IMAGINARIO BRINDIS A ALEJANDRO SIRIO
Aunque lo pronuncio con S
-ya que no he nacido ceceoso a la española y como algunos campesinos de Buenos
Aires- lo admiro a Alejandro Cirio, pues vi desde temprano que era una de las
personas con quien la comparación de favorecimientos personales me era más
ventajosa: era más bajito que yo, menos existente, más grueso, no entendía
como yo de música, en metafísica no había para qué esperarlo en ninguna esquina
y además no había conseguido lo que yo sí, lo que pocos tenorios seductores han
conseguido: que ninguna mujer se meta con uno.
Estas superioridades duran,
pues no creo que vuelva de París más alto, más delgado, más exento de ser, más
músico, más metafísico, más ininterrumpido por mujeres que yo.
Por eso no he faltado a este
desayuno y concurriré al banquete que se anuncia, el banquete de comer que me
dicen va a estrenarse por fin. Además, tengo afán de presentar en dicho
banquete los dos menús que he combinado y que faltaban: el de la comidita de
prudencia que nos dan previamente en casa si esa noche hemos de asistir a un
banquete y el de la comilona para dos con que debe reconfortarse a ambos
contenedores de un duelo a muerte, que después de una emoción tan grande
necesitan restaurarse más que nunca: el anormal apetito de los sobrevivientes
es muy conocido y ha sido celebrado y detallado en todas las novelas de
aventuras, tan novelescas.
Brindo corto con brindis de
desayuno y reservo el de comer para su largo ocurrir anunciado, y me declaro su
igual en Dibujo, pues si bien él es pleno dueño en el exquisito arte yo soy por
entero dueño de mí mismo ante la más suprema obra del genio plástico: con telas
y dibujos no entiendo ni siento y también en este renglón se mantiene la
comparación con él, ya aludida, y continúa mi admiración personal de él.
He dicho.
Sirio agradeció y observó:
"que era profundamente certero y admirativo este brindis en que M. F. me
alaba por serle yo inferior en todo y hace un esfuerzo meritorio por pronunciar
bien, y lo logró, el apellido mío que conoce mal. Agradezco a este banquete la
oportunidad que me hace sabedor de contar con tan cálido y prolijo amigo".
Si hubo burla en esta
incisiva contestación a mi brindis tan cordial, yo todavía lo ignoro. Y no
deteniéndome a hacer el "quisquilloso", aludo al querido Alejandro
Sirio[1], el insuperable señor del
Dibujo que compone sus estampas con las líneas mismas de la divina Lluvia.
(Supe del banquete al
artista tan estimado hallándome lejos y quise brindar con él en tan justo
homenaje. No pudo ser; y hoy por fin cumplo en expresarle no un juicio sin
competencia sino la simpatía que me inspiró, como a tantos su hidalgo trato.)
MACEDONIO FERNÁNDEZ - Papeles de Recienvenido.