martes, 28 de febrero de 2017

Lord Byron y Miguel Antonio Caro: Childe Harold en España

ESPAÑA EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
(1809)

Do la tierra del Luso de cerca ve a su hermana
¿Qué pensáis que divide las dos rivales? ¿Suena
Acaso entre una y otra soberbia soberana
De un orgulloso Tajo la rica y larga vena?
¿Áspera se interpone una Sierra Morena?
¿O estupenda muralla cual la que abraza a China?
Ni muros, ni hondos ríos, ni de montes cadena
El límite dudoso determina,
Cual la que allá entre el Galo y el Español se empina.

Es solo un pobre arroyo de diáfanos cristales
Que nombre apenas tiene, si bien va comprimido
En su lecho de flores por dos reinos rivales.
Apoyado en su báculo ve el zagal con descuido
En paz las crespas ondas rodar con blando ruido
Entre pueblos que adversos ceban rencor insano.
No hay labriego en España que, a par de un duque erguido,
No mida la distancia entre un hispano
Y el vil entre los viles, el siervo lusitano.

Arrástrase no lejos de esta débil frontera
Del viejo Guadiana la corriente sombría  
Con rumorosas aguas acaudalada y fiera;
Populares leyendas le dieron nombradía.
El Sarraceno y Godo sobre su orilla un día
Cubiertos pelearon de armaduras brillantes,
Y los fuertes cayeron, se heló la bizarría,
Y llevaron las ondas sollozantes
Cadáveres mezclados, y yelmos y turbantes.

¡Oh romántica España, nación gloriosa y brava!
¿Dónde está el estandarte que enarboló Pelayo
Cuando en su sed de sangre el padre de la Cava
Traidor trajo a su patria de la venganza el rayo?
¿Adónde de tus hijos el victorioso y gayo
Alarde de pendones? Brillaron las cristianas
Cruces; las Medialunas con pálido desmayo
Huyeron, y a las grutas más lejanas
Llevó el eco los llantos de madres mauritanas.

Publican las hazañas oscuros trovadores,
Y es ¡ay! el prez más bello que alcanza el heroísmo.
Cantará inciertas fechas voz de humildes pastores
Cuando arcos y columnas trague el tiempo en su abismo.
Del cielo torna. Orgullo, la mirada a ti mismo:
Salva una pobre cántiga de un héroe la memoria:
¿Huirás tú, en libro o mármol, del común cataclismo?
¿Sencilla tradición te dará gloria,
Muerta ya la lisonja, maldecido en la Historia?

¡Al campo, hijos de España! Al campo vuestra Diosa
Os llama -aquella antigua gentil Caballería:
Al aire de su casco no da la pluma airosa.
La formidable lanza no blande cual solía.
Hoy vuela en nubes de humo de ardiente artillería;
Con el tronar del bronce repite “¡España, cierra!”
“¡Cierra, España!” repite clamando noche y día.
¿Será  más débil hoy que cuando guerra
Apellidó en las costas de la andaluza tierra?

¿No escucháis los bufidos de bélicos corceles,
Y el choque y el estruendo? ¿No veis bajo la hoja
Del sable cual sucumben vuestros hermanos fieles,
Y cómo ya en arroyos su sangre el campo moja?
¡Volad a socorrerles en su mortal congoja!
¡Oh, guerra a los tiranos, y guerra a los sayones!
Encendiendo la Muerte su llamarada roja
Postra a cada explosión mil campeones;
Bate el Furor la tierra y tiemblan las Naciones.

¡He allí el Gigante armado sobre los montes! Muestra
De su melena en sangre cuajados los manojos,
Y mortíferos dardos en la terrible diestra.
Inquietos en sus órbitas revuelve ora los ojos,
Que abrasan donde miran -ya allá los clava, rojos.
Destrucción vigilante sus pies de bronce halaga.
Hoy lidian tres naciones para acopiar despojos
Empapados en sangre ante la aciaga
Deidad, que pide sangre y en su vapor se embriaga.

¡Por Dios, que es espectáculo hermoso a las miradas
De quien ni amigos tenga ni tenga allá­ parientes!
¡Tantas ricas banderas de colores bordadas!
¡Tantas armas al rayo del sol resplandecientes!
Como perros de presa que rechinan los dientes,
Al destrozo bramando la multitud se lanza.
¡Pocos verán el triunfo en tantos combatientes!
Toca a muchos morir, y la Matanza
Sus víctimas gozosa a numerar no alcanza.

Confundidas tres huestes ofrendas acarrean
Al común holocausto: se alza oración extraña
En tres lenguas distintas; tres pendones flamean ;
Tres voces hay de triunfo: ¡Francia! ¡Inglaterra! ¡España!
El agresor, la víctima y aquél que la acompaña -
Que combate por otros y provecho no espera -
Cual si nunca a sus techos llegase impi­a guadaña,
Dispútanse tu campo, Talavera,
Por dar pasto a los buitres y riego a la pradera.

¡Oh ví­ctimas ya inertes de una ambición insana!
¿Qué os sirve bajo el césped del campo de la liza,
La Gloria que lo ilustra? ¡Recompensa harto vana!
Míseros instrumentos que un déspota destriza
Cuando de humanos miembros el camino tapiza
Que le conduce -¿adónde?- ¡a un sueño! De las manos
De aborrecido César el cetro se desliza;
Tierra suya no tienen los tiranos
Sino aquella do un día serán polvo y gusanos.

¡Oh Albuera, oh nombre infausto! ¿Ni quién pensara un día  
Cuando a caballo Haroldo cruzaba tu llanura,
Que en término tan breve allí a encontrar vendría
El retador guerrero ingrata sepultura?
¡Paz a los que murieron! Vuele a la edad futura
De su valor la fama, no sin acerbo llanto.
Vendrán sucesos nuevos de gozo o de amargura;
¡Tu nombre, Albuera, rodará entretanto
En versos de él no dignos, en pasajero canto! 
Traducciones poéticas, Bogotá, Librería Americana, 1889.

CHILDE HAROLD
               Canto I Stanzas 32-43               

Where Lusitania and her Sister meet,
Deem ye what bounds the rival realms divide?
Or ere the jealous queens of nations greet,
Doth Tayo interpose his mighty tide?
Or dark Sierras rise in craggy pride?
Or fence of art, like China's vasty wall? --
Ne barrier wall, ne river deep and wide,
Ne horrid crags, nor mountains dark and tall,
Rise like the rocks that part Hispania's land from Gaul:

But these between a silver streamlet glides,
And scarce a name distinguisheth the brook,
Though rival kingdoms press its verdant sides,
Here leans the idle shepherd on his crook,
And vacant on the rippling waves doth look,
That peaceful still 'twixt bitterest foemen flow;
For proud each peasant as the noblest duke:
Well doth the Spanish hind the difference know
'Twixt him and Lusian slave, the lowest of the low.

But ere the mingling bounds have far been pass'd,
Dark Guadiana rolls his power along,
In sullen billows, murmuring and vast,
So noted ancient roundelays among.
Whilome upon his banks did legions throng
Of Moor and Knight, in mailed splendour drest:
Here ceased the swift their race, here sunk the strong;
The Paynim turban and the Christian crest
Mix'd on the bleeding stream, by floating hosts oppress'd.

Oh, lovely Spain! renown'd, romantic land!
Where is that standard which Pelagio bore,
When Cava's traitor-sire first call'd the band
That dyed thy mountain streams with Gothic gore?
Where are those bloody banners which of yore
Waved o'er thy sons, victorious to the gale,
And drove at last the spoilers to their shore?
Red gleam'd the cross, and waned the crescent pale,
While Afric's echoes thrill'd with Moorish matrons' wail.

Teems not each ditty with the glorious tale?
Ah! such, alas! the hero's amplest fate!
When granite moulders and when records fail,
A peasant's plaint prolongs his dubious date.
Pride! bend thine eye from heaven to thine estate.
See how the Mighty shrink into a song!
Can Volume, Pillar, Pile, preserve thee great?
Or must thou trust Tradition's simple tongue,
When Flattery sleeps with thee, and History does thee wrong?

Awake, ye sons of Spain! awake! advance!
Lo! Chivalry, your ancient goddess, cries;
But wields not, as of old, her thirsty lance,
Nor shakes her crimson plumage in the skies:
Now on the smoke of blazing bolts she flies,
And speaks, in thunder through yon engine's roar:
In every peal she calls -- 'Awake! arise!'
Say, is her voice more feeble than of yore,
When her war-song was heard on Andalusia's shore?

Hark! -- heard you not those hoofs of dreadful note?
Sounds not the clang of conflict on the heath?
Saw ye not whom the reeking sabre smote;
Nor saved your brethren ere they sank beneath
Tyrants and tyrants' slaves? -- the fires of death,
The bale-fires flash on high: -- from rock to rock
Each volley tells that thousands cease to breathe;
Death rides upon the sulphury Siroc,
Red Battle stamps his foot, and nations feel the shock.

Lo! where the Giant on the mountains stands,
His blood-red tresses deep'ning in the sun,
With death-shot glowing in his fiery hands,
And eye that scorcheth all it glares upon;
Restless it rolls, now fix'd, and now anon
Flashing afar, -- and at his iron feet
Destruction cowers, to mark what deeds are done;
For on this morn three potent nations meet,
To shed before his shrine the blood he deems most sweet.

By Heaven! it is a splendid sight to see
(For one who hath no friends, no brother there)
Their rival scarfs of mix'd embroidery,
Their various arms that glitter in the air!
What gallant war-hounds rouse them from their lair,
And gnash their fangs, loud yelling for the prey!
All join the chase, but few the triumph share;
The Grave shall bear the chiefest prize away,
And Havoc scarce for joy can number their array.

Three hosts combine to offer sacrifice;
Three tongues prefer strange orisons on high;
Three gaudy standards flout the pale blue skies;
The shouts are France, Spain, Albion, Victory!
The foe, the victim, and the fond ally
That fights for all, but ever fights in vain,
Are met -- as if at home they could not die --
To feed the crow on Talavera's plain,
And fertilize the field that each pretends to gain.

There shall they rot -- Ambition's honour'd fools!
Yes, Honour decks the turf that wraps their clay!
Vain Sophistry! in these behold the tools,
The broken tools, that tyrants cast away
By myriads, when they dare to pave their way
With human hearts -- to what? -- a dream alone.
Can despots compass aught that hails their sway?
Or call with truth one span of earth their own,
Save that wherein at last they crumble bone by bone?

Oh, Albuera! glorious field of grief!
As o'er thy plain the Pilgrim prick'd his steed,
Who could foresee thee, in a space so brief,
A scene where mingling foes should boast and bleed!
Peace to the perish'd! may the warrior's meed
And tears of triumph their reward prolong!
Till others fall where other chieftains lead,
Thy name shall circle round the gaping throng,
And shine in worthless lays, the theme of transient song.

domingo, 26 de febrero de 2017

Virgilio y Miguel Antonio Caro: Juno persigue a los troyanos

JUNO PERSIGUE A LOS TROYANOS
ENEIDA, CANTO I, 12-222


Enfrente, aunque a distancia, de la riba
Donde el Tibre en el mar su onda derrama,
Tiria de origen, opulenta, altiva,
Alzose la ciudad que Juno ama.
Más que a Samos la Diosa vengativa
La amó: Cartago la ciudad se llama:
En ella la armadura pavorosa,
El carro en ella estuvo de la Diosa.

Y ya anhelaba Juno y pretendía
Hacer del orbe a esta ciudad señora
Si consintiese el hado. Oído había
Que, corriendo los tiempos, en mal hora
Para alcázares tirios, se alzaría
De troyana raíz, dominadora
Nación potente, en los combates fiera;
Que así lo urdido por las Parcas era.

Eso la Diosa recelaba; y luego
De irritantes recuerdos ocupada,
Ella no olvida que a vengar al Griego
Fue la primera en desnudar la espada:
Del troyano pastor el fallo ciego;
Su ofendida beldad, la raza odiada,
El alto honor a Ganimedes hecho,
Memorias son para afligir su pecho,

Por eso avienta a términos distantes
Del ítalo confín, a los que a vida
Dejó incendio voraz, salvados antes
Del acero de Aquiles homicida.
Por largos años sobre el ponto errantes,
Cerrando el paso a su virtud sufrida
El hado vengador ¿dónde no asoma?
¡Fue empresa colosal fundar a Roma!

Haciendo nueva tentativa ahora,
De la orilla zarpando siciliana,
Ya a la vela se daban; ya la prora
Cortando iba veloz la espuma cana.
Mas la llaga cruel que la devora
Guardaba fresca la deidad tirana
En el fondo del alma; y sin testigo
Así comienza a razonar consigo:

«¿Y será que vencida retroceda
En la intentada empresa? ¿y que al troyano
Aborrecido príncipe no pueda
Lejos tener del límite italiano?
¿Conque adverso el destino me lo veda?
Palas un día, del insulto insano
Tan sólo de Áyax ofendida, airada,
¿No hundió a los Griegos y abrasó su armada?

»Ella misma del cerco nebuloso
Vibró de Jove la veloz centella,
Y alteró de los mares el reposo
Y dispersó los navegantes; ella
En torbellino súbito, furioso,
Arrebatando al infeliz, lo estrella,
Cuando aun abierto el pecho llameaba,
Contra un agrio peñón, y allí le clava.

»Y yo, que entre los Númenes campeo
De los Númenes todos soberana;
Yo, que los altos títulos poseo
De consorte de Júpiter y hermana,
Ya tantos años ha que en lid me empleo
Con solo un pueblo, ¡y mi insistencia es vana!
¿Y habrá de hoy más quien me venere? ¿alguno
Que humilde ofrende en el altar de Juno?»

Tal medita la Diosa, y sus sollozos
Ahogando en su furor, a Eolia vuela,
Región nublada en lóbregos embozos,
Región que aborta la hórrida procela:
Eolo allí en inmensos calabozos
Las roncas tempestades encarcela
Y los batalladores aquilones,
Y hace pesar su imperio en sus prisiones.

Ellos dentro la hueca pesadumbre
Ruedan bramando, amenazando estrago;
Él, cetro en mano, sobre la alta cumbre,
Resuelve en aire el comprimido amago,
Que si aquella legión de servidumbre
Salir lograse, por el éter vago
La tierra, el mar, el ámbito profundo
Rauda barriera aniquilando el mundo.

El alto Jove recelando eso,
Al ejército aéreo abrió esta sima,
Y ahí en tinieblas le envolvió, y el peso
De altísimos collados le echó encima;
Y un rey impuso al elemento opreso
Que con tacto severo, ya reprima,
Ya dé medida libertad. Ahora
Juno ante él llega, y su favor implora:

ȃolo, a quien el Rey de cielo y tierra
Calmar concede y sublevar los mares,
Oye: aquel pueblo a quien juré la guerra,
Surca el Tirreno, y sus vencidos lares
Lleva, y su imperio, a Italia. Desencierra,
Éolo, tus alados auxiliares,
Y envíalos con ímpetus violentos
A romper naves y a esparcir fragmentos.

«Catorce Ninfas sírvenme doncellas,
De hermosura dotadas milagrosa;
La que en encantos sobresale entre ellas,
Deyopeya gentil, será tu esposa:
Eternas gozarás sus gracias bellas;
Yo te la doy, porque de prole hermosa
Afortunado fundador te haga;
Y así el favor mi gratitud te paga.»

Éolo reverente la responde:
«Reina, escudriña cuanto ansiar pudieres,
Di cuanto oculta voluntad esconde,
Pues son tus voluntades mis deberes.
De ti no fuesen dádivas, ¿de dónde
Mi cetro, mi privanza, mis poderes?
Tú en las mesas olímpicas me sientas;
Rey por ti soy de rayos y tormentas!»

Dice; y la hueca mole con el cuento
Hiere del cetro, y la voltea a un lado;
Y al ver el ancha puerta, cada viento
Quiere salir primero alborotado;
Y Noto a un tiempo, y Euro, y turbulento
Ábrego con borrascas, monte y prado
Corren, barren el suelo, al mar se entregan,
Y ondas abultan que la playa anegan.

Y remueven el ponto, el ponto gime;
Y silban cuerdas y la gente clama;
Roba las formas y la luz suprime
La oscuridad que en torno se derrama;
Noche tremenda el horizonte oprime;
El éter cruza intermitente llama;
Truena el polo, y suspenso el navegante
La pompa del terror tiene delante.

En este instante de la muerte el hielo
Siente Eneas que embarga sus sentidos,
Y entrambas manos extendiendo al cielo,
Clama con voz ahogada entre gemidos:
«¡Dichosos, ay, los que en el patrio suelo,
Al pie del alto muro, en liza heridos,
A vista de sus padres espiraron,
Y allí cual buenos su misión finaron!

»¡Oh tú entre aquivos héroes el primero,
Diomedes esforzado! ¿qué ímpia suerte
Me negó bajo el filo de tu acero
En los campos de Troya hallar la muerte?
Do al ímpetu de Aquiles Héctor fiero
Cayó; do el grande Sarpedón; do inerte
Tanto noble adalid, rota armadura,
El Símois vuelca en su corriente oscura!»

Cállale aquí borrasca bramadora
Que hosca en las velas da, la onda agiganta;
Quiébranse remos, tuércese la prora,
La onda el costado del bajel quebranta:
Álzase el agua en cimas, y a deshora
Rómpese: quién en vago se levanta;
Quién la ola henderse ve que lo encadena,
Y ve el fondo mostrarse, hervir la arena.

Noto tres buques a su cargo toma
Y en adustos escollos los estrella
(Cuya espalda a flor de agua inmensa asoma,
Y ara el nauta la nombra, y huye de ella).
Sobre otros tres rugiente se desploma
Euro (¡escena de horror!), los atropella,
Y dales, entre puntas destrozados,
Tumba de arena en los hirvientes vados.

Al bajel que a los Licios aportaba,
El mismo en que el leal Orontes iba,
Súbito hiere en popa una ola brava
Descargada con ímpetu de arriba.
Eneas el embate viendo estaba
Que de un vuelco el piloto al mar derriba;
Tres vueltas da el bajel, la angustia crece,
Y el vórtice lo traga, y desparece.

Vense dispersos que en lo inmenso nadan;
Maderos y reliquias de combates,
Y troyanas riquezas sobrenadan.
De Ilioneo, aunque fuerte, a los embates
La nave ya, y las de Abas se anonadan,
Del viejo Aletes y el valiente Acates;
Que, hondas las grietas, desligado el brío,
Abren su seno al elemento impío.

En tanto los rumores, los bramidos,
La inmensa agitación Neptuno siente;
Siente los hondos sótanos movidos,
Y alza alarmado la serena frente
Por cima de las ondas. Esparcidos
Los buques ve de la troyana gente,
Por todas partes maltratada .y rota,
Que el cielo la acribilla, el mar la azota.

Ni ya de Juno se ocultó al hermano,
Industrioso el rencor que horrores trama;
Y al punto con acento soberano
Al Céfiro y al Euro a cuentas llama;
«Y así», les dice, «¿os ciega orgullo vano?
Ya hundís los cielos sin mi venia, y brama
El agua en cerros que encrespáis gigantes;
jGuay!... Mas el mar apacigüemos antes.

«¡Huid, vientos! ¡huid avergonzados;
Ni esperéis de piedad segunda muestra;
Y a vuestro Rey decidle que los hados
No el tridente pusieron en su diestra:
¡Les reinos de la mar son mis estados!
Riscos él tiene allá, guarida vuestra;
¡Que respetoso a ajenos elementos,
Reine guardián de encadenados vientos!»

Dice; nubes disuelve, el sol desnuda,
Y pone en paz las olas que batallan:
Cimotoe y Tritón de roca aguda
Los míseros navíos desencallan;
Con su tridente él mismo les ayuda,
Las sirtes abre, y cielos y aguas callan;
Y por cima del mar, que apenas riza,
En levísimo carro se desliza.

¿Quién vio tal vez con la rabiosa ira
Que la plebe en motín ruge y revienta?
Teas, guijarros por el aire tira;
La fuerza del enojo armas inventa:
Mas si a un prócer piadoso alzarse mira
Se contiene, se acalla, escucha atenta;
Sola esa voz los ánimos ablanda,
Lleva la paz, y la obediencia manda.

Neptuno así de una mirada enfrena
Del piélago insolente los furores,
Y gira por la atmósfera serena.
Dóciles sus caballos voladores.
Entre tanto, de la áspera faena
Cansados los troyanos viadores,
A las vecinas, líbicas orillas
Vuelven prudentes las cascadas quillas.

Vese allí en una cómoda ensenada
Formando puerto, una isla: a sus costados
Del piélago se rompe la oleada.
Y rota, entra a morir por ambos lados.
Guardando opuestos émulos la entrada,
Dos peñones, remate de collados,
Torvos se empinan: plácidas, a solas,
Tiéndense al pie las sombreadas olas.

Luego, al entrar, divísase eminente,
Del sol quebrando el trémulo destello,
Hórrido bosque, y negro, y grande; en frente
Cóncava peña cierra un antro bello.
Y allí hay bancos de piedra; allí una fuente
De agua dulce; ¡es de Ninfas gruta aquello!
No aquí el cansado esquife ata la amarra;
No del áncora el garfio el fondo agarra.

Saca Eneas, en suma, a salvamento
Siete naves. La gente, que desea
De la tierra el materno acogimiento,
Salta al césped que el céfiro recrea,
Y allí a los miembros húmidos da asiento.
Acates hiere el pedernal; chispea;
Hoja menuda allega, adusta rama,
Y, el fomes atizando, arde la llama.

Mojados sacan las cansadas manos
El don de Ceres y su tren; y aprestan
Piedras allí para moler los granos
Que en seco extienden y que al fuego tuestan
Sube Eneas a un pico, y los lejanos
Horizontes registra, por si enhiestan
Las popas de Caïco allá su arreo,
O bien sus velas el bajel de Anteo;

O ya a remo avanzando los navíos
Frigios parecen, o el de Capis. Nada
Por los ecuóreos límites vacíos
Descubre a su esperanza su mirada.
Mas tres ciervos divisa que baldíos
Recorren la ribera: la manada,
Al sabroso pacer vagando atenta,
Por acá y por allá los sigue lenta.

El arco y leves flechas, al instante,
Armas del fiel Acates, arrebata
Eneas; y a los tres que van delante
Con orgullosa cornamenta, mata;
A tiros luego el escuadrón restante
Entre el frondoso bosque desbarata;
Ni desiste hasta ver de les venados
Siete grandes por tierra derribados.

Así el número iguala al de bajeles;
Al puerto vuelve, do el botín divida
Entre sus tristes compañeros fieles;
Y con vino, de aquél que a su partida
De las riberas sículas, toneles
Bondoso Acestes les hinchió, convida;
Y cura consolar los corazones
El obsequio apoyando con razones:

«¡Antiguos compañeros! sabedores
Antes de ahora de aventuras tales:
Ya visteis acabar otros mayores,
Dios dará fin a los presentes males.
De Scila atroz escollos ladradores:
De impíos Ciclopes playas funerales:
¿Qué no habéis arrostrado? ¡Alzad la frente,
Y ahogue su pena el corazón valiente!

«Desgracias de hoy, mañana son memorias
Que despiertan secretas simpatías:
Senda de rudas pruebas transitorias
Nos lleva al Lacio y sus riberas pías:
Renacerán nuestras antiguas glorias;
Sufrid, guardaos para mejores días!»
Dice; ríe esperanzas, y hondamente
Sella el fiero dolor que el alma siente.

Presta la gente a aderezar la caza
Pieles arranca, entrañas desaloja;
Quién la carne, que a miembros apedaza,
Fija en el asador, tremente y roja;
Quién da en la orilla a las calderas plaza,
Y fuego allega; y ya en el musgo y hoja
Cobran tendidos el vigor postrado
Con vino añejo y nutridor bocado.

Calla el hambre; y locuaz la fantasía
Recuerda a los ausentes: teme; alienta;
Y ya salvos, ya en la última agonía,
Ya sordos al clamor los representa.
Consigo Eneas, de la suerte impía
Del animoso Orontes se lamenta,
Y de Amico, y de Licio, y de héroe tanto;
Del grande Gías y del gran Cloanto.



Vrbs antiqua fuit, Tyrii tenuere coloni,
Karthago, Italiam contra Tiberinaque longe
ostia, diues opum studiisque asperrima belli ;
quam Iuno fertur terris magis omnibus unam
posthabita coluisse Samo; hic illius arma,
hic currus fuit; hoc regnum dea gentibus esse,
si qua fata sinant, iam tum tenditque fouetque.
Progeniem sed enim Troiano a sanguine duci
audierat, Tyrias olim quae uerteret arces;
hinc populum late regem belloque superbum
uenturum excidio Libyae : sic uoluere Parcas.

Id metuens, ueterisque memor Saturnia belli,
prima quod ad Troiam pro caris gesserat Argis
 - necdum etiam causae irarum saeuique dolores
exciderant animo : manet alta mente repostum
iudicium Paridis spretaeque iniuria formae,
et genus inuisum, et rapti Ganymedis honores -,
his accensa super, iactatos aequore toto
Troas, reliquias Danaum atque immitis Achilli,
arcebat longe Latio, multosque per annos
errabant, acti fatis, maria omnia circum.
Tantae molis erat Romanam condere gentem !

Vix e conspectu Siculae telluris in altum
uela dabant laeti, et spumas salis aere ruebant,
cum Iuno, aeternum seruans sub pectore uolnus,
haec secum: « Mene incepto desistere uictam,
nec posse Italia Teucrorum auertere regem?
Quippe uetor fatis. Pallasne exurere classem
Argiuom atque ipsos potuit submergere ponto,
unius ob noxam et furias Aiacis Oilei?
Ipsa, Iouis rapidum iaculata e nubibus ignem,
disiecitque rates euertitque aequora uentis,
illum expirantem transfixo pectore flammas
turbine corripuit scopuloque infixit acuto.
Ast ego, quae diuom incedo regina, Iouisque
et soror et coniunx, una cum gente tot annos
bella gero! Et quisquam numen Iunonis adoret
praeterea, aut supplex aris imponet honorem ? »

Talia flammato secum dea corde uolutans
nimborum in patriam, loca feta furentibus austris,
Aeoliam uenit. Hic uasto rex Aeolus antro
luctantes uentos tempestatesque sonoras
imperio premit ac uinclis et carcere frenat.
 Illi indignantes magno cum murmure montis
circum claustra fremunt; celsa sedet Aeolus arce
sceptra tenens, mollitque animos et temperat iras.
Ni faciat, maria ac terras caelumque profundum
quippe ferant rapidi secum uerrantque per auras.
Sed pater omnipotens speluncis abdidit atris,
hoc metuens, molemque et montis insuper altos
imposuit, regemque dedit, qui foedere certo
et premere et laxas sciret dare iussus habenas.
Ad quem tum Iuno supplex his uocibus usa est:
« Aeole, namque tibi diuom pater atque hominum rex
et mulcere dedit fluctus et tollere uento,
gens inimica mihi Tyrrhenum nauigat aequor,
Ilium in Italiam portans uictosque Penates :
incute uim uentis submersasque obrue puppes,
aut age diuersos et disiice corpora ponto.
Sunt mihi bis septem praestanti corpore nymphae,
quarum quae forma pulcherrima Deiopea,
conubio iungam stabili propriamque dicabo,
omnis ut tecum meritis pro talibus annos
exigat, et pulchra faciat te prole parentem. »
Aeolus haec contra : « Tuus, O regina, quid optes
explorare labor ; mihi iussa capessere fas est.
Tu mihi, quodcumque hoc regni, tu sceptra Iouemque
concilias, tu das epulis accumbere diuom,
nimborumque facis tempestatumque potentem. »
Haec ubi dicta, cauum conuersa cuspide montem
impulit in latus : ac uenti, uelut agmine facto,
qua data porta, ruunt et terras turbine perflant.
Incubuere mari, totumque a sedibus imis
una Eurusque Notusque ruunt creberque procellis
Africus, et uastos uoluunt ad litora fluctus.
Insequitur clamorque uirum stridorque rudentum.
Eripiunt subito nubes caelumque diemque
Teucrorum ex oculis ; ponto nox incubat atra.
Intonuere poli, et crebris micat ignibus aether,
praesentemque uiris intentant omnia mortem.
Extemplo Aeneae soluuntur frigore membra :
ingemit, et duplicis tendens ad sidera palmas
talia uoce refert : « O terque quaterque beati,
quis ante ora patrum Troiae sub moenibus altis
contigit oppetere ! O Danaum fortissime gentis
Tydide ! Mene Iliacis occumbere campis
non potuisse, tuaque animam hanc effundere dextra,
saeuus ubi Aeacidae telo iacet Hector, ubi ingens
Sarpedon, ubi tot Simois correpta sub undis
scuta uirum galeasque et fortia corpora uoluit ! »
Talia iactanti stridens Aquilone procella
uelum aduersa ferit, fluctusque ad sidera tollit.
Franguntur remi ; tum prora auertit, et undis
dat latus ; insequitur cumulo praeruptus aquae mons.
Hi summo in flucta pendent ; his unda dehiscens
terram inter fluctus aperit ; furit aestus harenis.
Tris Notus abreptas in saxa latentia torquet,
saxa uocant Itali mediis quae in fluctibus aras,
dorsum immane mari summo ; tris Eurus ab alto
in breuia et Syrtis urguet, miserabile uisu,
inliditque uadis atque aggere cingit harenae.
Vnam, quae Lycios fidumque uehebat Oronten,
ipsius ante oculos ingens a uertice pontus
in puppim ferit : excutitur pronusque magister
uoluitur in caput; ast illam ter fluctus ibidem
torquet agens circum, et rapidus uorat aequore uortex.
Adparent rari nantes in gurgite uasto,
arma uirum, tabulaeque, et Troia gaza per undas.
Iam ualidam Ilionei nauem, iam fortis Achati,
et qua uectus Abas, et qua grandaeuus Aletes,
uicit hiems ; laxis laterum compagibus omnes
accipiunt inimicum imbrem, rimisque fatiscunt.
Interea magno misceri murmure pontum,
emissamque hiemem sensit Neptunus, et imis
stagna refusa uadis, grauiter commotus ; et alto
prospiciens, summa placidum caput extulit unda.
Disiectam Aeneae, toto uidet aequore classem,
fluctibus oppressos Troas caelique ruina,
nec latuere doli fratrem Iunonis et irae.
Eurum ad se Zephyrumque uocat, dehinc talia fatur :
« Tantane uos generis tenuit fiducia uestri ?
Iam caelum terramque meo sine numine, uenti,
miscere, et tantas audetis tollere moles ?
Quos ego... sed motos praestat componere fluctus.
Post mihi non simili poena commissa luetis.
Maturate fugam, regique haec dicite uestro :
ʻnon illi imperium pelagi saeuumque tridentem,
sed mihi sorte datum.ʼ Tenet ille immania saxa,
uestras, Eure, domos ; illa se iactet in aula
Aeolus, et clauso uentorum carcere regnet. »
Sic ait, et dicto citius tumida aequora placat,
collectasque fugat nubes, solemque reducit.
Cymothoe simul et Triton adnixus acuto
detrudunt nauis scopulo ; leuat ipse tridenti ;
et uastas aperit syrtis, et temperat aequor,
atque rotis summas leuibus perlabitur undas.
Ac ueluti magno in populo cum saepe coorta est
seditio, saeuitque animis ignobile uolgus,
iamque faces et saxa uolant, furor arma ministrat ;
tum, pietate grauem ac meritis si forte uirum quem
conspexere, silent, arrectisque auribus adstant ;
ille regit dictis animos, et pectora mulcet,
sic cunctus pelagi cecidit fragor, aequora postquam
 prospiciens genitor caeloque inuectus aperto
flectit equos, curruque uolans dat lora secundo.

Defessi Aeneadae, quae proxima litora, cursu
contendunt petere, et Libyae uertuntur ad oras.
Est in secessu longo locus : insula portum
efficit obiectu laterum, quibus omnis ab alto
frangitur inque sinus scindit sese unda reductos.
Hinc atque hinc uastae rupes geminique minantur
in caelum scopuli, quorum sub uertice late
aequora tuta silent ; tum siluis scaena coruscis
desuper horrentique atrum nemus imminet umbra.
Fronte sub aduersa scopulis pendentibus antrum,
intus aquae dulces uiuoque sedilia saxo,
nympharum domus : hic fessas non uincula nauis
ulla tenent, unco non alligat ancora morsu.
Huc septem Aeneas collectis nauibus omni
ex numero subit ; ac magno telluris amore
egressi optata potiuntur Troes harena,
et sale tabentis artus in litore ponunt.
Ac primum silici scintillam excudit Achates,
succepitque ignem foliis, atque arida circum
nutrimenta dedit, rapuitque in fomite flammam.
Tum Cererem corruptam undis Cerealiaque arma
expediunt fessi rerum, frugesque receptas
et torrere parant flammis et frangere saxo.

Aeneas scopulum interea conscendit, et omnem
prospectum late pelago petit, Anthea si quem
iactatum uento uideat Phrygiasque biremis,
aut Capyn, aut celsis in puppibus arma Caici.
Nauem in conspectu nullam, tris litore ceruos
 prospicit errantis ; hos tota armenta sequuntur
a tergo, et longum per uallis pascitur agmen.
Constitit hic, arcumque manu celerisque sagittas
corripuit, fidus quae tela gerebat Achates ;
ductoresque ipsos primum, capita alta ferentis
cornibus arboreis, sternit, tum uolgus, et omnem
miscet agens telis nemora inter frondea turbam ;
nec prius absistit, quam septem ingentia uictor
corpora fundat humi, et numerum cum nauibus aequet.

Hinc portum petit, et socios partitur in omnes.
Vina bonus quae deinde cadis onerarat Acestes
litore Trinacrio dederatque abeuntibus heros,
diuidit, et dictis maerentia pectora mulcet :
« O socii, neque enim ignari sumus ante malorum,
O passi grauiora, dabit deus his quoque finem.
Vos et Scyllaeam rabiem penitusque sonantis
accestis scopulos, uos et Cyclopea saxa
experti : reuocate animos, maestumque timorem
mittite : forsan et haec olim meminisse iuuabit.
Per uarios casus, per tot discrimina rerum
tendimus in Latium ; sedes ubi fata quietas
ostendunt ; illic fas regna resurgere Troiae.
Durate, et uosmet rebus seruate secundis. »
Talia uoce refert, curisque ingentibus aeger
spem uoltu simulat, premit altum corde dolorem.

Illi se praedae accingunt, dapibusque futuris ;
tergora deripiunt costis et uiscera nudant ;
pars in frusta secant ueribusque trementia figunt ;
litore aena locant alii, flammasque ministrant.
Tum uictu reuocant uires, fusique per herbam
 implentur ueteris Bacchi pinguisque ferinae.
Postquam exempta fames epulis mensaeque remotae,
amissos longo socios sermone requirunt,
spemque metumque inter dubii, seu uiuere credant,
siue extrema pati nec iam exaudire uocatos.
Praecipue pius Aeneas nunc acris Oronti,
nunc Amyci casum gemit et crudelia secum
fata Lyci, fortemque Gyan, fortemque Cloanthum.