martes, 9 de julio de 2019

Percy Bysshe Shelley y Fernando Maristany: La nube

 
LA NUBE

Llevo frescos chubascos a las sedientas flores
Desde los mares y los ríos,
Llevo sombras suaves a las ardientes hojas
Que el mediodía ha adormecido.
El rocío sacuden mis alas, y despiertan
Uno por uno a los capullos
Que se mecen unidos al seno de la madre
Cuando ella danza al sol de junio.
Muevo el mayal gigante del áspero granizo
Y el llano, rápida, blanqueo,
Y luego, nuevamente transfórmolo con lluvia,
Y río al paso de los truenos.

Pongo nieve en los montes más altos y en las verdes
Hayas que gimen asustadas,
Y en las noches que duermo en brazos de los vientos,
Ella es mi nítida almohada.
Sublime, en los balcones de mi morada célica.
Rayos enciende mi piloto,
Y en las hondas cavernas el trueno encadenado
Brama y revuélvese furioso.
Sobre el mar y la tierra, con emoción suavísima.
Este piloto va guiándome.
Instado por los genios remotos que circulan
En lo más hondo de los mares.
Sobre los arroyuelos, barrancos y colinas,
Sobre los lagos y llanuras.
Debajo de los montes o ríos, un espíritu
De amor me alienta y me circunda.

La aparición sangrienta del sol con su plumaje
Verde y sus ojos meteóricos,
Salta sobre mi nave cuando el lucero espléndido
De la mañana queda agónico,
Como sobre la cresta del más esbelto cerro
Que un terremoto violentara,
Un águila un instante posárase tranquila
Al áureo brillo de sus alas.
Y cuando su crepúsculo sumerge entre las ondas
Su afán de amor y de reposo,
Y el manto de escarlata de lo alto de los cielos
Va descendiendo poco a poco,
Con las alas plegadas descanso en mi albo nido
Como paloma en dulce arrobo.

La niña de ojos vivos que vierte fuego blanco,
Y a quien los hombres llaman luna.
Sobredora la lana sedosa de mi suelo
Que a media noche el viento turba.
Y dondequiera el peso de sus ocultas plantas.
Que oyen los ángeles tan solo,
Rompe la tenue trama del techo de mi tienda.
Los astros muéstranse, curiosos.
Y yo sonrío al verles girar y huir más tarde
Como un enjambre de topacios,
Cuando abro la hendidura que el viento hizo en mi tienda,
Hasta que ríos, mares, lagos,
Cual fajas desprendidas de cielo van cruzándome
Y empavesándose de astros.

Ato al trono del sol un cinturón de llamas
Y al de la luna uno de perlas.
Los volcanes no bullen y duermen los luceros
Cuando alza el viento su bandera.
Con la forma de un puente, del uno al otro polo,
Sobre una mar impetuosa,
Coloco un techo inmenso que tiene por columnas
Las cordilleras sinuosas.
El gran arco triunfal por donde me paseo
Con nieves, fuegos y huracanes,
Cuando el poder del aire sujeto está a mi trono,
Tiene colores a millares,
Y el vivo fuego esférico sus tonos forma, en tanto
Ríe la tierra insinuante.

Soy la hija de la tierra, soy la hija de las aguas,
Soy el retoño de los cielos;
Atravieso los poros del mar y sus riberas;
Puedo cambiar, morir no puedo.
Pues después de las lluvias, en cuanto inmaculado
El pabellón del cielo brilla,
Y los vientos y el sol con sus convexos rayos
La aérea cúpula edifican,
Ríome silenciosa del cenotafio mío,
Y de la lluvia desde el seno.
Como niño del vientre o espectro de la tumba,
Surjo y deshágolo de nuevo.
Traducción de FERNANDO MARISTANY



THE CLOUD

I bring fresh showers for the thirsting flowers,
From the seas and the streams;
I bear light shade for the leaves when laid
In their noonday dreams.
From my wings are shaken the dews that waken
The sweet buds every one,
When rocked to rest on their mother's breast,
As she dances about the sun.
I wield the flail of the lashing hail,
And whiten the green plains under,
And then again I dissolve it in rain,
And laugh as I pass in thunder.

I sift the snow on the mountains below,
And their great pines groan aghast;
And all the night 'tis my pillow white,
While I sleep in the arms of the blast.
Sublime on the towers of my skiey bowers,
Lightning my pilot sits;
In a cavern under is fettered the thunder,
It struggles and howls at fits;
Over earth and ocean, with gentle motion,
This pilot is guiding me,
Lured by the love of the genii that move
In the depths of the purple sea;
Over the rills, and the crags, and the hills,
Over the lakes and the plains,
Wherever he dream, under mountain or stream,
The Spirit he loves remains;
And I all the while bask in Heaven's blue smile,
Whilst he is dissolving in rains.

The sanguine Sunrise, with his meteor eyes,
And his burning plumes outspread,
Leaps on the back of my sailing rack,
When the morning star shines dead;
As on the jag of a mountain crag,
Which an earthquake rocks and swings,
An eagle alit one moment may sit
In the light of its golden wings.
And when Sunset may breathe, from the lit sea beneath,
Its ardours of rest and of love,
And the crimson pall of eve may fall
From the depth of Heaven above,
With wings folded I rest, on mine aëry nest,
As still as a brooding dove.

That orbèd maiden with white fire laden,
Whom mortals call the Moon,
Glides glimmering o'er my fleece-like floor,
By the midnight breezes strewn;
And wherever the beat of her unseen feet,
Which only the angels hear,
May have broken the woof of my tent's thin roof,
The stars peep behind her and peer;
And I laugh to see them whirl and flee,
Like a swarm of golden bees,
When I widen the rent in my wind-built tent,
Till calm the rivers, lakes, and seas,
Like strips of the sky fallen through me on high,
Are each paved with the moon and these.

I bind the Sun's throne with a burning zone,
And the Moon's with a girdle of pearl;
The volcanoes are dim, and the stars reel and swim,
When the whirlwinds my banner unfurl.
From cape to cape, with a bridge-like shape,
Over a torrent sea,
Sunbeam-proof, I hang like a roof,
The mountains its columns be.
The triumphal arch through which I march
With hurricane, fire, and snow,
When the Powers of the air are chained to my chair,
Is the million-coloured bow;
The sphere-fire above its soft colours wove,
While the moist Earth was laughing below.

I am the daughter of Earth and Water,
And the nursling of the Sky;
I pass through the pores of the ocean and shores;
I change, but I cannot die.
For after the rain when with never a stain
The pavilion of Heaven is bare,
And the winds and sunbeams with their convex gleams
Build up the blue dome of air,
I silently laugh at my own cenotaph,
And out of the caverns of rain,
Like a child from the womb, like a ghost from the tomb,
I arise and unbuild it again.