martes, 10 de diciembre de 2024

Ezra Pound y José Vázquez Amaral: Canto I

CANTO I

 

And then went down to the ship,

Set keel to breakers, forth on the godly sea, and

We set up mast and sail on that swart ship,

Bore sheep aboard her, and our bodies also

Heavy with weeping, and winds from sternward

Bore us out onward with bellying canvas,

Circe’s this craft, the trim-coifed goddess.

Then sat we amidships, wind jamming the tiller,

Thus with stretched sail, we went over sea till day’s end.

Sun to his slumber, shadows o’er all the ocean,

Came we then to the bounds of deepest water,

To the Kimmerian lands, and peopled cities

Covered with close-webbed mist, unpierced ever

With glitter of sun-rays

Nor with stars stretched, nor looking back from heaven

Swartest night stretched over wretched men there.

The ocean flowing backward, came we then to the place

Aforesaid by Circe.

Here did they rites, Perimedes and Eurylochus,

And drawing sword from my hip

I dug the ell-square pitkin;

Poured we libations unto each the dead,

First mead and then sweet wine, water mixed with white flour.

Then prayed I many a prayer to the sickly death’s-heads;

As set in Ithaca, sterile bulls of the best

For sacrifice, heaping the pyre with goods,

A sheep to Tiresias only, black and a bell-sheep.

Dark blood flowed in the fosse,

Souls out of Erebus, cadaverous dead, of brides

Of youths and of the old who had borne much;

Souls stained with recent tears, girls tender,

Men many, mauled with bronze lance heads,

Battle spoil, bearing yet dreory arms,

These many crowded about me; with shouting,

Pallor upon me, cried to my men for more beasts;

Slaughtered the herds, sheep slain of bronze;

Poured ointment, cried to the gods,

To Pluto the strong, and praised Proserpine;

Unsheathed the narrow sword,

I sat to keep off the impetuous impotent dead,

Till I should hear Tiresias.

But first Elpenor came, our friend Elpenor,

Unburied, cast on the wide earth,

Limbs that we left in the house of Circe,

Unwept, unwrapped in sepulchre, since toils urged other.

Pitiful spirit.   And I cried in hurried speech:

“Elpenor, how art thou come to this dark coast?

“Cam’st thou afoot, outstripping seamen?”

              And he in heavy speech:

“Ill fate and abundant wine.    I slept in Circe’s ingle.

“Going down the long ladder unguarded,

“I fell against the buttress,

“Shattered the nape-nerve, the soul sought Avernus.

“But thou, O King, I bid remember me, unwept, unburied,

“Heap up mine arms, be tomb by sea-bord, and inscribed:

“A man of no fortune, and with a name to come.

“And set my oar up, that I swung mid fellows.”

 

And Anticlea came, whom I beat off, and then Tiresias Theban,

Holding his golden wand, knew me, and spoke first:

“A second time? why? man of ill star,

“Facing the sunless dead and this joyless region?

“Stand from the fosse, leave me my bloody bever

“For soothsay.”

               And I stepped back,

And he strong with the blood, said then: “Odysseus

“Shalt return through spiteful Neptune, over dark seas,

“Lose all companions.”  And then Anticlea came.

Lie quiet Divus. I mean, that is Andreas Divus,

In officina Wecheli, 1538, out of Homer.

And he sailed, by Sirens and thence outward and away

And unto Circe.

              Venerandam,

In the Cretan’s phrase, with the golden crown, Aphrodite,

Cypri munimenta sortita est, mirthful, orichalchi, with golden

Girdles and breast bands, thou with dark eyelids

Bearing the golden bough of Argicida. So that:

EZRA POUND

CANTO I

Y bajamos a la nave,

Enfilamos quilla a los cachones, nos deslizamos en el mar divino, e

Izamos mástil y vela sobre aquella nave oscura,

Ovejas llevábamos a bordo, y también nuestros cuerpos

Deshechos en llanto, y los vientos soplaban de popa

Impulsándonos con hinchadas velas,

De Circe esta nave, la diosa bien peinada.

Nos sentamos luego en medio de la nave, mientras el

viento hacía saltar la caña del timón,

Así con velas reventando, navegamos hasta el fin del día.

El sol a su descanso, las sombras en el océano todo.

Llegamos entonces al confín del mar más hondo,

A las cimerias tierras, y ciudades pobladas

Cubiertas por la niebla de tejido espeso, jamás penetrado

Por luz de los solares rayos

Sin toldo estrellado, ni por los ojos desde el cielo vueltos

La noche más negra envolvía a los infelices deste suelo.

Y en el reflujo del océano, llegamos después al sitio

Predicho por Circe.

Aquí los ritos de Perimedes y Euríloco,

Y de mi cadera retirando espada

Cavé la la fosa midiendo un ana en cuadro;

E hicimos libaciones sobre cada muerto,

Primero alojas y luego dulce vino, agua mezclada con harina alba.

Dije entonces muchas oraciones a las pálidas cabezas muertas;

Como es costumbre en Ítaca, toros estériles de los mejores

Para el sacrificio, levantando una pira con efectos,

Una oveja para Tiresias solo, negra y con cencerro.

Sangre negra se derramó en la fosa,

Fantasmas del Erebo, cadavéricos muertos, de novias

De mancebos y ancianos que mucho habían sufrido;

Ánimas manchadas por recientes lagrimas, muchachas tiernas,

Muchos hombres, desgarrados por las broncíneas puntas de las lanzas,

Despojos de batalla, con armas manchadas de sangre todavía,

Esta muchedumbre me cercaba; gritando,

Palideciendo, requerí más bestias de mis hombres;

Degollamos los rebaños, ovejas muertas por el bronce;

Escanciando aceite, clamé a los dioses,

A Plutón el fuerte, y elogios a Proserpina;

Desenvainé la espada angosta,

Me senté para esquivar los impetuosos muertos impotentes,

Hasta que oyera a Tiresias.

Mas el primero en llegar fue Elpenor, Elpenor nuestro amigo,

Insepulto, lanzado sobre la tierra vasta,

Extremidades que abandonamos donde Circe,

Sin derramar lagrimas por él, sin amortajar su cuerpo,

porque cosas urgentes nos llamaban.

Lastimoso espíritu. Y grité con palabra apresurada:

“Elpenor, ¿cómo llegaste a esta costa oscura?

¿Viniste a pie, acaso, más veloz que los marinos?”

Y entonces, él, con palabras graves:

“El adverso hado y el abundoso vino. En el hogar de Circe pernocté.

Bajando descuidado las altas escaleras,

Caí de golpe sobre el contrafuerte,

Rompiéndome la nuca, el alma voló en busca del Averno.

Mas a ti, ¡oh Rey!, te pido recuerdes, a mí, el no llorado, el insepulto,

Amontona mis armas y sea mi tumba la orilla del mar y mi epitafio:

Un hombre desgraciado, con su fama en el futuro.

Y cava vertical el remo que blandía entre mis compañeros”.

Y Anticlea, de quien me defendí, vino, y luego Tiresias tebano,

Levantando su vara dorada, me reconoció, y hablé el primero:

“¿Por segunda vez? ¿por qué? ¿hombre de mala estrella,

Ante los muertos en la sombra y en esta region triste?

Sal de la fosa, déjame la bebida sangrienta

Para mis vaticinios”.

Y di un paso atrás,

Y él, fortalecido con la sangre, dijo entonces: “Odiseo

Regresará a través del rencoroso Neptuno, por oscuros mares,

Perdiendo todos sus hombres”. Y entonces vino Anticlea.

Cepos quedos, Divus. Quiero decir, es decir, Andrés Divus,

In officina Wecheli, 1538, tomado de Homero

Y navegó desoyendo Sirenas y de allí lejos y hacia adentro

Y hasta Circe

Venerandam,

En frase del cretense, con dorada corona, Afrodita,

Cypri munimenta sortita est, alegre, oricalchi, con doradas

Fajas y cintas en los pechos, tú, la de parpados oscuros

La de la rama dorada de argicida. Para que:

 

Traducción y nota de José Vázquez Amaral

Ediciones Cátedra, 1994

NOTA

Pound funde aquí material de los cantos X y XI de la Odisea, con los que ofrece similitudes hasta en sentido literal: Odiseo, por consejo de Circe, la reina-hechicera hija de Helios, se hace a la mar en busca de los Infiernos (los Hades) para consultar al adivino ciego Tiresias, que le garantizará un regreso seguro a su patria. También se aprecian ciertas analogías con la Divina Comedia, en el canto del “Infierno”, apoyadas además en el hecho de que el Canto XI del poema homérico se titula precisamente así: “Descensus ad Inferos”.

Tambien hay quien considera (William Cookson,  A Guide to the Cantos of Ezra Pound, Nueva York, Persca Books, 1985) este Cantar como profético de la vida de Pound, en cuanto que perdería “a todos sus compañeros años más tarde. La idea parece un poco “cogida por los pelos” y además tampoco es cierto que Pound perdiera a todos sus amigos, tras su implicación con el fascismo antes de la Segunda Guerra Mundial y durante los años del conflicto: muchos, algunos excelentes poetas, se mantuvieron fieles hasta el final, como Archibald McLeish o William Carlos Williams (que le dedica comentarios conmovedores en su Autobiography, Nueva York, New Directions, 1967, especialmente en las páginas 335-344), incluidos varios judíos, como Allen Ginsberg que le admiraba y le conoció en 1967. Más relevante es el caso del también judío Louis Zukofsky, que le trató desde el final de la década de los años 30 y que afirmaría en una ocasión, años más tarde, que nunca sintió the least trace of anti-semitism in his presence. Nothing he ever said to me made me feel the embarrassment I always have for the Goy in whom a residue of antagonism to Jews remains. If we had occasion to use the words Jew and Goy they were no more or less ethnological in their sense than Chinese or Italian” (nunca percibí la menor sombra de antisemitismo en su presencia. Nunca nada de lo que me dijo me hizo sentir la incomodidad que siempre me invade en presencia del Goy en el que permanece un cierto antagonismo frente a los judíos. Si alguna vez se presentó la ocasión de usar las palabras judío y Goy, no tenían ni más ni menos carga etnológica en su sentido que chino o italiano”, citado por Humphrey Carpenter, A Serious Character: the Life of Ezra Pound, pag. 561).

Es otro dato para componer o complicar aún más el confuso y contradictorio panorama del “antisemitismo” de Pound, realmente imposible de definir de un modo unívoco y coherente.