jueves, 12 de marzo de 2020

Andrew Marvell, Silvina Ocampo y Octavio Paz: A la púdica amada

A LA PÚDICA AMADA

  Si universo y si tiempo nos sobrara,
  No sería crimen tu pudor, señora.
  Sentados, lentamente pensaríamos
  Cómo pasar nuestro amoroso día.
  Tú en las índicas márgenes del Ganges
  Rubíes hallarías: yo, lamentos
  Junto al Humber azul. Te hubiera amado
  Diez años antes del diluvio, y tú
  Podrías rechazarme, si quisieras,
  Hasta la conversión de los judíos.
  Mi amor vegetativo cundiría
  Más vasto que un imperio y más despacio:
  Pasaría cien años de mi vida
  Celebrando tus ojos y tu frente;
  Doscientos adorando cada seno,
  Treinta mil años para todo el resto;
  Dedicaría un siglo a cada parte,
  Para llegar, por fin, al corazón.
  Tú, señora, mereces este culto,
  Y yo, por menos, nunca te amaría.
  Pero detrás de mí oigo, sin descanso,
  Llegar, del tiempo, la carroza alada,
  Nos circundan, se extienden, persistentes
  Los desiertos de vasta eternidad.
  Se perderá muy pronto tu hermosura,
  Y en la tumba de mármol no se oirá
  El eco de mi canto y los gusanos
  Probarán tu ritual virginidad;
  Tu arcaico honor se habrá tornado en polvo,
  Se volverá en cenizas mi codicia.
  La tumba es un selecto sitio, íntimo,
  Mas sospecho que allí nadie se abraza.
  Ahora que el clamor de tu frescura
  Brilla en tu piel con diáfanos rocíos,
  Mientras exhala tu alma venturosa
  Por cada fibra tu inmediato fuego;
  Dejémonos gozar mientras podamos,
  Como amorosas aves de rapiña
  Devoremos el tiempo ávidamente,
  Y, sin languidecer en su dominio,
  Envolvamos las fuerzas que tenemos,
  Nuestra dulzura, en un cerrado círculo;
  Entremos sin temor con nuestras dichas
  Por el portal de hierro de la vida;
  Y ya que no podemos detener
   El sol, forcémoslo a correr, señora.

A SU ESQUIVA AMANTE

Mas tiempo el tiempo, mas el mundo, ¡y nuestros!,
no fuera crimen tu esquivez, señora.
Sentados los caminos pensaríamos
donde apurar de un lento amor las horas:
tu, por el Ganges y sus rojas aguas,
tributo de rubíes; por el Humber
yo y mi pena, amargando su marea.
Desde el Diluvio en cerco, cederías
hasta la Conversión de los Judíos:
mas vasto que un Imperio crecería
mi vegetal amor, y mas despacio.
Un siglo en alabanza de tus ojos,
cien anos mas en contemplar tu frente,
el doble en adorar entrambos pechos
y treinta mil cada secreta parte.
Por revelar el pie, la ceja, el rizo,
un haz de siglos y una edad entera
para tu corazón, sol de tu cuerpo.
Por ti, señora, prodigo no fuera
dilapidando siglos, eras, astros.
Mas a mi espalda, cada vez mas cerca,
del tiempo escucho siempre el carro alado
y frente a mi despliega sus desiertos
la vacua eternidad; ya disipada
tu hermosura y mi voz vuelta fantasma
de tu deshecho oído, tu obstinada
virginidad abierta será brecha
al asalto callado del gusano:
polvo serás, cenizas mi deseo.
La tumba es aposento solitario:
si allí nadie te ve, nadie te besa.
Mientras tu piel se encienda con tu sangre
como se enciende con el sol el alba,
mientras tu ser transpire deseoso
por cada poro fuegos perentorios,
goza, gocemos hoy, mientras se puede.
Antes a tiempo al tiempo devoremos
como amorosos pájaros de presa
que entre sus lentas fauces consumirnos.
Acumulemos toda nuestra fuerza,
toda nuestra dulzura, en una esfera,
y las puertas de hierro de la vida,
en la brutal porfía desgarrados,
abra nuestro placer: si no podemos
parar al sol, ¡que gire mas de prisa!
Versiones y diversiones, México, 1973.

TO HIS COY MISTRESS

Had we but world enough and time, 
This coyness, lady, were no crime. 
We would sit down, and think which way 
To walk, and pass our long love’s day. 
Thou by the Indian Ganges’ side 
Shouldst rubies find; I by the tide 
Of Humber would complain. I would 
Love you ten years before the flood, 
And you should, if you please, refuse 
Till the conversion of the Jews. 
My vegetable love should grow 
Vaster than empires and more slow; 
An hundred years should go to praise 
Thine eyes, and on thy forehead gaze; 
Two hundred to adore each breast, 
But thirty thousand to the rest; 
An age at least to every part, 
And the last age should show your heart. 
For, lady, you deserve this state, 
Nor would I love at lower rate. 
       But at my back I always hear 
Time’s wingèd chariot hurrying near; 
And yonder all before us lie 
Deserts of vast eternity. 
Thy beauty shall no more be found; 
Nor, in thy marble vault, shall sound 
My echoing song; then worms shall try 
That long-preserved virginity, 
And your quaint honour turn to dust, 
And into ashes all my lust; 
The grave’s a fine and private place, 
But none, I think, do there embrace. 
       Now therefore, while the youthful hue 
Sits on thy skin like morning dew, 
And while thy willing soul transpires 
At every pore with instant fires, 
Now let us sport us while we may, 
And now, like amorous birds of prey, 
Rather at once our time devour 
Than languish in his slow-chapped power. 
Let us roll all our strength and all 
Our sweetness up into one ball, 
And tear our pleasures with rough strife 
Through the iron gates of life: 
Thus, though we cannot make our sun 
Stand still, yet we will make him run.