No es éste un texto en volapük ni en esperanto.
Estos humildes y fervientes versos que alguien cuyo nombre ignoramos escribió en la Abadía de Saint-Amand, y que por momentos son casi transparentes para quien haya estudiado lenguas latinas, fueron escritos hacia el año 878 (tiempos en los que Carlos el Gordo reinaba sobre la que ya entonces se llamaba Francia Occidentalis) para ser cantados siguiendo la melodía de un Aleluya litúrgico (sequentia). Es el primer testimonio literario de la lengua romance que, un día, llegaría a ser la lengua de Montaigne y de Ronsard, de Bossuet y de Saint-Simon, de Proust y de Colette.
La cantilène de sainte
Eulalie
Buona pulcella fut Eulalia.
Bel avret corps, bellezour anima.
Voldrent la veintre li Deo inimi,
Voldrent la faire diaule servir.
Elle no'nt eskoltet les mals conselliers
Qu'elle De o raneiet, chi maent sus en ciel,
Ne por or ned argent ne paramenz
Por manatce regiel ne preiement
Niule cose non la pouret omque pleier
La polle sempre non
amast lo Deo menestier.
E por o fut
presentede Maximiien,
Chi rex eret a cels dis soure pagiens.
Il li enortet, dont lei nonque chielt,
Qued elle fuiet lo nom chrest iien.
Ell'ent adunet lo suon element:
Melz sostendreiet les empedementz
Qu'elle perdesse sa virginitét;
Por os furet morte a grand honestét.
Enz enl fou lo getterent com arde tost.
Elle colpes non avret, por o nos coist.
A czo nos voldret
concreidre li rex pagiens.
Ad une spede li roveret tolir lo chieef.
La domnizelle celle kose non contredist:
Volt lo seule lazsier, si ruovet Krist.
In figure de colomb volat a ciel.
Tuit oram que por nos degnet preier
Qued auuisset de nos Christus mercit
Post la mort et a lui nos laist venir
Par souue
clementia.
La Cantilena de Santa Eulalia
Eulalia fue una buena muchacha.
Bello el cuerpo tenía, más bella tenía el
alma.
Los enemigos de Dios quisieron vencerla,
Quisieron que al diablo sirviese.
Ella no escucha los malos consejos
Que a renegar al Dios de lo alto la instan,
Ni oro, ni plata, ni alhajas,
Ni las amenazas del rey, ni sus súplicas,
No hay cosa que a esta muchacha
Pueda hacerla no amar el servicio de Dios.
Por eso delante de Maximino la llevan,
Quien entonces era rey de los paganos.
Él le ordenó, ella no le hizo caso,
Que del nombre de cristiana abjurase.
Ella reúne todas sus fuerzas:
Sufrir prefiere todas las torturas
Antes que perder la virginidad;
Por ello murió con todo su honor.
En el fuego la echaron, que rápido ardiese.
Como culpa no tiene, el fuego no quema.
Aceptarlo no quiere el rey pagano.
Con la espada ordenó la cabeza cortarle.
La joven ninguna resistencia opone:
Quiere el suelo dejar, quiere ir a ver a
Cristo.
En forma de blanca paloma al cielo se vuela.
Roguemos todos que por nos interceda
Para que Cristo tenga piedad de nosotros
Luego de nuestra muerte, y a él nos haga ir