuego al cabo de seis mil años es verdadera, según he oído en el Infierno".
[12] Antes de que naciera Carlos V, la fama de Héctor había durado ya dos vidas de Matusalén. (N. del A.).
[13] Poco tiempo queda para el presente (Sha T’ung),
[14] Símbolo de la muerte. (N. del A.).
[15] Al cabo de ese tiempo se levantan las lápidas para inhumar nuevos cadáveres. (N. del A.).
[16] Gruteri Inscriptiones Antiquae. (N. del A.). Trátase de una colección de inscripciones del Imperio, publicada en 1603 por el filólogo belga Juan Gruter.
[17] Que se exhiben en diversos países, con nombres arbitrarios. A veces con los de antiguos reyes de Egipto, mencionados por Herodoto. (N. del A.).
[18] Cuperem notum esse quod sim, non opto ut sciatur qualis sim. Card., in vita propria (N. del A.).
[19] “Xanthos y Balios, corceles rápidos como el viento, hijos de la arpía Podarga, que los concibió del Céfiro”. (Ilíada, XVI).
[20] Éxodo, VI, 15.
[21] San Mateo, XIV, 1-11; San Marcos, VI, 14-28.
[22] Efesiano de oscuro nacimiento, que, para lograr celebridad, incendió el templo de Artemisa. Fue condenado a muerte por los habitantes de Éfeso, que prohibieron que se pronunciara su nombre.
[23] El autor se equivoca. Elio Esparciano, en la Historia Augusta, registra el epitafio de Adriano: Turba medicorum regent interfecit.
[24] El más feo de los guerreros que arribaron a Troya (Ilíada, II).
[25] Antes del Diluvio (N. del A.). Génesis, IV y V.
[26] Diosa romana que presidía los nacimientos.
[27] Según la costumbre de los judíos, que, junto al cadáver colocan en una vasija de ceniza una luz encendida. León [de Módena] (N. del A.). El rabino italiano León de Módena, más propiamente Judá Aryeh, publicó en 1637 su Historia de los ritos hebraicos. En 1650, Edward Chilmead la tradujo al inglés.
[28] Alude tal vez a los pitagóricos. Tal vez, a Empédocles de Agrigento, que dijo: Yo he sido mancebo, doncella, arbusto, pájaro y mudo pez que surge del mar. Compárese, en los Mabinogion, la enumeración de Taliesin:

Yo he sido la hoja de una espada,
Yo he sido una gota en el aire,
Yo he sido una estrella luciente,
Yo he sido una palabra en un libro,
Yo he sido un libro en el principio,
Yo he sido una luz en una linterna,
Yo he sido un puente que atraviesa sesenta ríos,
Yo he viajado como un águila,
Yo he sido una barca en el mar,
Yo he sido un capitán en la batalla,
Yo he sido una espada en la mano,
Yo he sido un escudo en el combate,
Yo he sido la cuerda de un arpa,
Durante un año estuve hechizado en la espuma del agua.

Véase también este otro poema:

Soy el jefe de los bardos de Elphin,
Mi patria es la región de las estrellas del verano,
Idno y Heinin me han llamado Cwyddno,
El día llegará en que todos los reyes me llamarán Taliesin,

Estuve con mi. Señor en la esfera más alta,
Cuando se abismó Lucifer en la profundidad del Infierno;
He llevado el estandarte de Alejandro;
Sé los nombres de las estrellas de norte a sur;
Estuve en Canaán, cuando murió Absalom;
Estuve en el lugar de la crucifixión del Hijo de Dios;
He sido el capataz de los obreros que erigieron la torre de Babel;
Ahora estoy en este palacio y en las ruinas de Troya.
He visto la destrucción de Sodoma y Gomorra;

Estuve con mi Señor, en el pesebre del asno;
Estuve en el firmamento con María Magdalena;
Estuve en la Colina Blanca, en la corte de Cynvelyn,
Un día y un año en el cepo y en las prisiones;
He padecido hambre por el Hijo de la Virgen;
He sido maestro de todas las inteligencias,
Soy capaz de instruir todo el universo;
Hasta el Día del Juicio estaré en la faz de la tierra,
Y no se sabe si mi cuerpo es carne o pescado.

Luego permanecí nueve meses
En el vientre de la bruja Caridwen;
En el principio fui Avagddu,
Y al fin soy Taliesin.

El bardo irlandés Amergin (E. Hull, A Textbook of Irish Literature, I, 127), tiene un poema análogo:

Yo, el viento en el mar;
Yo, el rumor del océano;
Yo, la ira del toro;
Yo, un halcón en la cumbre;
Yo, un reflejo del sol;
Yo, un jabalí que persigue;
Yo, un salmón de los ríos;
Yo, la laguna de las tierras bajas;
Yo, la fuerza del canto.

[29] Alude a los estoicos.
[30] Rey de los persas y de los medos; invadió el Egipto.
[31] Nombre bíblico del Egipto (Génesis, X, 6). Significa frontera, límite.
[32] Cf.: Quevedo, Epístolas a imitación de las de Séneca, XXXIX: Por mucha riqueza que gastemos en cubrir este polvo, siempre seremos el asco, y el edificio el precio; disfrazar en palacio la sepultura engaño es, no confesión.
[33] Nombre griego de Asurbanipal, rey de Asiria.
[34] Según el epitafio de Rufo y Verónica, en Gruter (N. del A.).
[35] En griego, latín, hebreo, egipcio y arábigo, borrado por Licinio el Emperador (N. del A). Gordiano, tercer emperador de ese nombre, m., en 244; Licinio, en 324.
[36] “Caminó, pues, Enoch con Dios, y desapareció; porque Dios lo llevó'’ (Génesis, V, 24).
[37] “Y como hubieron pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti antes que sea arrebatado de ti. Y dijo Eliseo: Pido que sea duplicado en ti mi espíritu. Y él le dijo: Cosa difícil has pedido: si me vieres cuando fuere arrebatado de ti, tendrás lo que pides: mas si no me vieres, no lo tendrás. Y como siguiesen adelante, y caminando hablasen entre sí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos: y subió Elías al cielo en un torbellino. Y Elíseo lo veía, y gritaba: Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo. Y no lo vio más, y trabando de sus vestidos los rompió en dos partes”. (2 Reyes, II, 9-11).
[38] “He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, pero todos seremos transformados” (I Corintios, XV, 51).
[39] “Y el Infierno y la Muerte fueron arrojados en el estanque de fuego. Esta es la segunda muerte” (Apocalipsis, XX, 14).
[40] Jornandes de rebus Geticis (N. del A.). “La ferocidad de los bárbaros se manifestó en el funeral del héroe, cuyo valor y cuya dicha celebraron con lúgubre aplauso. Una muchedumbre de prisioneros desvió el curso de un río que baña los muros de la ciudad de Concencia. El sepulcro, adornado con los despojos y trofeos de Roma, se construyó en el lecho vacío; luego se restauraron las aguas al cauce natural. El lugar secreto donde los restos de Alarico fueron depositados, quedó escondido para siempre, por la inhumana matanza de los prisioneros que habían ejecutado el trabajo”. (Gibbon, Decline and Fall of the Roman Empire, XXXI). Hay tres explicaciones verosímiles de esta inhumación misteriosa: impedir que fuera profanado el sepulcro; impedir el robo de los tesoros; impedir la resurrección del guerrero.
[41] Isaías, XIV, 9-19.
[42] Angulus contingentiae, el menor de los ángulos (N. del A.).
[43] En París, donde se consumen pronto los cuerpos (N. del A.).
[44] Un soberbio mausoleo o pila sepulcral, erigido por Adriano en Roma, donde ahora está el castillo San Angello (N. del A).
[45] Poco importa que la corrupción o la hoguera consuman los cadáveres (Farsalia, VII, 809, 810).

HYDRIOTAPHIA
Urne-Buriall.
OR,
A Brief Discourse of the Sepulchrall Urnes
Lately Found in
NORFOLK.

CHAPTER V

Now since these dead bones have already out-lasted the living ones of Methuselah, and in a yard under ground, and thin walls of clay, out-worn all the strong and specious buildings above it; and quietly rested under the drums and tramplings of three conquests; What Prince can promise such diuturnity unto his Reliques, or might not gladly say,

Sic ego componi versus in ossa velim.(1)

Time which antiquates Antiquities, and hath an art to make dust of all things, hath yet spared these minor Monuments. In vain we hope to be known by open and visible conservatories, when to be unknown was the means of their continuation and obscurity their protection: If they dyed by violent hands, and were thrust into their Urnes, these bones become considerable, and some old Philosophers would honour them,(2) whose souls they conceived most pure, which were thus snatched from their bodies; and to retain a stranger propension unto them: whereas they weariedly left a languishing corps, and with faint desires of re-union. If they fell by long and aged decay, yet wrapt up in the bundle of time, they fall into indistinction, and make but one blot with Infants. If we begin to die when we live, and long life be but a prolongation of death; our life is a sad composition; We live with death, and die not in a moment. How many pulses made up the life of Methuselah, were work for Archimedes: Common Counters summe up the life of Moses his man.(3) Our dayes become considerable like petty sums by minute accumulations; where numerous fractions make up but small round numbers; and our dayes of a span long make not one little finger.(4)

If the nearnesse of our last necessity, brought a nearer conformity unto it, there were a happinesse in hoary hairs, and no calamity in half senses. But the long habit of living indisposeth us for dying; When Avarice makes us the sport of death; When even David grew politickly cruell; and Solomon could hardly be said to be the wisest of men. But many are too early old, and before the date of age. Adversity stretcheth our dayes, misery makes Alcmenas nights,(5) and time hath no wings unto it. But the most tedious being is that which can unwish it self, content to be nothing, or never to have been, which was beyond the male-content of Job, who cursed not the day of his life, but his Nativity; Content to have so farre been, as to have a title to future being; Although he had lived here but in an hidden state of life, and as it were an abortion.

What Song the Syrens sang, or what name Achilles assumed when he hid himself among women, though puzling Questions(6) are not beyond all conjecture. What time the persons of these Ossuaries entred the famous Nations of the dead,(7) and slept with Princes and Counsellours,(8) might admit a wide resolution. But who were the proprietaries of these bones, or what bodies these ashes made up, were a question above Antiquarism. Not to be resolved by man, nor easily perhaps by spirits, except we consult the Provinciall Guardians, or tutellary Observators. Had they made as good provision for their names, as they have done for their Reliques, they had not so grosly erred in the art of perpetuation. But to subsist in bones, and be but Pyramidally extant, is a fallacy in duration. Vain ashes, which in the oblivion of names, persons, times, and sexes, have found unto themselves, a fruitlesse continuation, and only arise unto late posterity, as Emblemes of mortall vanities; Antidotes against pride, vain-glory, and madding vices. Pagan vain-glories which thought the world might last for ever, had encouragement for ambition, and finding no Atropos unto the immortality of their Names, were never dampt with the necessity of oblivion. Even old ambitions had the advantage of ours, in the attempts of their vain-glories, who acting early, and before the probable Meridian of time, have by this time found great accomplishment of their designes(9), whereby the ancient Heroes have already out-lasted their Monuments, and Mechanicall preservations. But in this latter Scene of time we cannot expect such Mummies unto our memories, when ambition may fear the Prophecy of Elias,(10) and Charles the fifth can never hope to live within two Methusela's of Hector.(11)

And therefore restlesse inquietude for the diuturnity of our memories unto present considerations, seems a vanity almost out of date, and superanuated peece of folly. We cannot hope to live so long in our names, as some have done in their persons, one face of Janus holds no proportion unto the other. 'Tis too late to be ambitious. The great mutations of the world are acted, or time may be too short for our designes. To extend our memories by Monuments, whose death we dayly pray for, and whose duration we cannot hope, without injury to our expectations, in the advent of the last day, were a contradiction to our beliefs. We whose generations are ordained in this setting part of time, are providentially taken off from such imaginations. And being(12) necessitated to eye the remaining particle of futurity, are naturally constituted unto thoughts of the next world, and cannot excusably decline the consideration of that duration, which maketh Pyramids pillars of snow, and all that's past a moment.

Circles and right lines limit and close all bodies, and the mortall right-lined circle,(13) must conclude and shut up all. There is no antidote against the Opium of time, which temporally considereth all things; Our Fathers finde their graves in our short memories, and sadly tell us how we may be buried in our Survivors. Grave-stones tell truth scarce fourty years:(14) Generations passe while some trees stand, and old Families last not three Oaks. To be read by bare Inscriptions like many in Gruter,(15) to hope for Eternity by Ænigmaticall Epithetes, or first letters of our names, to be studied by Antiquaries, who we were, and have new Names given us like many of the Mummies,{16} are cold consolations unto the Students of perpetuity, even by everlasting Languages.

To be content that times to come should only know there was such a man, not caring whether they knew more of him, was a frigid ambition in Cardan:(17) disparaging his horoscopal inclination and judgement of himself, who cares to subsist like Hippocrates Patients, or Achilles horses in Homer, under naked nominations, without deserts and noble acts, which are the balsame of our memories, the Entelecchia and soul of our subsistences. To be namelesse in worthy deeds exceeds an infamous history. The Canaanitish woman lives more happily without a name, then Herodias with one. And who had not rather have been the good theef, then Pilate?

But the iniquity of oblivion blindely scattereth her poppy, and deals with the memory of men without distinction to merit of perpetuity. Who can but pity the founder of the Pyramids? Herostratus lives that burnt the Temple of Diana, he is almost lost that built it;(18) Time hath spared the Epitaph of Adrians horse, confounded that of himself. In vain we compute our felicities by the advantage of our good names, since bad have equall durations; and Thersites is like to live as long as Agamenon, [without the favour of the everlasting Register:](19) Who knows whether the best of men be known? or whether there be not more remarkable persons forgot, then any that stand remembred in the known account of time? without the favour of the everlasting Register the first man had been as unknown as the last, and Methuselahs long life had been his only Chronicle.

Oblivion is not to be hired: The greater part must be content to be as though they had not been, to be found in the Register of God, not in the record of man. Twenty seven Names make up the first story, and the recorded names ever since contain not one living Century. The number of the dead long exceedeth all that shall live. The night of time far surpasseth the day, and who knows when was the Æquinox? Every house addes unto that current Arithmetique, which scarce stands one moment. And since death must be the Lucina of life, and even Pagans(20) could doubt whether thus to live, were to dye. Since our longest Sunne sets at right descensions, and makes but winter arches, and therefore it cannot be long before we lie down in darknesse, and have our lights in ashes.(21) Since the brother of death(22) daily haunts us with dying memento's, and time that grows old it self, bids us hope no long duration: Diuturnity is a dream and folly of expectation.(23)

Darknesse and light divide the course of time, and oblivion shares with memory, a great part even of our living beings; we slightly remember our felicities, and the smartest stroaks of affliction leave but short smart upon us. Sense endureth no extremities, and sorrows destroy us or themselves. To weep into stones are fables. Afflictions induce callosities, miseries are slippery, or fall like snow upon us, which notwithstanding is no unhappy stupidity. To be ignorant of evils to come, and forgetfull of evils past, is a mercifull provision in nature, whereby we digest the mixture of our few and evil dayes, and our delivered senses not relapsing into cutting remembrances, our sorrows are not kept raw by the edge of repetitions. A great part of Antiquity contented their hopes of subsistency with a transmigration of their souls. A good way to continue their memories, while having the advantage of plurall successions, they could not but act something remarkable in such variety of beings, and enjoying the fame of their passed selves, make accumulations of glory unto their last durations. Others rather then be lost in the uncomfortable night of nothing, were content to recede into the common being, and make one particle of the publick soul of all things, which was no more then to return unto their unknown and divine Originall again. Ægyptian ingenuity was more unsatisfied, contriving their bodies in sweet consistences, to attend the return of their souls. But all was vanity, feeding the winde,(24) and folly. The Ægyptian Mummies, which Cambyses or time hath spared, avarice now consumeth. Mummie is become Merchandise, Mizraim cures wounds, and Pharaoh is sold for balsoms.

In vain do individuals hope for Immortality, or any patent from oblivion, in preservations below the Moon: Men have been deceived even in their flatteries above the Sun, and studied conceits to perpetuate their names in heaven. The various Cosmography of that part hath already varied the names of contrived constellations; Nimrod is lost in Orion, and Osyris in the Dogge-starre. While we look for incorruption in the heavens, we finde they are but like the Earth; Durable in their main bodies, alterable in their parts: whereof beside Comets and new Stars, perspectives begin to tell tales. And the spots that wander about the Sun, with Phaetons favour, would make clear conviction.

There is nothing strictly immortall, but immortality; whatever hath no beginning may be confident of no end. All others have a dependent being, and within the reach of destruction, which is the peculiar of that necessary essence that cannot destroy it self; And the highest strain of omnipotency to be so powerfully constituted, as not to suffer even from the power of it self. But the sufficiency of Christian Immortality frustrates all earthly glory, and the quality of either state after death, makes a folly of posthumous memory. God who can only destroy our souls, and hath assured our resurrection, either of our bodies or names hath directly promised no duration. Wherein there is so much chance that the boldest Expectants have found unhappy frustration; and to hold long subsistence, seems but a scape in oblivion. But man is a Noble Animal, splendid in ashes, and pompous in the grave, solemnizing Nativities and Deaths with equall lustre, nor omitting Ceremonies of bravery, in the infamy(25) of his nature.

Life is a pure flame, and we live by an invisible Sun within us. A small fire sufficeth for life, great flames seemed too little after death, while men vainly affected precious pyres, and to burn like Sardanapalus, but the wisedom of funerall Laws found the folly of prodigall blazes, and reduced undoing fires, unto the rule of sober obsequies, wherein few could be so mean as not to provide wood, pitch, a mourner, and an Urne.(26))

Five Languages secured not the Epitaph of Gordianus;(27) The man of God lives longer without a Tomb then any by one, invisibly interred by Angels, and adjudged to obscurity, though not without some marks directing humane discovery. Enoch and Elias without either tomb or buriall, in an anomalous state of being, are the great Examples of perpetuity, in their long and living memory, in strict account being still on this side death, and having a late part yet to act upon this stage of earth. If in the decretory term of the world we shall not all dye but be changed, according to received translation; the last day will make but few graves; at least quick Resurrections will anticipate lasting Sepultures; Some Graves will be opened before they are quite closed, and Lazarus will be no wonder. When many that feared to dye shall groane that they can dye but once, the dismall state is the second and living death, when life puts despair on the damned; when men shall wish the coverings of Mountaines, not of Monuments, and annihilation shall be courted.

While some have studied Monuments, others have studiously declined them: and some have been so vainly boisterous, that they durst not acknowledge their Graves; wherein(28) Alaricus seems most subtle, who had a River turned to hide his bones at the bottome. Even Sylla that thought himself safe in his Urne, could not prevent revenging tongues, and stones thrown at his Monument. Happy are they whom privacy makes innocent, who deal so with men in this world, that they are not afraid to meet them in the next, who when they dye, make no commotion among the dead, and are not toucht with that poeticall taunt of Isaiah.(29)

Pyramids, Arches, Obelisks, were but the irregularities of vain-glory, and wilde enormities of ancient magnanimity. But the most magnanimous resolution rests in the Christan Religion, which trampleth upon pride, and sets on the neck of ambition, humbly pursuing that infallible perpetuity, unto which all others must diminish their diameters, and be poorly seen in Angles of contingency.(30)

Pious spirits who passed their dayes in raptures of futurity, made little more of this world, then the world that was before it, while they lay obscure in the Chaos of pre-ordination, and night of their fore-beings. And if any have been so happy as truly to understand Christian annihilation, extasis, exolution, liquefaction, transformation, the kisse of the Spouse, gustation of God, and ingression into the divine shadow, they have already had an handsome anticipation of heaven; the glory of the world is surely over, and the earth in ashes unto them.

To subsist in lasting Monuments, to live in their productions, to exist in their names, and prædicament of Chymera's, was large satisfaction unto old expectations, and made one part of their Elyziums. But all this is nothing in the Metaphysics of true belief. To live indeed is to be again our selves, which being not only an hope but an evidence in noble beleevers; 'Tis all one to lye in St Innocents Church-yard,(31) as in the Sands of Ægypt: Ready to be any thing, in the extasie of being ever, and as content with six foot as the Moles of Adrianus.(32)
Lucan
Tabesne cadavera solvat
An rogus haud refert.(33)

NOTES

1. Tibullus.
2. Oracula Chaldaica cum scholiis Pselii & Phethonis. Βίη λιπόντων σόμα ψυχαὶ καϑαρώταται. Vi corpus relinquentium animæ purissimæ.
3. In the Psalme of Moses.
4. According to the ancient Arithmetick of the hand wherein the little finger of the right hand contracted, signified an hundred. Pierius in Hieroglyph.
5. One night as long as three.
6. The puzling questions of Tiberius unto Grammarians. Marcel. Donatus in Suet. [Tiberius, LXX. Hyginus says that the other girls called Achilles Pyrrha because of his red hair.]
7. Κλυτὰ ἔθνεα νεκρῶν. Hom.
8. Job. [3.13-15]
9. ["ddsignes" 1658]
10. That the world may last but six thousand years.
11. Hectors fame lasting above two lives of Methuselah, before that Prince was extant.
12. ["bAnd eing" 1658]
13. Θ The character of death.
14. Old ones being taken up, and other bodies laid under them.
15. Gruteri Inscriptiones Antiquæ.
16. {Which men show in Several Countries, giving them what Names they please; and unto some the Names of the old Ægyptian Kings out of Herodotus.}
17. Cuperem notum esse quod sim, non opto ut sciatur qualis sim. Card. in vita propria.
18. [Chersiphon (Pliny, XXXVI, 21).]
19. [This phrase is placed here in 1658]
20. {Euripides} [in Plato Gorgias 492e.]
21. {According to the custome of the Jews, who place a lighted wax candle in a pot of ashes by the corps. [Leon of Modena]}
22. [I.e., sleep]
23. {MS Sloan 1848: Large are the treasures of oblivion and heaps of things in a state next to nothing almost numberless; much more is buried in silence then recorded, and the largest volumes are but epitomes of what hath been. The account of time began with night, and darkness still attendeth it. Some things never come to light; manyhave been delivered; but more hath been swallowed in obscurity and the caverns of oblivion. How much is as it were in vacuo, and will never be cleared up, of those long living times when men could scarce remember themselves young; and men seem to us not ancient but antiquities, when they [lived] longer in their lives then we can now hope to do in our memories; when men feared not apoplexies and palsies after 7 or 8 hundred years; when living was so lasting that homicide might admit of distinctive qualifications from the age of the person, and it might seem a lesser injury to kill a man at 8 hundred then at forty, and when life was so well worth the living that few or none would kill themselves.}
24. Omnia vanitas & pastio venti, νομὴ ἀνέμου, βόσκησις ut olim Aquila & Symmachus. v. Drus. Eccles[iastes 1.14].
25. [In admiring this passage, Robert Southey suggests emending this to "infimy" "lowest point".]
26. {According to the epitaph of Rufus and Veronica in Gruterus, "... nec ex Eorum bonis plus inventum est, quam Quod sufficeret ad emendam pyram Et picem quibus corpora cremarentur, Et præfica conducta, et olla empta.}
27. {In Greek, Latine, Hebrew, Ægyptian, Arabick, defaced by Licinus the Emperor.}
28. Jornandes de rebus Geticis.
29. Isa. 14.[4 17]
30. Angulus contingentiæ, the least of Angles.
31. In Paris where bodies soon consume.
32. A stately Mausoleum or sepulchral pyle built by Adrianus in Rome, where now standeth the Castle of St. Angelo.
33. [Civil War, VII, 809-810.]

martes, 26 de septiembre de 2017

Erik Satie: Memorias de un amnésico. Fragmentos 1 y 2

MEMORIAS DE UN AMNÉSICO
LO QUE SOY (fragmento 1)

Todo el mundo les dirá que yo no soy músico[1].  Así es.

Desde el comienzo de mi carrera, de inmediato, me consideré parte de los fonometrógrafos. Mis obras pertenecen a la fonométrica pura. Considérese el “Hijo de las Estrellas”, “En traje de montar” o las “Sarabandas”: resulta evidente que ninguna idea musical ha presidido a la creación de esas obras. Lo que predomina es el pensamiento científico.

Por lo demás me da mucho más gusto medir un sonido que escucharlo. Con el fonómetro en la mano, trabajo con alegría y seguridad.

¿Qué es lo que no he pesado o medido? Todo Beethoven, todo Verdi, etc. Es algo muy curioso.

La primera vez que usé un fonoscopio, examiné un si bemol de grosor mediano. Nunca, he visto, se los aseguro, algo más repugnante. Llamé a mi sirviente para que lo viera.

En la fonobalanza un fa sostenido corriente, muy común, alcanzó los noventa y tres quilos. Provenía de un tenor gordísimo al que pesé.

¿Conocen ustedes la limpieza de los sonidos? Es algo bastante sucio. Hilarlos resulta más limpio; saber clasificarlos exige un trabajo muy minucioso y requiere una buena vista. Aquí estamos en plena fonotécnica.

En cuanto a las explosiones sonoras, a menudo tan desagradables, el algodón, metido en los oídos, nos las vuelve más tenues, de un modo conveniente. Aquí estamos en plena pirofonía.

Para componer mis “Piezas frías” hice uso de un caleidoscopio-grabador. Eso me llevó siete minutos. Llamé a mi sirviente para hacérselas escuchar.

Creo poder decir que la fonología es superior a la música. Es más variada. El rendimiento pecuniario es mayor. A eso le debo mi fortuna.

En todo caso, en el motodinamófono un fonomedidor no muy ejercitado puede, fácilmente, anotar mas sonidos de lo que puede hacerlo el músico más hábil, en igual tiempo y con igual esfuerzo. Es gracias a eso que he compuesto tanto.

El futuro, entonces, está en la filofonía.


[1] Ver : O. Séré, Musiciens français d'aujourd'hui pag. 138.


PERFECTO ENTORNO
(fragmento 2)

Vivir en medio de obras gloriosas del Arte es una las mayores alegrías que uno pueda experimentar. Entre los preciosos monumentos del pensamiento humano que la modestia de mi fortuna me ha hecho elegir como compañeros de mi vida, hablaré de un magnifico falso Rembrandt, profundo y de vasta ejecución, tan bueno para palpar con la punta de los ojos como un fruto pulposo demasiado verde.

Ustedes también podrían ver en mi despacho un cuadro de una belleza indiscutible, objeto de admiración única: el delicioso “Retrato atribuido a un Desconocido”.

¿Les he hablado de mi Teniers simulado? Es una cosa adorable y suave, una obra de las menos comunes.

¿No son ésas, acaso, piedras preciosas divinas, engarzadas con madera dura? ¿No es así?

Sin embargo, ¿qué es lo que supera a esas obras magistrales, lo que las aplasta con el peso formidable de una majestad genial, lo que las hace palidecer con su luz deslumbrante? Un falso manuscrito de Beethoven —sublime sinfonía apócrifa del maestro— que compré piadosamente hace diez años, según creo.

De las obras del grandioso músico, esta décima sinfonía, todavía ignorada, es una de las más suntuosas. Sus proporciones son amplias como un palacio; sus ideas son umbrías y frescas; su desarrollo, preciso y justo.

Era preciso que esta sinfonía existiese: el numero 9 no puede ser beethoveniano. El músico amaba el sistema decimal: “Tengo diez dedos”, explicaba.

Hay quienes, habiendo llegado para absorber filialmente esa obra maestra, con sus oídos meditativos y recogidos, creyeron, sin razón, que Beethoven había concebido algo menor, y lo dijeron. Incluso fueron más allá en sus palabras.

En ningún caso Beethoven puede ser inferior a sí mismo. Su técnica y su forma siguen siendo augurales, incluso en lo ínfimo. Lo rudimentario no se le puede adjudicar. No hay remedo endilgado a su persona artística capaz de intimidarlo.

¿Piensan ustedes que un atleta, por mucho tiempo celebrado, cuya fuerza y habilidad fueron reconocidas con triunfos públicos, se inferiorice por el hecho de llevar tranquilamente un simple ramo que reúna  tulipanes y jazmines? ¿Es acaso menor, si a esto se le añade la ayuda de un niño?

Nunca verán un caso semejante.

Traducción, para Literatura & Traducciones, de  MiguelÁngel Frontán.

MÉMOIRES D'UN AMNÉSIQUE
CE QUE JE SUIS (fragment 2)

Tout le monde vous dira que je ne suis pas un musicien[1]. C'est juste.

Dès le début de ma carrière, je me suis, de suite, classé parmi les phonométrographes. Mes travaux sont de la pure phonométrique. Que l'on prenne le « Fils des Etoiles » ou les « Morceaux en forme de poire », « En habit de Cheval » ou les « Sarabandes », on perçoit qu'aucune idée musicale n'a présidé à la création de ces œuvres. C'est la pensée scientifique qui domine.

Du reste, j'ai plus de plaisir à mesurer un son que je n'en ai à l'entendre. Le phonomètre à la main, je travaille joyeusement et sûrement.

Que n'ai-je pesé ou mesuré ? Tout de Beethoven, tout de Verdi, etc. C'est très curieux.

La première fois que je me servis d'un phonoscope, j'examinai un si bémol de moyenne grosseur. Je n'ai, je vous assure, jamais vu chose plus répugnante. J'appelai mon domestique pour le lui faire voir.

Au phono-peseur un fa dièse ordinaire, très commun, atteignit 93 kilogrammes. Il émanait d'un fort gros ténor dont je pris le poids.

Connaissez-vous le nettoyage des sons ? C'est assez sale. Le filage est plus propre ; savoir les classer est très minutieux et demande une bonne vue. Ici nous sommes dans la phonotechnique.

Quant aux explosions sonores, souvent si désagréables, le coton, fixé dans les oreilles, les atténue, pour soi, convenablement. Ici, nous sommes dans la pyrophonie.

Pour écrire mes « Pièces Froides », je me suis servi d'un caléidophone-enregistreur. Cela prit sept minutes. J'appelai mon domestique pour les lui faire entendre.

Je crois pouvoir dire que la phonologie est supérieure à la musique. C'est plus varié. Le rendement pécuniaire est plus grand. Je lui dois ma fortune.

En tout cas, au motodynamophone, un phonométreur médiocrement exercé peut, facilement, noter plus de sons que ne le fera le plus habile musicien, dans le même temps, avec le même effort. C'est grâce à cela que j'ai tant écrit.

L'avenir est donc à la philophonie.


[1] Voir : O. Séré, Musiciens français d'aujourd'hui p. 138.


PARFAIT ENTOURAGE
(fragment 2)

Vivre au centre d'œuvres glorieuses de l'Art est une des plus grandes joies qui se puissent ressentir. Parmi les précieux monuments de la pensée humaine que la modestie de ma fortune m'a fait choisir pour partager ma vie, je parlerai d'un magnifique faux Rembrandt, profond et large d'exécution, si bon à presser du bout des yeux, comme un fruit gras, trop vert.

Vous pourriez voir aussi, dans mon cabinet de travail, une toile d'une beauté incontestable, objet d'admiration unique : le délicieux « Portrait attribué à un Inconnu ».

Vous ai-je parlé de mon Téniers simulé ? c'est une adorable et douce chose, pièce rare entre toutes.
Ne sont-ce pas là des pierreries divines, serties de bois dur ? Oui ?

Pourtant, ce qui surpasse ces œuvres magistrales ; ce qui les écrase du poids formidable d'une géniale majesté ; ce qui les fait pâlir par son éblouissante lumière ? un faux manuscrit de Beethoven — sublime symphonie apocryphe du maître — acheté pieusement par moi, il y a dix ans, je crois.

Des œuvres du grandiose musicien, cette 10 e symphonie, encore ignorée, est une des plus somptueuses. Les proportions en sont vastes comme un palais ; les idées en sont ombreuses et fraîches ; les développements en sont précis et justes.

Il fallait que cette symphonie existât : le nombre 9 ne saurait être beethovénien. Il aimait le système décimal : « J'ai dix doigts », expliquait-il.

Venus pour absorber filialement ce chef-d'œuvre, de leurs oreilles méditatives et recueillies, quelques-uns, sans raison, crurent à une conception inférieure de Beethoven, et le dirent. Ils allèrent plus loin même.

Beethoven ne peut être inférieur à lui-même, dans aucun cas. Sa technique et sa forme restent augurales, même dans l'infime. Le rudimentaire ne lui est applicable. Il ne s'intimide pas du contrefait imputé à sa personne artistique.

Croyez-vous qu'un athlète, longuement célébré, dont la force et l'adresse furent reconnus par des triomphes publics, s'infériore du fait de porter aisément un simple bouquet de tulipes et de jasmins assemblés ? Est-il moindre, si l'aide d'un enfant s'y ajoute ?

Vous n'y encontrerez pas.