miércoles, 28 de junio de 2017

Ovidio y Pedro Sánchez de Viana: Perseo y Andrómeda



PERSEO Y ANDRÓMEDA
Metamorfosis, Libro IV, 663-752.

Quitaba de la noche el negro velo
El oriental lucero, que nacía
Despertando las obras en el suelo.
Y en la cárcel eterna puesto había
Los vientos Eolo, cuando, pretendiendo
Perseo volar, las alas se ponía
En ambos pies, y el líquido aire hendiendo,
Volando va, su corvo alfanje al lado,
Movidos los talares con estruendo.
Atrás diversas gentes ha dejado;
Llegó a Etiopía con ligero vuelo,
Y al reino de Cefeo [1], do ha hallado,
Atada sin razón y sin consuelo,
A Andrómeda, que a muerte la condena
El más injusto oráculo del suelo.
Hamón, que mereciendo aquella pena
La madre, por su lengua dio respuesta
Que pagase la hija culpa ajena.
La cual, luego que vio en la roca puesta,
Atada con durísima atadura,
Que a un monstruo de la mar estaba expuesta.
Tanta era su beldad, tal su hermosura,
Que si el cabello el viento no moviera,
Creyera estatua ser de piedra pura.
Y si el hermoso rostro no tuviera
De lágrimas de aljófar rociado,
De miedo de la horrible bestia fiera,
No pudiera quedar desengañado,
Y apenas lo quedó, cuando ignorante
Del amoroso fuego fue tocado.
Y vista una belleza semejante,
Se olvida casi de ejercer su vuelo,
Y pídela, poniéndose delante,
Diciendo así, la causa de su duelo:

«¡Oh digna, no de lazos semejantes,
Sino de ver tus miembros rodeados
De aquellos con que Amor a los amantes
En afición estrecha tiene atados!
Suplícote, señora, no te espantes;
Dime tu nombre y tierra, y cuáles hados,
O qué razón te puso en la cadena,
Que a tal beldad parece bien ajena.»

Calló, que siendo él hombre y virgen ella,
No le osa responder, y se tapara
Con sus hermosas manos la doncella,
Si atada como está no se hallara;
Y siéndola imposible, vergonzosa,
De lágrimas bañó su hermosa cara.
Y vuelta en el color purpúrea rosa,
A Perseo, que pregunta con porfía,
Comienza a descubrirse sospechosa.
Que si no respondiese, pensaría
Que por no descubrirle algún pecado
Enorme suyo, no le respondía.
Su nombre y de su tierra ha publicado,
Y cuánta confianza había tenido
Su madre en su hermosura le ha mostrado.
Y aun no el negocio todo referido,
Sonó la mar, que el monstruo horrendo viene
Con fierísimo estruendo embravecido,
Y el ancho mar debajo el pecho tiene;
Da voces la tristísima doncella;
Su padre y madre están como conviene,
Entrambos miserables; pero ella
Con más razón y causa, ni traían
Remedio que pudiese defendella,
Sino en medio de entrambos la tenían,
Y con el justo miedo de la fiera,
Con sentimiento amargo la plañían;
A quienes Perseo habló de esta manera:

«Bastante tiempo os queda para llanto,
En que os entregáis amargamente;
Mas para remediar peligro tanto,
Paréceme brevísimo el presente.
Si siendo Perseo yo, de Jove santo
Y la encerrada Dánae descendiente,
A ésta me entregara por marido,
Sin duda fuera a todos preferido.

»Habiendo yo vencido la fiereza
De la hija de Foreo con mi mano,
Y yendo con extraña ligereza
Por el aire cual pájaro liviano;
Librando allende de esto tal belleza,
Como lo haré, placiendo al soberano,
Si respondéis a mi merecimiento,
Librada dármela heis en casamiento.»

Aceptan el partido, y la doncella
Prometen (¿quién dudara?), suplicando
Reciba el reino paternal con ella.
Y veis aquí, cual suele navegando
Surcar el hondo mar a su despecho
La nave, los remeros trabajando,
Partía las olas el furioso pecho
De la marina bestia por su cebo,
Y estaba del peñasco tanto trecho
Cuanto un tiro de honda; y el mancebo,
Estribando en la tierra, se abalanza
En el aire que ilustra el rojo Febo.
La sombra vio en la mar, a quien se lanza
El monstruo con bravísima fiereza;
Mas él con gran destreza y gran pujanza,
Cual águila de suma ligereza,
Visto el dragón al sol en campo raso
Que a su dorado lomo se endereza.
Que porque no la hiera, vuelto acaso
El hocico crüel en la escamosa
Cerviz se aferra, y no le hiere paso.
El biznieto de Abante el monstruo acosa
En vuelo por el aire levantado,
Con su certera diestra y animosa.
Y en la derecha espalda le ha acertado,
Metiendo todo el hierro de manera,
Que hasta el anzuelo corvo le ha llegado.
Herida de tal arte va la fiera
Fremiendo por el agua, y se endereza
Agora por el aire muy ligera.
Chapúzase otras veces con braveza;
Agora va al través con furia tanta,
Cual jabalí feroz, que en poca pieza
Espera ver la turba que le espanta
De perros sobre sí. Mas Perseo huyendo
Sus golpes, por el aire se levanta.
Y el lado y las costillas escogiendo
Por partes más sin conchas, animoso
Con el alfanje agudo está hiriendo.
Y a las veces la cola, do el bravoso
Marino monstruo fiero en pez acaba,
Con ímpetu es herida riguroso.
El agua tinta en sangre vomitaba,
El aire circunstante rociando,
Que al volador las alas empapaba,
Y en ellas Perseo más no se fiando,
Miró un peñón, del cual la suma cima
Está fuera del mar quieto, y cuando
Se mueve está cubierta, y puesto encima
Estribando de nuevo le ha herido,
Y el monstruo fiero ya se desanima.
Por las ijadas suyas ha metido
De tres a cuatro veces bravamente
El hierro, por lo cual quedó rendido.
El vocear y aplauso de la gente
La ribera del mar hinchó y el cielo.
Casíope y Cefeo prestamente
(Desnudos de la pena y desconsuelo,
Y llenos de contento y alegría)
Saludan a su yerno y su consuelo,
Y cada cual confiesa que él había
Sido el reparador y la coluna
De su casa real, que se caía.
Andrómeda, ya suelta de Fortuna
Y de lazo cruel, se viene andando,
De la batalla el precio, y causa una.
El vencedor con agua está lavando
Las manos, que ensució la sangre fiera,
Con extraño cuidado procurando
Que el rostro de Medusa no se hiera,
Y sobre blandas hojas extendidas
Por el arena blanca en la ribera
Le pone, y unas varas que nacidas
Halló en el mar, arranca, y puestas fueron
Debajo; y como son recién cogidas
Y vivas, el veneno concibieron
Del monstruo, al cual al punto que tocaron,
En rama y hojas yertas se sintieron.
Del caso extrañamente se admiraron
Las Ninfas de la mar, y de curiosas,
En otras muchas varas lo probaron.
Y viendo que así sale, están gozosas;
De las cuales quedó en el mar simiente,
De donde nacen varas milagrosas.
Y su naturaleza está patente
En el coral [2], que dentro el mar es vara,
Y fuera se hace piedra de repente.

NOTAS de la edición de 1887.
NOTA 1: Cefeo era rey de Etiopía, o más bien de Fenicia, conocida entonces con el nombre de Joppia, y uno de los Argonautas. Después de su muerte fue transformado en constelación. Cassiope, madre de Andrómeda, tuvo la vanidad de creerse más bella que Juno o que las Nereidas. Para vengar esta injuria, inundó Neptuno los Estados de Cefeo, quien, conforme al oráculo, tuvo que exponer su hija a un monstruo marino para que tuviese fin este desastre.
NOTA 2: En la antigüedad se creía que el coral era una planta marina.


Clauserat Hippotades aeterno carcere uentos,
admonitorque operum caelo clarissimus alto           
Lucifer ortus erat ; pennis ligat ille resumptis
parte ab utraque pedes teloque accingitur unco
et liquidum motis talaribus aera findit.
Gentibus innumeris circumque infraque relictis
Aethiopum populos Cepheaque conspicit arua.
Illic inmeritam maternae pendere linguae
Andromedan poenas iniustus iusserat Ammon.
Quam simul ad duras religatam bracchia cautes
uidit Abantiades (nisi quod leuis aura capillos
mouerat et tepido manabant lumina fletu,
marmoreum ratus esset opus), trahit inscius ignes
et stupet ; eximiae correptus imagine formae
paene suas quatere est oblitus in aere pennas.
Vt stetit : « O » dixit « non istis digna catenis,
sed quibus inter se cupidi iunguntur amantes,
pande requirenti nomen terraeque tuumque,
et cur uincla geras. » Primo silet illa nec audet
adpellare uirum uirgo, manibusque modestos
celasset uultus, si non religata fuisset ;
lumina, quod potuit, lacrimis inpleuit obortis.
Saepius instanti, sua ne delicta fateri
nolle uideretur, nomen terraeque suumque,
quantaque maternae fuerit fiducia formae,
indicat ; et nondum memoratis omnibus unda
insonuit, ueniensque inmenso belua ponto
inminet et latum sub pectore possidet aequor.
Conclamat uirgo ; genitor lugubris et una
mater adest, ambo miseri, sed iustius illa.
Nec secum auxilium, sed dignos tempore fletus
plangoremque ferunt uinctoque in corpore adhaerent,
cum sic hospes ait : « Lacrimarum longa manere
tempora uos poterunt, ad opem breuis hora ferendam est.
Hanc ego si peterem Perseus Ioue natus et illa,
quam clausam inpleuit fecundo Iuppiter auro,
Gorgonis anguicomae Perseus superator et alis
aetherias ausus iactatis ire per auras,
praeferrer cunctis certe gener ; addere tantis
dotibus et meritum, faueant modo numina, tempto.
Vt mea sit seruata mea uirtute, paciscor. »
Accipiunt legem (quis enim dubitaret ?) et orant
promittuntque super regnum dotale parentes.
Ecce, uelut nauis praefixo concita rostro
sulcat aquas, iuuenum sudantibus acta lacertis,
sic fera dimotis inpulsu pectoris undis,
tantum aberat scopulis, quantum Balearica torto
funda potest plumbo medii transmittere caeli,
cum subito iuuenis pedibus tellure repulsa
arduus in nubes abiit. Vt in aequore summo
umbra uiri uisa est, uisa fera saeuit in umbra ;
utque Iouis praepes, uacuo cum uidit in aruo
praebentem Phoebo liuentia terga draconem,
occupat auersum, neu saeua retorqueat ora,
squamigeris auidos figit ceruicibus ungues,
sic celeri missus praeceps per inane uolatu
terga ferae pressit dextroque frementis in armo
Inachides ferrum curuo tenus abdidit hamo.
Vulnere laesa graui modo se sublimis in auras
attollit, modo subdit aquis, modo more ferocis
uersat apri, quem turba canum circumsona terret.
Ille auidos morsus uelocibus effugit alis ;
quaque patet, nunc terga cauis super obsita conchis,
nunc laterum costas, nunc qua tenuissima cauda
desinit in piscem, falcato uerberat ense.
Belua puniceo mixtos cum sanguine fluctus
ore uomit ; maduere graues adspergine pennae.
Nec bibulis ultra Perseus talaribus ausus
credere conspexit scopulum, qui uertice summo
stantibus exstat aquis, operitur ab aequore moto.
Nixus eo rupisque tenens iuga prima sinistra,
ter quater exegit repetita per ilia ferrum.
Litora cum plausu clamor superasque deorum
inpleuere domos ; gaudent generumque salutant
auxiliumque domus seruatoremque fatentur
Cassiope Cepheusque pater ; resoluta catenis
incedit uirgo, pretiumque et causa laboris.
Ipse manus hausta uictrices abluit unda,
anguiferumque caput dura ne laedat harena,
mollit humum foliis natasque sub aequore uirgas
sternit et inponit Phorcynidos ora Medusae.
Virga recens bibulaque etiamnunc uiua medulla
uim rapuit monstri tactuque induruit huius
percepitque nouum ramis et fronde rigorem.
At pelagi nymphae factum mirabile temptant
pluribus in uirgis et idem contingere gaudent
seminaque ex illis ut erant iactata per undas,
nunc quoque curaliis eadem natura remansit,
duritiam tacto capiant ut ab aere, quodque
uimen in aequore erat, fiat super aequora saxum.