En mayo de 2013, Ediciones De La Mirándola publicó "El amor en visitas" de Alfred Jarry, en una cuidada edición con prólogo de Lucio Arrillaga. Este retrato de Alfred Jarry por Guillaume Apollinaire que publicaremos en tres entregas proviene de los Contemporains pittoresques.
EL DIFUNTO ALFRED JARRY
(Segunda parte)
A su
regreso del Grand-Lemps, en donde había ido a trabajar con Claude Terrasse, fue
a buscarme a un bar inglés de la Rue d’Amsterdam al que yo solía ir. Cenamos
allí y, como Jarry tenía oros, quiso
pagarme una Bostock. En las galerías del fondo, aterró a quienes lo rodeaban
con discursos sobre los leones, revelándoles ciertos secretos espantosos del
arte de domar. El olor de las fieras lo embriagaba. Afirmaba que había cazado
panteras en un jardín de la Rue de la Tour-des-Dames. En realidad, eran
panteras jóvenes escapadas de la jaula, que había quedado abierta por descuido.
Los anfitriones de Jarry, muy confusos, se dispusieron a matar a las pobres
panteritas disparándoles con rifles desde las ventanas.
—No hagan
nada —dijo Jarry—, yo me encargo de todo.
En el
comedor en que se encontraba había una armadura de su talla. Se disfrazó de
caballero y, todo recubierto de hierro, bajó al jardín sosteniendo una copa en
la mano enfundada en la manopla. Las bestias dieron un salto y Jarry les
presentó la copa vacía. Domadas en el acto, lo siguieron y volvieron a entrar
en la jaula, que él cerró.
—Porque —decía
Jarry— éste es el mejor método para reducir a las fieras. Así como la mayoría
de los hombres, las bestias más crueles sienten horror por las copas vacías y,
cuando ven una, el espanto las vuelve cobardes; entonces uno hace lo que quiere
con ellas.
Y como, al
contar estas historias, agitaba el revólver, los espectadores retrocedían, las
mujeres se mostraban aterradas y algunas quisieron irse. Luego, Jarry no me
ocultó la satisfacción que había sentido espantando a aquellos filisteos, y fue
empuñando el revólver como subió a la imperial del autobús que lo llevaría de
vuelta a Saint-Germain-des-Prés. Allí arriba, para despedirse, seguía agitando
el trabuco.
El tal
trabuco pasó unos seis meses en el atelier
de uno de nuestros amigos. Éstas fueron las circunstancias:
Nos habían
invitado a cenar en la Rue de Rennes. En la mesa, cuando alguien quiso leerle
la mano, Jarry hizo ver que tenía todas las líneas por duplicado. Para mostrar
su fuerza, rompió a puñetazos platos puestos boca abajo, y terminó
lastimándose. El aperitivo y los vinos lo habían puesto nervioso. Los licores lo
terminaron de excitar. Un escultor español quiso conocerlo y le dijo algunas
gentilezas. Pero Jarry conminó a aquel bujarrón
a que abandonara el comedor y no volviera a aparecer, y me aseguró que el
muchacho acababa de hacerle las propuestas más indecentes. Al cabo de unos
minutos, el español, que había huido, volvió y Jarry le disparó en el acto con
su revólver. La bala fue a parar a una cortina. Dos mujeres encintas, que se
encontraban cerca, se desmayaron. Los hombres tampoco se sentían tranquilos, y
entre dos nos llevamos a Jarry. En la calle me dijo, con la voz del Père Ubu: “¿No
es cierto que, como literatura, fue algo hermoso? Pero me olvidé de pagar las
consumiciones”.
Al
llevárnoslo, lo habíamos desarmado y, seis meses después, fue a Montmartre a
reclamarnos el revólver que nuestro amigo se había olvidado de devolverle.
Las
travesuras de Jarry le hicieron un daño enorme a su gloria, y su talento, uno
de los más singulares y más sólidos de su época, no le daba suficientes
ganancias para vivir. Vivía mal, se alimentaba en París con chuletas de cordero
crudas y pepinillos en vinagre. Me aseguró que, para mejorar el funcionamiento
de su estómago, solía beber antes de acostarse un gran vaso en el que había
echado, por mitades, vinagre y ajenjo, mezcla extraña que ligaba añadiéndole
una gota de tinta. Al pobre Père Ubu le faltaron las atenciones femeninas.
En Coudray
vivía de la pesca; y, por cierto, es una suerte que a menudo haya vivido fuera
de París, a orillas del río. La ciudad lo hubiera matado varios años antes de
lo que lo hizo.
(continuará)