SONETO LXXX
Alma minha gentil,
que te partiste
Tão cedo desta vida
descontente,
Repousa lá no Céu
eternamente,
E viva eu cá na
terra sempre triste.
Se lá no assento
etéreo, onde subiste,
Memória desta vida
se consente,
Não te esqueças
daquele amor ardente
Que já nos olhos
meus tão puro viste.
E se vires que pode
merecer-te
Alguma cousa a dor
que me ficou
Da mágoa, sem
remédio, de perder-te,
Roga a Deus, que
teus anos encurtou,
Que tão cedo de cá
me leve a ver-te,
Quão cedo de meus
olhos te levou.
A LA
MUERTE DE CATALINA DE ATAIDE
Alma
mía gentil, que te partiste
Tan
pronto de esta vida indiferente,
Reposa
allá en el cielo eternamente,
Y viva
yo en la tierra siempre triste.
Si en
el etéreo asiento al cual subiste,
Memoria
de esta vida se consiente,
No te
olvides de aquel amor ardiente,
Aunque
tan puro, que en mis ojos viste.
Y si
vieras que puede merecerte
Algún
caso el dolor que me quedó
Del
daño irremediable de perderte,
Ruega a
Dios, que tus años abrevió,
Que tan
presto de acá me lleve a verte
Cuan pronto de mis ojos te llevó.
EDICIONES DE LA MIRÁNDOLA acaba de publicar TREINTA Y SIETE VERSIONES HOMÉRICAS, de LEOPOLDO LUGONES.