miércoles, 14 de septiembre de 2011

Domingo Faustino Sarmiento: Recuerdos de París



En Paris no hai otro título para el mundo intelijente, que ser autor, o rei. No he querido ser presentado a Michelet, Quinet, Luis Blanc, Lamartine, porque no quiero verlos, como se ven los pájaros raros; quiero tener títulos para presentarme a ellos, sin que crean que satisfago una curiosidad de viajero. He visto ya a Jules Janin, a Ledru Rollin; este en casa de San Martin, de quien es vecino; el otro en su escritorio a donde me condujo Tandonnet que es su amigo. Qué espiritual i que consentido es en su trato familiar este folletinista!
M. Lasserre, aquel buen frances que reside en Chile, víctima antigua de sus ideas republicanas, i el liberal mas ardiente que anda errante entre nosotros, me habia dado preciosas recomendaciones para los Aragos i para Mme Tastu, célebre poetiza que brilló en este ramo en su juventud i fué coronada por la Academia, i hoi está consagrada a la educacion maternal, para cuyo auxilio ha publicado preciosos tratados. Recibe los martes, i allí en aquel círculo escojido encuéntrase al anciano Tissot de la Academia unas veces, i a varias otras reputaciones literárias. Es la modesta habitacion de esta escritora el reflejo de aquellos antiguos salones, que ya van desapareciendo en presencia de los intereses industriales: el de Mme Tastu ha recibido sucesivamente a Humboldt, Champollion, Ampère el célebre matemático, i todas las ilustraciones de aquella época. Cormenin, Tissot, i varios viejos i jóvenes literatos frecuentan sn tertulia, i todos se hallan a sus anchas en aquel reducido círculo, en que el gusto i la simplicidad presiden a las causeries, conversaciones mas amenas i variadas. En esta sociedad, donde era siempre recibido con mas distinción que pudiera esperarlo, he podido entrar bien adentro la mano en las llagas actuales de la Francia. M. Tissot habia sido uno de los quince diaristas que habian derrocado la restauracion de los Borbones; desechando cuatrocientos mil francos que le ofreció Cárlos X, solo porque dejase de escribir, hoi vivia en la miseria, enseñando a la edad de setenta años para subsistir; porque el nuevo rei, el rei ciudadano, habia tenido buen cuidado de oscurecer, de sepultar a todos aquellos enérjicos liberales, que despues de haber volteado un ídolo, no habian querido adorar al que se habia alzado en su lugar. Allí se oian tantos secretos de corte, tantos detalles que la prensa no revela! allí se hacian votos por un órden mejor, entre las manifestaciones mas nobles de indignacion por el abatimiento de la Francia, por el escamotaje de la libertad; por la degradacion de la nacion; por la ruindad i el descaro de los manejos!
Omito otros detalles que no importan gran cosa mi vida de Paris. Mis estudios sobre la educacion primaria me ponen en contacto con savants, empleados i hombres profesionales; pero hai aun otro costado de Paris que me ha llamado profundamente la atencion, i son sus placeres públicos, i la influencia que ejercen sobre las costumbres de la nacion. Aquí donde la inteligencia humana ha llegado a sus últimos desenvolvimientos, donde todas las opiniones, todos los sistemas, las ciencias como las creencias, las artes como la imajinacion marchan en líneas paralelas, sin atajarse las unas a las otras como sucede en otras naciones, sin descollar un ramo por la excesiva depresion de otros aun mas importantes; aquí donde el hombre marcha en la verdad como en el error sin tutela, sin trabas, la naturaleza humana se muestra a mi juicio en toda su verdad, i puede creerse que es realmente tal como ella se presenta, i que ha de presentarse así toda vez que se la deje seguir sus inclinaciones naturales. No hai que decir que el lujo corrompe la enerjia moral del hombre, ni ménos que el placer lo enerva, puesto que a cada momento vese a este pueblo dar síntomas de enerjia moral desconocidas entre los pueblos mas frugales o mas sobrios. El frances de hoi es el guerrero mas audaz, el poeta mas ardiente, el sabio mas profundo, el elegante mas frivolo, el ciudadano mas celoso, el jóven mas dado a los placeres, el artista mas delicado, i el hombre mas blando en su trato con los otros. Sus ideas i sus modas, sus hombres i sus novelas, son hoi el modelo i la pauta de todas las otras naciones; i empiezo a creer que esto que nos seduce por todas partes, esto que creemos imitación no es sino aquella aspiracion de la índole humana a acercarse a un tipo de perfeccion, que está en ella misma i se desenvuelve mas o ménos, segun las circunstancias de cada pueblo. ¿No es sin duda bello i consolador imajinarse que un dia no mui lejano todos los pueblos cristianos no ofrecerán sino un mismo pueblo, unido por caminos de hierro o vapores, con una posta eslabonada de un estremo a otro de la tierra, con el mismo vestido, las mismas ideas, las mismas leyes i constituciones, los mismos libros, los mismos objetos de arte? Puede esto no ser mui próximo; pero ello marcha i llegará a su blanco, en despecho, no del carácter de los pueblos en que no creo, sino del diverso grado de cultura en que la especie se encuentra, en puntos dados de la tierra. I será siempre la gloria de Fourier haber llevado la intelijencia del hombre hasta hacerla capaz de mejorar el universo, de haber deificado en la criatura el poder del Creador, poetizando el trabajo i la intelijencia humana, en lugar de la fuerza destructora de héroes sanguinarios, que hacen hasta hoy el caudal de la poesia épica, como en los tiempos antiguos dioses inmorales, caprichosos e injustos.
Sujiérenme estas reflexiones tan sesudas los bailes públicos de Paris, adonde me asomo de vez en cuando, para curarme del mal de la patria que me incomoda. No tengo ni tiempo, ni gusto, ni dinero para engolfarme en las gustosas frivolidades cuyo goce envidio a otros. Ah! si tuviera cuarenta mil pesos nada mas, qué año me daba en Paris, qué pajina luminosa ponia en mis recuerdos para la vejez! Pero soi sage, i me contento con mirar, en lugar de pilquinear como hacen otros.
Los bailes son en Paris establecimientos públicos que se siguen a los teatros, luchando con ellos en magnificencia, alumbrado, i gusto. El Rannelag correspondiera a la Opera italiana por la clase de los concurrentes. Allí he visto a Balzac, Jorje Sand, Soulié i otras notabilidades literárias. El Château-Rouge enciende cada fin de mes ochenta mil luces; el Bal Mabille ostenta las bailarinas mas afamadas; la Chaumière es el Eden de los estudiantes i estudiantas del cuartel latino, i la ciudadela en cuya puerta deja su sable el municipal para penetrar. Un dia sí i otro nó hai en todos ellos baile en la semana, a que concurren millares de aficionados. Un dia pagan los varones a la entrada tres francos, dos otro, uno i medio el lunes i cinco al fin de cada mes que hai grand festival; las damas entran siempre gratis. Compónense estas de todas las clases de la sociedad, mas o ménos ínfimas segun el dia; pues esto depende de sus relaciones con los que pagan, i estos son de a un franco i medio o de a cinco, segun sus recursos. Damas mui comme il faut asisten como espectadores, i los jóvenes de todas las categorias son apasionados habitués de tal o cual baile. El local está adornado con gusto primoroso; jarrones i estatuas descuellan sobre masas de verdura, terraplenes de flores raras i embalsamadas, i en medio de una atmósfera de fuego por la iluminacion del gas, los lampiones i los vasos de color, se ajitan sobre avenidas de asfalto, cuadrillas de doscientas parejas, ejecutando polkas frenéticas, valses febriles. Allí descuellan reputaciones tan altas, tan europeas como la de Dumas, o la de la Rachel. Cuando la Rigolette se para con su compañero que no es German, todos los asistentes se la señalan, la turba de espectadores se apiña en el estremo que ella ocupa, i lores ingleses, boyardos i príncipes rusos pagarian cien francos por estar en primera línea. La orquesta alemana comienza a hacer vibrar las fibras de aquel torbellino de seres humanos, a irritarlas, a crisparlas con las harmonías en qué domina la corneta-piston. El baile va tomando animacion, fuego, rapidez; entónces las naturalezas, los caracteres empiezan a diseñarse, el chiste en unos, la dulzura voluptuosa en otros, lo estrambótico, lo absurdo, lo furioso en los demas. La Rigolette váse ajitando, animándose, perdiendo el sentido i las formas humanas. Sus admiradores estrechan cada vez mas el círculo, la aguijonean con aplausos, la aturden con sus vivas, hasta que la pasion estalla, el estro poético se manifiesta, la inspiracion desciende a la pitoniza, en destellos del jénio, en cabriolas imposibles, en contorsiones de bacante. Es la fiebre, la convulsion del placer, la enajenacion del poseido, que ha dejado de presidir a los movimientos del cuerpo, i se abandona a otra alma que la suya que está haciendo cosas sobrehumanas, no soñadas. Entónces no pisa ya el suelo, es un torbellino o un huracan, va, remolinea i al fin cae sobre los brazos de alguno, pálida, moribunda, llorando, jadeando, los ojos cerrados, i volviendo a la vida a fuerza de oir la tormenta de aplausos, los gritos de admiracion, los vivas delirantes que acompañan su nombre. Como la Rigolette, hubo ántes la Reina Pomaré que murió, vive la Reina Margot, Marion i otras celebridades, bautizadas por el público segun el carácter de su poesía, salvaje, bulliciosa, o llena de fiereza. Al dia siguiente la Reina Margot es simplemente Adela Rimbaut, costurera de ropa blanca, u otra cosa peor; pero una hora al ménos ha sido reina por la aclamacion universal, sentídose grande, cubierta de gloria como Napoleon o Murat, i gozado de las fruiciones que le estan al vulgo vedadas.
Esta es la parte dramática de los bailes públicos; la positiva es que la sociedad se igualiza, las clases se pierden, la mujer de clase ínfima se pone en contacto con los jóvenes de alta alcurnia, las modales se afinan, i la unidad i homojeneidad del pueblo queda establecida; el público se constituye, i una miaja de gloria cae tambien a los pies de la mujer del bajo pueblo, entre los placeres con que aturde su miseria, o su vileza. La luz subministrada a torrentes, la música de los maestros, puesta al alcance de la muchedumbre por una ejecucion artística i sábia, aquellos jarrones i estátuas que la habitúan a los primores de las artes, aquel lujo i aquel gusto en fin prodigado en el lugar que el roto o la hija del artesano de Paris llama suyo por un momento, concluyen por ennoblecer su espíritu, iniciarlo en la civilizacion, i hacerle aspirar a una condicion mejor. La decencia reina en un círculo un poco ancho, trazado por la policía; pero las excentricidades no están en las costumbres, ni en las modales, sino en la licencia poética del baile, en el delirio de la pasion que quiere sacudir todas las trabas. Me hicieron conocer a una particular, a quien dejándose arrastrar por los aplausos, el municipal vecino habia llamado al órden tres veces, i como insistiese hubo de llevarla al violon. Rabió, se resistió i concluyó como concluye toda historia con la autoridad, obedeciendo; pero estaba con su mejor vestido, i el esbirro era demasiado culto para no acompañarla a su casa a mudar de traje. Llegados al quinto piso, abrió la ventana para buscar lumbre, i de un salto se arrojó a la calle, a suicidarse, estrellándose sobre el empedrado, cayendo de treinta varas de alto. La infeliz habia, mediante una fractura, sobrevivido a su deshonra; halláronla viva, merced a los vestidos que le habian servido de paracaidas. Paris es por otra parte poco ceremonioso en materia de costumbres privadas, i seria largo recorrer la escala que media entre la prostituta i la mujer casada, entre cuyos estremos se encuentran gradaciones del matrimonio, admitidas por la sociedad, justificadas por las diversas condiciones, i por tanto respetadas. De aquí nace a mi juicio la cultura de las mujeres en Francia, la gracia infinita de la parisiense, i el vestir igual, en su, caprichosa variedad, de todas las clases de la sociedad. De aquí viene tambien aquella injerencia de la mujer en todos los grandes acontecimientos de la historia de esta nacion, desde Heloisa dos veces célebre, la doncella de Orleans, Agnes Sorel, hasta Mme Roland, Carlota Corday, Mme de Staël, Jorje Sand, la Rachel, la Reina Margot, diversas manifestaciones de aquella habilitacion de la mujer, de aquel olvido de las debilidades inherentes a su sexo, que cuenta por poco en la clasificacion de las clases, reinando en lo público siempre un tierno respeto por la mujer, que se muestra en dilijencias, omnibus i ferrocarriles.