sábado, 3 de junio de 2017

Homero y José Gómez Hermosilla: Catálogo de las naves

Auden ha parlato della qualità epifanica dei Nomi Propri; ha negato che possa avere alcun gusto per le lettere, capacità di intendere o scrivere poesia chi non sappia gustare, veramente e violentemente, il catalogo delle navi di Omero e le genealogie bibliche. È la fede, innaturale quanto è innaturale l'intera letteratura, nel valore esoreistico, magico, cerimoniale delle parole. « Erigone, Aretusa, Berenice » non è solo un verso; è una formula che agisce. E si veda, nello stesso Alcyone, L'alloro oceanico: una perfetta poesia catalogo, una monotona nomenclatura rituale.”

GIORGIO MANGANELLI - La letteratura come menzogna (Splendide larve).
 


ILÍADA. CANTO II
CATÁLOGO DE LAS NAVES

Decidme ahora, Musas que el Olimpo
habitáis (pues sois diosas y presentes
por doquier os halláis, y sabedoras
sois de todo, y nosotros por acaso
la fama oímos sin haberlo visto)
quiénes los conductores y adalides
de los Aquivos eran; pues el vulgo
de los soldados yo no contaría,
ni llamarlos podría por sus nombres,
si diez lenguas tuviese con diez bocas,
infatigable voz, de bronce el pecho,
y aunque vosotras, que del alto Jove
sois hijas, me nombraseis uno a uno
cuantos Aquivos a Ilión vinieron.
Así, sólo diré los capitanes
y el número de naos que trajeran.

Los Beocios guiaba Peneleo,
con Leito, Protenor, Arcesilao,
y Clonio; y componían sus legiones
los que habitaban las ciudades de Hiria,
Aúlide pedregosa, Esqueno, Escolo,
montuosa Etión, Tespias y Grea,
y Micaleso, de espacioso campo:
los habitantes de Harmo, Ilesio, Eritras;            [500]
los de Eleone, Hilas, Peteona,
Ocálea, Medeone, hermoso pueblo,
Copas, Entresis, Tisbe, la abundante
en preciadas palomas; Coronea,
Aliarto, por sus pastos afamada,
y Platea, y Glisanta, e Hipotebas,
graciosa población, antigua Onquesto,
célebre por el templo de Neptuno
y los bosques umbríos que le cercan;
Arna, famosa por sus ricas uvas;
Midea, hermosa Nise, y Antedone,
de toda la provincia la postrera.
Estos vinieron en cincuenta naos,
cada una de las cuales contenía
ciento veinte robustos campeones.

De Aspledonia y Orcómeno Mineo
la numerosa escuadra era regida
por Ascálafo y Yálmeno, dos hijos
de Mavorte y Astíoque la bella,
que del Dios en secreto festejada,
el fruto de su amor en el palacio
de Actor, el poderoso hijo de Azeo,
diera a luz. Sus navíos eran treinta.

A su lado marchaban los Focenses,
por Esquedio y Expístrofo mandados,
hijos ambos de Ifito el Animoso
y nietos de Naubolis. Sus escuadras
formado habían los siguientes pueblos:
Cipariso, Pitón, fragosa tierra;
Crisa la bella, Daulis, y Panope;
todos los comarcanos de Anemoria
y la ciudad de Yámpolis, y cuantos
a la margen yacían del Cefiso,
cerca de Lilayea, situada
del río al nacimiento. Sus bajeles
al número llegaban de cuarenta,
y en la lid sus cohortes se formaban
de los Beocios al siniestro lado.

Áyax de Oileo de los Locros era
el caudillo, y menor en estatura
que Áyax de Telamón, ni tan valiente
como éste; pero armado a la ligera
con peto y espaldar de simple lino,
en el manejo de la pica a todos
los Helenos y Aquivos excedía,
y entonces sus guerreros ordenaba;
brillante juventud de Cino, Opunte,
Cálaro, Besa, Escarfa, Tronio, Tarfe,
y Augias la deliciosa; pueblos todos
que yacen del Boagrio a las orillas,
frente a la isla de Eubea, y son llamados
Locros de Opunte, y en cuarenta naves
seguido habían a su ilustre jefe.

Los Abantes, que fuego respiraban
y en la Eubea tenían las ciudades
de Calcis, Eritrea, y la abundosa
en uvas Histiea, con Cerinto,           
fundada junto al mar, la fortaleza
de Dío, sobre un monte situada,
el pueblo de Caristo, y el de Estira,
mandaba Elefenor, de Calcodonte
nacido y muy valiente, y soberano
de los Abantes, belicosos pueblos,
que los rubios cabellos a la espalda
dejando libres, con sus largas picas
romper ansiaban las dobladas cueras
de los Troyanos y pasar sus pechos:
y eran también cuarenta sus bajeles.

Los que la hermosa Atenas habitaban
(la ciudad de Erecteo el valeroso,
hijo de la alma tierra, que educado
fue por Minerva y sacerdote suyo
en el antiguo templo donde ahora
los Atenienses en solemne rito
a la deidad ofrecen numerosas                               [550]
hecatombes de toros y corderos)
a la voz de su Príncipe marchaban,
el hijo valeroso de Petao,
el fuerte y aguerrido Menesteo,
conocía en todo el mundo
en saber ordenar los escuadrones
de gente armada y los marciales carros;
y con él sólo Néstor competía,
porque era más anciano. Sus bajeles
eran cincuenta en todos, muy veleros.

Áyax de Telamón doce navíos
de Salamina trujo: y cuando al Asia
llegado hubieron, acampó sus tropas
junto con las falanges Atenienses.

Los moradores de Argos y Tirinto,
amurallado pueblo, de Hermione
y Asine, sobre el golfo situadas,
de Trecena, de Eyón, de la abundante
en viñas Epidauro, de Masete,
y de Egina, tenían por caudillos
a Diomedes, en armas poderoso;
a Esténelo, del fuerte Capaneo
nacido; y por tercero al semejante
a los Dioses Euríalo, hijo fuerte
del bravo Mecisteo, esclarecida
prole de Talayón; pero de todos
capitán era y adalid supremo
el valiente Diomedes, y a su mando
venido habían en ochenta naves.

Los del hermoso pueblo de Micenas
y opulenta Corinto, de Cleone,
Ornea, Aretirea deliciosa,
y Sición, do reinó primero Adrasto;
los hijos de Hiperesie, y Gonoesa,
fundada sobre un monte, y de Pelene
y Egio, y de toda la vecina playa
y Hélice populosa, en cien navíos
vinieran: y de todos era jefe
el poderoso Agamenón de Atreo,
y sus tropas a todas excedían
en número y valor. Él, revestido
de luciente armadura, las formaba
ufano al ver que entre los héroes todos
sobresalía, así por su ardimiento
como porque su voz en los combates
gobernaba escuadrón más numeroso.

Los hijos de la gran Lacedemonia,
que por amenos valles se dilata,
Fares, Esparta, Mese, la abundante
en palomas, y Brisias, y la bella
Augias, Amidas, y Elos, a la orilla
del mar fundada, Laas, y otros pueblos
de Etilo no distantes: conducidos
eran por el valiente Menelao,
hijo también de Atreo, y en sesenta
naos venido habían; pero siempre
en escuadrón distinto se formaban.
Y sus largas hileras recorría
el valiente adalid y a la pelea
los animaba entonces, aguijado
de su propio dolor; porque su pecho
inquieto estaba por vengar de Elena
el robo y los suspiros dolorosos.

Trajera Néstor en noventa naves,
y en las lides mandaba, los guerreros
de Pilos y de Arene deliciosa,
de Trío, do el Alfeo es vadeable;
Epi, de hermosas casas; Ciparisa,
Anfigenia, Pteleo, Helos y Dorio,
lugar donde las musas la victoria
a Támiris de Tracia disputaron,
cuando éste, que venía desde Ecalia
de ver al Rey Eurito el Ecaleo,
sostuvo jactancioso que en el canto
a todos vencería, aunque las musas,
hijas de Jove, a competir vinieran
con él. ¡Oh necio! que ellas irritadas,
habiéndole vencido, le privaron
de la vista y del cántico divino,
y extremada pericia que le dieran                        [600]
en el tañer la lira sonorosa.

Los que en los valles del enhiesto monte
de Cilene habitaban en la Arcadia,
patria de belicosos campeones,
no lejos del antiguo monumento
do el Rey Epito sepultado yace,
los de Fineo, Orcómeno, famosa
por sus ovejas; Ripe, Estratia, Enispe,
expuesta de los vientos al embate;
Tegea, Mantinea deliciosa,
Estínfalo y Parrasia, eran guiados
por el potente Agapenor de Anqueo.
Sesenta eran sus naves, tripuladas
por numerosa juventud guerrera,
y Agamenón las dio; porque no siendo
marítima región, nunca la Arcadia
ni marineros ni bajeles tuvo.

Las tropas de Buprasio y demás pueblos
de Élide la espaciosa, comprendidos
entre Irmine y Mirsino por un lado,
y por el otro entre la piedra Olena
y la ciudad de Alesio, cuatro jefes
tenían valerosos, y mandaba
cada cual diez navíos, tripulados
por una grande multitud de Epeos.
El primer escuadrón era regido
por Anfímaco, prole de Cteato;
y el segundo por Talpio, el hijo ilustre
de Eurito de Actorión; por su caudillo
el tercero tenía al gran Diores,
nacido del famoso Amarinceo;
y el cuarto a Polixeno, parecido
en la hermosura a un Dios; prole dichosa
de Agástenes el Rey, y nieto de Augias.

Las tropas de Duliquio y de las islas
Equinas tan famosas, situadas
frente a las costas de Élide, tenían
por capitán a Meges, comparable
a Marte en el valor. —Era nacido
del jinete Fileo, a Jove caro;
pero él, enemistado con su padre,
huyó del patrio suelo, y a Duliquio
se retiró. —Cuarenta eran sus naos.

El magnánimo Ulises gobernaba
las aguerridas tropas cefalenias,
las de Ítaca y Nerito, de frondosos
árboles llena que los vientos mecen,
las de Crocílea, Egílipe, fundada
en pedregoso desigual terreno,
Zazinto, Samo y costas fronterizas.
De todas era capitán Ulises,
a Jove en la prudencia comparable:
y eran doce sus naos, cuyas proas                
hermoso bermellón enrojecía.

El hijo claro de Andremón, Toante,
regía los Etolos, que habitaban
en las ciudades de Pleurón, Pileno,
Óleno, Calcis, a la mar vecina,
y pedregosa Calidón. Los hijos
del valeroso Eneo ya murieran,
y él también con el rubio Meleagro;
y el supremo poder la nación toda
al heroico Toante confiara,
para que fuese Rey de los Etolos.
Sus bajeles llegaban a cuarenta.

El famoso lancero Idomeneo
mandaba los cretenses escuadrones
de Cnoso y de Gortina, amurallada
Licto, Hileto, cándida Licasto,
Festo y Ritio, lugares populosos,
y de los otros pueblos de la Creta
donde a ciento llegaban las ciudades.
De todas era Rey Idomeneo,                                    [650]
y el mando de las tropas dividía
con su fiel escudero Meriones
al homicida Marte parecido,
y ochenta grandes naos le siguieran.

Tlepólemo el valiente, alto de talla,
de Hércules hijo, en nueve grandes naos
traído a Troya había los valientes
Rodios, que divididos en tres pueblos,
cuyas ciudades opulentas eran
Lindo, Yaliso, y cándida Camiro,
la isla entera ocupaban, y tenían
al heroico Tlepólemo por jefe,
de Hércules y Astioquía el hijo ilustre;
de Astioquía, a quien Hércules esclava
hizo en Efira, pueblo situado
del claro Seleente en la ribera,
cuando asoló su diestra poderosa
muchas fuertes ciudades, defendidas
por jóvenes valientes y aguerridos.
Mas así que Tlepólemo llegado
fue a la edad juvenil, quitó la vida
al ya anciano Licinno el valeroso,
tío materno de Hércules su padre.
Y temiendo las iras y amenazas
de los otros Heráclidas, navíos
aprestó y allegó no poca gente;
y errante por el mar, y largo tiempo
de la adversa fortuna perseguido,
llegó a Rodas, y en ella, por naciones
sus tropas divididas, tres ciudades
separadas fundaron populosas.
Y sus afortunados habitantes
amados fueron del Saturnio Jove,
el Rey de las deidades poderoso
y de los hombres, que con larga mano
sobre ellos derramó felicidades.

La juventud de Sima en tres bajeles
vino también al mando de Nireo;
Nireo, hijo de Cáropo y Aglaya;
Nireo, el más hermoso de los Dánaos
que vinieron a Troya, excepto Aquiles;
pero no era varón de heroico brío,
ni escuadra le seguía numerosa.

Los de Nisiro, Crápatos y Caso,
y Cos, pueblo de Eurípilo, y las islas
Calidnas, como jefes a Fidipo
y Ántifo obedecían, hijos ambos
del Rey Tésalo de Hércules; y treinta
navíos les siguieron muy capaces.

Los que en Argos Pelásgico habitaban,
Alope y Alos, en Traquinia y Phtía,
y en Hélade, el país de las hermosas,
(Mirmidones y Aqueos se llamaban,
y Helenos) conducidos por Aquiles,
venido habían en cincuenta naves.
Y a su pesar, estaban olvidados
entonces de la guerra clamorosa,
por falta de adalid que a los combates
los guiara; que el hijo de Peleo,
en sus naves ocioso e irritado
por la hermosa Briseida, se negaba
a ayudar en la lid a los Aquivos.
Habíale tocado esta cautiva
entre las de Lirneso, cuyos muros
y los de Teba, por su fuerte brazo
rendidos fueron cuando dio la muerte
a Epístrofo y a Mines, belicosos
hijos del Rey Eveno de Selepio.
Y por su esclava entonces indignado,
al ocio se entregaba; pero pronto
volver debía a las sangrientas lides.

La numerosa juventud valiente
de Fílace y de Píraso florida,
a Ceres consagrada, la de Itona,
en preciadas ovejas abundante,
la marítima Autrón, Ptelio, afamada
por las sabrosas yerbas de sus prados,
Protesilao rigió, de Marte alumno,
mientras vivió. Mas ya de la alma tierra
en el seno yacía; que saltado
habiendo de las naves el primero
de todos los Aquivos, le matara
un Troyano, y en Fílace a su esposa                         [700]
dejó bañada en llanto doloroso,
y a medio concluir el nuevo alcázar
que edificaba cuando vino a Troya.

No por eso sus tropas sin caudillo
quedaron; pero mucho se acordaban
de su antiguo adalid, aunque regidas
eran en las batallas por Podarces,
hijo animoso del valiente Ificlo,
y de Fílaces nieto el que rebaños
de ovejas numerosos poseyera.
Protesilao y Podarces de la misma
madre habían nacido, y el segundo
menor era en edad; pero valiente
era más el primero. Así las tropas
suspiraban por él, aunque tenían
quien las mandase. Sus bajeles todos
al número llegaban de cuarenta.

Los de Feres (fundada junto al lago
Bébis) y Beba, y Gláfira, y Yaolco,
de hermosos edificios, por Eumelo
eran guiados, prole esclarecida
de Admeto y la sin par divina Alcestis,
de las hijas de Pelias la más bella:
y a Troya habían venido en once naves.

De Metone, Taumaquia, Melibea,
y fragosa Olizón los escuadrones,
que en siete chicas naves aportaran
a Troya, por su jefe antes tuvieron
a Filoctetes, en lanzar saetas
el más aventajado. Cada nave
sólo cincuenta jóvenes tenía,
que el remo con destreza manejaban;
pero también el arco en la pelea
sabían disparar. Su heroico jefe
no los acaudillaba; pues en Lemnos,
cercado de agudísimos dolores,
los ingratos Aqueos le dejaran
por la herida cruel atormentado
que un reptil le causara ponzoñoso.
Pero si en triste soledad ahora
él estaba olvidado, no era lejos
el día que los Griegos en sus naves
del famoso caudillo Filoctetes
debían acordarse. Sus soldados
no por eso de jefe carecían,
aunque por Filoctetes suspiraban;
pues en la lid el ínclito Medonte
era su capitán, hijo bastardo
que Oileo, el destructor de las ciudades,
tenido había en su cautiva Rene.

Los de Trica e Itoma, situada
sobre un monte escarpado, y los de Ecalia,
fundada por Eurito el Ecaleo,
a los célebres hijos de Esculapio,
Macaón y Podalirio, que ambos eran
médicos extremados, por sus jefes
tenían; y eran treinta sus navíos.       

Los de Ormenio y la fuente de Hiperea,
los de Asterio y Titanos, afamada
por las blancas almenas de sus muros,
a Eurípilo tenían por su jefe,
de Evemón hijo claro; y en cuarenta
embreados navíos le siguieron.

Los de Girtón, Argisa, Orta y Elone,
y la blanca Olosón, eran mandados
por el alto y forzudo Polipetes,
que al gran Pirotoó, prole de Jove,
el ser debía y a Hipodamia bella,
que le dio a luz en el glorioso día
en que su heroico esposo derrotaba
a los fieros centauros, y del monte
Pelio los arrojaba a los confines
de los pueblos Etiquios. Polipetes
no era sólo en el mando; que tenía
por segundo al valiente Leonteo,
el rayo de la guerra, que engendrara
Corono de Ceneo: y sus bajeles
al número llegaban de cuarenta.

Condujera Guneo desde Cifo
en veintidós navíos los robustos
Enienes, y Perrebos animosos;
así los que habitaban de Dodona,                            [750]
áspero clima, los umbrosos bosques,
como los que los campos cultivaban
que riega el puro y limpio Titaresio,
el cual vierte sus aguas cristalinas
en el hondo Peneo y no se mezclan
con sus precipitados y espumosos
remolinos, y nadan por encima
como ligero aceite; que el Peneo
del agua de la Estigia es un arroyo;
la Estigia, cuyo nombre las deidades
invocan en sus firmes juramentos.

Protoó, de Tentredón el hijo claro,
mandaba los Magnetes, los que habitan
a orillas del Peneo, y a la falda
del Pelio, en cuyas selvas de continuo
el soplo de los vientos bramadores
las hojas de los árboles agita:
y a Troya vino con cuarenta naves.

Estos los conductores y adalides
eran de los Aquivos que vinieran
con los hijos de Atreo; mas tú, oh musa,
dime cuál de ellos era el más valiente,
y cuáles los caballos más veloces.
A todos los caballos excedían
ahora las dos yeguas que a su carro
uncía Eumelo, y de su padre fueran
el magnánimo Admeto; porque siendo
ligeras en correr como las aves,
de una edad y una altura, y apeladas,
cuidadas fueron por el mismo Apolo
de la Pieria en los amenos prados,
y el terror por doquier en los combates
llevaban. Entre todos los guerreros,
Áyax de Telamón era el más fuerte
mientras duró de Aquiles la venganza;
que con éste en valor y fortaleza
ninguno competía, y los caballos
que llevaban al hijo de Peleo
eran también de todos los mejores.