Alfred Jarry - El amor en visitas |
Es posible
encontrar rasgos autobiográficos en distintos capítulos de El amor en visitas (por ejemplo, en la
afición por el alcohol del Lucien de En
casa de Manon, o en la descripción de sus ojos, semejante a la hecha por
Rachilde de los de Jarry: “En su rostro pálido, de nariz corta, sus ojos negros
eran como dos grandes agujeros, ojos de una singular fosforescencia…”), pero el
de En casa de la señora anciana es
casi enteramente autobiográfico, hasta el punto de que Jarry incluyó en él textualmente
documentos auténticos. De hecho, se trata menos de un relato que de una salvaje
venganza escrita contra Remy de Gourmont y su amante, modelo de la anciana
señora de la ficción, Berthe de Courrière.
Esta última,
cuyo verdadero nombre era Caroline-Louise-Victoire Courrière, había nacido en
Lille en 1852 y, decidida a conquistar la gloria (es decir, en la Francia de la
época, a conquistar París), partió a los veinte años rumbo a la capital, donde
llevó la vida de una demi-mondaine
(mujer mantenida que lleva una vida mundana).
Pronto se hizo
célebre gracias a su belleza, las proporciones inusuales de su anatomía (al
parecer, siendo una adolescente ya calzaba zapatos de número 42…), a sus
extravagancias y a sus prestigiosos amantes. El primero de éstos fue el general
Georges Boulanger (quien en 1889 estuvo a punto de terminar con la incipiente
Tercera República, y del que Jarry se burla en la figura del general Mitron),
seguido por varios ministros. Conquistó, más tarde, al escultor Auguste
Clésinger, yerno de George Sand, quien la tomaría por modelo del busto de la Marianne que se encuentra hoy en día en
el Palacio del Senado y para la estatua monumental de la República exhibida en
la Exposición Universal de 1878, y que lamentablemente se ha perdido. Mejor aún
(para Berthe y para la historia de la literatura): haría de ella su heredera
universal, con lo que, a la muerte del escultor en 1883, se encontraría en
posesión de una fortuna considerable.
Tres años más
tarde conocería a Remy de Gourmont, para convertirse en su amante y en su musa
inspiradora. Gracias a él, entró en la literatura como había entrado en las
artes plásticas: además de hacerle publicar algunos artículos en el Mercure de France, Gourmont la
transformará en la protagonista de su novela Sixtine, roman de la vie cérébrale, y más tarde de Fantôme. Se la presentará, a su vez, a
Joris-Karl Huysmans, quien hará de ella la satánica Hyacinthe Chantelouve de su
novela Là-bas; Berthe de Courrière le
ofrecía, para esto, un material muy rico: apasionada por el esoterismo, era
conocida por frecuentar sacerdotes renegados, asistir a misas negras y
cultivar, según el testimonio de Rachilde, costumbres tan singulares como la
de arrojarles hostias consagradas a los perros callejeros. Curiosamente, jugó
un papel esencial en la conversión de Huysmans al catolicismo, ya que fue ella
en persona quien lo llevó a ver al abate Mugnier, como éste mismo lo dejó
consignado en su célebre Journal:
Madame Berthe Courrière me trajo esta tarde a la
sacristía al novelista Huysmans. Conversación muy curiosa. Anoto: ‘Tengo
atavismos religiosos’. […] Acaba de escribir Là-bas, un libro satánico lleno de
misas negras. Querría escribir un libro de tono opuesto. Pero para escribirlo
desearía transformarse, acabar con ciertas costumbres. […] Piensa en hacer un
retiro en la Cartuja o en otra parte. ‘Un monje frustrado’, decía de él su
compañera.
A principios
de 1894 se produciría el encuentro entre Jarry y Remy de Gourmont, en los
salones del Mercure de France, donde
Rachilde, esposa de Alfred Vallette, fundador de la revista, animaba su
círculo literario frecuentado por los más renombrados autores de la época. La
amistad entre Gourmont y Jarry fructificaría en octubre de ese año, fecha de
aparición de la lujosa revista L'Ymagier,
que dirigían en forma conjunta. No es imposible que Berthe de Courrière
contribuyese a financiar la revista gracias a su fortuna; si así fue, no se
debió, desgraciadamente, a un interés puramente artístico y literario. Berthe
concibió pronto por el joven Alfred una pasión que no tardó en manifestarse;
según algunos de los comentaristas actuales de la historia, fueron Rachilde y
el escritor Jean de Tinan quienes tuvieron la maligna ocurrencia de hacerle
creer a la extravagante mujer que Jarry estaba enamorado de ella y que no era
indiferente a sus encantos. Deseosa de conquistar al esquivo escritor, Berthe
le envió cartas y telegramas que no obtuvieron respuesta y, finalmente,
escondido entre las páginas de un libro que le prestó, un texto inflamado en
el que, con el título de Tua res agitur,
le declaraba su pasión en los términos más hiperbólicos. Era demasiado. La
reacción de Jarry no se hizo esperar: fue violenta. Rompió con la pobre Berthe,
rompió con Gourmont (lo que significó la muerte de L'Ymagier apenas cumplidos los dos años de su nacimiento) y,
sediento de venganza, escribió la Inscripción
sobre la gran historia de la anciana señora, sangriento poema satírico en
que se burlaba de Berthe. (Lo de “anciana señora” era, indudablemente,
excesivo, si tenemos en cuenta que en ese entonces la aludida tenía tan sólo
unos cuarenta y tres años; pero Jarry tomó la expresión de un texto de
Gourmont, Le panorama de la vieille dame,
publicado en la revista Pan de
abril-mayo de 1895, en que el autor había escrito: “La anciana señora es realmente anciana y hasta un poco calva, debajo de
su peluca amarilla…”, palabras que no se referían, sin duda, a Berthe, pero
que Jarry reutilizó a su conveniencia en su relato —con lo que su ataque, o
contraataque, recayó también sobre la persona de Gourmont, a quien designa en
el poema, como después designaría en el relato, como “le vieux daim”, jocoso y malévolo masculino de “la vieille dame”).
No contento
con eso, no dudó en convertir el episodio en el tercer capítulo de El amor en visitas; si bien el encuentro
que se narra en él es inventado, no lo es el texto de Tua res agitur, como tampoco lo son las cartas que envía la
enamorada, que reproducen, con escasas modificaciones y sin omitir faltas de
ortografía, las que la pobre enamorada le envió al joven Jarry.
La venganza
era salvaje, y, si es cierto que Rachilde había jugado en todo esto un papel de
instigadora, queda constancia en sus cartas a Jarry de que se arrepintió muy
pronto:
Me siento apenada, mi pequeño Ubú, por la historia
de la anciana señora… Es difamarla, y si ella está menos loca que de costumbre
puede llevarte a los tribunales, así que… Quizás sea de lamentar que no quieran
encerrar del todo a los locos, pero si se los deja libres tampoco es para que
tengamos que tratarlos como a personas razonables y… responsables. Cada vez que
le hagas daño a un animal o a un inconsciente me llenarás de indignación… Ha
sido tonta, ridícula, pero eso tiene por causa una locura que tú mismo pudiste
constatar, pero ella te ha hecho favores…
(Las alusiones
de Rachilde a la locura de Berthe no eran meras exageraciones compasivas:
víctima de su desequilibrio mental, la pobre mujer había sufrido por lo menos
dos internaciones en establecimientos psiquiátricos…).
Sea como sea,
Rachilde obró para que El amor en visitas
fuese publicado en una editorial de sesgo licencioso, ya que era una obra poco
“decente” para encontrar su lugar en las editoriales más serias de la época;
contaba con que el libro alcanzase un éxito de ventas y de escándalo que le
garantizase adecuados ingresos a su autor. Pero no logró ni lo uno ni lo otro.
Berthe de
Courrière acompañó a Remy de Gourmont hasta su muerte, ocurrida en 1915, y como
en ese momento, debido a la guerra, no había otras posibilidades en París para
darle sepultura, logró que se lo admitiese en el panteón de su ex amante
Clésinger, en el cementerio del Père-Lachaise. Sólo le quedaban unos meses por
vivir, antes de ir a reunirse con ellos.
Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán
Apéndice a El amor en visitas de Alfred Jarry
EDLM, primera edición en epub, mayo de 2013.
Apéndice a El amor en visitas de Alfred Jarry
EDLM, primera edición en epub, mayo de 2013.