martes, 20 de junio de 2017

Ovidio y Pedro Sánchez de Viana: Píramo y Tisbe

PÍRAMO Y TISBE
Metamoforsis, Libro IV, 55-166

«En la ciudad que dicen fue cercada
De ladrillado muro y gran altura [1]
Por la reina Semíramis, criada
Fue Tisbe, en el extremo de Natura.
Y fue esta hermosa virgen adamada
De Píramo, su igual en la hermosura;
Que así era él entre todos excelente,
Como ella entre las damas del Oriente.

»Del tierno amor fue causa, y su contento,
La vecindad que juntos se criaron,
Y con la edad también tomaba aumento
La fe, que a veces ambos se entregaron.
Que sin dudar parara en casamiento.
Mas los padres de entrambos lo estorbaron,
A pesar de los cuales se querían,
Y en llama igual sus ánimos ardían.

»Cada cual muestra en señas su conceto,
Que nadie para en ello, ni lo advierte;
Y cuanto el fuego dulce es más secreto,
Tanto es más estuoso, bravo y fuerte.
Una pared, acaso por decreto
Del dios de amor, y su dichosa suerte,
Común a entrambas casas, les convida
A verse por do estaba un poco hendida.

»Ninguno había notado la hendidura
(¿Qué ignora Amor?); estaba reservada
A vosotros, amantes do Natura
Ninguna cosa hizo no extremada.
Y no dejáis pasar la coyuntura,
Antes la boca cada cual pegada,
Con blando estilo de vosotros dino,
A la amorosa voz hacéis camino.

»Requiebros regalados conferían,
Con lenguaje de Amor, desnudo de arte;
Y a veces el aliento recibían,
Píramo a ésta, Tisbe a la otra parte.
«Envidiosa pared, ¿por qué (decían)
»Quieres contraria a tal querer mostrarte?
»Si los cuerpos juntarse consintieras,
»O a lo menos las bocas, ¿ tanto hicieras?

»Ni tampoco queremos ser tenidos
»Por ingratos a ti, que nos has dado
»Lugar por do llegase a los oídos
»E1 dulce razonar enamorado.»
Conceptos semejantes referidos,
El uno aquí, el otro allí sentado,
Se despidieron ambos y besaron
Mas no del arte que ellos desearon.

»Las luces de la noche ya quitadas
Con la rosada Aurora de otro día,
Las hierbas del rocío aljofaradas
El Sol con su calor secado había.
Viniéronse al lugar do regaladas
Razones uno a otro se decía
Quejándose, y que engañe se concierta
Cada cual al portero de su puerta.

»Conciertan, engañados los porteros,
Salirse a media noche de su casa,
Dejando la ciudad y padres fieros,
Y el haber de gozarse tan con tasa.
Y por no hacer diversos paraderos,
Más adelante aun el concierto pasa;
Que entre los dos amantes se convino
Parasen al sepulcro del rey Nino,

»Y a la sombra se escondan al instante
De un árbol, que a una fuente está cercano,
Que era moral, y parecía abundante
De moras, más que nieve todo cano.
La convención contenta a cada amante,
Con esperanza firme muy ufano,
Ya entraba el tardo Sol su claro coche
En el agua, do sale el de la noche.

»Saliose Tisbe astuta, disfrazada,
Sin que ningún portero se lo sienta,
Y de amor y tinieblas rodeada
En Píramo pensando va contenta.
Al sepulcro de Nino ya llegada,
Y al árbol dicho, en bajo de él se asienta,
Que Cupido la presta su osadía,
Y veis una leona que venía.

»Venía una leona de repente,
Sangrienta de una presa y espumosa,
Por refrescarse en la cercana fuente,
Y para mitigar su sed rabiosa.
Viola de lejos Tisbe, y prestamente
De miedo de la fiera entrar se osa
En una obscura cueva, y en el suelo
Huyendo se le cae de encima un velo.

»Después de con mucha agua haber hinchado
El fiero vientre, al monte se volvía,
Y el manto ensucia y rasga que caído
A la medrosa Tisbe se le había.
Salió más tarde Píramo, y venido,
El rastro de la fiera conocía.
Perdió el color, y visto ensangrentado
El manto, de esta suerte ha comenzado:

«Acabará una noche obscurecida
»La vida a dos amantes, de los cuales
»Merecías, Tisbe, tú gozar de vida
»Larguísima, y alientos inmortales.
»Yo, yo soy el traidor, yo el homicida,
»Que he dado la ocasión a tantos males,
»Pues te mandé vinieses sin tu esposo
»De noche y a lugar tan temeroso.

»O ya que tal mandé, no fui el primero
»Que al concierto llegase, y la postura.
»¡Oh fieras que habitáis aquí, no quiero
»Mayor merced ni más cabal ventura
»De que rasguéis mi cuerpo, y vuestro fiero
»Estómago me deis por sepultura!
»Mas de medrosos es llamar la muerte,
»No de animoso pecho bravo y fuerte.»

»E1 destrozado velo que cubierto
Había traído Tisbe, levantado,
A la sombra del árbol del concierto
Se fue con él, y ya que le ha besado,
Y un río caudal de lágrimas abierto
El conocido manto saludado,
«Recibirás (le dice) en compañía
»De la sangre de Tisbe y a la mía.»

»Y creyendo su Tisbe ser difunta,
Con un dolor extraño y desconsuelo,
Desenvainó la espada y en la punta
Se arroja, y boca abajo da en el suelo.
A las espaldas sale, y sale junta
La roja sangre, caminando al cielo,
Haciendo tal rüido a la salida,
Cual agua, el plomo, o fístula rompida.

»De la amorosa sangre rociadas
Las blancas moras, luego se tiñeron,
Y siendo las raíces empapadas
Del árbol, fruto negro produjeron.
Las ansias y congojas no quitadas
Que el miedo y el peligro la pusieron,
Se vuelve Tisbe y busca en un instante
Con los ojos y el alma al fiel amante.

»Por no engañar al dulce enamorado
Se viene aún temerosa de la fiera,
Y el peligroso trance ya pasado
A su señor y bien contar espera.
Miró el lugar, y el árbol ya mudado
Reconocido, duda si aquél era;
Que el color que en las moras se veía
Incierta y sospechosa la tenía.

»Mientras la triste estaba así dudando,
El cuerpo medio muerto vio en el suelo
Que estaba el miserable palpitando.
Volviose luego atrás con gran recelo,
Y sin color y ánimo, temblando,
Cobra nuevo pavor y desconsuelo,
Cual suele el mar turbado hacer rüido
Si es con pequeño viento conmovido.

»Mas bien reconocidos sus amores,
Arranca los cabellos de oro fino,
Suelta la rienda a llantos y dolores,
Hiere su blanco pecho, de ello indino.
Abraza su amador con mil clamores,
Hinchió la herida de un licor divino
Que de sus dos luceros destilaba,
Y besando su rostro le llamaba.

«¡Oh Píramo, mi bien! ¿qué duro hado
»Os me robó, mi gloria, vida mía?
»Respondedme, señor, que sois llamado
»De vuestra Tisbe misma y alegría;
»Levantad vuestro rostro, ya postrado.»
Al nombre de su dama, que él oía,
Los ojos medio muertos abre, y mira
Su diosa, y vista, ciérralos y espira.

»La cual, después que el manto conocía,
Que le dejó la fiera bien sangriento,
Y vio la vaina de marfil vacía,
Renovó su llorar y su tormento.
«Tú te mataste, Píramo (decía),
»Y fue la causa amor y el instrumento,
»Y pues tampoco a mí no me ha faltado,
»También seré yo de ánimo esforzado.

»Y pues jamás espero, amigo, verte,
»Seguirte muerto pienso, de manera
»Que si fui causadora de tu muerte,
»También me llamarán tu compañera.
»Y si era nuestro amor tan fino y fuerte
»Que a muerte solamente se rindiera,
»Por te cobrar, mi bien, daré la vida,
»Y la muerte al amor será rendida.

»¡Oh miserables padres, que habéis sido
»De nuestro acerbo fin la causa cierta!
»En nombre de los dos os ruego y pido
»(Si la piedad del todo no está muerta)
»Que aqueste duro caso conocido
»Y nuestra fe secreta descubierta,
»Los que el amor, la muerte y la ventura
»Juntó, juntéis en una sepultura.

»Y tú, moral, que tienes encubierto
»E1 cuerpo miserable de un amante,
»Y antes de mucho puedes estar cierto
»Cobijarás a dos de aquí adelante.
»En memoria del uno y otro muerto,
»De frutas negras muéstrate abundante,
»Y en honra de dos sangres derramadas,
»Producirás las moras enlutadas.»

»Su querella tristísima acabada,
Con suspirar profundo y llanto ardiente,
De pechos se arrojó sobre la espada,
De la sangre de Píramo aun caliente.
De padres y de dioses fue aceptada
Tan justa petición, pues al presente
Están los dos en una sepultura,
Y negra cualquier mora bien madura.»

NOTA de la edición de 1887:  Las murallas de Babilonia, según Quinto Curcio, tenían cien codos de altura; las flanqueaban cincuenta torres, y podían pasar sobre ellas juntos dos carros tirados por cuatro caballos.


« Pyramus et Thisbe, iuuenum pulcherrimus alter,
altera, quas Oriens habuit, praelata puellis,
contiguas tenuere domos, ubi dicitur altam
coctilibus muris cinxisse Semiramis urbem.
Notitiam primosque gradus uicinia fecit,
tempore creuit amor ; taedae quoque iure coissent,
sed uetuere patres ; quod non potuere uetare,
ex aequo captis ardebant mentibus ambo.
Conscius omnis abest ; nutu signisque loquuntur,
quoque magis tegitur, tectus magis aestuat ignis.
Fissus erat tenui rima, quam duxerat olim,
cum fieret, paries domui communis utrique.
Id uitium nulli per saecula longa notatum
- quid non sentit amor ?, - primi uidistis, amantes,
murmure blanditiae minimo transire solebant.
Saepe, ubi constiterant hinc Thisbe, Pyramus illinc,
inque uices fuerat captatus anhelitus oris :
'Inuide'  dicebant 'paries, quid amantibus obstas ?
aut, hoc si nimium est, uel ad oscula danda pateres
Nec sumus ingrati ; tibi nos debere fatemur,
quod datus est uerbis ad amicas transitus auris.'
Talia diuersa nequiquam sede locuti
sub noctem dixere  uale partique dedere
oscula quisque suae non peruenientia contra.
Postera nocturnos aurora remouerat ignes,
solque pruinosas radiis siccauerat herbas ;
ad solitum coiere locum. Tum murmure paruo
multa prius questi, statuunt, ut nocte silenti
fallere custodes foribusque excedere temptent,
cuque domo exierint, urbis quoque tecta relinquant ;
neue sit errandum lato spatiantibus aruo,
conueniant ad busta Nini lateantque sub umbra
ardua morus, erat, gelido contermina fonti.
Pacta placent ; et lux, tarde discedere uisa,
praecipitatur aquis, et aquis nox exit ab isdem.
Callida per tenebras uersato cardine Thisbe
egreditur fallitque suos adopertaque uultum
peruenit ad tumulum dictaque sub arbore sedit.
Audacem faciebat amor. Venit ecce recenti
caede leaena boum spumantis oblita rictus,
depositura sitim uicini fontis in unda.
Quam procul ad lunae radios Babylonia Thisbe
uidit et obscurum timido pede fugit in antrum ;
dumque fugit, tergo uelamina lapsa reliquit.
Vt lea saeua sitim multa conpescuit unda,
dum redit in siluas, inuentos forte sine ipsa
ore cruentato tenues laniauit amictus.
 Serius egressus uestigia uidit in alto
puluere certa ferae totoque expalluit ore
Pyramus ; ut uero uestem quoque sanguine tinctam
repperit, « una duos, inquit,nox perdet amantes ;
e quibus illa fuit longa dignissima uita,
nostra nocens anima est. Ego te, miseranda, peremi,
in loca plena metus qui iussi nocte uenires
nec prior huc ueni. Nostrum diuellite corpus
et scelerata fero consumite uiscera morsu,
o quicumque sub hac habitatis rupe leones !
Sed timidi est optare necem. » Velamina Thisbes
tollit et ad pactae secum fert arboris umbram,
utque dedit notae lacrimas, dedit oscula uesti :
«Accipe nunc » inquit « nostri quoque sanguinis haustus !»
Quoque erat accinctus, demisit in ilia ferrum,
nec mora, feruenti moriens e uulnere traxit.
Et iacuit resupinus humo ; cruor emicat alte,
non aliter quam cum uitiato fistula plumbo
scinditur et tenui stridente foramine longas
eiaculatur aquas atque ictibus aera rumpit.
Arborei fetus adspergine caedis in atram
uertuntur faciem, madefactaque sanguine radix
purpureo tinguit pendentia mora colore.
Ecce metu nondum posito, ne fallat amantem,
illa redit iuuenemque oculis animoque requirit,
quantaque uitarit narrare pericula gestit.
Vtque locum et uisa cognoscit in arbore formam,
sic facit incertam pomi color : haeret, an haec sit.
Dum dubitat, tremebunda uidet pulsare cruentum
membra solum, retroque pedem tulit, oraque buxo
pallidiora gerens, exhorruit aequoris instar,
quod tremit, exigua cum summum stringitur aura.
Sed postquam remorata suos cognouit amores,
percutit indignos claro plangore lacertos
et laniata comas amplexaque corpus amatum
uulnera suppleuit lacrimis fletumque cruori
miscuit et gelidis in uultibus oscula figens :
Pyrame , clamauit, quis te mihi casus ademit ?
Pyrame, responde ! Tua te carissima Thisbe
nominat ; exaudi uultusque attolle iacentes !
Ad nomen Thisbes oculos a morte grauatos
Pyramus erexit uisaque recondidit illa.
Quae postquam uestemque suam cognouit et ense
uidit ebur uacuum, tua te manus inquit ʻamorque
perdidit, infelix ! Est et mihi fortis in unum
hoc manus, est et amor : dabit hic in uulnera uires.
Persequar extinctum letique miserrima dicar
causa comesque tui : quique a me morte reuelli
heu ! sola poteras, poteris nec morte reuelli.
Hoc tamen amborum uerbis estote rogati,
o multum miseri, meus illiusque parentes,
ut, quos certus amor, quos hora nouissima iunxit,
conponi tumulo non inuideatis eodem.
At tu, quae ramis arbor miserabile corpus
nunc tegis unius, mox es tectura duorum,
signa tene caedis pullosque et luctibus aptos
semper habe fetus, gemini monimenta cruoris.
Dixit et aptato pectus mucrone sub imum
incubuit ferro, quod adhuc a caede tepebat.
Vota tamen tetigere deos, tetigere parentes ;
nam color in pomo est, ubi permaturuit, ater,
quodque rogis superest, una requiescit in urna. »