jueves, 20 de abril de 2017

Ovidio y Diego Mexía de Fernangil: Hipodamia a Aquiles

HEROIDAS. EPÍSTOLA TERCERA
HIPODAMIA A AQUILES

Esta carta que lees va de aquella
Hipodamia la sierva desdichada,
Que envía a ti, oh Aquiles, su querella.

Va ruda, indocta, tosca y mal limada,
Que como es mano bárbara la mía.
No es bien en griega letra ejercitada.

Si vieres manchas mientras te escribía,
Mis lágrimas hicieron los borrones.
Después de haber borrado mi alegría.

Y estas lágrimas que orlan mis renglones,
Como se engendran en amor sincero,
Hablan, y explican más que mil razones.

Si de ti, mi señor y esposo fiero.
Me es lícito quejar con voz turbada.
De mi esposo y señor quejarme quiero.

El ser al Rey que me pidió entregada,
No es culpa tuya, Dioses lo ordenaron;
Mas será tuya, si no soy tornada.

Euribate y Taltibio me llamaron,
Y a los dos en custodia el primer día
El Rey y mis desdichas me entregaron.

Y el uno al otro quedo se decía.
Viendo tu remisión y mi esperanza:
«¿Do está el amor que en estos dos ardía?»

Pude ser detenida, y la tardanza
Fuera a la pena dulce y deleitosa;
Pero siendo en mi bien, nada se alcanza.

¡Ay de mí triste y poco venturosa.
Que al partirme perdí tanto los bríos.
Que un beso no te di de vergonzosa!

Pero vertí de lágrimas dos ríos.
Arranqué los cabellos, que ya fueron
Red a tus brazos, lazos a los míos.

Cuando al Rey de tu casa me trajeron.
Me pareció de nuevo ser robada
Y que a nueva prisión me redujeron.

Muchas veces estoy determinada
De, engañando a mi guarda, a ti volverme,
Mas temo el enemigo esté en celada.

Temo, si salgo, que podrá cogerme
Algún Troyano, y como a prisionera
Querrá ofenderte a ti con ofenderme.

O verné a ser esclava de hija o nuera
De Príamo el anciano, que se alaba
Que Héctor en Grecia puede alzar bandera.

Mas dirás que fue dada y que me daba
A Troya Grecia, pues por su sosiego
Al fin he de ser dada por su esclava.

Séalo yo, pues se acabó tu fuego,
Y estando tu Briseida de ti ausente
Tantas noches, no te es desasosiego.

No te es desasosiego, ni tu frente
Airada es parte para ser yo vuelta,
Y cesas de feroz vuelto en paciente.

Tu ira es flaca, en burlas desenvuelta,
Matas a los que nunca te agraviaron,
Y a quien te agravia das perdón y suelta.

El gran Patroclo cuando me llevaron,
Al oído me dijo: «¿Por qué lloras?
Poco estarás aquí do te encerraron.»

Siento pasar las horas voladoras
Sin volver, y esto es poco; que más siento
Dejes pasar sin verme tantas horas.

Tú procuras, oh Aquiles, mi tormento;
Estorbas no sea vuelta al que es mi esposo.
Pues vete agora y busca tu contento.

Ten el nombre de amante codicioso,
El nombre y no los hechos: que decente
Título es éste a un hombre tan famoso.

A ti vinieron Áyax el valiente,
Y de Amítor el hijo celebrado,
Este tu amigo, el otro tu pariente.

Y Ulises el discreto, procreado
Del gran Laertes, y estos tres varones,
Volverme a ti con pompa han procurado.

Y sé que procuraron con razones
Moverte, y a los ruegos añadieron.
Por complacerte más, preciosos dones.

Veinte Lebetas ricos te ofrecieron
De metal (que son vasos entallados)
Y siete escaños trípodas te dieron.

Escaños de tres pies también labrados,
Con tanta traza y tan sutil decoro,
Que eran en peso y arte nivelados.

A éstos añadió de su tesoro
El más amado Rey de sus vasallos
Con larga mano diez talentos de oro.

También te presentó doce caballos,
Vencedores en valle, en llano, en sierra.
Sin serles necesario gobernallos.

Muchas bellas cautivas de la tierra
De Lesbos, don y dádiva hermosa.
Aunque excusada en tiempo de la guerra.

Demás de esta su ofrenda milagrosa
El Rey te da, si quieres recibirme.
De sus tres hijas, una por esposa.

Mas ¡ay, oh crudo amante, poco firme!
De ti no ha sido aquello recibido
Que habías tú de dar por redimirme.

Aquiles, ¿por qué culpa he merecido
Serte vil, y por tal menospreciada?
Tu antiguo amor ¿adónde se ha huido?

¿Por ventura fortuna siempre airada
Muestra su frente a un pecho miserable?
¿No la he de ver alguna vez mudada?

¿No ha de haber algún viento favorable
A mis principios tristes y violentos?
¿No será el mal, como es el bien, instable?

Los filos de tu espada vi sangrientos,
Y a Lirneso mi patria, como a Marte,
Rendírsete y mostrarte los cimientos.

De su ruïna fui la mayor parte.
Pues vi a mi padre y tres hermanos míos
Rendidos a la muerte, a tu estandarte.

Vi a mi marido que en sangrientos ríos
(Tal cual él era) revolcando el pecho.
Perdió riqueza, esposa, vida y bríos.

Y aunque me viese en tan horrendo estrecho,
Y con golpe tan duro y riguroso
Fuese en un punto tanto bien deshecho,

Con solo Aquiles me era muy copioso
Reparo a tanto mal, pues te tenía
Por hermano, señor, padre y esposo.

Por Tetis me juraste que me había
Sido muy útil ser de ti robada;
Dijo Tetis tu madre y suegra mía.

Muy útil me es, pues soy menospreciada,
Y la riqueza que te dan conmigo.
Por ser conmigo la estimaste en nada.

Es fama (y siempre fama es buen testigo)
Que mañana te vas por mar huyendo.
Por te alejar de mí, cual de enemigo.

Y a mis oídos tal maldad viniendo.
El flaco pecho de ánimo vacío
Fue sangre, fuerza y ánimo perdiendo.

¿Vaste? ¿y a quién le das el señorío
Sobre esta esclava que en tu amor se funda?
¿Quién será alivio al daño grave mío?

Antes la tierra en sí me sorba y hunda;
Antes me abrase y en mi cuerpo empezca
Del rayo la violencia furibunda,

Que el mar sin mí con remos se encanezca,
Ni que ver pueda aquella nave amarga
Que delante de mí te desparezca.

Si la tardanza se te hace larga,
Y el volver a tu patria te contenta,
A tu navío no seré gran carga.

Llévame, y no me dejes en afrenta,
Y seguirete, no como a marido,
Mas como vencedor de un alma exenta.

No seré esclava inútil, que ya han sido
Buenas mis manos, y seranlo agora
Para curar las lanas que han tejido.

Al tálamo tu esposa y mi señora
Irá, pues vence y sobra en hermosura
A las damas de Acaya como Aurora.

La cual por su beldad tuvo ventura
De ser tu amada esposa, y nuera dina
De tu padre, varón de edad madura.

Es nieto del gran Júpiter y Egina,
Y Nereo se precia de pariente.
Por ser su sangre y calidad divina.

Nosotras, tus esclavas, pobre gente.
Le trairemos el lino todo hilado,
Volviéndolo por peso cabalmente.

Solo un don me ha de ser por ti otorgado,
Y es, que me trate bien tu cara esposa.
Siquiera por lo mucho que te he amado.

No consientas se muestre rigurosa
Ni me dé golpes con sus brazos bellos.
Pues fui cual ella tu mujer y hermosa.

No permitas maltrate mis cabellos;
Mas dile con blandura: «No la aquejes,
Que también he gozado de ella y de ellos.»

Y aunque esta afrenta ruego de mí alejes.
Yo sufriré esta y otra y otra afrenta.
Con tal que no te vayas y me dejes.

Esto mis huesos quiebra y atormenta,
Esto me fuerza ¡ay triste! a importunarte,
Esto me trae turbada y descontenta.

¿Qué esperas, pues? ya al Rey por agradarte
Le pesa de tu ira, y toda Grecia
Se humilla a ti y procura de aplacarte.

Y pues sabes vencer cuanto se precia
De suerte, vence a ti, vence tu ira.
Que la victoria propia es la más recia.

Mira que Héctor el bravo está a la mira,
Y sale del Troyano y patrio nido
Y con vuestras riquezas se retira.

Las armas toma, habiendo recibido
A mí primero; cíñete tu espada;
Quita de Grecia el miedo concebido.

Por mí tu ira ha sido comenzada.
Por mí tu ira y tu rencor fenezca;
Sea tu tristeza en júbilo tornada.

No te afrentes, ni torpe te parezca
Ser por mis ruegos vuelto y humillado,
Aunque por mi valor no lo merezca.

Pues Meleagro, viéndose injuriado,
A las armas tornó, que había depuesto,
Por solo que su esposa lo ha mandado.

De oídas solamente sé yo aquesto;
Mejor lo sabrás tú de tus Grecianos,
Si no es que en serte ejemplo te es molesto.

Mató este Meleagro dos hermanos
De Altea su madre, y ella lo maldijo;
Costumbre mala en padres inhumanos.

Era feroz y muy valiente el hijo,
Y no dio más a madre y patria ayuda;
Que el odio estaba allá en el alma fijo.

Sola su esposa lo mitiga y muda
(Que ellas lo pueden todo), y del mando
La cólera aplacó soberbia y cruda.

Fue ella dichosa, lo que yo no he sido.
Porque mis ruegos como inútil cosa
Sin fruto ni provecho se han caído.

Ni me indigno, pues nunca como esposa
Tuya yo me traté, siendo llamada
De mi señor, mas como sierva astrosa.

Llamándome señora una criada.
Le dije: «A mi servicio y mis cuidados
Añades carga honrosa, aunque pesada.»

Júrote por los huesos no enterrados
De mi marido, a quien las bestias pacen,
Aunque de mí serán reverenciados:

Por las tres almas de los tres que nacen
En fama, gloria y prez, y en tierra fría,
Por la patria, en la patria muertos yacen:

Por tu cabeza juro, y por la mía,
Que juntamos en tiempo de bonanza.
Cuando el cielo y tu amor lo permitía:

Por tu espada, tus flechas y tu lanza,
Que echaron a la Estigia y reino escuro
Cuanto me dio Fortuna en su pujanza:

Por esto y más, si más me queda, juro
Que el grande Atrida ni otro me ha gozado
De esto te certifico y aseguro.

Por lo cual, si sospechas te han forzado
A quererte partir, no te remuevas:
Da crédito a lo mucho que he jurado.

Si agora de tu fe quiero hacer pruebas
Y que jures que dama no has tenido,
A fe que nunca tú a jurar te atrevas.

Los Griegos piensan te has entristecido
Porque me trajo el Rey a su aposento,
Y que mi amor te tiene embravecido:

Y tú te estás alegre y muy contento
En el tierno regazo de tu dama.
Movido de algún músico instrumento.

Si alguno preguntare por qué infama
Aquiles su opinión y no pelea,
Olvidando la guerra por la cama,

Dirán que la vihuela lo recrea,
Y la noche le agrada con su oficio,
Y en Venus y en amor y amar se emplea.

Más seguro es dormir y estar en vicio.
Mejor tener la moza poco casta,
Y el tañer y cantar por ejercicio,

Que asir escudo y empuñar el asta,
Y cubrir con el yelmo la cabeza,
Y el pecho de virtud, que es lo que basta.

Mas a ti ya fue un tiempo que una pieza
De arnés, e ilustres hechos te agradaba,
Más que cuanto a deleites se endereza.

La gloria que con armas se alcanzaba
Te era dulce; mas presto te cansaste.
Que nunca dura el bien, ni el mal se acaba.

Di, ¿por ventura, oh Aquiles, aprobaste
El uso de las armas y la guerra,
Sólo mientras mi patria conquistaste?

Y es prueba cierta y que verdad encierra,
Pues tu alabanza y hechos más que humanos
Están postrados, cual lo está mi tierra.

No lo quieran los Dioses soberanos.
Antes el lado Hectóreo abierto sea
Por la lanza arrojada de tus manos.

¡Oh Griegos! enviadme a do me vea
Mi Aquiles, que aunque he sido su enemiga,
Yo acabaré que vuelva a la pelea.

Diré lo que quisiéredes que diga,
Darele besos con que el pecho crudo.
Aunque diga que no, se me desdiga.

Creed que más podré que Fénix pudo.
Más que Ulises el sabio, y que el hermano
De Teucro, tan famoso por su escudo.

Que tiene un no sé qué tocar la mano,
Ceñir el cuello y demostrar el pecho,
Y más en ti que no eres inhumano.

Y aunque más sordo estés a mi despecho
Que las ondas de Tetis, madre tuya,
Y más airado que Aquilón deshecho,

Harás que tu crueldad se disminuya,
(Dado que calle), y con mi llanto ansioso
Que esa tu pertinacia se concluya.

Agora, así sus años cumpla honroso
Peleo, y libre de traiciones viles
Tu Pirro viva en armas victorioso.

Mira con ojos de piedad, oh Aquiles,
A tu Hippodamia, y no cual hierro fuerte
Me abrases, me consumas y aniquiles.

Si ya te enfado y tengo de perderte,
Como me obligas a que sin ti viva,
Oblígame a gustar por ti la muerte.

Y si me obligaras, que ya se priva
El cuerpo y rostro de color y aliento.
Aunque mi alma en la esperanza estriba.

La cual si me faltare, en el momento
Seguiré a mis hermanos y marido,
Dándote con mi fin contentamiento.

Y muerta yo no te ha de ser tenido
Por magnífico hecho y soberano
Haberlo tú ordenado y consentido.

Mas ¿para qué lo ordenas? echa mano,
Hiere este pecho porque luego muera,
Que sangre habrá que harte un pecho Hircano.

Máteme aquella espada que pudiera
Matar en mi venganza al grande Atrida,
Si Palas por su amor no lo impidiera.

Mas yo te ruego que me des la vida,
Que ya me diste cuando victorioso
Fuiste de mi linaje el homicida.

Que para hartar tu pecho sanguinoso
De Neptuno los muros eminentes
Te darán pasto de hombres abundoso.

Del enemigo busca convenientes
Ocasiones de muerte, que en tu amada
Han de ser tus efectos diferentes.

Y agora quieras irte con la armada,
Agora el esperar más te convenga.
Siendo ante ti mi carta presentada.
Manda como señor que a ti me venga.

Epistula III (Briseis Achilli)

Quam legis, a rapta Briseide littera uenit
uix bene barbarica Graeca notata manu.
quascumque adspicies, lacrimae fecere lituras;
sed tamen et lacrimae pondera uocis habent.
si mihi pauca queri de te dominoque uiroque
fas est, de domino pauca uiroque querar.
non, ego poscenti quod sum cito tradita regi,
culpa tua est -- quamuis haec quoque culpa tua est;
nam simul Eurybates me Talthybiusque uocarunt,
Eurybati data sum Talthybioque comes.
alter in alterius iactantes lumina uultum
quaerebant taciti, noster ubi esset amor.
differri potui; poenae mora grata fuisset.
ei mihi! discedens oscula nulla dedi!
at lacrimas sine fine dedi rupique capillos;
infelix iterum sum mihi uisa capi.
saepe ego decepto uolui custode reuerti;
sed me qui timidam prenderet, hostis erat.
si progressa forem, caperer ne nocte, timebam,
quamlibet ad Priami munus itura nurum.
sed data sim, quia danda fui. tot noctibus absum
nec repetor. cessas iraque lenta tua est.
ipse Menoetiades tum, cum tradebar, in aurem
"quid fles? hic paruo tempore," dixit, "eris."
non repetisse parum. pugnas ne reddar, Achille.
i nunc et cupidi nomen amantis habe!
uenerunt ad te Telamone et Amyntore nati,
ille gradu propior sanguinis, ille comes,
Laertaque satus, per quos comitata redirem
(auxerunt blandas grandia dona preces):
uiginti fuluos operoso ex aere lebetas
et tripodas septem pondere et arte pares.
addita sunt illis auri bis quinque talenta,
bis sex adsueti uincere semper equi,
quodque superuacuum est, forma praestante puellae
Lesbides, euersa corpora capta domo;
cumque tot his -- sed non opus est tibi coniuge -- coniunx
ex Agamemnoniis una puella tribus.
si tibi ab Atride pretio redimenda fuissem,
quae dare debueras, accipere illa negas?
qua merui culpa fieri tibi uilis, Achille?
quo leuis a nobis tam cito fugit amor?
an miseros tristis fortuna tenaciter urget,
nec uenit inceptis mollior hora meis?
diruta Marte tuo Lyrnesia moenia uidi
et fueram patriae pars ego magna meae.
uidi consortes pariter generisque necisque
tres cecidisse: quibus, quae mihi, mater erat.
uidi, quantus erat, fusum tellure cruenta
pectora iactantem sanguinolenta uirum.
tot tamen amissis te conpensauimus unum;
tu dominus, tu uir, tu mihi frater eras.
tu mihi, iuratus per numina matris aquosae,
utile dicebas ipse fuisse capi, --
scilicet ut, quamuis ueniam dotata, repellas
et mecum fugias quae tibi dantur opes!
quin etiam fama est, cum crastina fulserit Eos,
te dare nubiferis lintea plena Notis.
quod scelus ut pauidas miserae mihi contigit aures,
sanguinis atque animi pectus inane fuit.
ibis et -- o miseram! -- cui me, uiolente, relinquis?
quis mihi desertae mite leuamen erit?
deuorer ante, precor, subito telluris hiatu
aut rutilo missi fulminis igne cremer,
quam sine me Pthiis canescant aequora remis
et uideam puppes ire relicta tuas!
si tibi iam reditusque placent patriique Penates,
non ego sum classi sarcina magna tuae.
uictorem captiua sequar, non nupta maritum:
est mihi, quae lanas molliat, apta manus.
inter Achaeiadas longe pulcherrima matres
in thalamos coniunx ibit eatque tuos,
digna nurus socero, Iouis Aeginaeque nepote,
cuique senex Nereus prosocer esse uelit.
nos humiles famulaeque tuae data pensa trahemus
et minuent plenas stamina nostra colos.
exagitet ne me tantum tua, deprecor, uxor,
quae mihi nescio quo non erit aequa modo,
neue meos coram scindi patiare capillos
et leuiter dicas: "haec quoque nostra fuit."
uel patiare licet, dum ne contempta relinquar;
hic mihi -- uae miserae! -- concutit ossa metus.
quid tamen expectas? Agamemnona paenitet irae
et iacet ante tuos Graecia maesta pedes.
uince animos iramque tuam, qui cetera uincis!
quid lacerat Danaas inpiger Hector opes?
arma cape, Aeacide, -- sed me tamen ante recepta --
et preme turbatos Marte fauente uiros!
propter me mota est, propter me desinat ira
simque ego tristitiae causa modusque tuae.
nec tibi turpe puta precibus succumbere nostris;
coniugis Oenides uersus in arma prece est.
res audita mihi, nota est tibi: fratribus orba
deuouit nati spemque caputque parens.
bellum erat; ille ferox positis secessit ab armis
et patriae rigida mente negauit opem.
sola uirum coniunx flexit -- felicior illa! --
at mea pro nullo pondere uerba cadunt.
nec tamen indignor nec me pro coniuge gessi
saepius in domini serua uocata torum.
me quaedam memini, dominam captiua uocabat --
"seruitio," dixi, "nominis addis onus."
per tamen ossa uiri subito male tecta sepulcro,
semper iudiciis ossa uerenda meis,
perque trium fortes animas, mea numina, fratrum,
qui bene pro patria cum patriaque iacent,
perque tuum nostrumque caput, quae iunximus una,
perque tuos enses, cognita tela meis,
nulla Mycenaeum sociasse cubilia mecum
iuro: fallentem deseruisse uelis.
si tibi nunc dicam, "fortissime, tu quoque iura
nulla tibi sine me gaudia facta" -- neges.
at Danai maerere putant -- tibi plectra mouentur,
te tenet in tepido mollis amica sinu.
et quisquam quaerit, quare pugnare recuses --
pugna nocet, citharae noxque Venusque iuuant.
tutius est iacuisse toro, tenuisse puellam,
Threiciam digitis increpuisse lyram,
quam manibus clipeos et acutae cuspidis hastam
et galeam pressa sustinuisse coma.
sed tibi pro tutis insignia facta placebant,
partaque bellando gloria dulcis erat.
an tantum, dum me caperes, fera bella probabas,
cumque mea patria laus tua uicta iacet?
di melius! ualidoque, precor, uibrata lacerto
transeat Hectoreum Pelias hasta latus!
mittite me, Danai! dominum legata rogabo
multaque mandatis oscula mixta feram.
plus ego quam Phoenix, plus quam facundus Vlixes,
plus ego quam Teucri, credite, frater agam.
est aliquid collum solitis tetigisse lacertis
praesentisque oculos admonuisse suis!
sis licet immitis matrisque ferocior undis,
ut taceam, lacrimis conminuere meis.
nunc quoque -- sic omnes Peleus pater inpleat annos,
sic eat auspiciis Pyrrhus ad arma tuis! --
respice sollicitam Briseida, fortis Achille,
nec miseram lenta ferreus ure mora;
aut si uersus amor tuus est in taedia nostri,
quam sine te cogis uiuere, coge mori!
utque facis, coges. abiit corpusque colorque;
sustinet hoc animae spes tamen una tui.
qua si destituor, repetam fratresque uirumque;
nec tibi magnificum femina iussa mori.
cur autem iubeas? stricto pete corpora ferro,
est mihi qui fosso pectore sanguis eat.
me petat ille tuus, qui, si dea passa fuisset,
ensis in Atridae pectus iturus erat!
a! potius serues nostram, tua munera, uitam!
quod dederas hosti uictor, amica rogo.
perdere quos melius possis, Neptunia praebent
Pergama; materiam caedis ab hoste pete!
me modo, siue paras impellere remige classem,
siue manes, domini iure uenire iube!