A MONSEÑOR GAUME
Protonotario apostólico
I
Berlín, 24 de Agosto de 1849.
Señor:
Las palabras españolas que
subrayáis en la inestimable carta que acabo de recibir me inducen a escribiros
en mi propio idioma, ya que se me hace sumamente difícil expresarme con alguna
corrección en lenguas extranjeras.
Ante todo, un millón de gracias
por la bondad que habéis tenido de enviarme un ejemplar de la obra en que tan
denodada y profundamente habéis sondeado los abismos de esta sociedad moribunda
[Où allons-nous ? Coup d’œil sur les
tendances de l’époque actuelle]. Con su lectura he sentido gran tristeza, y
mucho gozo a la vez: suma tristeza a vista de las grandes y formidables
catástrofes que en ella reveláis, y sumo gozo ante la manifestación sincera de
toda la verdad. La verdad, aun cuando es triste, es siempre deliciosa.
Mis opiniones y las vuestras
son casi idénticas. Ni vos ni yo tenemos esperanza. Dios ha hecho la carne para
que se corrompa, y el cuchillo para cortar la carne corrompida. Estamos tocando
con nuestras propias manos la mayor catástrofe de la historia. En el momento
actual, lo que veo yo con claridad es la barbarie de Europa y su despoblación
dentro de poco tiempo. La tierra por donde ha pasado la civilización filosólica,
será maldecida: será la tierra de la corrupción y de la sangre. Después
vendrá... lo que habrá de venir.
Nunca tuve fe ni confianza
en la acción política de los buenos católicos. Todos sus esfuerzos, encaminados
a reformar la sociedad por medio de Asambleas y de Gobiernos, serán
perpetuamente inútiles. Las sociedades no son lo que son porque hayan sido
constituidas en el ser y estado que tienen por Gobiernos y Asambleas, sino, al
contrario, las Asambleas y los Gobiernos son lo que son porque la sociedad que
rigen es lo que es. Sería, pues,necesario invertir el procedimiento,empezando
por reformar la sociedad, y después, valiéndose de la sociedad ya reformada,
reformar sus instituciones.
Pero ya es tarde. Lo único
que hay que hacer de ahora en adelante es salvar almas sustentándolas, para
cuando llegue el día de la tribulación, con el Pan de los fuertes.
Mientras tanto, nada más
grato personalmente para mí, ni que más me honre, que lograr la aprobación de
un sujeto tan eminente como vos, y ponerme en relaciones con vos mismo con
ocasión de los cataclismos europeos.
Suplícoos encarecidamente
que aceptéis la expresión de mi reconocimiento, etc.
Valdegamas.
II
Madrid, 31 de agosto de 1850.
Mi muy querido Monseñor:
A mi vuelta de Salamanca a
Madrid me he encontrado con vuestra preciosa carta del 8, y con los opúsculos
de que me habláis en ella, intitulados, uno de ellos, La Profanación del Domingo, y el otro Europa en 1848, donde se trata de la organización del trabajo, del
Comunismo y del Cristianismo.
Entrambos me han parecido
admirables. No es posible encerrar en menos páginas mayor número de verdades,
verdades cuya poderosa virtud bastaría para salvarnos y salvar también a las
generaciones futuras. Claridad, sobriedad, profundidad, genio, todas estas
dotes brillan en los opúsculos. Si, como me decís, perseveráis en esa
publicación, no dudo que contribuiréis como el que más en la obra de la
restauración religiosa y social en esta época.
Hacéis muy bien en dirigiros
al pueblo con preferencia sobre las clases medias. Gangrenadas éstas hasta la
médula de los huesos, no las despertarán ciertamente los opúsculos, sino las
catástrofes. Pero las llagas del pueblo no son tales que no haya alguna
esperanza de remediarlas; y un hombre como vos, que le habla con amor y
conciencia, puede contribuir a apartarle del abismo adonde corre. Espero que
Dios os ha de ayudar en esa empresa, ardua y meritoria.
Mi obra El catolicismo, el liberalismo, etc., iba a ser larga; pero por una
circunstancia incidental se ha reducido a menos extensión. Habiendo, en efecto,
de publicarse en la Bibliothèque nouvelle,
como los límites de esta publicación sean estrechos, he tenido que reducir mi
obra a un sólo volumen, en vez de los dos o tres de que había de constar según
mi primer plan.
Hubiera yo deseado con
vehemencia que la hubieseis traducido vos, porque no sólo habría salido entonces
una versión exacta y elegante, pero además, habiéndome ayudado vos con vuestras
luces, mi obra hubiera resultado menos imperfecta. Obligado por el asunto mismo
de la obra a tratar materias teológicas, en que vos entendéis tanto y yo tan
poco, vuestra dirección me habría sido de mucha utilidad y muy necesaria. Pero
la cosa no tiene ya remedio: ahora están traduciendo el libro, el cual saldrá a
luz a un mismo tiempo en París y en Madrid. De todos modos os doy un millón de
gracias, a que acompaño mis afectuosos respetos.
Soy con todo mi corazón
amigo vuestro, etc.
Valdegamas.
III
París, 23 de abril de 1851.
Señor y querido amigo:
En España recibí la carta en
que me anunciabais la obra que ibais a publicar: a mí se me hacía largo el
tiempo antes de poderla leer, y aquí he recibido vuestra excelente carta del 11
con la obra anunciada en la anterior [Le
ver rongeur des sociétés modernes, ou le Paganisme dans l’éducation].
Vuestra modestia es tanta, que me rogáis que la examine. Pero de una parte el
sinnúmero de visitas, escollo y azote de la vida diplomática, y de otra, las
fiestas religiosas de estos días, no me han permitido examinarla y contestaros.
Excelente es vuestro libro.
Sólo hay dos sistemas en punto a educación: el cristiano y el pagano. El último
nos ha conducido al abismo, del que no saldremos si no es restaurado el primero.
Lo cual quiere decir que convengo enteramente con vos y creo que vuestra obra
debe ser publicada y difundida.
El orden y el estilo son los
que pide el asunto. Vos sois siempre claro, lógico, perspicaz; nadie hasta
ahora ha puesto como vos el dedo en la llaga. Seguid la misma senda, y mereceréis
bien de Dios y de los hombres.
Siento mucho que vuestras
ocupaciones os hayan impedido permanecer aquí algunos días más, porque vuestro
trato y conversación me hubieran sido muy provechosos. Consuélame empero, la
esperanza que me dáis de veros pronto por aquí, Dios quiera que nos conozcamos
personalmente.
Entretanto, no dudéis de la
cordial amistad con que, etc.
LETTRES À MGR GAUME
Protonotaire apostolique
I
Berlin, le 24 août 1849.
Monsieur,
Les mots espagnols que vous
soulignez dans l'inestimable lettre que je viens de recevoir me portent à vous
écrire dans ma propre langue, attendu qu'il m'est très difficile de m'exprimer
avec quelque correction dans les langues étrangères.
Avant tout, je vous dois un
million de remerciements pour la bonté
que vous avez eue de m'envoyer un exemplaire de l'ouvrage dans lequel vous avez
sondé si résolument et si profondément les abîmes de cette société mourante [Où allons-nous ? Coup d’œil sur les
tendances de l’époque actuelle]. La lecture en a été pour moi tout ensemble
extrêmement triste et délicieuse : extrêmement triste par la révélation de
grandes et de formidables catastrophes ; délicieuse par la manifestation
sincère de toute la vérité. La vérité est toujours délicieuse, lors même qu'elle
est triste.
Mes opinions et les vôtres
sont à peu près de tout point identiques. Ni vous ni moi n'avons aucune
espérance. Dieu a fait la chair pour la pourriture, et le couteau pour la chair
pourrie. Nous touchons de la main à la plus grande catastrophe de l'histoire.
Pour le moment, ce que je vois de plus clair, c'est la barbarie de l'Europe et
sa dépopulation avant peu. La terre par où a passé la civilisation
philosophique, sera maudite; elle sera la terre de la corruption et du sang.
Ensuite viendra... ce qui doit venir.
Jamais je n'ai eu ni foi ni
confiance dans l'action politique des bons catholiques. Tous leurs efforts pour
réformer la société par le moyen des institutions publiques, c'est-à-dire par
le moyen des assemblées et des gouvernements, seront perpétuellement inutiles. Les
sociétés ne sont pas ce qu'elles sont à cause des gouvernements et des
assemblées : les assemblées et les gouvernements sont ce qu'ils sont à cause
des sociétés. Il serait nécessaire par conséquent de suivre un système
contraire : il serait nécessaire de changer la société, et ensuite de se servir
de cette même société pour produire un changement analogue clans ses
institutions.
Il est lard pour cela comme
pour tout. Désormais la seule chose qui reste, c'est de sauver les âmes en les nourrissant,
pour le jour de la tribulation, du pain des forts.
En attendant, rien ne
pouvait m'être personnellement plus agréable et plus flatteur que d'obtenir le suffrage
d'un homme aussi éminent que vous et d'entrer en relation avec lui, à
l'occasion des grands bouleversements de l'Europe.
Je vous prie donc avec
instance de vouloir bien agréer l'expression de la reconnaissance avec laquelle
je suis, etc.
II
Madrid, le 31 août 1850.
Mon très cher Monsieur,
À mon retour à Madrid d'un
voyage à Salamanque, j'ai trouvé, avec votre précieuse lettre du 8, les deux opuscules
dont vous me parlez. J'ai lu et La
Profanation du dimanche et L’Europe
en 1848, sur l'organisation du travail, le communisme et le christianisme.
L'un et l'autre m'ont paru
admirables. Il est impossible de renfermer en moins de pages un plus grand nombre
de vérités, de ces vérités dont la puissante vertu suffirait pour nous sauver
et pour sauver les générations futures. Clarté, sobriété, profondeur, génie, toutes
ces qualités brillent dans ces opuscules. Si, comme vous me l'avez annoncé,
vous continuez votre publication, vous serez un des hommes qui auront le plus
contribué à la restauration religieuse et sociale en ce temps-ci.
Vous faites bien d'adresser
vos opuscules plutôt au peuple qu'aux classes moyennes. Ces dernières,
gangrenées jusqu'à la moelle des os, ne sortiront pas de leur léthargie à coups
d'opuscules, mais à coups de catastrophes. Quant au peuple, son mal n'est pas
aussi désespéré; et un homme comme vous, qui lui parle avec amour et
conscience, peut contribuer à l'éloigner des abîmes où il court. J'espère que
Dieu vous secondera dans une entreprise si ardue et si méritoire.
Mon ouvrage sur le
christianisme, le libéralisme, etc., devait être long : un incident le rendra
court. Il doit être publié dans la Bibliothèque
nouvelle. Or, comme les limites de cette bibliothèque sont étroites, et que
je ne veux pas l'envahir, j'ai réduit mon ouvrage, qui, dans le plan primitif,
devait avoir deux ou trois volumes, à un seul volume.
J'aurais vivement désiré que
vous l'eussiez traduit. Vous auriez pu m'être utile non seulement en faisant une
traduction exacte et élégante, mais encore et principalement en m'aidant de vos
lumières, afin que mon œuvre fût moins imparfaite. Obligé par mon sujet à
traiter des matières théologiques dans lesquelles vous êtes si fort et moi si
faible, votre direction m'eût été très utile et même nécessaire. Mais il n'y a
plus de remède : l'ouvrage se traduit en ce moment, il doit paraître en même
temps à Paris et à Madrid. De toute manière je vous dois un million de
remercîments auxquels je joins les compliments les plus empressés.
Votre ami de cœur, etc.
III
Paris, le 23 avril 1851.
Monsieur et cher ami,
J'ai reçu, en Espagne, la
lettre par laquelle vous m'annoncez l'ouvrage que vous allez publier : il me tardait
vivement de pouvoir le lire. Ici j'ai reçu votre excellente lettre du 11, et
l'ouvrage que votre extrême modestie me prie d'examiner [Le ver rongeur des sociétés modernes, ou le Paganisme dans l’éducation].
D'une part, les innombrables visites qui sont l'écueil et le fléau de la vie
diplomatique; d'autre part, les solennités religieuses qui viennent de passer, m'avaient
empêché jusqu'à présent d'examiner votre ouvrage et de répondre à votre lettre.
Votre livre est excellent. Il
n'y a que deux systèmes possibles d'éducation : le chrétien et le païen. La
restauration du dernier nous a conduits à l'abîme où nous sommes, et nous n'en
sortirons certainement que par la restauration du premier. Cela veut dire que
je suis complètement d'accord avec vous, et que je crois que votre ouvrage doit
être publié et répandu.
L'exécution répond au sujet.
Vous êtes toujours clair, logique, perspicace, et personne jusqu'à ce jour n'a
mis aussi décidément que vous le doigt dans la plaie. Marchez dans cette voie,
et vous aurez bien mérité de Dieu et des hommes.
Je regrette bien vivement
que vos occupations vous aient empêché de rester ici quelques jours de plus; votre
conversation m'eût fait grand bien. L'espérance que vous me donnez d'un
prochain voyage à Paris me console. Dieu voudra que nous nous connaissions
personnellement.
En attendant, croyez-moi votre ami de cœur, etc.