VENUS IMPLORA A JÚPITER
ENEIDA, CANTO I 223-304
Tarde era ya,
cuando del alto cielo
Oteando el
olímpico monarca,
Tierras y
costas, el tendido suelo,
Y el mar de
velas erizado, abarca
De una mirada,
que con vivo anhelo
Fijó, en fin,
en la líbica comarca;
Y, los ojos
brillando humedecidos,
Venus así le
hablaba con gemidos:
«¡Padre y
señor de dioses y mortales;
Rey, cuyo
brazo con el rayo aterra!
¡Oh, mira al
hado, tras acerbos males,
Cuál a mi
Eneas y a los Teucros cierra,
No del país
que guarda, los umbrales,
Mas los
ángulos todos de la tierra!
Para sufrir
contrariedad tan fuerte,
¿Con qué
crimen pudieron ofenderte?
»Tu prometiste
que de aquí, algún día—
¿Lo
recuerdas?—de aquí, de la troyana
Estirpe
restaurada, se alzaría
Reina del
mundo la nación romana.
¿Qué nuevo
plan la ejecución desvía?
Yo usaba con
las dichas del mañana,
Del ayer y sus
ruinas consolarme;
Mas ¿vemos hoy
que el hado se desarme?
»¡No; que se
ensaña cada vez más crudo!
¿Término a tanto
mal darás al cabo,
Grande y buen
rey? Con invisible escudo,
Del Adria entrando
por el golfo bravo,
Al riñón mismo
de Liburnia pudo
Anténor
penetrar, y del Timavo
Las cabezas
venció; de argiva hueste
Salvado en
antes por favor celeste.
»Y en aquella
región donde desata,
Los cerros
atronando, mar rugiente
Por siete
bocas su raudal de plata,
Y los campos
inunda en su corriente,
Allí a Padua
fundó: morada grata
En ella, y
patrio nombre dio a su gente,
Y de Troya las
armas; y tranquilo
Bajó a dormir
en sepulcral asilo.
»¿Y a nosotros,
tus hijos, a quien silla
Previenes
celestial, se nos traiciona?
¿Y anegadas
las naves, ¡oh mancilla!
Porque de alguien
el odio lo ambiciona,
Tocar nos
vedas la latina orilla?
¿Así nos
vuelves la imperial corona?
¿O premio es
éste de virtudes digno?»
Oyola el
Padre, y sonrió benigno;
Y con la faz la besa con que el cielo
Serenar suele en tempestad oscura;
Y «Calma,»
dice, «Citerea, el duelo;
De los tuyos
el hado eterno dura.
Verás alzarse
a coronar tu anhelo
La ciudad de
Lavinio: a etérea altura
Tu heroico
Eneas subirás un día;—
Ni nuevo plan
la ejecución desvía.
ȃ1 (pues voy
a tu pecho, aun mal seguro,
A revelar
recónditos arcanos)
É l hará
guerra larga; el cuello
duro
Domará de los
pueblos italianos;
Dará a los
suyos circundante muro,
Y fundará
costumbres. Tres veranos
Contará de los
Rútulos triunfante;
Y tres inviernos le verán reinante.
»Y su hijo Ascanio, que festivo y
tierno
Con renombre
de Yulo se engalana,
(Ilo nombrose en el solar paterno
Cuando alzaba
Ilión la frente ufana),
Treinta años
llenará con su gobierno
Mes a mes; y
la sede soberana
Mudando de
Lavinio, hará a Alba Longa
Robusta en
fuerzas que al asalto oponga.
»De manos de la hectórea dinastía
No habrá en
tres siglos quien el cetro aparte:
Ilia, real
sacerdotisa, un día
Hijos gemelos
parirá de Marte:
Con la piel de
la loba que los cría
Ya al mayor
miro ufano; baluarte
Alzará eterno,
y porque al mundo asombre,
Rómulo a su nación dará su nombre.
»Y término,
ni linde, ni parada
Fijo al poder
de Roma: ¡eterno sea!
Juno misma,
que alarma exasperada
Cuanto baña la
mar y el sol rodea;
Con nuevo
acuerdo, a la nación togada
Que al mundo,
acerca el hado, señorea,
Vendrá por fin
en proteger conmigo;
Y así se
cumplirá cual yo lo digo.
» Y siglo traerá
el tiempo en que cadenas
Dé la casa de
Asáraco a la argiva;
A Ptía
vencerá; verá a Micenas,
Si antes
gloriosa, ya a sus pies cautiva.
Tan noble
sangre llevará en las venas
Julio —por
nombre que de atrás deriva;
César— con
gloria que hasta el cielo alcanza
Él, cuyo
imperio sobre el mar se avanza.
»Y tú, segura
de contrario insulto,
Cargado con
despojos de Oriente
Le cogerás en
el Olimpo; y culto
Le dará el
hombre en votos afluente.
Y, sosegado
el militar tumulto,
La férrea edad
se tornará clemente:
Fe anciana
reinará y amor divino,
Y en unión
fraternal Remo y Quirino.
»Y por fin
con estrechas cerraduras
Y de hierro
cargadas, de la Guerra
Cegadas
quedarán las puertas duras:
El malvado
Furor, que allí se encierra,
Sentado sobre
rotas armaduras,
Con las manos
atrás, que el bronce aferra
De cien
cadenas, lanzará bramidos,
Los dientes
rechinando enrojecidos».
Dice, y al
punto del Olimpo envía
Al alígero
dios hijo de Maya,
Que a allanar
a los náufragos la vía
Y el muro de
Cartago a abrirles vaya;
Pues de Dido
recela, que podría
Alejarlos tal
vez de aquella playa
Si los altos
designios ignorase.
Óyele el
nuncio, y por el éter vase.
Y la pluma batiendo fugitiva
En la región
inmensa, por do hiende,
Presto a las
costas líbicas arriba,
Y a cumplir el
mandato sólo atiende:
Y ya los Penos
su rudez nativa,
Por él, remiten; y ante todo enciende
En Dido un
vago y tierno
sentimiento,
Prenda de hospitalario acogimiento.
Et iam finis erat, cum Iuppiter aethere summo
despiciens
mare ueliuolum terrasque iacentis
litoraque
et latos populos, sic uertice caeli
constitit,
et Libyae defixit lumina regnis.
Atque
illum talis iactantem pectore curas
tristior
et lacrimis oculos suffusa nitentis
adloquitur
Venus : « O qui res hominumque deumque
aeternis
regis imperiis, et fulmine terres,
quid meus Aeneas in te committere tantum,
quid
Troes potuere, quibus, tot funera passis,
cunctus
ob Italiam terrarum clauditur orbis ?
Certe
hinc Romanos olim, uoluentibus annis,
hinc
fore ductores, reuocato a sanguine Teucri,
qui
mare, qui terras omni dicione tenerent,
pollicitus, quae te, genitor, sententia uertit ?
Hoc equidem occasum Troiae tristisque ruinas
solabar, fatis contraria fata rependens.
Nunc eadem fortuna uiros tot casibus actos
insequitur.
Quem das finem, rex magne, laborum ?
Antenor potuit, mediis elapsus Achiuis,
Illyricos penetrare sinus, atque intima tutus
regna
Liburnorum, et fontem superare Timaui,
unde
per ora nouem uasto cum murmure montis
it
mare proruptum et pelago premit arua sonanti.
Hic
tamen ille urbem Pataui sedesque locauit
Teucrorum,
et genti nomen dedit, armaque fixit
Troia ; nunc placida compostus pace quiescit :
nos,
tua progenies, caeli quibus adnuis arcem,
nauibus
infandum ! amissis, unius ob iram
prodimur
atque Italis longe disiungimur oris.
Hic
pietatis honos ? Sic nos in sceptra reponis ? »
Olli subridens hominum sator atque deorum,
uoltu, quo caelum tempestatesque serenat,
oscula libauit natae, dehinc talia fatur :
« Parce metu, Cytherea : manent immota tuorum
fata
tibi ; cernes urbem et promissa Lauini
moenia, sublimemque feres ad sidera caeli
magnanimum Aenean ; neque me sententia uertit.
Hic tibi fabor enim, quando haec te cura remordet,
longius et uoluens fatorum arcana mouebo
bellum
ingens geret Italia, populosque feroces
contundet,
moresque uiris et moenia ponet,
tertia dum Latio regnantem uiderit aestas,
ternaque transierint Rutulis hiberna subactis.
At puer Ascanius, cui nunc cognomen Iulo
additur,
– Ilus erat, dum res stetit Ilia regno, –
triginta magnos uoluendis mensibus orbis
imperio explebit, regnumque ab sede Lauini
transferet,
et longam multa ui muniet Albam.
Hic iam ter centum totos regnabitur annos
gente sub Hectorea, donec regina sacerdos,
Marte
grauis, geminam partu dabit Ilia prolem.
Inde
lupae fuluo nutricis tegmine laetus
Romulus
excipiet gentem, et Mauortia condet
moenia, Romanosque suo de nomine dicet.
His ego nec metas rerum nec tempora pono ;
imperium sine fine dedi. Quin aspera Iuno,
quae
mare nunc terrasque metu caelumque fatigat,
consilia in melius referet, mecumque fouebit
Romanos rerum dominos gentemque togatam :
sic placitum. Veniet lustris labentibus aetas,
cum domus Assaraci Phthiam clarasque Mycenas
seruitio premet, ac uictis dominabitur Argis.
Nascetur
pulchra Troianus origine Caesar,
imperium
oceano, famam qui terminet astris,
Iulius,
a magno demissum nomen Iulo.
Hunc
tu olim caelo, spoliis Orientis onustum,
accipies
secura ; uocabitur hic quoque uotis.
Aspera
tum positis mitescent saecula bellis ;
cana
Fides, et Vesta, Remo cum fratre Quirinus,
iura
dabunt ; dirae ferro et compagibus artis
claudentur
Belli portae ; Furor impius intus,
saeua
sedens super arma, et centum uinctus aenis
post
tergum nodis, fremet horridus ore cruento ».
Haec
ait, et Maia genitum demittit ab alto,
ut
terrae, utque nouae pateant Karthaginis arces
hospitio
Teucris, ne fati nescia Dido
finibus
arceret : uolat ille per aera magnum
remigio
alarum, ac Libyae citus adstitit oris.
Et
iam iussa facit, ponuntque ferocia Poeni
corda uolente deo ; in primis regina quietum
accipit in Teucros animum mentemque benignam.