martes, 20 de octubre de 2020

Edith Sitwell y Ricardo Baeza: Street Song

 

STREET SONG

 

‘Love my heart for an hour, but my bone for a day—

At least the skeleton smiles, for it has a morrow:

But the hearts of the young are now the dark treasure of Death,

And summer is lonely.

 

Comfort the lonely light and the sun in its sorrow,

Come like the night, for terrible is the sun

As truth, and the dying light shows only the skeleton’s hunger

For peace, under the flesh like the summer rose.

 

Come through the darkness of death, as once through the branches

Of youth you came, through the shade like the flowering door

That leads into Paradise, far from the street, —you, the unborn

City seen by the homeless, the night of the poor.

 

You walk in the city ways, where Man’s threatening shadow

Red-edged by the sun like Cain, has a changing shape—

Elegant like the Skeleton, crouched like the Tiger,

With the age-old wisdom and aptness of the Ape.

 

The pulse that beats in the heart is changed to the hammer

That sounds in the Potter’s Field where they build a new world

From our Bone, and the carrion-bird days’ foul droppings and clamour—

But you are my night, and my peace,—

The holy night of conception, of rest, the consoling

Darkness when all men are equal, —the wrong and the right,

And the rich and the poor are no longer separate nations,—

They are brothers in night.’

 

This was the song I heard: but the Bone is silent!

Who knows if the sound was that of the dead light calling,—

Of Caesar rolling onward his heart, that stone,

Or the burden of Atlas falling.

EDITH SITWELL


CANCIÓN CALLEJERA

 

“Amad mi corazón una hora, pero mis huesos todo un día... El esqueleto al menos sonríe, pues tiene un mañana; pero los corazones de los jóvenes son ahora el oscuro tesoro de la Muerte, y el verano ha quedado solitario.

Consolad a la luz solitaria y al sol en su tristeza, venid como la noche, pues terrible como la verdad es el sol, y la luz muriente muestra sólo el hambre de paz del esqueleto, bajo la carne como la rosa estival.

Ven a través de las tinieblas de la muerte, como viniste antaño a través del follaje de la juventud, a través de la sombra como la puerta florecida que lleva al Paraíso, lejos de la calle... tú, la ciudad aún por nacer vista por los desamparados la noche de los pobres.

Andáis por los caminos de la ciudad, donde la sombra amenazante del Hombre ribeteada de rojo por el sol como Caín tiene una forma cambiante; esbelta como el Esqueleto, agazapada como el Tigre, con la presteza y la vieja sabiduría del Simio.

El pulso que late en el corazón tórnase el martillo que resuena en el Campo del Alfarero donde construyen un mundo nuevo con nuestros Huesos, y las inmundicias que dejan caer y el clamor durante el día de las rapaces que se alimentan de carroñas... Pero tú eres mi noche y mi sosiego,

la noche santa de la concepción, del descanso, la oscuridad consoladora en que todos los hombres son iguales: el réprobo y el justo, y el rico y el pobre no son ya naciones separadas, sino hermanos en la noche.”

Tal fue la canción que oí: ¡Pero los Huesos son mudos! Quién sabe si el son era de la luz muerta que llamaba, de César haciendo rodar cuesta arriba la piedra de su corazón, o la carga de Atlas despeñándose.

Traducción de RICARDO BAEZA