sábado, 28 de agosto de 2021

Novalis y Jean Gebser: Fragmentos

ENTRE todas las obras del conde Friedrich von Hardenberg-Novalis son los Fragmentos sus escritos más importantes. Los concibió según cierto plan para que más tarde formasen una biblia científica que sea ejemplo y germen reales e ideales para todos los libros. Sobrevino una muerte temprana (murió el año 1801 a la edad de veintinueve años), de modo que este montón de más de dos mil fragmentos no llegó a formar una obra completa. Nos quedó sólo un conglomerado de apuntes y de frases a veces hasta insignificantes, juveniles, sin formación ni ordenación algunas. Entre aquéllos, sin embargo, se encuentra cierto número que deja entrever rasgos geniales. Digo genial, entendiendo por tal no a un empírico, sino a un hombre capaz de saltar por encima de cualquier experiencia, dando con resultados y hechos, anticipándolos, adivinándolos de un modo certero. No hay duda de que esto sucedió en Novalis. Aparte de su profunda religiosidad, de la cual brotaron unas Canciones religiosas de gran intensidad y belleza, aparte de que él, sosteniéndose en esta religiosidad, concibió el mundo como un ente total, rompiendo con toda herencia filosófica, más que milenaria, es Novalis, con Schelling y Hölderlin, el primero en fraguar los cimientos de un concepto nuevo del mundo, que hoy día, corroborado por experiencias, va cundiendo cada vez más.

A menudo se suele oponer Hölderlin a Novalis. Los que así proceden se fundan en el ambiente aparentemente pagano de la obra del autor de Hiperión. Olvidan que este ambiente no tiene importancia alguna para el aprecio del valor esencial de Hölderlin, como tampoco el escenario medieval del Heinrich von Ofterdingen puede influir en el enjuiciamiento verdadero de Novalis. En ambos poetas este acto de crear un ambiente extraño al de su tiempo es un expediente puramente romántico: la trasplantación de los sucesos exteriores a un nivel que mejor corresponda o menos estorbe la manifestación de un nuevo sentimiento de vida que por medio de ellos querría exteriorizarse. Es cierto que este sentimiento, presentido ya en parte por Leibniz y Goethe, se manifestó lo mismo en Novalis que en Hölderlin, pero en ambos sólo de una manera poco consciente. Novalis se limitó a unas afirmaciones más o menos abstractas e intelectuales: sus Fragmentos. Le falta cierta intensidad humana, aunque no carezca de sensibilidad y religiosidad iguales a las de Hölderlin. Pero éste, sobrellevando una muerte casi el mismo año que Novalis se entregó a la suya, llega a humanizar, ya estando tras ella, un concepto del mundo que no reconoce límites intermedios, mientras que Novalis lo adivinó de una manera puramente cerebral. Si Hölderlin en una de las poesías de sus últimos tiempos dice:

Und herrlich ist die Luft in offenen Räumen.

Das weite Tal ist in die Welt gedehnet,

Und Turm und Hang an Hügeln angelehnet

(y es magnífico el aire en los espacios abiertos;

el ancho valle está dilatado en el mundo

y torre y ladera en las colinas se reclinan),

no indican estos versos otra cosa que la expresión de un sentimiento absolutamente nuevo del mundo, que le sitúa a gran distancia de los llamados clásicos, acercándole, emparentándole con Novalis. De la amplitud de aquellas palabras no hay más que un solo paso para llegar a la frase: Leben ist Tod, und Tod ist auch ein Leben. (La vida es muerte, y la muerte también es una vida). Esta sentencia de Hölderlin bien puede considerarse como variación de un tema calderoniano, variación que Novalis inició y que sigue hasta el día.

Estriba la diferencia entre Novalis y Hölderlin, como acabamos de ver, en sus distintas actitudes. Hölderlin llegó a verificar por medio de su propia vida lo difícil que es la empresa de vivir anticipadamente ideas que todavía no están desarrolladas en los coetáneos. Novalis, en quien todo quedó reducido a lo fragmentario, supo exteriorizar ejemplos y gérmenes que después de más de un siglo están engendrando casi todos los libros que forman los fundamentos del mundo venidero.

La selección siguiente de los Fragmentos abarca unos cuantos que fueron publicados por primera vez pocos años ha. Cuando Novalis murió, se encargaron los hermanos Schlegel de editar sus obras póstumas, de las cuales formaron parte casi todos los fragmentos. (También publicaron la obra de Hölderlin, no obstante que éste vivía todavía en su apartamiento.) Quizá sea significativo que el interés redivivo tanto por Hölderlin como por Novalis date sólo del tercer lustro de nuestro siglo. En esta época estaban recién comprobadas por hechos, experiencias e investigaciones gran número de las ideas y relaciones anticipadas por Novalis, y, por otra parte, se despertó también en Alemania una nueva conciencia, interrumpida, mas no apagada, por la guerra de 1914. Fue entonces cuando se editaron por primera vez los últimos poemas de Hölderlin. Estos volvieron a publicarse en 1923 notablemente aumentados. El mismo año edita L. P. Landsberg su selección de los Fragmentos bajo el título Escritos religiosos, a la cual siguió, en 1929, la edición más completa hasta la fecha, aunque arbitrariamente ordenada.

JEAN GEBSER

Revista Cruz y Raya nº 39.

Madrid, junio de 1936.

 

FRAGMENTOS de esta clase son semillas literarias. Bien puede ser que se encuentre entre ellas algún grano vacío, ¿pero qué importa si una no prende?

Experiencias aisladas son como fragmentos.

Toda ceniza es polen — y su cáliz el cielo.

 

LA filosofía es de raíz anti-histórica. Del porvenir y de lo necesario se vuelve hacia la realidad, siendo ciencia del sentido general de la adivinación. Explica el pasado por medio del futuro, lo que ocurre al revés con la historia. (Observa todo de una manera aislada, en estado natural, sin conexiones.)

El filósofo vive de problemas como el hombre de manjares. Un problema insoluble es un manjar indigesto. Lo que los condimentos son para los manjares, las paradojas para los problemas. Verdaderamente solucionado está un problema cuando se ha destruido como tal. Lo mismo en los manjares. Lo que se sale ganando en ambos casos es la actividad que por ellos se origina. Pero hay problemas nutritivos, como existen manjares nutritivos, cuyos elementos llegan a provocar un acrecentamiento de mi inteligencia. Por el acto de filosofar, siempre que sea una operación absoluta, se mejora continuamente mi inteligencia además de renovarse sin cesar —lo que no tienen lugar en los manjares sino sólo hasta cierto punto. Una mejoría rápida de nuestra inteligencia es tan peligrosa como un fortalecimiento rápido. El ritmo propio de la salud y de la mejoría es lento, aunque haya también aquí, según las diferentes constituciones, grados diversos de velocidad. Así como no comemos para suministrarnos materias extrañas y absolutamente nuevas, tampoco filosofamos para dar con verdades extrañas y absolutamente nuevas. Filosofamos exactamente por el porqué del vivir. Supuesto el caso que se llegase un día a vivir sin alimentos dados, entonces se llegaría también a filosofar sin problemas dados —si es que no han logrado ya algunos este fin.

¿No sería posible que hubiera un cielo en la filosofía, es decir, un caudal infinito de fuerza sistematizadora?, siempre bajo el supuesto de un cuerpo central infinito que no fuese otro que el cielo mismo donde vivimos, oscilamos y estamos.

Las ideas de Platón: habitantes de la fuerza pensante, del cielo interior.

Nada más accesible al espíritu que lo infinito.

El lenguaje significa para la filosofía lo mismo que para la música o para la pintura: de ninguna manera es el medio adecuado de la representación.

Si la insolubilidad constituye el carácter de un problema dado, lo solucionaremos si demostramos su insolubilidad. (Sabemos bastante de a al saber que su predicado es a.)

Toda desesperación es determinista — pero también el determinismo es un elemento del universo o sistema filosófico. La desmembración y la creencia equivocada en la realidad de los elementos es el origen de la mayoría de los errores, si no de todos los que hasta el día surgieron.

 

NUESTRA vida no es sueño, pero tiene que volverse sueño y quizás llegará a serlo.

La vida es una enfermedad del espíritu, una acción apasionada.

Quien conciba la vida de otra manera que como una ilusión que se aniquila a sí misma, es aún prisionero de la vida.

Caso de que existiese una esfera más sublime, sería la que está entre el Ser y el No-ser, sería un estar entre los dos —algo inefable; aquí tenemos la noción: la vida.

La vida es principio de la muerte. La vida es por la muerte. La muerte es al mismo tiempo final y comienzo, separación y unión, más íntima, consigo mismo. Con la muerte se acaba la limitación.

Morir es una actitud genuinamente filosófica.

La muerte es una victoria sobre sí mismo —la cual, como todo vencimiento de sí mismo, proporciona una nueva existencia más fácil.

Como seres terrestres aspiramos al perfeccionamiento espiritual, hacia el cuerpo. Como seres no terrestres, sino espirituales, aspiramos al perfeccionamiento terrestre, hacia el cuerpo. Solamente por medio de la moral logramos los dos fines. Un demonio que pueda aparecer, efectivamente aparecer, tiene que ser un espíritu bueno. Tiene que ser lo mismo que el hombre que sabe efectuar maravillas verdaderas, y que verdaderamente sepa tratar con los espíritus. Un hombre que se vuelve espíritu es al mismo tiempo espíritu que se vuelve cuerpo. Esta especie más sublime de la muerte —si se me permite hablar de este modo— no tiene nada que ver con la muerte común; será algo que podemos llamar transfiguración.

 

LA ocupación del hombre es el ensanchamiento de su existencia hacia lo infinito.

¿Tienen todos los hombres que ser hombres? Bien puede ser que haya seres con estatura humana completamente diferentes de los hombres.

El hecho de pensar con tanto desprecio de nuestros progresos, de nuestro nivel, es una fuerte prueba de lo adelantado que ya estamos.

El hombre: una metáfora.

El hombre es un sol, y sus sentidos son los planetas.

Describir hombres ha sido imposible hasta ahora por no saber lo que el hombre es. Cuando se sepa lo que es, se sabrá también describir genéticamente a los individuos.

Hace falta que no seamos meramente hombres, sino más que hombres. O dicho de otra manera: ser hombre es tanto como ser Universo. No es nada determinado. Tiene y debe ser al mismo tiempo algo determinado e indeterminado.

Soñamos viajes a través del Universo: pero, ¿no está el Universo dentro de nosotros? No conocemos las profundidades de nuestro espíritu. —Hacia dentro va el camino misterioso. En ninguna parte, sino dentro de nosotros, está la eternidad con sus mundos, el pasado y el porvenir.

El hombre progresa sucesivamente, más ligero a cada paso, creciendo el espacio a medida de la velocidad adquirida.

La fuerza se deja reemplazar por el equilibrio, y todo hombre tiene que sostenerse en equilibrio por ser éste el estado genuino de la libertad.

Los dolores deben ser soportables por el solo hecho de ser nosotros mismos los que los originamos, pues no sufrimos más que en la medida en que somos activos en el sufrir.

Hay que estar orgulloso del dolor —cada dolor es un recuerdo de nuestro alto rango.

La humanidad es, por así decirlo, el sentido más excelso de nuestro planeta, el ojo que levanta hacia el cielo, el nervio que une este miembro con el mundo superior.

A la humanidad le toca desempeñar un papel humorístico.

Quien busca, duda. Pero el genio dice de una manera franca y certera lo que ve desarrollarse dentro de sí mismo, porque no es captado por la representación de lo que ve, y, por consiguiente, tampoco ésta es cautiva del genio. Al contrario, parecen concordar libremente su contemplación y lo contemplado, uniéndose desembarazadamente para una obra.

 

LO desconocido, lo misterioso, es resultado y comienzo de todo. (Conocemos sólo lo que a sí mismo se conoce.) Lo que no se comprende, se halla en un estado imperfecto y tiene que ser paulatinamente hecho comprensible. La Naturaleza es incomprensible per se.

EL mundo es el resultado de una inteligencia infinita, y nuestra propia pluralidad interior es el fundamento del concepto del mundo.

Toda marcha está en su ritmo: habiendo comprendido la del mundo, se comprende el mundo.

Cada línea es un eje del mundo.

Todo parece que fluye hacia nosotros porque salimos de nosotros. Somos negativos porque queremos. Cuanto más positivos nos volvemos, tanto más negativo se vuelve el mundo que nos rodea, hasta que, por fin, no haya ninguna negación, sino que seamos todo en el todo.

El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros.

El espacio traspasa al tiempo como el cuerpo al alma.

Tiempo es espacio interior. —Espacio es tiempo exterior.

 

BUSCAMOS por todas partes lo no causado y siempre tropezamos con causas o cosas.

Acomodarse a las cosas o que se acomoden las cosas a nosotros, es lo mismo.

 

LA propiedad, según nuestro concepto jurídico, es sólo una noción positiva, es decir, una noción que cesará tan pronto como cese el estado de barbarie. El derecho positivo tiene que tener fundamentos positivos a priori. Propiedad es aquello que nos da la posibilidad de exteriorizar nuestra libertad en el mundo de los sentidos.

 

LA mayoría de los que estudian la revolución, especialmente los inteligentes y nobles, la han declarado enfermedad mortal y contagiosa. Se han parado en los síntomas, interpretándolos y mezclándolos de una manera abundante. Algunos la consideraron sólo como un mal local. Los adversarios más avisados insistieron en su castración. Bien se daban cuenta de que esta supuesta enfermedad no era nada menos que crisis de pubertad.

La hipótesis antigua de que los cometas fueron las antorchas de la revolución del universo, es valedera también para otra clase de cometas que periódicamente revolucionan y rejuvenecen el universo intelectual. El astrónomo espiritual nota desde hace mucho la influencia de un tal cometa sobre una parte considerable del planeta espiritual, parte que llamamos la humanidad. Inundaciones fuertes, cambios de climas, alteraciones del centro de gravedad, tendencia general a fundirse, meteoros singulares son los síntomas de esta incitación aguda cuyas consecuencias decidirán el contenido de una nueva era mundial. Tan necesario como pueda ser poner todo en marcha durante ciertos períodos para crear nuevas mezclas indispensables y facilitar nuevas cristalizaciones más puras, tan imprescindible es, por otra parte, mitigar esta crisis y obstaculizar la fusión total para que quede un trozo, un núcleo al cual se una la nueva materia y forme alrededor de él nuevas formas hermosas. Que lo sólido se contraiga cada vez más sólidamente para que disminuya el calórico superfluo —y tampoco se ahorre esfuerzo alguno para evitar el ablandamiento de los huesos y la descomposición de la fibra típica.

¿No sería un disparate hacer permanente una crisis, creyendo que el estado febril es el verdadero y sano, aquel cuya duración importara mucho al hombre? ¿Quién, por otra parte, osa dudar de su necesidad, de su bienhechora eficacia ?

 

LA república es un estado filosófico. Republicanismo es filosofismo político.

La comunicación más íntima de todos los conocimientos, una república científica, he aquí el fin sublime del sabio.

 

NUESTRO pensar fue hasta el día meramente mecánico, discursivo, atomístico o intuitivo tan sólo, dinámico. Acaso ha llegado ahora la época de la unión.

Pensar es un movimiento muscular.

No sólo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa.

También nuestros pensamientos son factores eficaces del Universo.

Quizá sea el pensar una fuerza demasiado rápida, demasiado inmensa para ser eficaz; o las cosas son buenas conductoras (o no-conductoras) de la fuerza pensante.

 

LA separación entre el poeta y el pensador es sólo aparente y desventajosa para ambos. Es indicio de enfermedad y de constitución enfermiza.

El verdadero poeta es omnisciente; es un mundo verdadero en pequeño.

El poeta comprende la naturaleza mejor que el sabio.

El poeta se sirve de las cosas y palabras cual teclas, y la poesía entera se funda en una asociación activa de ideas, en una azarosa producción automática, intencional e ideal.

El poeta ordena, reúne, escoge, inventa —y a él mismo se le escapa por qué lo hace, exactamente, de ésta y no de otra manera.

La poesía es una parte de la técnica filosófica.

El mundo humano es el órgano común de los dioses. La poesía les une con nosotros.

Cuentos, sin conexión, pero con asociación, como los sueños. Poesías, meramente armoniosas y llenas de palabras bellas, pero también sin sentido ni conexión —a lo más estrofas sueltas inteligibles— como nada más que fragmentos de cosas diversísimas.

Un poema tiene que ser tan absolutamente inagotable, como un hombre o una buena sentencia.

La poesía es el héroe de la filosofía. Ésta la eleva como principio, mostrándonos su valor. La filosofía es la teoría de la poesía que nos enseña lo que la poesía es, a saber: una cosa y todas las cosas.

El pensador sabe hacer, de cada cosa, el todo. El filósofo se vuelve poeta. El poeta representa sólo el grado más sublime del pensador o de aquél que en vez de pensar, siente.

Comprendo que la poesía no tiene que provocar afecciones. Estas son absolutamente algo fatal, como las enfermedades. La retórica misma es un arte falso siempre que no sea metódicamente empleada en la curación de los estados patológicos de un pueblo o de la locura. Las afecciones son medicinas —no hay que jugar con ellas.

La poesía es el gran arte de construir la salud trascendental. El poeta, por consiguiente, es el médico trascendental.

 

LA medicina tiene que llegar a ser algo muy distinto de lo que hoy día es: ciencia del arte de vivir y ciencia natural de la vida.

El aire es también órgano del hombre, como la sangre.

Tan acertadamente como se deducen causas corporales de meteoros espirituales y de los movimientos extraordinarios y violentos, intentando con buen éxito hacer desaparecer el estado patológico por medios corporales, de la misma manera se puede proceder en los males corporales, partiendo del lado psíquico, mitigando y haciendo desaparecer por funciones y efectos psíquicos estos síntomas; la misma influencia que el cuerpo ejerce sobre el alma, ejerce ésta sobre aquél. La mayoría de las enfermedades son complejas y hay que buscar el foco del mal a la vez en el alma y en el cuerpo, tanto en las partes consistentes como en los humores.

 

LAS enfermedades son un objeto sumamente importante para la humanidad, pues es su número tan inmenso y tan grande la lucha que cada hombre tiene que sostener con ellas. Todavía conocemos de una manera muy incompleta el arte de ponerlas a nuestro servicio. Es probable que sean el estímulo y el objeto más interesantes de nuestra reflexión y de nuestra actividad. De seguro se podrán obtener en este terreno frutos infinitos, especialmente, a lo que me parece, en el intelectual, en el moral, en el religioso y en no sé qué campo maravilloso más. ¿Llegaré a ser el profeta de este arte?

¿No sería posible curar enfermedades por medio de enfermedades?

Nuestras enfermedades son todas fenómenos de una sensibilidad más elevada, que quisieran transformarse en fuerzas superiores.

El ser de la enfermedad es tan oscuro como el de la vida.

Tenemos que considerar las enfermedades como locuras orgánicas, o sea, al menos en parte, como ideas fijas.

 

ES extraño que el interior del hombre haya sido observado tan escasamente hasta el día, y que haya sido tratado de una manera tan poco intelectual. La llamada psicología pertenece también a las larvas que ocupan hoy aquellos lugares del santuario donde tendrían que estar las verdaderas imágenes de los dioses. Cuán poco se ha utilizado la física para el alma, cuán poco el alma para el mundo exterior. Inteligencia, fantasía, razón, éstos son los pobres armazones del Universo dentro de nosotros. De sus fusiones maravillosas, de sus formaciones y de sus transiciones, ni una palabra. A nadie se le ocurre buscar fuerzas nuevas, nunca mentadas, ni escudriñar sus intrincamientos. Quién sabe qué clase de uniones y generaciones maravillosas están por llegar aún en nuestro interior.

 

LOS sueños son de gran importancia para los psicólogos —también para los historiadores de la humanidad. Los sueños contribuyeron muchísimo a su civilización y educación. Por eso el gran aprecio que los antiguos hicieron de los sueños.

Parece ser el sueño una perturbación del mundo orgánico por el inorgánico.

El sueño es un estado mixto del cuerpo y del alma. En él están ambos químicamente ligados; esparcida el alma homogéneamente por el cuerpo todo, el hombre se halla neutralizado. La vigilia es un estado de escisión, un estado extremo, en el que el alma se halla cercada, localizada.

El sueño es digestión del alma: el cuerpo digiere al alma.

Dormir es digerir las impresiones sensitivas. Los sueños son excreciones; se originan por el movimiento peristáltico del cerebro.

Quizá se origina ahora la necesidad del sueño por la desproporción entre los sentidos y el resto del cuerpo. El sueño tiene que reparar las consecuencias de una excitación excesiva de los sentidos en beneficio del resto del cuerpo. El sueño lo conocen sólo los habitantes del planeta. Un día el hombre dormirá continuamente al tiempo que vela. La mayor parte de nuestro cuerpo, de nuestra humanidad misma, duerme aún un sueño profundo.

Cuando soñamos que soñamos es que ya nos vamos acercando al despertar.

 

LA ciencia es sólo una mitad. La otra mitad es la fe. —En todo saber hay fe. —Todo saber desde lejos es fe. —Todo saber empieza por la fe y acaba en ella.

La fe es la sensación del saber; la idea es el saber de la sensación. El pensamiento, el pensar, predominan en el saber, como el sentir en la fe.

De la fe depende el Mundo. Fe y prejuicio son una misma cosa. Tal como acojo una cosa, tal es ella para mí.

 

CUANDO nuestra inteligencia y nuestro mundo armonizan, nos igualamos a Dios.

Nos imaginamos a Dios de una manera personal, como también nos figuramos a nosotros mismos de esta manera. Dios es tan absolutamente personal e individual como nosotros —pues lo que llamamos nuestro yo no es verdaderamente nuestro, sino su reflejo.

Dios quiere dioses.

Hay que separar a Dios de la Naturaleza. Dios no tiene nada que ver con ella. Él es la meta de la Naturaleza, aquello con lo cual tendrá un día ésta que armonizarse

Todo lo que llamamos azar proviene de Dios.

Hay que buscar a Dios entre los mortales. El espíritu del cielo se revela del modo más nítido en los sucesos humanos, en nuestros pensamientos y en nuestros sentires.

Comprenderemos el mundo cuando nos comprendamos a nosotros mismos, porque él y nosotros somos mitades integrantes. Somos hijos de Dios, gérmenes divinos. Un día seremos lo que nuestro Padre.

Es extraordinario que los dioses de tantas religiones parezcan amantes de la fealdad.

 

PARA los antiguos la religión era ya hasta cierto punto lo que tendrá que llegar para nosotros: poesía práctica.

Parece que todas nuestras inclinaciones no son otra cosa que religión aplicada. El corazón figura poco más o menos el órgano de la religión. Quizá su producto más sublime no sea otro que el cielo.

Para el verdaderamente religioso nada hay que sea pecado.

Amor absoluto, independientemente del corazón, fundado en la fe, esto es religión.

La llamada religión de los filisteos actúa como una planta opiácea: de una manera excitante, narcótica, aplacadora de dolores que provienen de debilidad.

Todo sentir absoluto es religión.

 

EL cielo es el alma del sistema solar y éste su cuerpo.

Por mediación de un contacto se origina una sustancia cuyo efecto dura tanto tiempo como el contacto mismo. Ésta es la causa de toda modificación sintética del individuo. Hay, sin embargo, contactos unilaterales y contactos recíprocos. Aquéllos motivan a éstos.

Estamos encargados de una misión: la de formar la tierra.

Lo pesado proviene del espíritu.

Todo cuerpo transparente se encuentra en un estado más sublime —parece tener una especie de conciencia.

El bien mayor es la fuerza de imaginación.

No hay duda de que nuestro cuerpo es un río encauzado.

¿Serán los cuerpos del sistema solar petrificaciones?, acaso de ángeles.

Los azares de nuestra vida son materiales con los cuales podemos hacer lo que queramos.

Cada empresa tiene que ser tratada artísticamente, si se quiere que salga bien y de una manera segura, duradera y absolutamente conveniente.

Un inglés es una isla.

Nada más reconfortante que hablar de nuestros deseos cuando ya están realizándose.

Las novelas sentimentales pertenecen a la disciplina médica, es decir: a las historias clínicas.

¿Por qué no tenemos un sentido eléctrico o magnético?

Problema: si la Naturaleza no se habrá modificado esencialmente con la civilización creciente.

¿Qué es una ley sino expresión de la voluntad de una persona querida y valiosa?

Darwin hace la observación que la luz nos ciega menos al despertar si hemos soñado con cosas visibles. ¡Qué bien para aquellos que ya aquí sueñan con ver! Antes podrán soportar la gloria de aquel otro mundo.

Un instinto absoluto de perfección e integridad es una enfermedad tan pronto como se muestre destructor y nocivo para lo que es imperfecto e incompleto.

La verdad es un error total como la salud una enfermedad también total.

Si pregunto por lo que una cosa es, entonces pregunto por su idea y por su aspecto; es decir, pregunto por mí mismo.

Generalmente se comprende mejor lo artificial que lo natural. Hace falta más genio, pero menos talento para lo sencillo que para lo complicado.

La destrucción del aire equivale a la implantación del reino divino.

El sentimiento moral es un sentimiento de la facultad absolutamente creadora, de la libertad productiva, de la personalidad infinita, del microcosmos y de la divinidad propia de dentro de nosotros.


 

 

viernes, 27 de agosto de 2021

François Coppée y Teodoro Llorente: San Vicente de Paúl

MONSIEUR VINCENT DE PAUL

 

Monsieur Vincent de Paul, aumônier des galères,

Vieux prêtre humble de cœur et de mœurs populaires,

Quand il vient à Paris, demeure à l’hôpital

Du couvent qu’a fondé Madame de Chantal.

Sa chambre n’a qu’un lit et deux chaises de paille,

Et l’unique tableau pendu sur la muraille

Représente la Vierge avec l’enfant Jésus.

Tout entier aux projets pieux qu’il a conçus,

Le saint prêtre, est toujours en course ; il se prodigue,

Et revient tous les soirs, épuisé de fatigue.

Le zèle ne s’est pas un instant refroidi

De l’ancien précepteur des enfants de Gondi.

Quand il a visité la mansarde indigente,

Il s’en va demander l’aumône à la Régente.

Il sollicite, il prie, il insiste, emporté

Par son infatigable et forte charité,

Recevant de la gauche et donnant de la droite.

Pourtant il est malade et vieux ; et son pied boite,

Car, afin d’obtenir la grâce qu’il voulait,

Il a traîné six mois la chaîne et le boulet

D’un forçat innocent dont il a pris la place.

Déjà dans les faubourgs la pauvre populace,

Qui connaît bien son nom, et qui le voit passer

Le long des murs, alors qu’il vient de ramasser

Un nouveau-né jeté sur la borne et qu’il sauve,

Commence à saluer ce bonhomme au front chauve

Et le suit en chemin d’un œil reconnaissant.

 

Mais ce soir, vers minuit, le bon monsieur Vincent,

Regagnant son logis chez les Visitandines,

Au moment où les sœurs sont à chanter matines,

Traîne son pied boiteux d’un air découragé,

Tout le jour, bien qu’il soit souffrant, qu’il soit âgé,

Sous une froide pluie il a couru la ville.

Certes, on l’a reçu d’une façon civile ;

Mais il demande trop, même aux meilleurs chrétiens,

Pour ses enfants trouvés et ses galériens ;

Et plus d’un poliment déjà s’en débarrasse.

Tout l’argent de la reine est pour le Val-de-Grâce,

Et Mazarin, si fort pour dire : « Je promets »,

Devient, en vieillissant, plus ladre que jamais.

C’est donc un mauvais jour ; mais enfin le pauvre homme

Revient en se disant qu’il va faire un bon somme.

Il se hâte, parmi la bruine et le vent,

Lorsque, arrivé devant la porte du couvent,

Il aperçoit par terre et couché dans la boue

Un garçon d’environ dix ans ; il le secoue,

L’interroge ; l’enfant depuis l’aube est à jeun,

N’a ni père ni mère, est sans asile aucun,

Et répond au vieillard d’une voix basse et dure.

 

« Viens ! » dit Vincent, mettant la clef dans la serrure.

 

Et prenant dans ses bras l’enfant qui le salit,

Il monte à sa cellule et le couche en son lit ;

Puis, songeant qu’à minuit, en janvier, le froid pince

Et que sa courtepointe est peut-être bien mince,

Il ôte son manteau tout froid du vent du nord

Et l’étend sur les pieds du petit qui s’endort.

Alors, tout grelottant et très mal à son aise,

Le bon monsieur Vincent s’accouda sur sa chaise,

Et, devant le tableau pendu contre le mur,

Il pria. Mais, soudain, la madone au front pur,

Qui parut resplendir des clartés éternelles,

S’anima. Dans ses yeux aux profondes prunelles,

Brillèrent des regards qu’ils n’avaient jamais eus,

Et, dégageant son cou des bras du doux Jésus

Qu’elle tenait d’abord serré sur son épaule,

Elle tendit l’enfant à saint Vincent de Paule

Et, d’un accent rempli de céleste bonté,

Lui dit : « Embrasse-le. Tu l’as bien mérité ».

FRANÇOIS COPPÉE


SAN VICENTE DE PAÚL

 

Vicente de Paúl es un piadoso

y anciano capellán de las Galeras,

de corazón humilde y candoroso,

de caridad sin tregua y sin reposo,

y franco y popular en sus maneras.

En París, cuando viene,

le prestan unas monjas aposento

en el hospitalillo del convento:

cama y dos sillas duras allí tiene,

y por todo regalo y todo aliño,

un cuadro de la Virgen con el Niño.

A merced del impulso que en él arde,

trajina haciendo bien mañana y tarde.

Si visitó con paternal cariño

la guardilla indigente,

a Palacio después sin vano alarde

va y demanda limosna a la Regente.

Pide, ruega tenaz, su empeño muestra,

por todos los que sufren se desvive,

y da con santo afán su mano diestra

lo que la otra recibe.

Pero está cada día

más viejo, más enfermo, y anda cojo.

Por alcanzar su caridad ardiente

la gracia que pedía

para un forzado, que juzgó inocente,

tomó su puesto, y con amarga pena

seis meses arrastró, cansado y flojo,

la bala de cañón y la cadena.

Allá en los populosos arrabales,

las gentes que le ven volver sombrío

a la ciudad, y entrar por los portales

llevando en el manteo arrebujado

algún recién nacido yerto y frío

que halló en cualquier rincón abandonado,

y de la muerte salva,

van repitiendo el nombre

del viejecillo aquel de cerviz calva,

y son amigas ya de tan buen hombre.

 

Pero esta noche, cuando el toque lento

retumba de las doce campanadas,

y las monjas entonan los maitines,

vuelve triste Vicente a su convento,

arrastrando las piernas, fatigadas

de tanto andar con fracasados fines.

Corrió París entero sin fortuna,

sufriendo lluvias y pisando lodos;

no le reciben mal en parte alguna;

pero tanto pidió, que casi todos

van haciéndose atrás con buenos modos.

La Reina guarda todo su dinero

para la Val-de-Gracia; Mazarino,

en prometer ligero,

cada vez, para dar, es más mezquino.

Mala fue la jornada;

pero el anciano, de alma resignada,

piensa echar un buen sueño, y más erguido,

apresura el regreso a su posada.

 

Al llegar a la puerta, ve un chicuelo

en el lodo tendido;

y se inclina sobre él con santo celo.

Aletargado está y entumecido;

lo llama, lo acaricia, ruega, insiste...

¡Pobre muchacho! ¡qué vivir tan triste!

Llevársele los padres a Dios plugo;

no tiene hogar ni albergue;

no comió en todo el día un mal mendrugo.

 

Al llamamiento de Vicente suave,

la frente adusta yergue,

y contesta con voz áspera y dura.

"Ven", dice el viejo, y la oxidada llave

mete en la rechinante cerradura.

 

En los brazos tomando sin reproche

al niño aquél, que suciedad derrama,

 

 

subió a su celda y lo acostó en su cama;

y pensando después que a medianoche

es febrero muy frío, y que está helado

el huérfano infeliz mal arropado,

lleno de buen deseo

tiende a sus pies el húmedo manteo.

 

El, tiritando trémulo, se sienta

en incómoda silla,

frente al cuadro que hermosa representa

la Virgen sin mancilla,

y comienza a rezar. ¡Oh maravilla!

Anímase la Imagen; con destello

dulcísimo sus ojos parpadean;

separa blandamente de su cuello

los brazos de Jesús, que lo rodean;

a San Vicente de Paúl ofrece

el Niño que sonríe y resplandece,

y le dice con labio conmovido:

—"Toma: Bésalo tú; lo has merecido".

Traducción de TEODORO LLORENTE