jueves, 28 de junio de 2012

Wystan Hugh Auden y José Emilio Pacheco




Old People’s Home

     All are limitory, but each has her own
nuance of damage.  The elite can dress and decent themselves,
     are ambulant with a single stick, adroit
to read a book all through, or play the slow movements of
     easy sonatas. (Yet, perhaps their very
carnal freedom is their spirit’s bane: intelligent
     of what has happened and why, they are obnoxious
to a glum beyond tears.)  Then come those on wheels, the average
     majority, who endure T.V. and, led by
lenient therapists, do community-singing, then
     the loners, muttering in Limbo, and last
the terminally incompetent, as improvident,
     unspeakable, impeccable as the plants
they parody. (Plants may sweat profusely but never
     sully themselves.)  One tie, though, unites them: all
appeared when the world, though much was awry there, was more
     spacious, more comely to look at, it’s Old Ones
with an audience and secular station.  Then a child,
     in dismay with Mamma, could refuge with Gran
to be revalued and told a story.  As of now,
     we all know what to expect, but their generation
is the first to fade like this, not at home but assigned
     to a numbered frequent ward, stowed out of conscience
as unpopular luggage.
                                        As I ride the subway
     to spend half-an-hour with one, I revisage
who she was in the pomp and sumpture of her hey-day,
     when week-end visits were a presumptive joy,
not a good work.  Am I cold to wish for a speedy
     painless dormition, pray, as I know she prays,
that God or Nature will abrupt her earthly function?


Asilo de ancianos

Todos poseen un límite: cada uno
tiene un matiz de daño muy distinto. La élite
es capaz de arreglarse por sí misma,
caminar apoyada en un bastón,
leer completo un libro, interpretar
movimientos de fáciles sonatas.
(Pero acaso la libertad carnal
es el veneno del espíritu:
conscientes de lo que ha sucedido y el porqué
abominan su tristeza sin lágrimas.)
Luego vienen los de silla de ruedas, el promedio
que soporta la tele
y guiado por amables terapeutas
canta en comunidad.
Después los solitarios que musitan
palabras en el limbo, y al final
los que ya son del todo incompetentes
y como una parodia de las plantas
(ellas pueden sudar sin ensuciarse).
No obstante, hay algo que los une:
todos aparecieron cuando el mundo,
a pesar de sus males,
era más habitable y más vistoso
y los viejos tenían auditorio
y un lugar en la tierra.
(El niño reprendido por su madre
podía refugiarse con la abuela para ser  consolado
y escuchar algún cuento.)
Hoy ya todos sabemos qué esperar,
mas su generación es la primera
que se ha desvanecido de este modo:
no en casa sino asignada a un pabellón, arrojada
como se arrumban fardos indeseables.
Mientras voy en el Metro para estar
media hora con una del asilo,
recuerdo quién fue ella en su esplendor.
Entonces visitarla era un orgullo
y no una caridad.
¿Seré tan frío como para esperar
un somnífero rápido, indoloro;
o bien para rogar, como ella ruega,
que Dios o la naturaleza precipiten
su función terrenal?


Musée des Beaux Arts

About suffering they were never wrong,
The old Masters: how well they understood
Its human position: how it takes place
While someone else is eating or opening a window or just walking dully along;
How, when the aged are reverently, passionately waiting
For the miraculous birth, there always must be
Children who did not specially want it to happen, skating
On a pond at the edge of the wood:
They never forgot
That even the dreadful martyrdom must run its course
Anyhow in a corner, some untidy spot
Where the dogs go on with their doggy life and the torturer's horse
Scratches its innocent behind on a tree.

In Breughel's Icarus, for instance: how everything turns away
Quite leisurely from the disaster; the ploughman may
Have heard the splash, the forsaken cry,
But for him it was not an important failure; the sun shone
As it had to on the white legs disappearing into the green
Water, and the expensive delicate ship that must have seen
Something amazing, a boy falling out of the sky,
Had somewhere to get to and sailed calmly on.

Musée des beaux-arts

Acerca del dolor jamás se equivocaron
los Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
su función en el mundo. Cómo llega
mientras alguno cena o abre la ventana
o nada más camina sin objeto.
cómo, mientras los viejos aguardan reverentes
el milagroso Nacimiento, habrá siempre
niños sin mayor interés en lo que ocurre,
patinando
en el estanque helado a la orilla del bosque.
No olvidaron jamás
que el eterno martirio ha de seguir su curso,
irremediablemente, en sórdidos rincones,
donde viven los perros su perra vida
y la yegua del verdugo se rasca
las inocentes grupas contra un árbol.


Por ejemplo, en el Ícaro de Brueghel:
con qué serenidad
todo parece lejos del desastre.
El labrador oyó seguramente
el rumor de las aguas y el grito inconsolable.
Pero el fracaso no lo conmovió:
brillaba el sol como brilló en el cuerpo blanco
al hundirse en las aguas verdes.
Y la elegante y delicada nave
debió haber visto lo inaudito:
la caída de un niño que volaba.
Pero el barco tenía un destino
y siguió navegando en calma.