miércoles, 19 de octubre de 2022

Robert Lowell y Alberto Girri: Luego de las sorprendentes conversiones

 

AFTER THE SURPRISING CONVERSIONS

 

September twenty-second, Sir: today

I answer. In the latter part of May,

Hard on our Lord's Ascension, it began

To be more sensible. A gentleman

Of more than common understanding, strict

In morals, pious in behaviour, kicked

Against our goad, A man of some renown,

An useful, honored person in the town,

He came of melancholy parents; prone

To secret spells, for years they kept alone—

His uncle, I believe, was killed of it:

Good people, but of too much or little wit.

I preached one Sabbath on a text from Kings;

He showed concernment for his soul. Some things

In his experience were hopeful. He

Would sit and watch the wind knocking a tree

And praise this countryside our Lord has made.

Once when a poor man's heifer died, he laid

A shilling on the doorsill; though a thirst

For loving shook him like a snake, he durst

Not entertain much hope of his estate

In heaven. Once we saw him sitting late

Behind his attic window by a light

That guttered on his Bible; through that night

He meditated terror, and he seemed

Beyond advice or reason, for he dreamed

That he was called to trumpet Judgment Day

To Concord. In the latter part of May

He cut his throat, And though the coroner

Judged him delirious, soon a noisome stir

Palsied our village. At Jehovah's nod

Satan seemed more let loose amongst us: God

Abandoned us to Satan, and he pressed

Us hard, until we thought we could not rest

Till we had done with life. Content was gone.

All the good work was quashed. We were undone.

The breath of God had carried out a planned

And sensible withdrawal from this land;

The multitude, once unconcerned with doubt,

Once neither callous, curious nor devout,

Jumped at broad noon, as though some peddler groaned

At it in its familiar twang: “My friend,

Cut your own throat. Cut your own throat. Now! Now!”

September twenty-second, Sir, the bough

Cracks with the unpicked apples, and at dawn

The small-mouth bass breaks water, gorged with spawn.

ROBERT LOWELL

 

 

LUEGO DE LAS SORPRENDENTES CONVERSIONES

 

Veintidós de septiembre, Señor: hoy

contesto. Hacia fin de mayo,

durante la Ascensión de Nuestro Señor, comenzó

a ser más sensible. Un caballero

de inteligencia más que común, estricto

en la moral, piadoso en la conducta, resistiose

en contra de nuestro aguijón. Un hombre de cierta fama,

una persona de provecho, honrada en la ciudad,

provenía de padres melancólicos; propensos

a secretos arrobamientos, durante años vivieron apartados;

su tío, creo, murió de eso:

buena gente, pero de demasiada o de poca agudeza.

Un domingo prediqué sobre un texto de los Reyes;

y él demostró preocupación por su alma. Algunas cosas

de su experiencia daban esperanzas. Se sentaba

a observar el viento golpeando un árbol,

y alababa este campo que nuestro Señor ha hecho.

Una vez, cuando murió la ternera de un pobre hombre,

él dejó un chelín en el umbral; aunque la sed

de amar lo sacudía como una serpiente, no se atrevió

a abrigar demasiadas esperanzas sobre su lugar

en el cielo. Una vez lo vimos sentado hasta tarde

detrás de la ventana de su desván a la luz de una vela

que goteaba sobre su Biblia; durante esa noche

meditó el terror, y pareció estar

más allá de consejos o razones, porque soñaba

que había sido llamado para hacer sonar la trompeta el Día del Juicio

en Concord. Hacia fin de mayo

se degolló. Y aunque el juez

lo declaró loco, pronto una malsana excitación

paralizó nuestra aldea. A la señal de Jehová

Satán pareció haberse desatado más entre nosotros: Dios

nos abandonó a Satán, y él nos acosó duramente

hasta que pensamos que no podríamos tener tregua

si no terminábamos con la vida. La tranquilidad había desaparecido.

Todo el buen trabajo quedó anulado. Estábamos deshechos.

El hálito de Dios, con un planeado

y sensato designio, se había retirado de esta tierra;

la multitud, una vez indiferente a las dudas,

una vez ni insensible ni curiosa ni devota,

brincaba en pleno mediodía, como si cualquier buhonero

gimiese con su dejo familiar: “Amigo,

degüéllate. Degüéllate. ¡Ahora! ¡Ahora!”

Veintidós de septiembre, Señor, la rama

cruje por las manzanas no recogidas, y al amanecer

la perca de boca pequeña salta en el agua, atiborrada de huevas.

Traducción y notas de ALBERTO GIRRI

 

V. 6 y 7. kicked against our goad: “Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos de los Apóstoles 26:14). Lowell no solamente se ha inspirado sino que ha seguido casi en forma literal un trozo de Narrative of Surprising Conversions, del predicador y teólogo Jonathan Edwards, publicado en Londres (1737), donde en forma de carta dirigida al Reverendo Benjamin Colman, de Boston, se narran las conversiones que se produjeron en la aldea de Northampton, en Nueva Inglaterra, luego de una prédica de Edwards acerca de la necesidad de que cada hombre ha de llevar una vida moral y justa, y de cómo, a raíz del suicidio de uno de los feligreses, ese fervor religioso viose arrastrado por una terrible convulsión en la vida de todas esas gentes, cual si el demonio se hubiese apoderado de la aldea.