lunes, 5 de junio de 2017

Ovidio y Pedro Sánchez de Viana: Metamorfosis de Narciso


METAMORFOSIS DE NARCISO
Metamorfosis, Libro III, 402-510

Así fue aquesta Ninfa escarnecida,
Con otras de los montes y los ríos,
Su esperanza amorosa despedida.
Y aun antes con desdenes y desvíos
Menospreció varones, requestado
Con amorosa cara y buenos bríos.
De donde alguno acaso desdeñado,
Las manos a los cielos levantando,
Venganza del agravio ha suplicado.
«Plegue a los altos dioses (dijo), cuando
Estuviere él amando de esta suerte,
De esta suerte se esté desesperando.»
Y fue de tal valor, tan justa y fuerte
La dura petición, que la Fortuna [1]
Desde allí le trató la acerba muerte.
Entre otras fuentes claras había una
Sin cieno, como plata refulgente
Jamás turbada de ocasión alguna.
Ni cabras, ni pastores, ni otra gente,
Ni ramo de algún árbol derrocado,
Ni fiera, ni avecilla, ni serpiente,
Habían aquel lugar encenagado,
Que de una verde hierba se cercaba,
Del licor mantenida, y aquel prado
Una arboleda fresca así guardaba,
Que el agua fría estaba sin sospecha
Del sol, aun cuando en Cancro aposentaba.
Vista la hierba, el mozo en ella se echa,
De la fuente clarísima atraído,
Y mientras que del agua se aprovecha
Para matar la sed, le ha sucedido
Otra mayor, y estando allí bebiendo,
Su vira le ha clavado el dios Cupido.
Estase por sí mismo derritiendo,
Mirando su hermosura, que le asombra.
En el claro licor do se está viendo.
Esperanza vanísima se nombra
Aquello porque el triste está penado,
Porque piensa que es cuerpo lo que es sombra
De verse así se está como abobado,
Y sin poder mudarse está suspenso
Cual estatua de Paros celebrado [2].
De claridad, de luz, valor inmenso,
Notando en sus dos ojos más estrellas
Del estrellado cielo, a lo que pienso.
Las mejillas hermosas, que aun en ellas
No parecía señal de barba alguna,
De suma gracia y en extremo bellas.
Dedos de Baco dignos; no hay ninguna
Duda si los cabellos son hermosos,
Pues son los del hermano de la Luna.
El cuello de marfil, con amorosos
Semblantes, y color que está mezclado
Del blanco y colorado poderosos.
De ver tal hermosura está admirado,
Siendo él el admirable a causa desta,
Y el que desea, siendo el deseado.
El requestado es el que requesta [3],
El que abrasa se quema, y es pedido
El que pide, pregunta y da respuesta.
¡Cuántas veces en vano ha pretendido
Besar la fuente engañadora, y cuántas
En el agua los brazos ha metido
Pensando de hallarse! pero tantas
El miserable amante se ha burlado
Abrazando las aguas claras santas.
No sabe lo que ve, mas el cuitado
Con lo que mira y ve se está abrasando,
Y el error que le engaña le ha incitado.
¿Para qué estás en vano procurando,
Oh necio, conseguir la semejanza
Que con huir te está martirizando?
En lo que ser no tiene tu esperanza
Se funda, y hallarás lo que se espera
Mudado, si hicieres tú mudanza.
Tu imagen, que en el agua reverbera,
Es ésa que te tiene tan rendido
Y te derrite así cual fuego a cera.
Contigo está, contigo aquí ha venido,
Y también partirá sin ningún ruego
Al tiempo que te hubieres tú partido.
Ni cura de comer ni de sosiego
Mirando la figura engañadora,
Y a sí mismo se abrasa con su fuego.
Levántase un poquito, y a la hora
A las cercanas selvas extendiendo
Los brazos, gime y suspirando llora,
Publicando su pena así diciendo:

«Decidme, selvas, pues que sois testigo
De tantos amadores, y habréis dado
Lugar idóneo y apacible abrigo
A más de un deseoso enamorado,
¿A quién fue Amor tan crudo, que conmigo,
Desventurado, mísero, cuitado,
En padecer tormentos compitiese,
Y como hago yo se deshiciese?

»¿En vuestra larga edad habéis sabido
Que hubiese algún amante tan extraño,
Que con tener presente lo que pido,
No puedo remediar mi grave daño?
¿A quién trató jamás así Cupido?
¿Quién enredado estuvo en tal engaño,
Que estando en mi poder lo que yo quiero
Y me agrada en extremo, peno y muero?
»Y porque más extrañamente pene,
Estórbame alcanzar mi dulce intento,
No el ancho mar, ni gran distancia tiene,
Ni fuerte muro o monte mi contento,
Un poco de agua es la que detiene
Los dos que no gocemos el momento
Para ambos de gran gusto a lo que creo,
Pues se parece al mío su deseo.

»Que con semblantes mansos y piadosos
Hacia arriba en el agua va a besarme
Las veces que con besos amorosos
Quiero en las claras ondas emplearme.
¡Cuán poco es lo que impide los gustosos
Contentos que podrían beatificarme!
Quienquiera que tú seas, sal afuera;
.¿Por qué me engañas, di, de tal manera?

»Oh único mancebo en hermosura,
¿A do te vas? ¿por qué de mí rehúyes?
No es digna de huirse mi figura,
Ni parece que tú la redarguyes.
Pues muestras apariencias de blandura,
Y si tomar te quiero, tú no huyes,
Antes hacia la orilla, de allá dentro
Parece que me sales al encuentro.

»Y cuando yo me río, estás riendo,
Y si yo lloro, lloras al momento.
Las señas que hago, tú me estás haciendo,
Y a cuanto entiendo, visto el movimiento
De tu boca hermosísima, diciendo
Me estás dulzuras llenas de contento.
En respuesta quizá de aquestas quejas,
No llega el son, ¡ay triste! a mis orejas.
»Sin duda éste soy yo, ya lo he sentido;
No me burla mi imagen, por mí peno;
Yo enciendo el fuego adonde estoy metido.
¿Qué debo hacer de mí? ¿qué será bueno?
¿Será bueno pedir, o ser pedido?
Hízome pobre el ser de bienes lleno,
Pues mi deseo es a mí gozarme;
De mí ojalá pudiera yo apartarme.

»¿Quién vió jamás deseo semejante?
Querría estar ausente de quien quiero;
Mi pena y mi dolor es tan pujante,
Que en el verano de mi vida muero.
Ni la muerte tal es que a mí me espante,
Pues ha de remediar un mal tan fiero.
Si llevase quien amo de ella palma,
Mas morimos los dos en sola un alma.»

Acabó de decir, y él sin aviso
Tornó a mirar la misma su figura
En la fuente do está su paraíso.
Las lágrimas turbaron su hermosura,
Turbándose las aguas do ella estaba:
Juzgándolo Narciso cosa dura,
Palabras semejantes pronunciaba:

«Espérame, no huyas, pues amarte
Por venturosa tengo y buena suerte;
Cruel, pues no me es lícito tocarte,
Concédeme a lo menos poder verte,
Y mi furor cebar en contemplarte,
Furor que acabará con sólo muerte.»
Y estando en esta angustia fiera y dura,
Por el pecho rasgó su vestidura.
Tornóse el blanco pecho colorado
De golpes, como suele la manzana
Que es blanca, y colorada de otro lado.
O cual la uva al madurar temprana,
En diversos racimos mal madura,
Toma el color de la purpúrea grana.
Y luego que se vio en el agua pura
No pudo más sufrir la pena fiera,
El duro hado y nueva desventura.
Mas como suele hacer la blanda cera
A poco fuego, y suelen las heladas
Al sol de la templada primavera
Derretirse, sus carnes delicadas
Se van con el martirio derritiendo,
De su secreto fuego desgastadas.
El lustre liso, claro y estupendo
Con blanco y colorado ya es perdido,
La fuerza y el vigor se va perdiendo.
El cuerpo por el cual ha padecido
La ninfa Eco, ya se ve deshecho,
Y aun ella se ha, de verle, enternecido.
Y aunque se acuerda bien del duro hecho,
Ninguna vez Narciso ha suspirado
Que no lance suspiro de su pecho.
Ni vez ninguna el mozo desdichado
Con sus manos se dio, que no se diese
La Ninfa, respondiendo al malogrado.
Ni se hallara que alguna vez dijese
«¡ Ay triste! » que de boca de su amada
Palabras semejantes no entendiese.
Mirándose en el agua acostumbrada,
El último hablar que fue entendido
De aquella hermosa boca lastimada,
«¡Ay mozo hermoso en vano tan querido!»
Sonó, pero la Ninfa no se olvida
De haber lo mismo luego referido.
Y cuando dijo «adiós» por despedida,
Replica Eco «adiós», y en el momento
Su cabeza en la hierba fue tendida.
Y dio la muerte fin a su tormento,
Cerrando aquellos ojos admirados
De su mismo señor. Y aun no contento
Que acá fuesen de sí tan maltratados,
Pasando la laguna Estigia estaban
En mirarse a sí mismos ocupados.
Las Náyades y Dríadas lloraban,
Y Eco resonaba al triste acento,
Y el cabello dorado se mesaban.
El fuego se apareja en el momento,
Las hachas y las andas han traído
Con gran dolor y blando sentimiento.
No se halla el cuerpo muerto, y han creído
Que una flor amarilla fue tornado
Que de unas blancas hojas se ha ceñido.
NOTAS de la edición de 1887.
NOTA 1: Ovidio no cita aquí a la Fortuna.
Ad sensit precibus Rhamnusia justis. Rhamnusia, invocada contra Narciso, es Némesis, tomado el nombre de esta diosa de la justicia de una aldea del Atica llamada Rhamnusa, donde la representaba una estatua célebre, obra de Fidias.
NOTA 2: Alude al célebre mármol de extraordinaria blancura que se sacaba de la isla de Paros, en el mar Egeo, empleándole los escultores para las estatuas.
NOTA 3: El verbo anticuado requestar, tomado del latino requirere, es sinónimo en una de sus acepciones de requerir.


Sic hanc, sic alias undis aut montibus ortas
luserat hic nymphas, sic coetus ante uiriles ;
inde manus aliquis despectus ad aethera tollens :
« Sic amet ipse licet, sic non potiatur amato » ! 
dixerat. Adsensit precibus Rhamnusia iustis.
Fons erat inlimis, nitidis argenteus undis,
quem neque pastores neque pastae monte capellae
contigerant aliudue pecus, quem nulla uolucris
nec fera turbarat nec lapsus ab arbore ramus ;
gramen erat circa, quod proximus umor alebat,
siluaque sole locum passura tepescere nullo.
Hic puer et studio uenandi lassus et aestu
procubuit faciemque loci fontemque secutus,
dumque sitim sedare cupit, sitis altera creuit, 
dumque bibit, uisae correptus imagine formae
spem sine corpore amat, corpus putat esse, quod umbra est.
Adstupet ipse sibi uultuque inmotus eodem
haeret, ut e Pario formatum marmore signum ;
spectat humi positus geminum, sua lumina, sidus 
et dignos Baccho, dignos et Apolline crines
inpubesque genas et eburnea colla decusque
oris et in niueo mixtum candore ruborem,
cunctaque miratur, quibus est mirabilis ipse :
se cupit inprudens et, qui probat, ipse probatur,
dumque petit, petitur, pariterque accendit et ardet.
Inrita fallaci quotiens dedit oscula fonti,
in mediis quotiens uisum captantia collum
bracchia mersit aquis nec se deprendit in illis !
Quid uideat, nescit ; sed quod uidet, uritur illo,
atque oculos idem, qui decipit, incitat error.
Credule, quid frustra simulacra fugacia captas ?
Quod petis, est nusquam ; quod amas, auertere, perdes !
Ista repercussae, quam cernis, imaginis umbra est :
nil habet ista sui ; tecum uenitque manetque ; 
tecum discedet, si tu discedere possis !
Non illum Cereris, non illum cura quietis
abstrahere inde potest, sed opaca fusus in herba
spectat inexpleto mendacem lumine formam
perque oculos perit ipse suos ; paulumque leuatus 
ad circumstantes tendens sua bracchia siluas :
« Ecquis, io siluae, crudelius ! » inquit « amauit ?
Scitis enim et multis latebra opportuna fuistis.
Ecquem, cum uestrae tot agantur saecula uitae,
qui sic tabuerit, longo meministis in aeuo ?
 et placet et uideo ; sed quod uideoque placetque,
non tamen inuenio ; tantus tenet error amantem.
Quoque magis doleam, nec nos mare separat ingens
nec uia nec montes nec clausis moenia portis ;
exigua prohibemur aqua ! Cupit ipse teneri :
nam quotiens liquidis porreximus oscula lymphis,
hic totiens ad me resupino nititur ore.
Posse putes tangi : minimum est, quod amantibus obstat.
Quisquis es, huc exi ! Quid me, puer unice, fallis
quoue petitus abis ? Certe nec forma nec aetas
est mea, quam fugias, et amarunt me quoque nymphae !
Spem mihi nescio quam uultu promittis amico,
cumque ego porrexi tibi bracchia, porrigis ultro,
cum risi, adrides ; lacrimas quoque saepe notaui
me lacrimante tuas ; nutu quoque signa remittis
et, quantum motu formosi suspicor oris,
uerba refers aures non peruenientia nostras !
Iste ego sum : sensi, nec me mea fallit imago ;
uror amore mei : flammas moueoque feroque.
Quid faciam ? Roger anne rogem ? Quid deinde rogabo ?
Quod cupio mecum est : inopem me copia fecit.
O utinam a nostro secedere corpore possem !
Votum in amante nouum, uellem, quod amamus, abesset.
Iamque dolor uires adimit, nec tempora uitae
longa meae superant, primoque exstinguor in aeuo.
Nec mihi mors grauis est posituro morte dolores ;
hic, qui diligitur, uellem diuturnior esset ;
nunc duo concordes anima moriemur in una. »
Dixit et ad faciem rediit male sanus eandem
et lacrimis turbauit aquas, obscuraque moto
reddita forma lacu est ; quam cum uidisset abire,
« Quo refugis ? Remane nec me, crudelis, amantem
desere ! » clamauit ; « liceat, quod tangere non est,
adspicere et misero praebere alimenta furori ! »
Dumque dolet, summa uestem deduxit ab ora
nudaque marmoreis percussit pectora palmis.
Pectora traxerunt roseum percussa ruborem,
non aliter quam poma solent, quae candida parte,
parte rubent, aut ut uariis solet uua racemis
ducere purpureum nondum matura colorem.
Quae simul adspexit liquefacta rursus in unda,
non tulit ulterius, sed ut intabescere flauae
igne leui cerae matutinaeque pruinae
sole tepente solent, sic attenuatus amore
liquitur et tecto paulatim carpitur igni ;
et neque iam color est mixto candore rubori,
nec uigor et uires et quae modo uisa placebant,
nec corpus remanet, quondam quod amauerat Echo.
Quae tamen ut uidit, quamuis irata memorque,
indoluit, quotiensque puer miserabilis « eheu »
dixerat, haec resonis iterabat uocibus « eheu » ;
cumque suos manibus percusserat ille lacertos,
haec quoque reddebat sonitum plangoris eundem.
Vltima uox solitam fuit haec spectantis in undam :
 « Heu frustra dilecte puer ! » totidemque remisit
uerba locus, dictoque uale « uale » inquit et Echo.
Ille caput uiridi fessum submisit in herba,
lumina mors clausit domini mirantia formam :
tum quoque se, postquam est inferna sede receptus,
in Stygia spectabat aqua. Planxere sorores
Naides et sectos fratri posuere capillos,
planxerunt dryades ; plangentibus adsonat Echo.
Iamque rogum quassasque faces feretrumque parabant :
nusquam corpus erat ; croceum pro corpore florem
inueniunt foliis medium cingentibus albis.