martes, 18 de abril de 2017

Ovidio y Diego Mexía de Fernangil: Filis a Demofonte


HEROIDAS - SEGUNDA EPÍSTOLA

ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA SEGUNDA

Demofonte, hijo de Teseo y de Fedra, volviendo de la guerra memorable de Troya a su patria, ensoberbeciéndose el mar, fue arrojado de la tormenta en Tracia, donde reinaba Filis, hija de Licurgo y Grustumena; la cual, recibiendo benignamente a Demofonte, agradada de su presencia y satisfecha de su valor, se le dio por esposa, para que con su prudencia y ánimo el reino Tracio gobernado y defendido fuese. Siendo, pues, Demofonte sabedor de la muerte de Menesteo, que a su padre Teseo tenía tiranizado el Imperio de Atenas, incitado con el amor del reino, pidió licencia para ir a tomar en él la posesión, prometiéndola de volver dentro de un mes. Fuele concedida, y así con aparato de gente y flota, poseyendo a Atenas, o por no poder componer sus negocios con brevedad, o no gustando de volver a Tracia, olvidado del juramento a su Filis hecho, se detuvo mucho más tiempo del que fue para su vuelta constituido. Filis, viendo pasar cuatro meses, creyendo ser engañada, escribió a Demofonte esta carta, proponiéndole los muchos beneficios que de ella ha recibido: hácele cargo de la fe del matrimonio y juramento hecho en su partida, y afirmando que se dará violenta muerte si se ve de él menospreciada. Tanto ofende la ausencia a los que de veras aman.

EPÍSTOLA SEGUNDA.
FILIS A DEMOFONTE.

Aquélla, oh Demofonte, tu querida
Filis, aquélla que en su reino y casa
Te dio hospedaje un tiempo y acogida:

Al cielo, a ti y al viento, doy sin tasa
Mis quejas, porque el plazo señalado
De tu venida vuela, y huye y pasa.

Tú me juraste que en habiendo dado
El triforme planeta un giro entero
Por el superno curso acostumbrado,

La ancla vería con su diente fiero
De tu nave fijarse en el arena
De este mi Tracio puerto, do te espero.

Cuatro veces la he visto entera y llena,
Y cuatro sin su lumbre; mas no veo
Que tu tornada Ródope se ordena.

Si el tiempo cuentas como yo deseo
(Cuyos relojes somos los amantes),
No dirás que sin tiempo devaneo.

Ha sido mi esperanza, como de antes.
Tibia y dudosa: mas creí (¡qué tarde!)
Lo que daña creyendo a semejantes.

Creo lo que me daña, porque guarde
Las leyes de amadora, y la rabiosa
Llama se muestre que en mis venas arde.

He sido muchas veces mentirosa
Contra mí mesma, en vano imaginando
Que te es contrario el viento y mar furiosa.

También estoy la muerte deseando
A tu padre, en pensar que te detiene,
Y aunque esto es falso, voyme así engañando.

Otro temor con esto al alma viene:
Que cuando das la vela al Hebro ondoso.
Que al mar Egeo feudo le mantiene.

Recelo el viento airado y riguroso
En la agua cana no haya trastornado
La nave tu designio y mi reposo.

Y muchas veces, porque tú (oh malvado)
Salud tuvieras, holocausto he hecho
A los Dioses del reino consagrado.

Muchas veces mirando en mi provecho
Favorables los vientos, y en bonanza
El mar inmenso, se alentó mi pecho.

Y á mí me dije; si salud alcanza
Demofonte, verná; si vive, espero
Que en su palabra y fe no habrá mudanza.

En fin mi amor constante y verdadero
Excusas finge, y yo, por haber sido
Ingeniosa en excusarte, muero.

Ausente estás despacio, y no han querido
Las deidades volverte a quien juraste.
Ni vuelves tú de nuestro amor movido.

¡Ay Demofonte! cuando te ausentaste.
Las velas y palabras diste al viento,
Y en ambas a dos cosas me engañaste.

Las velas no dan vuelta; el juramento
Y te salieron falsos, porque hubiese
Causa de me quejar al firmamento.

Dime: ¿qué hice en que pesar te diese
(Sino es como imprudente y necia amarte),
Por cuya causa yo desmereciese?

Maldad hice, y muy grande, en hospedarte;
Mas esta mi maldad para las gentes
De mérito y virtud alcanza parte.

¿Adonde están agora las urgentes
Promesas, juramentos, lealtades,
Y otras mil ceremonias con que mientes?

¿Dónde el darme tu diestra, y las deidades
Infinitas de Dioses que traías
Para dar apariencia a tus maldades?

¿Adónde el Himeneo que decías
Que había de gozar por tiempo largo?
¿Por firme esposo a quién me prometías?

Tú lo juraste por el mar amargo,
De tu partida y vuelta fiel testigo;
Mas en la vuelta entiendo que me alargo.

Juraste por tu abuelo (aunque yo digo
Que debe ser fingido, e imaginado
Por te mostrar en todo mi enemigo);

El cual dices que estando el Ponto airado
Por la fuerza del viento, lo sujeta
Con sumo imperio, y vuelve sosegado:

Por Venus, por el arco y la saeta
De Amor, y por la llama rigurosa
Que me consume con virtud secreta.

Por la alma Juno, a Júpiter celosa,
Que a justos desposorios, y propicios
A los Dioses preside como Diosa:

Por los santos y ocultos sacrificios
A Ceres dedicados, y ofrecidos
Con alta pompa y místicos oficios.

Si estos Dioses quisiesen ofendidos
Tomar venganza en ti, no eres bastante
A pagar tantos yerros cometidos.

¡Ay qué furiosa, y en tu amor constante.
Las naves rotas renové en que fueses,
Y burlases de mí, cual de ignorante!

Dite los remos con que más huyeses;
Mas ¡ay! que las heridas siento dadas
Con las armas que di con que las dieses.

Creí tus dulces, blandas regaladas
Palabras, que en tu falsa lengua tienes,
Y a las deidades ínclitas juradas.

Creí la clara estirpe de a do vienes,
Y el fingido llorar con que se ofende
Mi firmeza, y la fe que no mantienes.

¿Este llorar fingido a do se aprende?
¿Enséñase esta ciencia, o va por arte
Llorar cuando uno defraudar pretende?

¿De qué sirvió en mil trazas desvelarte
Para engañarme? que muy bien podías
Verme engañada sin afán costarte.

No me fuerza a mostrar las quejas mías
En esta carta, ver que te di puerto.
Reparando las naves que traías;

No el hospedarte con el pecho abierto
De caridad, pues mi valor en esto
Al mundo todo ha sido descubierto.

Lo que lastima al alma es, que supuesto
El matrimonio, que conmigo uniste
Tú como torpe, bruto y deshonesto:

El amor en deleite convertiste,
Y dándome tu fe por verdadera,
De mi pureza el fruto y flor cogiste.

La noche antes de aquella yo quisiera
Que fuese el fin dichoso de mi vida,
Porque Filis honesta así muriera.

Yo esperé lo mejor mal advertida,
Porque entendí que por mi dulce hospicio
Te mereciese, y fuera agradecida.

Pero toda merced y beneficio
Del mérito procede, y procediendo
Justa paga me das, pues purgo el vicio.

No es gloria, no es hazaña irte, riendo
De una doncella que olvidó su daño.
Tus palabras y término creyendo.

Porque de esta creencia el modo extraño
(Por mi simplicidad) más era dino
De favor y de premio, que de engaño.

Engaño fue de quien te amaba, ¡indino!
Y si de tus palabras fui engañada.
Como a niña y amante el mal me vino.

Los Dioses hagan esta empresa honrada,
El remate, la suma, el sello, el resto
De cuanta gloria tienes alcanzada.

Y como victorioso en medio puesto
De tu ciudad, te halles ilustrado.
Siendo este caso a todos manifiesto.

Permita el santo cielo, y quiera el hado,
Que entre los altos títulos y honrosos
De tu padre, este hecho esté fijado.

Porque cuando se miren sus famosos
Hechos, cómo dio muerte al cruel Procusto,
A Sino y a Scirón facinerosos;

Y al toro concebido en acto injusto,
Y el vencer los Tebanos, y las fieras
De formas dos y de valor robusto;

Y cómo entró por fuerza en las severas
Moradas de Plutón, y amedrentadas
Dejó las tres disformes compañeras;

Después de estas hazañas celebradas,
Tu estatua esté de bronce o mármol puro,
Y al pie de ella estas letras esmaltadas:

«Este es aquel traidor, este el perjuro,
Que engañó a Filis, porque advenedizo
Le dio hospedaje amplífico  y seguro.»

De todos cuantos hechos obró e hizo
Tu padre, solamente el del engaño
De Ariadna a tu ingenio satisfizo.

Lo que solo te excusa es, que en el daño
Imitas a tu padre y en traiciones;
Siendo su hijo al mal y al bien extraño.

Ella (mas no la envidio) en las regiones
Celestes goza de mejor marido.
Sentada sobre tigres o leones.

A mí los Tracios han aborrecido,
Y mi consorcio huyen, alegando
Que a ellos un extraño he preferido.

Otros dicen, que Atenas navegando,
Dejé mis reinos en dominio ajeno,
Mis hechos por el fin abominando.

Mas de suceso próspero y ameno
Al gusto, aquel carezca que juzgare
Las obras por el fin o malo o bueno.

Cuando este mar de espuma se poblare
De tus remos herido, y mi bahía
Tus naves y galeras sustentare;

Entonces se dirá que la fe mía
Miró por sí, por mí, y aun por los míos,
Haciendo en me casar lo que debía.

Pero ni yo advertí mis desvaríos.
Ni más verán mis reinos tu tornada,
Ni recrearás tus miembros en mis ríos.

Ante los ojos traigo retratada
La bella vista de aquel punto, cuando
De este puerto salir quiso tu armada;

Y acuérdome que entonces apretando
Mi cuello en torno, diste mil abrazos
A la que (oh falso) estabas engañando.

Y por prenderme en más sutiles lazos,
Süave y dulcemente me besabas,
Teniéndome ceñida con tus brazos.

Las lágrimas fingidas que llorabas
Al caer se mezclaban con las mías.
Mientras al viento próspero increpabas.

También dijiste, ya que te partías;
«Espera, espera (oh Filis) a tu esposo,
Pues no ha de tardar más de treinta días.»

¿Esperaré, cuitada, al que gozoso
Para no verme más de aquí partiste?
¿Esperaré a un ingrato, a un alevoso?

¿Esperaré las naves en que fuiste?
Digo las naves, a quien es negado
Sulcar este mi mar, por do huiste.

Mas aunque tardes más de lo tardado,
Al fin espero, porque tu fe ha sido
Violada sólo por el viento airado.

Pero ¿qué digo? ¡ay triste! detenido
Con otra esposa estás, ya la engañaste
Con amor que tan mal me ha socorrido.

Después que no te miro y te ausentaste.
Otra Filis bien sé que no has hallado.
Ni por Filis ni Tracia preguntaste.

Pues Filis soy que a Demofonte he dado
Puerto, hospedaje y bienes con largueza.
Viniendo por el mar desbaratado.

Prosperé con tesoros tu pobreza,
Y viniendo mendigo, te di dones
Con pecho generoso y con franqueza.

Soy quien del gran Licurgo las regiones
Te di, que por ser sola y mujer, temo
No poder gobernar tantos varones.

Corren mis reinos hasta do lo extremo
Del empinado Ródope pluvioso
Se descubre, y demuestra al fértil Emo.

Y adonde el Hebro sacro presuroso
Se arroja al mar con curso tan ligero,
Que con él es el Bóreas perezoso.

Aquélla soy de quien quitó primero
La cinta virginal tu falaz mano
Con infelice y desastroso agüero.

Al derredor del tálamo inhumano
Aulló la Tisifone, miserable
Presagio al mal que estaba ya cercano.

Y la ave errante con su vuelo instable,
Enemiga de luz, en mi morada
Turbó el aire con canto detestable,

Aleto estuvo allí la mal peinada.
De víboras poblada y de fiereza.
Con lumbre de sepulcros usurpada.

Yo agora algunas veces la maleza
De mi ribera herbosa huello, y piso
También los riscos de mayor alteza.

Y cuando por las ondas hace viso
El sol, y se levantan los vapores
Que convierten la tierra en paraíso;

O cuando son las sombras ya mayores,
Y las estrellas y astros resplandecen.
Miro cuál viento mueva el mar, las flores

Y viendo que de lejos aparecen
Velas, que son las tuyas imagino,
Que al cielo y a mis ruegos obedecen.

Con esto al mar estrecho me avecino.
Que apena aquellas aguas me detienen
Que arroja la resaca en el camino.

Y cuanto más en breve al puerto vienen
Las naves, mas en breve desfallezco.
Viendo que a ti en sus tablas no sostienen.

Hay un seno de mar en arco hecho,
Y en sus extremos dos peñascos altos,
Altos para mi daño y tu provecho.

De aquí mis miembros de paciencia faltos
Han propuesto mil veces libertarse
Con un salto de tantos sobresaltos.

Han querido en el mar precipitarse,
Y según mi esperanza desespera,
Al fin han de venir a despeñarse.

Las ondas me echarán a tu ribera.
Desnuda me verás y no enterrada,
Y muerta como amante verdadera.

Y si es tu alma más que nieve helada,
Y aunque en tu obstinación estés más firme
Que bronce, que diamante, o fiera airada.

Dirás al tiempo y punto de cubrirme
Con tierra en el sepulcro: —Oh Filis mía.
No estabas obligada así a seguirme.

Muchas veces apruebo que sería
Justo librar al alma de embarazos
Con veneno, con hierro y osadía.

Otras propongo de apretar los lazos
A mi infelice y temeroso cuello,
Que tú ceñiste con aleves brazos.

En fin, ya estoy determinada en ello,
Y porque te conozcan por aleve,
Esto se escriba en mi sepulcro bello:

«El huésped Demofonte, amante leve,
A Filis, que lo amó siendo él tirano,
Dió con larga esperanza muerte breve:

El dio la causa, y ella dio la mano.»

Hospita, Demophoon, tua te Rhodopeia Phyllis
ultra promissum tempus abesse queror.
cornua cum lunae pleno semel orbe coissent,
litoribus nostris ancora pacta tua est.
luna quater latuit, toto quater orbe recreuit
nec uehit Actaeas Sithonis unda rates.
tempora si numeres bene quae numeramus amantes,
non uenit ante suam nostra querela diem.
spes quoque lenta fuit. tarde quae credita laedunt
credimus: inuita nunc es amante nocens.
saepe fui mendax pro te mihi, saepe putaui
alba procellosos uela referre notos.
Thesea deuoui, quia te dimittere nollet;
nec tenuit cursus forsitan ille tuos.
interdum timui, ne, dum uada tendis ad Hebri,
mersa foret cana naufraga puppis aqua.
saepe deos supplex, ut tu, scelerate, ualeres,
cum prece turicremis sum uenerata focis;
saepe, uidens uentos caelo pelagoque secundos,
ipsa mihi dixi: "si ualet ille, uenit."
denique fidus amor, quidquid properantibus obstat,
finxit, et ad causas ingeniosa fui.
at tu lentus abes! nec te iurata reducunt
numina, nec nostro motus amore redis.
Demophoon, uentis et uerba et uela dedisti;
uela queror reditu, uerba carere fide.
dic mihi, quid feci, nisi non sapienter amaui?
crimine te potui demeruisse meo?
unum in me scelus est, quod te, scelerate, recepi;
sed scelus hoc meriti pondus et instar habet.
pacta fides ubi nunc, commissaque dextera dextrae,
quique erat in falso plurimus ore deus?
promissus socios ubi nunc Hymenaeus in annos,
qui mihi coniugii sponsor et obses erat?
per mare, quod totum uentis agitatur et undis,
per quod nempe ieras, per quod iturus eras,
perque tuum mihi iurasti, nisi fictus et ille est,
concita qui uentis aequora mulcet, auum,
per Venerem nimiumque mihi facientia tela,
altera tela arcus, altera tela faces,
Iunonemque, toris quae praesidet alma maritis,
et per taediferae mystica sacra deae:
si de tot laesis sua numina quisque deorum
uindicet, in poenas non satis unus eris!
a, laceras etiam puppes furiosa refeci,
ut, qua desererer, firma carina foret;
remigiumque dedi, quo me fugiturus abires.
heu! patior telis uulnera facta meis!
credidimus blandis, quorum tibi copia, uerbis;
credidimus generi nominibusque tuis;
credidimus lacrimis. an et hae simulare docentur?
hae quoque habent artes, quaque iubentur, eunt?
his quoque credidimus. quo iam tot pignora nobis?
parte satis potui qualibet inde capi.
nec moueor, quod te iuui portuque locoque:
debuit haec meriti summa fuisse mei!
turpiter hospitium lecto cumulasse iugali
paenitet et lateri conseruisse latus.
quae fuit ante illam, mallem suprema fuisset
nox mihi, dum potui Phyllis honesta mori.
speraui melius, quia me meruisse putaui:
quaecumque e merito spes uenit, aequa uenit.
fallere credentem non est operosa puellam
gloria; simplicitas digna fauore fuit.
sum decepta tuis et amans et femina uerbis;
di faciant, laudis summa sit ista tuae!
inter et Aegidas, media statuaris in urbe,
magnificus titulis stet pater ante suis;
cum fuerit Sciron lectus toruusque Procrustes
et Sinis et tauri mixtaque forma uiri
et domitae bello Thebae fusique Bimembres
et pulsata nigri regia caeca dei,
hoc tua post illos titulo signetur imago:
"hic est cuius amans hospita capta dolo est."
de tanta rerum turba factisque parentis
sedit in ingenio Cressa relicta tuo.
quod solum excusat, solum miraris in illo;
heredem patriae, perfide, fraudis agis.
illa -- nec inuideo -- fruitur meliore marito
inque capistratis tigribus alta sedet.
at mea despecti fugiunt conubia Thraces,
quod ferar externum praeposuisse meis.
atque aliquis "iam nunc doctas eat," inquit, "Athenas;
armiferam Thracen qui regat, alter erit.
exitus acta probat." careat successibus, opto,
quisquis ab euentu facta notanda putat.
at si nostra tuo spumescant aequora remo,
iam mihi, iam dicar consuluisse meis.
sed neque consului, nec te mea regia tanget
fessaque Bistonia membra lauabis aqua.
illa meis oculis species abeuntis inhaeret,
cum premeret portus classis itura meos.
ausus es amplecti colloque infusus amantis
oscula per longas iungere pressa moras
cumque tuis lacrimis lacrimas confundere nostras,
quodque foret uelis aura secunda queri,
et mihi discedens suprema dicere uoce:
"Phylli, fac expectes Demophoonta tuum!"
expectem, qui me numquam uisurus abisti?
expectem pelago uela negata meo?
et tamen expecto. redeas modo serus amanti,
ut tua sit solo tempore lapsa fides!
quid precor infelix? te iam tenet altera coniunx
forsitan et, nobis qui male fauit, amor;
utque tibi excidimus, nullam, puto, Phyllida nosti.
ei mihi! si, quae sim Phyllis et unde, rogas!
quae tibi, Demophoon, longis erroribus acto
Threicios portus hospitiumque dedi,
cuius opes auxere meae, cui diues egenti
munera multa dedi, multa datura fui;
quae tibi subieci latissima regna Lycurgi,
nomine femineo uix satis apta regi,
qua patet umbrosum Rhodope glacialis ad Haemum
et sacer admissas exigit Hebrus aquas,
cui mea uirginitas auibus libata sinistris
castaque fallaci zona recincta manu.
pronuba Tisiphone thalamis ululauit in illis
et cecinit maestum deuia carmen auis.
adfuit Allecto breuibus torquata colubris,
suntque sepulcrali lumina mota face.
maesta tamen scopulos fruticosaque litora calco;
quaque patent oculis aequora lata meis,
siue die laxatur humus, seu frigida lucent
sidera, prospicio, quis freta uentus agat.
et quaecumque procul uenientia lintea uidi,
protinus illa meos auguror esse deos.
in freta procurro, uix me retinentibus undis,
mobile qua primas porrigit aequor aquas.
quo magis accedunt, minus et minus utilis adsto:
linquor et ancillis excipienda cado.
est sinus adductos modice falcatus in arcus;
ultima praerupta cornua mole rigent.
hinc mihi suppositas inmittere corpus in undas
mens fuit -- et quoniam fallere pergis, erit.
ad tua me fluctus proiectam litora portent
occurramque oculis intumulata tuis;
duritia ferrum ut superes adamantaque teque
"non tibi sic," dices, "Phylli, sequendus eram!"
saepe uenenorum sitis est mihi, saepe cruenta
traiectam gladio morte perire iuuat.
colla quoque, infidis quia se nectenda lacertis
praebuerunt, laqueis inplicuisse iuuat.
stat nece matura tenerum pensare pudorem;
in necis electu parua futura mora est.
inscribende meo causa inuidiosa sepulcro,
aut hoc aut simili carmine notus eris:
"Phyllida Demophoon leto dedit hospes amantem;
ille necis causam praebuit, ipsa manum."