lunes, 22 de mayo de 2017

Virgilio y Miguel Antonio Caro: Venus implora a Júpiter

VENUS IMPLORA A JÚPITER
ENEIDA, CANTO I 223-304


Tarde era ya, cuando del alto cielo
Oteando el olímpico monarca,
Tierras y costas, el tendido suelo,
Y el mar de velas erizado, abarca
De una mirada, que con vivo anhelo
Fijó, en fin, en la líbica comarca;
Y, los ojos brillando humedecidos,
Venus así le hablaba con gemidos:

«¡Padre y señor de dioses y mortales;
Rey, cuyo brazo con el rayo aterra!
¡Oh, mira al hado, tras acerbos males,
Cuál a mi Eneas y a los Teucros cierra,
No del país que guarda, los umbrales,
Mas los ángulos todos de la tierra!
Para sufrir contrariedad tan fuerte,
¿Con qué crimen pudieron ofenderte?

»Tu prometiste que de aquí, algún día—
¿Lo recuerdas?—de aquí, de la troyana
Estirpe restaurada, se alzaría
Reina del mundo la nación romana.
¿Qué nuevo plan la ejecución desvía?
Yo usaba con las dichas del mañana,
Del ayer y sus ruinas consolarme;
Mas ¿vemos hoy que el hado se desarme?

»¡No; que se ensaña cada vez más crudo!
¿Término a tanto mal darás al cabo,
Grande y buen rey? Con invisible escudo,
Del Adria entrando por el golfo bravo,
Al riñón mismo de Liburnia pudo
Anténor penetrar, y del Timavo
Las cabezas venció; de argiva hueste
Salvado en antes por favor celeste.

»Y en aquella región donde desata,
Los cerros atronando, mar rugiente
Por siete bocas su raudal de plata,
Y los campos inunda en su corriente,
Allí a Padua fundó: morada grata
En ella, y patrio nombre dio a su gente,
Y de Troya las armas; y tranquilo
Bajó a dormir en sepulcral asilo.

»¿Y a nosotros, tus hijos, a quien silla
Previenes celestial, se nos traiciona?
¿Y anegadas las naves, ¡oh mancilla!
Porque de alguien el odio lo ambiciona,
Tocar nos vedas la latina orilla?
¿Así nos vuelves la imperial corona?
¿O premio es éste de virtudes digno?»
Oyola el Padre, y sonrió benigno;

Y con la faz la besa con que el cielo
Serenar suele en tempestad oscura;
Y «Calma,» dice, «Citerea, el duelo;
De los tuyos el hado eterno dura.
Verás alzarse a coronar tu anhelo
La ciudad de Lavinio: a etérea altura
Tu heroico Eneas subirás un día;—
Ni nuevo plan la ejecución desvía.

ȃ1 (pues voy a tu pecho, aun mal seguro,
A revelar recónditos arcanos)
É l hará guerra larga; el cuello duro
Domará de los pueblos italianos;
Dará a los suyos circundante muro,
Y fundará costumbres. Tres veranos
Contará de los Rútulos triunfante;
Y tres inviernos le verán reinante.

»Y su hijo Ascanio, que festivo y tierno
Con renombre de Yulo se engalana,
(Ilo nombrose en el solar paterno
Cuando alzaba Ilión la frente ufana),
Treinta años llenará con su gobierno
Mes a mes; y la sede soberana
Mudando de Lavinio, hará a Alba Longa
Robusta en fuerzas que al asalto oponga.

»De manos de la hectórea dinastía
No habrá en tres siglos quien el cetro aparte:
Ilia, real sacerdotisa, un día
Hijos gemelos parirá de Marte:
Con la piel de la loba que los cría
Ya al mayor miro ufano; baluarte
Alzará eterno, y porque al mundo asombre,
Rómulo a su nación dará su nombre.

»Y término, ni linde, ni parada
Fijo al poder de Roma: ¡eterno sea!
Juno misma, que alarma exasperada
Cuanto baña la mar y el sol rodea;
Con nuevo acuerdo, a la nación togada
Que al mundo, acerca el hado, señorea,
Vendrá por fin en proteger conmigo;
Y así se cumplirá cual yo lo digo.

» Y siglo traerá el tiempo en que cadenas
Dé la casa de Asáraco a la argiva;
A Ptía vencerá; verá a Micenas,
Si antes gloriosa, ya a sus pies cautiva.
Tan noble sangre llevará en las venas
Julio —por nombre que de atrás deriva;
César— con gloria que hasta el cielo alcanza
Él, cuyo imperio sobre el mar se avanza.

»Y tú, segura de contrario insulto,
Cargado con despojos de Oriente
Le cogerás en el Olimpo; y culto
Le dará el hombre en votos afluente.
Y, sosegado el militar tumulto,
La férrea edad se tornará clemente:
Fe anciana reinará y amor divino,
Y en unión fraternal Remo y Quirino.

»Y por fin con estrechas cerraduras
Y de hierro cargadas, de la Guerra
Cegadas quedarán las puertas duras:
El malvado Furor, que allí se encierra,
Sentado sobre rotas armaduras,
Con las manos atrás, que el bronce aferra
De cien cadenas, lanzará bramidos,
Los dientes rechinando enrojecidos».

Dice, y al punto del Olimpo envía
Al alígero dios hijo de Maya,
Que a allanar a los náufragos la vía
Y el muro de Cartago a abrirles vaya;
Pues de Dido recela, que podría
Alejarlos tal vez de aquella playa
Si los altos designios ignorase.
Óyele el nuncio, y por el éter vase.

Y la pluma batiendo fugitiva
En la región inmensa, por do hiende,
Presto a las costas líbicas arriba,
Y a cumplir el mandato sólo atiende:
Y ya los Penos su rudez nativa,
Por él, remiten; y ante todo enciende
En Dido un vago y tierno sentimiento,
Prenda de hospitalario acogimiento.

Et iam finis erat, cum Iuppiter aethere summo
despiciens mare ueliuolum terrasque iacentis
litoraque et latos populos, sic uertice caeli
constitit, et Libyae defixit lumina regnis.
Atque illum talis iactantem pectore curas
tristior et lacrimis oculos suffusa nitentis
adloquitur Venus : « O qui res hominumque deumque
aeternis regis imperiis, et fulmine terres,
quid meus Aeneas in te committere tantum,
quid Troes potuere, quibus, tot funera passis,
cunctus ob Italiam terrarum clauditur orbis ?
Certe hinc Romanos olim, uoluentibus annis,
hinc fore ductores, reuocato a sanguine Teucri,
qui mare, qui terras omni dicione tenerent,
pollicitus, quae te, genitor, sententia uertit ?
Hoc equidem occasum Troiae tristisque ruinas
solabar, fatis contraria fata rependens.

Nunc eadem fortuna uiros tot casibus actos
insequitur. Quem das finem, rex magne, laborum ?
Antenor potuit, mediis elapsus Achiuis,
Illyricos penetrare sinus, atque intima tutus
regna Liburnorum, et fontem superare Timaui,
unde per ora nouem uasto cum murmure montis
it mare proruptum et pelago premit arua sonanti.
Hic tamen ille urbem Pataui sedesque locauit
Teucrorum, et genti nomen dedit, armaque fixit
Troia ; nunc placida compostus pace quiescit :
nos, tua progenies, caeli quibus adnuis arcem,
nauibus infandum ! amissis, unius ob iram
prodimur atque Italis longe disiungimur oris.
Hic pietatis honos ? Sic nos in sceptra reponis ? »

Olli subridens hominum sator atque deorum,
uoltu, quo caelum tempestatesque serenat,
oscula libauit natae, dehinc talia fatur :
« Parce metu, Cytherea : manent immota tuorum
fata tibi ; cernes urbem et promissa Lauini
moenia, sublimemque feres ad sidera caeli
magnanimum Aenean ; neque me sententia uertit.
Hic tibi fabor enim, quando haec te cura remordet,
longius et uoluens fatorum arcana mouebo
bellum ingens geret Italia, populosque feroces
contundet, moresque uiris et moenia ponet,
tertia dum Latio regnantem uiderit aestas,
ternaque transierint Rutulis hiberna subactis.
At puer Ascanius, cui nunc cognomen Iulo
additur, – Ilus erat, dum res stetit Ilia regno, –
triginta magnos uoluendis mensibus orbis
imperio explebit, regnumque ab sede Lauini
transferet, et longam multa ui muniet Albam.
Hic iam ter centum totos regnabitur annos
gente sub Hectorea, donec regina sacerdos,
Marte grauis, geminam partu dabit Ilia prolem.

Inde lupae fuluo nutricis tegmine laetus
Romulus excipiet gentem, et Mauortia condet
moenia, Romanosque suo de nomine dicet.
His ego nec metas rerum nec tempora pono ;
imperium sine fine dedi. Quin aspera Iuno,
quae mare nunc terrasque metu caelumque fatigat,
consilia in melius referet, mecumque fouebit
Romanos rerum dominos gentemque togatam :
sic placitum. Veniet lustris labentibus aetas,
cum domus Assaraci Phthiam clarasque Mycenas
seruitio premet, ac uictis dominabitur Argis.
Nascetur pulchra Troianus origine Caesar,
imperium oceano, famam qui terminet astris,
Iulius, a magno demissum nomen Iulo.
Hunc tu olim caelo, spoliis Orientis onustum,
accipies secura ; uocabitur hic quoque uotis.
Aspera tum positis mitescent saecula bellis ;
cana Fides, et Vesta, Remo cum fratre Quirinus,
iura dabunt ; dirae ferro et compagibus artis
claudentur Belli portae ; Furor impius intus,
saeua sedens super arma, et centum uinctus aenis
post tergum nodis, fremet horridus ore cruento ».

Haec ait, et Maia genitum demittit ab alto,
ut terrae, utque nouae pateant Karthaginis arces
hospitio Teucris, ne fati nescia Dido
finibus arceret : uolat ille per aera magnum
remigio alarum, ac Libyae citus adstitit oris.
Et iam iussa facit, ponuntque ferocia Poeni
corda uolente deo ; in primis regina quietum
accipit in Teucros animum mentemque benignam.