viernes, 4 de noviembre de 2011

Walter de la Mare y Eliseo Diego

Walter de la Mare          
(1873-1956)       

En algunos de mis solitarios paseos por el barrio donde vivo, no son pocos los parajes —un jardín abandonado, un solar yermo, aquí una casa y allá otra— que bien pudo haber imaginado, o visto, ese curioso inglés que se llamó Walter de la Mare, a quien mencioné al principio de estas páginas. Recintos extremos, fronterizos entre este mundo y otro donde al crepúsculo puede que aparezca alguien o algo inquietante, o peor aún, que no aparezca nadie sino el desamparo a la intemperie del Universo.
Sé que se enfrentó, sin grandes esperanzas y mucho coraje, a las tinieblas que rondan en torno al destino del hombre. No al modo de  quien las combate cuando ya están encarnadas en un torturador o un asesino, sino como quien se adelanta a encontrarlas cuando aún se hallan encubiertas y en acecho para deslizársenos adentro.
En uno de sus mejores cuentos, «Víspera de Todos los Santos», un viajero visita al crepúsculo una antigua y famosa catedral inglesa, edificada en lo que antaño fuera un próspero puerto de mar. Pero el mar se retiró hace tiempo, la ciudad se redujo a una aldea, la catedral quedó vacía. El viajero entra por una puertecilla lateral al recinto abandonado. Una suave voz a su espalda pregunta si puede servirlo en algo, y es así que conoce al sacristán, único y anciano custodio del templo. En su compañía visita el interior desierto, y observa ciertos detalles siniestros, no sólo en las imágenes del altar y las capillas, sino en las mismas paredes. El sacristán, atento a su desasosiego, le explica que a medida de la retirada del mar y de los fieles, las tinieblas han ido apoderándose de la catedral, piedra a piedra, transformándola en algo distinto, a su propia semejanza. Todo está dicho entre reticencias insinuaciones sutilísimas, que uno llega a sentir, más que a entender, como una realidad irrefutable.
El anciano sacristán invita al viajero a alojarse en su casa, invitación que es ávidamente aceptada ante la perspectiva de una larga caminata de regreso a través de la noche. La pequeña casa iluminada parece estar en otra dimensión del espacio y no junto a la catedral herida de muerte. Después de la cena, el anciano muestra su nieto al huésped, Era de esa «belleza que casi sugiere lo irreal». El pequeñito «se había despojado de sus ropas de cama —como si la inocencia en este mundo no necesitase de coberturas ni defensas».
Tal es, a mi juicio, el tema central que obsesiona a Walter de la Mare: la vulnerabilidad de la inocencia. También Gilles de Rais o Adolfo Hitler fueron, alguna vez, niños que nos habría gustado acariciar. Luego, ¿no les sucedió algo maligno, como a la catedral de Todos los Santos?
He oído que de la Mare fue un hombre práctico, buen esposo y padre, despierto a las realidades de este mundo. Un amigo suyo dice de él que era difícil entrevistarlo, porque era él quien todo el tiempo hacía todas las preguntas.
Hoy no es muy leído en su país. Los ídolos cambian con las generaciones. Para mí será siempre uno de !os poetas líricos más grandes de la lengua inglesa. Diez años me costó traducir «Otoño», el breve poema que dedicó -según creo— a un hijo muerto cuando era todavía muy pequeño. No fueron para mí en vano estos diez años. Mucho aprendí de semejante Maestro.
He incluido algunos poemas de un libro suyo dedicado a los niños. Dejo al lector el acertijo de encontrar dónde comienzan y cómo terminan, con la advertencia de que De La Mare jamás insultó a los niños rebajándose a su «tamaño», como hacen algunos. Es más, cierta vez afirmó: «Lo mejor no es bastante bueno para ellos». Palabras que muy bien pudo haber dicho José Martí. Véase, si no, su La Edad de Oro.

ELISEO DIEGO (Conversación con los difuntos)


Autumn

There is a wind where the rose was;
Cold rain where sweet grass was;
And clouds like sheep
Stream o'er the steep
Grey skies where the lark was.

Nought gold where your hair was;
Nought warm where your hand was
But phantom, forlorn,
Beneath the thorn,
Your ghost where your face was.

Sad winds where your voice was;
Tears, tears where my heart was;
And ever with me,
Child, ever with me,
Silence where hope was.


Otoño

Sólo está el viento donde la rosa estaba,
fría la lluvia donde la dulce hierba estaba,
y nubes como ovejas
trepan por los abruptos
y grises cielos donde la alondra estaba.

No está ya el oro donde tu pelo estaba,
no está el calor donde tu mano estaba,
sino vago, perdido,
debajo del espino,
tu espectro está donde tu rostro estaba.

Tristes los vientos donde tu voz estaba,
lágrimas donde mi corazón estaba,
y ya siempre conmigo,
hijo, siempre conmigo,
sólo el silencio donde la esperanza estaba.


All that's past

Very old are the woods;
And the buds that break
Out of the brier's boughs,
When March winds wake,
So old with their beauty are—
Oh, no man knows
Through what wild centuries
Roves back the rose.

Very old are the brooks;
And the rills that rise
Where snow sleeps cold beneath
The azure skies
Sing such a history
Of come and gone,
Their every drop is as wise
As Solomon.

Very old are we men;
Our dreams are tales
Told in dim Eden
By Eve's nightingales;
We wake and whisper awhile,
But, the day gone by,
Silence and sleep like fields
Of amaranth lie.


Todo el pasado

Muy viejos son los bosques
y los brotes que nacen
en el rosal silvestre
con el viento de marzo,
tan vieja es su belleza—
i oh ningún hombre supo
a qué siglos salvajes
se remonta la rosa!

Muy viejos los arroyos,
y las ondas que tiemblan
en la nieve dormida
bajo cielos azules,
tales historias cuentan
de lo ido y venido
que es sabia cada gota
como fue Salomón.

Viejos somos los hombres;
nuestros sueños son cuentos
que en vago Edén murmuran
los ruiseñores de Eva;
despiertos, susurramos,
pero, el día cumplido,
sueño y silencio campos
de amaranto son ya.


An epitaph

Here lies a most beautiful lady,
Light of step and heart was she:
I think she was the most beautiful lady
That ever was in the West Country.
But beauty vanishes; beauty passes;
However rare, rare it be;
And when I crumble who shall remember
This lady of the West Country?


Epitafio

Aquí yace la más bella señora,
leve de corazón como de pie.
Creo que ha sido la más bella señora
que en el Condado de Occidente hallé.
Mas la belleza pasa, sí, se esfuma,
por pulcra, pulcra que sea o será,
Y cuando me deshaga, ¿quién, decidme,
a esta señora la recordará?


The song of the mad prince

Who said, 'Peacock Pie'?
The old King to the sparrow:
Who said, 'Croes are ripe'?
Rust to the harrow:
Who said, 'Where sleeps she now?
Where rests she now her head,
Bathed in eve's loveliness'?—
That's what I said.

Who said, 'Ay, mum's the word'?
Sexton to willow:
Who said, 'Green dusk for dreams,
Moss for a pillow'?
Who said, 'All Time's delight
Hath she for narrow bed;
Life's troubled bubble broken'?—
That's what I said.

Canción del príncipe loco

¿Quién dijo: «Pastel de Pavorreal»?
El viejo rey al gorrión.
¿Quién dijo: «Las mieses están maduras»?
La herrumbre al rastrillo.
¿Quién dijo: «Dónde duerme ahora,
dónde descansa ella su cabeza
bañada en la ternura de la tarde»?-
Es lo que dije.

¿Quién dijo: «Sí, callar es la palabra»?
El sacristán al sauce.
¿Quién dijo: «Penumbra verde para sus sueños
musgo para su almohada»?
¿Quién dijo: «Toda la delicia del tiempo
tiene ella para su estrecha cama,
rota la angustiada burbuja de la vida»?—
Es lo que dije.


Alas, Alack!

Ann, Ann!
Come! quick as you can!
There's a fish that talks
In the frying-pan.
Out of the fat,
As clear as glass,
He put up his mouth
And moaned 'Alas!'
Oh, most mournful,
'Alas, alack!'
Then turned to his sizzling,
And sank him back.

¡Ay de mí!

¡Ana, corre, Ana, ven!
¡Ana, ven tú también!
Hay un pez que nos habla
dentro de la sartén.
Afuera del aceite,
claro como un cristal,
alzó su boca y dijo:
«¡Ay de mí, por mi mal!»
¡Oh, qué triste, qué triste!
«Por mi mal, ¡ay de mí!»
Volvió luego a sus chispas
y hundióse al fin allí.


Miss T.

It's a very odd thing-
As odd as can be-
That whatever Miss T. eats
Turns into Miss T.
Porridge and apples,
Mince, muffins and mutton,
Jam, junket, jumbles
Not a rap, not a button
It matters; the moment
They're out of her plate,
Though shared by Miss Butcher
And sour Mr. Bate;
Tiny and cheerful,
And neat as can be,
Whatever Miss T. eats
Turns into Miss T.

La pequeña Fina T.

Es la cosa más rara,
así ninguna fue,
lo que Fina T. come
se vuelve Fina T.
Potaje y mermelada
o lascas de majá,
tortuga o merenguitos,
a ella qué más le da;
vacío queda el plato
aunque el Sr. Sinfín
comparta la comida
con Doña Retintín.
Alegre y menudita
y pulcra se la ve,
y todo lo que come
se vuelve Fina T.