PERSEO Y
ANDRÓMEDA
Metamorfosis,
Libro IV, 663-752.
Quitaba de la
noche el negro velo
El oriental
lucero, que nacía
Despertando
las obras en el suelo.
Y en la cárcel
eterna puesto había
Los vientos
Eolo, cuando, pretendiendo
Perseo volar,
las alas se ponía
En ambos pies,
y el líquido aire hendiendo,
Volando va, su
corvo alfanje al lado,
Movidos los
talares con estruendo.
Atrás diversas
gentes ha dejado;
Llegó a Etiopía con ligero vuelo,
Y al reino de
Cefeo [1], do ha hallado,
Atada sin
razón y sin consuelo,
A Andrómeda,
que a muerte la condena
El más injusto
oráculo del suelo.
Hamón, que
mereciendo aquella pena
La madre, por
su lengua dio respuesta
Que pagase la
hija culpa ajena.
La cual, luego
que vio en la roca puesta,
Atada con
durísima atadura,
Que a un
monstruo de la mar estaba expuesta.
Tanta era su
beldad, tal su hermosura,
Que si el
cabello el viento no moviera,
Creyera
estatua ser de piedra pura.
Y si el
hermoso rostro no tuviera
De lágrimas de
aljófar rociado,
De miedo de la
horrible bestia fiera,
No pudiera
quedar desengañado,
Y apenas lo
quedó, cuando ignorante
Del amoroso
fuego fue tocado.
Y vista una
belleza semejante,
Se olvida casi
de ejercer su vuelo,
Y pídela,
poniéndose delante,
Diciendo así,
la causa de su duelo:
«¡Oh digna, no
de lazos semejantes,
Sino de ver
tus miembros rodeados
De aquellos
con que Amor a los amantes
En afición
estrecha tiene atados!
Suplícote,
señora, no te espantes;
Dime tu nombre
y tierra, y cuáles hados,
O qué razón te
puso en la cadena,
Que a tal
beldad parece bien ajena.»
Calló, que
siendo él hombre y virgen ella,
No le osa
responder, y se tapara
Con sus
hermosas manos la doncella,
Si atada como
está no se hallara;
Y siéndola
imposible, vergonzosa,
De lágrimas
bañó su hermosa cara.
Y vuelta en el
color purpúrea rosa,
A Perseo, que
pregunta con porfía,
Comienza a
descubrirse sospechosa.
Que si no
respondiese, pensaría
Que por no
descubrirle algún pecado
Enorme suyo,
no le respondía.
Su nombre y de
su tierra ha publicado,
Y cuánta
confianza había tenido
Su madre en su
hermosura le ha mostrado.
Y aun no el
negocio todo referido,
Sonó la mar,
que el monstruo horrendo viene
Con fierísimo
estruendo embravecido,
Y el ancho mar
debajo el pecho tiene;
Da voces la
tristísima doncella;
Su padre y
madre están como conviene,
Entrambos
miserables; pero ella
Con más razón
y causa, ni traían
Remedio que
pudiese defendella,
Sino en medio
de entrambos la tenían,
Y con el justo
miedo de la fiera,
Con
sentimiento amargo la plañían;
A quienes
Perseo habló de esta manera:
«Bastante
tiempo os queda para llanto,
En que os
entregáis amargamente;
Mas para
remediar peligro tanto,
Paréceme
brevísimo el presente.
Si siendo
Perseo yo, de Jove santo
Y la encerrada
Dánae descendiente,
A ésta me
entregara por marido,
Sin duda fuera
a todos preferido.
»Habiendo yo
vencido la fiereza
De la hija de
Foreo con mi mano,
Y yendo con
extraña ligereza
Por el aire
cual pájaro liviano;
Librando
allende de esto tal belleza,
Como lo haré,
placiendo al soberano,
Si respondéis a
mi merecimiento,
Librada
dármela heis en casamiento.»
Aceptan el
partido, y la doncella
Prometen
(¿quién dudara?), suplicando
Reciba el
reino paternal con ella.
Y veis aquí,
cual suele navegando
Surcar el
hondo mar a su despecho
La nave, los
remeros trabajando,
Partía las
olas el furioso pecho
De la marina
bestia por su cebo,
Y estaba del
peñasco tanto trecho
Cuanto un tiro
de honda; y el mancebo,
Estribando en
la tierra, se abalanza
En el aire que
ilustra el rojo Febo.
La sombra vio
en la mar, a quien se lanza
El monstruo con
bravísima fiereza;
Mas él con
gran destreza y gran pujanza,
Cual águila de
suma ligereza,
Visto el
dragón al sol en campo raso
Que a su
dorado lomo se endereza.
Que porque no
la hiera, vuelto acaso
El hocico
crüel en la escamosa
Cerviz se
aferra, y no le hiere paso.
El biznieto de
Abante el monstruo acosa
En vuelo por
el aire levantado,
Con su certera
diestra y animosa.
Y en la
derecha espalda le ha acertado,
Metiendo todo
el hierro de manera,
Que hasta el
anzuelo corvo le ha llegado.
Herida de tal
arte va la fiera
Fremiendo por
el agua, y se endereza
Agora por el
aire muy ligera.
Chapúzase
otras veces con braveza;
Agora va al
través con furia tanta,
Cual jabalí
feroz, que en poca pieza
Espera ver la
turba que le espanta
De perros
sobre sí. Mas Perseo huyendo
Sus golpes,
por el aire se levanta.
Y el lado y
las costillas escogiendo
Por partes más
sin conchas, animoso
Con el alfanje
agudo está hiriendo.
Y a las veces
la cola, do el bravoso
Marino
monstruo fiero en pez acaba,
Con ímpetu es
herida riguroso.
El agua tinta
en sangre vomitaba,
El aire
circunstante rociando,
Que al volador
las alas empapaba,
Y en ellas
Perseo más no se fiando,
Miró un peñón,
del cual la suma cima
Está fuera del
mar quieto, y cuando
Se mueve está
cubierta, y puesto encima
Estribando de
nuevo le ha herido,
Y el monstruo
fiero ya se desanima.
Por las ijadas
suyas ha metido
De tres a
cuatro veces bravamente
El hierro, por
lo cual quedó rendido.
El vocear y
aplauso de la gente
La ribera del
mar hinchó y el cielo.
Casíope y
Cefeo prestamente
(Desnudos de
la pena y desconsuelo,
Y llenos de
contento y alegría)
Saludan a su
yerno y su consuelo,
Y cada cual
confiesa que él había
Sido el
reparador y la coluna
De su casa
real, que se caía.
Andrómeda, ya
suelta de Fortuna
Y de lazo
cruel, se viene andando,
De la batalla
el precio, y causa una.
El vencedor
con agua está lavando
Las manos, que
ensució la sangre fiera,
Con extraño
cuidado procurando
Que el rostro
de Medusa no se hiera,
Y sobre
blandas hojas extendidas
Por el arena
blanca en la ribera
Le pone, y
unas varas que nacidas
Halló en el
mar, arranca, y puestas fueron
Debajo; y como
son recién cogidas
Y vivas, el
veneno concibieron
Del monstruo,
al cual al punto que tocaron,
En rama y
hojas yertas se sintieron.
Del caso
extrañamente se admiraron
Las Ninfas de
la mar, y de curiosas,
En otras
muchas varas lo probaron.
Y viendo que
así sale, están gozosas;
De las cuales
quedó en el mar simiente,
De donde nacen
varas milagrosas.
Y su
naturaleza está patente
En el coral [2],
que dentro el mar es vara,
Y fuera se hace
piedra de repente.
NOTAS de la edición de 1887.
NOTA 1: Cefeo era rey de Etiopía, o más bien de Fenicia, conocida entonces con el
nombre de Joppia, y uno de los Argonautas. Después de su muerte fue
transformado en constelación. Cassiope, madre de Andrómeda, tuvo la vanidad de creerse
más bella que Juno o que las Nereidas. Para vengar esta injuria, inundó Neptuno
los Estados de Cefeo, quien, conforme al oráculo, tuvo que exponer su hija a un
monstruo marino para que tuviese fin este desastre.
NOTA 2: En la antigüedad se creía que el coral era
una planta marina.
Clauserat Hippotades aeterno carcere uentos,
admonitorque operum caelo clarissimus alto
Lucifer
ortus erat ; pennis ligat ille resumptis
parte ab utraque pedes teloque accingitur unco
et
liquidum motis talaribus aera findit.
Gentibus
innumeris circumque infraque relictis
Aethiopum
populos Cepheaque conspicit arua.
Illic inmeritam maternae pendere linguae
Andromedan poenas iniustus iusserat Ammon.
Quam simul ad duras religatam bracchia cautes
uidit
Abantiades (nisi quod leuis aura capillos
mouerat
et tepido manabant lumina fletu,
marmoreum
ratus esset opus), trahit inscius ignes
et
stupet ; eximiae correptus imagine formae
paene
suas quatere est oblitus in aere pennas.
Vt
stetit : « O » dixit « non istis digna catenis,
sed quibus inter se cupidi iunguntur amantes,
pande requirenti nomen terraeque tuumque,
et cur uincla geras. » Primo silet illa nec audet
adpellare uirum uirgo, manibusque modestos
celasset uultus, si non religata fuisset ;
lumina,
quod potuit, lacrimis inpleuit obortis.
Saepius
instanti, sua ne delicta fateri
nolle
uideretur, nomen terraeque suumque,
quantaque
maternae fuerit fiducia formae,
indicat
; et nondum memoratis omnibus unda
insonuit,
ueniensque inmenso belua ponto
inminet
et latum sub pectore possidet aequor.
Conclamat
uirgo ; genitor lugubris et una
mater
adest, ambo miseri, sed iustius illa.
Nec secum auxilium, sed dignos tempore fletus
plangoremque ferunt uinctoque in corpore adhaerent,
cum sic hospes ait : « Lacrimarum longa manere
tempora uos poterunt, ad opem breuis hora ferendam
est.
Hanc ego si peterem Perseus Ioue natus et illa,
quam clausam inpleuit fecundo Iuppiter auro,
Gorgonis anguicomae Perseus superator et alis
aetherias ausus iactatis ire per auras,
praeferrer cunctis certe gener ; addere tantis
dotibus et meritum, faueant modo numina, tempto.
Vt
mea sit seruata mea uirtute, paciscor. »
Accipiunt
legem (quis enim dubitaret ?) et orant
promittuntque
super regnum dotale parentes.
Ecce, uelut nauis praefixo concita rostro
sulcat aquas, iuuenum sudantibus acta lacertis,
sic fera dimotis inpulsu pectoris undis,
tantum aberat scopulis, quantum Balearica torto
funda potest plumbo medii transmittere caeli,
cum subito iuuenis pedibus tellure repulsa
arduus in nubes abiit. Vt in aequore summo
umbra uiri uisa est, uisa fera saeuit in umbra ;
utque Iouis praepes, uacuo cum uidit in aruo
praebentem Phoebo liuentia terga draconem,
occupat auersum, neu saeua retorqueat ora,
squamigeris
auidos figit ceruicibus ungues,
sic celeri missus praeceps per inane uolatu
terga
ferae pressit dextroque frementis in armo
Inachides
ferrum curuo tenus abdidit hamo.
Vulnere laesa graui modo se sublimis in auras
attollit, modo subdit aquis, modo more ferocis
uersat apri, quem turba canum circumsona terret.
Ille auidos morsus uelocibus effugit alis ;
quaque patet, nunc terga cauis super obsita conchis,
nunc laterum costas, nunc qua tenuissima cauda
desinit in piscem, falcato uerberat ense.
Belua puniceo mixtos cum sanguine fluctus
ore uomit ; maduere graues adspergine pennae.
Nec bibulis ultra Perseus talaribus ausus
credere conspexit scopulum, qui uertice summo
stantibus exstat aquis, operitur ab aequore moto.
Nixus eo rupisque tenens iuga prima sinistra,
ter
quater exegit repetita per ilia ferrum.
Litora cum plausu clamor superasque deorum
inpleuere domos ; gaudent generumque salutant
auxiliumque domus seruatoremque fatentur
Cassiope Cepheusque pater ; resoluta catenis
incedit uirgo, pretiumque et causa laboris.
Ipse manus hausta uictrices abluit unda,
anguiferumque caput dura ne laedat harena,
mollit humum foliis natasque sub aequore uirgas
sternit
et inponit Phorcynidos ora Medusae.
Virga
recens bibulaque etiamnunc uiua medulla
uim
rapuit monstri tactuque induruit huius
percepitque
nouum ramis et fronde rigorem.
At
pelagi nymphae factum mirabile temptant
pluribus
in uirgis et idem contingere gaudent
seminaque
ex illis ut erant iactata per undas,
nunc
quoque curaliis eadem natura remansit,
duritiam
tacto capiant ut ab aere, quodque
uimen
in aequore erat, fiat super aequora saxum.