martes, 21 de marzo de 2023

Remy de Gourmont: Sobre Poe y Baudelaire

MARGINALIA SOBRE EDGAR POE Y BAUDELAIRE 

1 a 10

11.

Un día, mientras leía el Prometeo encadenado, tuve la sensación de un cuento de Poe, de La caída de la casa Usher. Ningún poeta desde los griegos ha tenido como Poe el sentido de la fatalidad, de la necesidad trágica.

 

12.

Una invención como El pozo y el péndulo tiene algo demencial y complicado a la vez, algo que deja estupefacto. Como relato “inquisitorial”, La tortura por la esperanza, de Villiers de l'Isle-Adam, es mucho más conmovedor y grandioso. ¿Se imagina uno a Edgar Poe leyendo ese relato y viéndose obligado a reconocer la superioridad de la invención idealista sobre la invención mecanicista? No he oído a Villiers hablar de Poe; citaba de buena gana a Swift, que también ejerció una gran influencia en su genio.

 

13.

Los asesinatos de la Rue Morgue: Poe también abusa de la invención analítica, de esas construcciones en forma de laberinto en las que camina con insolencia, con un hilo invisible en la mano. En tales relatos se pone de manifiesto la potencia deductiva del autor; determinada invención detectivesca, La jarra de M. Macé, es muy superior a las frías combinaciones de un Dupin. Y, sin embargo, el efecto producido es sorprendente: incluso cuando se ha penetrado en el secreto de tales imaginaciones, si  uno relee el cuento, vuelve a ser engañado. Y es que, en un relato como La carta robada, el principio es una hermosa observación psicológica: la verdad no siempre está en un pozo. Hay secretos que andan por el mundo y que nadie conoce. Quizás haga falta una fuerza particular para mirar sólo la superficie de las cosas: sin embargo, es en la superficie del agua donde está la espuma, y todo lo que sube se hincha con los gases de la putrefacción.

 

14.

Incluso cuando es apasionada y desesperada, la poesía de Edgar Poe conserva una fría ironía. Hay demasiada investigación y demasiada intención (menos de lo que él intentó hacer creer) en la expresión de sus dolores y de sus sueños. Además, diga lo que diga Baudelaire, Poe nunca alcanzó su ideal poético, que era el verso oratorio, ampliamente fluido, límpido, ardiente, el verso de Tennyson; es cierto que en otras páginas dice todo lo contrario, y afirma que la poesía debe ser obra de voluntad y precisión: Poe, que se repetía mucho, también se contradecía mucho.

 

15.

Es difícil admitir la sinceridad, aunque sea puramente literaria, del extraño sentimiento expresado en las líneas:

I stand amid the roar…

[Estoy en medio del rugido...]

 

El poeta recogiendo un puñado de arena y llorando por no poder arrancar ni un grano de la furia destructora de las olas:

O God ! can I not save

One from the pitiless wave ?

[¡Oh Dios! ¿No puedo salvar

ni uno de la ola despiadada?]

 

Pero este incidente trivial y ridículo es el punto de partida de un ensueño profundo y oscuro: es el mundo entero el que huye bajo la ola devoradora, con nuestras alegrías, nuestras vidas, nuestros sueños.

 

16.

Poe es el más subjetivo de los poetas subjetivos. Los terrores que se jacta de crear fríamente, los siente y los padece. El miedo, el dolor del miedo, es el tema casi único de sus poemas, así como de sus cuentos más bellos y directamente nacidos de su genio. Pero únicamente en los poemas admite la confesión de los sentimientos de profunda ternura con que su vida fue turbada y encantada; escribe sus cuentos para todo el mundo; escribe sus versos para sí mismo y para algunos corazones femeninos: los cuentos son sólo la mitad de Edgar Poe, los poemas lo contienen por entero.

 

17.

Algunos han creído que el verdadero Edgar Poe era el hombre del magnetismo, la fantasmagoría, la perversidad, la mistificación. Yo no lo creo así. Ese es el Poe que se irrita con la plebe democrática, con el periodismo ignorante, y que, en vez de enojarse, se burla. Pero cuando un Edgar Poe se burla, se eleva tan alto que su burla parece una lección beneficiosa: y la misma gente a la que en vano explica lo absurdo y lo incomprensible se deja mistificar por el placer de participar en juegos poderosos y perfectos.

 

18.

De todas sus mistificaciones, la Génesis de un poema es la que más fácilmente se ha admitido y creído durante más tiempo. Baudelaire, que había entrado milagrosamente en el genio e incluso en las manías de Edgar Poe, no quiso parecer que dudaba de páginas tan afirmativas. En cuanto al vulgo, se sintió halagado al enterarse, por el propio poeta, de que la poesía no es más que una combinación voluntaria de sonidos e ideas previamente elegidos con esmero, como los pequeños cubos de vidrio que emplean los mosaiquistas. Es evidente que Poe se divirtió extraordinariamente escribiendo su paradoja: eso basta para que sea legítima. Esa paradoja no es en absoluto la divulgación del modo de trabajar de Edgar Poe. El método permanecerá para nosotros, como todos los demás, eternamente desconocido; apenas si nosotros mismos sabemos cómo trabajamos, cómo nos vienen las ideas, cómo las realizamos: si lo supiéramos demasiado bien, no podríamos trabajar en absoluto. Son cuestiones en las que un escritor no debe permitirse ahondar. Resulta, por lo demás, extremadamente peligroso reflexionar demasiado sobre las propias acciones, sobre la propia vida; el GNOTHI SEAUTON es quizás la tontería más nociva que alguna vez fue dicha.

 

19.

El sistema de Poe en El cuervo supone que un poeta puede representar sucesivamente en un breve espacio de tiempo todas las combinaciones posibles de todas las palabras que pueden agruparse en torno a una idea. Es decir, supone el absurdo, ya que el principio de toda composición escrita es el principio de la asociación de ideas, imágenes, sonidos, de la asociación y del enlace. Ahora bien, aquí nos movemos en un infinito por lo menos relativo; la dirección de la voluntad sólo puede ejercerse sobre lo inmediato, sobre lo conocido, sobre los sentidos, las ideas, las imágenes que evolucionan en el plano de la conciencia; la voluntad no puede hacer surgir y la conciencia no puede conocer lo que se mueve fuera de las actividades presentes del intelecto. Por lo tanto, en la composición hay una parte inmensa que depende de lo imprevisto. Si un poeta pudiera imaginar que está escribiendo racional y voluntariamente un poema, sería víctima de una ilusión psicológica. En resumen, sólo se puede elegir una imagen en el cerebro si la imagen surge, como una estrella, en el horizonte de la conciencia; de qué modo surgió, cómo se hizo visible, de eso no sabemos nada: es algo que ocurre en la impenetrable noche del subconsciente.

 

20.

Baudelaire tiene, sobre la versificación, teorías muy parecidas a las de Poe; son plenamente suyas, pero en ellas influyó más tarde su lectura de la Filosofía de la composición y de la Lógica del verso. “Si fuera necesario”, dice en alguna parte, “no tendría mucha dificultad en defender el tipo de dogmatismo al que me inclino en lo que concierne la versificación”. Y continúa, hablando de las leyes matemáticas del verso, diciendo que “la frase poética puede imitar la línea horizontal, la línea recta ascendente, la línea recta descendente; puede seguir la espiral, describir la parábola o el zigzag figurando una serie de ángulos superpuestos”. Con Baudelaire, nunca sabemos dónde empieza la ironía, y esto es algo que exaspera al vulgo. Era mucho más ingenuo de lo que, por lo general, se cree. “Más de una vez se jactó”, dice Charles Asselineau, “de poder dirigir una escuela de poesía y de hacer que, en veinticinco lecciones, cualquier persona fuera capaz de escribir versos épicos o líricos aceptables. Además, afirmaba que existen métodos para llegar a ser original y que el genio es una cuestión de aprendizaje. Errores de una mente superior que juzga a todos de acuerdo con la medida de sus propias fuerzas e imagina que lo que tiene éxito para ella lo tendría para cualquier otro”. Esto se aplica también a Edgar Poe.

(continuará)

REMY DE GOURMONT

Promenades littéraires, vol. 1

Traducción, para Literatura & Traducciones, de Miguel Ángel Frontán


11.

Un jour, en lisant le Prométhée enchaîné, j’ai eu la sensation d’un conte de Poe, de La Chute de la maison Usher. Nul poète, depuis les Grecs, n’a eu comme Poe le sentiment de la fatalité, de la nécessité tragique.

12.

Une invention comme Le Puits et le pendule a quelque chose d’insensé à la fois et de compliqué qui stupéfie. Comme conte « inquisitorial », La Torture par l’espérance, de Villiers de l’Isle-Adam, est bien autrement émouvant et grandiose. Se représente-t-on Edgar Poe lisant cette histoire et forcé de re­connaître la supériorité de l’invention idéiste sur l’invention mécaniste ? Je n’ai pas entendu Villiers parler de Poe ; il citait volontiers Swift, qui a eu également une grande influence sur son génie.

13.

Rue Morgue : Poe abuse aussi de l’invention analytique, de ces constructions en forme de labyrinthe, où il se promène avec insolence, un fil invisible à la main. En de telles histoires, la puissance déductive de l’auteur est d’apparence ; telle invention policière, la carafe de M. Macé, est bien supérieure aux froides combinaisons d’un Dupin. Et pourtant l’effet produit est in­tense : même quand on a pénétré le secret de pareilles imagi­nations, si on relit le conte, on est dupe encore une fois. C’est que, dans une histoire comme La Lettre volée, le principe est une belle observation psychologique : La vérité n’est pas tou­jours dans un puits. Il y a des secrets qui courent le monde et que personne ne connaît. Il faut peut-être une force particulière pour ne regarder que la surface des choses : c’est pourtant à la surface de l’eau qu’est l’écume et tout ce qui remonte est gonflé des gaz de la putréfaction.

14.

Même passionnée et désespérée, la poésie d’Edgar Poe garde une froideur ironique. Il y a trop de recherche et trop de voulu (moins qu’il n’essaya de le faire croire) dans l’expression de ses douleurs et de ses rêves. D’ailleurs, et quoi qu’en ait dit Bau­delaire, il n’a jamais atteint son idéal poétique, qui était le vers oratoire, largement fluide, limpide, ardent, le vers de Tenny­son ; il est vrai qu’en d’autres pages il dit tout le contraire et affirme que la poésie doit être une œuvre de volonté et de pré­cision : Poe, qui s’est beaucoup répété, s’est aussi beaucoup contredit.

15.

Il est difficile d’admettre la sincérité, même purement litté­raire, du sentiment bizarre exprimé dans les vers :

I stand amid the roar…

Le poète recueillant une poignée de sable et pleurant de n’en pouvoir arracher même un grain à la destructive fureur des vagues :

O God ! can I not save

One from the pitiless wave ?

Mais cet incident futile et ridicule est le point de départ d’une rêverie obscure et profonde : c’est le monde entier qui fuit sous la vague dévoratrice, avec nos joies, nos vies, nos songes.

16.

Poe est le plus subjectif des poètes subjectifs. Les terreurs qu’il se vante de créer froidement, il les ressent et les souffre. La peur, la douleur qu’engendre la peur, voilà le thème presque unique de ses poèmes aussi bien que de ses contes les plus beaux et les plus directement nés de son génie. Mais dans les poèmes seuls il consent à l’aveu des sentiments de profonde tendresse dont sa vie était troublée et charmée ; il écrit ses contes pour tout le monde ; il écrit ses vers pour lui et pour quelques cœurs féminins : les contes ne sont que la moitié d’Edgar Poe, les poèmes le contiennent tout entier.

17.

Quelques-uns ont cru que le véritable Edgar Poe était l’homme du magnétisme, de la fantasmagorie, de la perversité, de la mystification. Je ne le pense pas. Cela, c’est le Poe irrité contre la plèbe démocratique, contre le journalisme ignorant, et qui, au lieu de s’emporter, raille. Mais quand un Edgar Poe raille, il s’élève si haut que sa moquerie semble une bienfaisante leçon : et ceux-là même auxquels il explique en vain l’absurde et l’incompréhensible se laissent mystifier pour la joie de parti­ciper à des jeux puissants et parfaits.

18.

De toutes ses mystifications, la Genèse d’un poème est celle qui a été admise le plus volontiers et crue le plus longtemps. Baudelaire, entré à miracle dans le génie et jusque dans les manies d’Edgar Poe, n’a pas voulu avoir l’air de mettre en doute des pages aussi affirmatives. Quant au vulgaire, il a été flatté d’apprendre, du poète lui-même, que la poésie n’est qu’une combinaison volontaire de sons et d’idées préalablement choi­sis avec soin comme les petits cubes de verre dont se servent les mosaïstes. Il est évident que Poe s’est prodigieusement amusé en écrivant son paradoxe : cela suffit pour qu’il soit légitime. Ce paradoxe n’est aucunement la divulgation de la manière de travailler d’Edgar Poe. La méthode nous restera comme toutes les autres, éternellement inconnue ; à peine si, nous-mêmes, nous savons comment nous travaillons, comment nous viennent nos idées, comment nous les réalisons : si nous le savions trop bien, nous ne pourrions plus travailler du tout. Ce sont là des questions qu’un écrivain doit se garder d’appro­fondir. Il est d’ailleurs extrêmement dangereux de trop réfléchir sur ses actes, sur sa vie ; le GNWTI SEAUTON est peut-être la sottise la plus délétère qui fut jamais proférée.

19.

Le système de Poe, dans Le Corbeau, suppose qu’un poète peut se représenter successivement dans un court espace de temps toutes les combinaisons possibles de tous les mots qui peuvent se grouper autour d’une idée. C’est dire que cela sup­pose l’absurde, puisque le principe de toute composition écrite est le principe de l’association des idées, des images, des sons, de l’association et de l’enchaînement. Or, on se meut, ici, dans un infini au moins relatif ; la direction de la volonté ne peut s’exercer que sur l’immédiat, sur le connu, sur les sens, les idées, les images qui évoluent dans le plan de la conscience ; la volonté ne peut faire surgir et la conscience ne peut connaître ce qui se meut en dehors des activités présentes de l’intel­ligence. Il y a donc dans la composition une part immense faite à l’imprévu. Si un poète pouvait s’imaginer qu’il rédige ration­nellement et volontairement un poème, il serait dupe d’une illu­sion psychologique. En somme, on ne peut choisir une image dans son cerveau que si l’image émerge, comme un astre, à l’ho­rizon de la conscience ; comment elle a monté, comment elle est devenue visible, nous n’en savons rien : cela se passe dans l’impénétrable nuit du subconscient.

20.

Baudelaire a sur la versification des théories qui ressemblent fort à celles de Poe ; elles sont bien à lui, mais la lecture de la Philosophie de la composition et du Rationnal du vers les influença plus tard. « S’il en était besoin, dit-il quelque part, j’aurais peu de peine à défendre l’espèce de dogmatisme auquel je suis enclin en versification. » Et il continue, parlant des lois mathématiques du vers, disant « que la phrase poétique peut imiter la ligne horizontale, la ligne droite ascendante, la ligne droite descendante ; qu’elle peut suivre la spirale, décrire la parabole ou le zigzag figurant une série d’angles superposés ». Avec Baudelaire, on ne sait jamais où commence l’ironie, et cela exaspère le vulgaire. Il avait beaucoup plus d’ingénuité que l’on ne croit communément. « Il s’est vanté plus d’une fois, dit Charles Asselineau, de tenir école de poésie et de rendre en vingt-cinq leçons le premier venu capable de faire convenablement des vers épiques ou lyriques. Il prétendait d’ailleurs qu’il existe des méthodes pour devenir original et que le génie est affaire d’apprentissage. Erreurs d’un esprit supérieur qui juge tout le monde à la mesure de sa propre force et qui imagine que ce qui lui réussit réussirait à tout autre. » Cela s’applique aussi à Edgar Poe.