El Dante ha sido, por más de
cuarenta años, uno de mis libros de cabecera, con la idea desde muy temprano de
traducirlo; pero sin poner mano a la obra, por considerarlo intraducible en
toda su intención, bien que creyese haberme impregnado de su espíritu. Pensaba que
las obras clásicas de este género, que hacen época y que nutren el intelecto
humano, debieran asimilarse a todas las lenguas, como variando su cultivo, se
aclimatan las plantas útiles o bellas en todas las latitudes del globo. La Divina
Comedia es uno de esos libros que no pueden faltar en ninguna lengua del
mundo cristiano, y muy especialmente en la castellana, que hablan setenta
millones de seres, y que a la par de la inglesa —como que se dilatan en varios
territorios— será una de las que prevalezcan en ambos mundos. Esto, que explica
la elección de la tarea, no la justificaría empero, si existiese en castellano
alguna traducción que reflejase siquiera débilmente las inspiraciones del gran
poeta, pues entonces sería inútil, cuando no perjudicial.
Cuando por primera vez me ensayé
por vía de solaz en la traducción de algunos cantos del Infierno del
Dante, con el objeto de pagar una deuda de honor a la Academia de los Árcades
de Roma, no conocía sino de mala fama la versión en verso castellano del
general Pezuela, más conocido con el glorioso título del conde Cheste. Después,
vino por acaso a mis manos este libro. Su lectura me alentó a completar mi
trabajo, con el objeto de propender, en la medida de mis fuerzas, a la labor de
una traducción que verdaderamente falta en castellano. La del general Pezuela,
elogiada por sus amigos, ha sido justamente criticada en la misma España, por
inarmónica como obra métrica, enrevesada por su fraseo, y bastarda por su
lenguaje. Sin ser absolutamente infiel, es una versión contrahecha, cuando no
remendona, cuya lectura es ingrata, y ofende con frecuencia el buen gusto y el
buen sentido. Es como la escoria de un oro puro primorosamente cincelado, que
se ha derretido en un crisol grosero. Esto justifica por lo menos la tentativa
de una nueva traducción en verso. La mía puede ser tan mala o peor que la de
Pezuela; pero es otra cosa, según otro plan y con otro objetivo. Si se comparan
ambas traducciones, se verá que, a pesar de la analogía de las dos lenguas,
difiere tanto la una de la otra, que sólo por acaso coinciden aun en las
palabras. Diríase que los traductores han tenido a la vista diversos modelos.
Quizás dependerá esto del punto de vista o del temperamento literario de cada
uno.
El único poeta español moderno
que pudiera haber emprendido con éxito la traducción del Dante, es Núñez de Arce.
En su poema la Selva oscura, ha mostrado hallarse penetrado de su genio
poético; pero tan sólo se ha limitado a imitarlo fantásticamente. Es lástima;
pues queda siempre este vacío en la literatura castellana, que la traducción de
Pezuela no ha llenado.
He aquí los motivos que me han
impulsado a llevar a término esta tarea, emprendida por vía de solaz, y
continuada con un propósito serio. Una vez puesto a ella, pensé que no sería
completa si no la acompañaba con un comentario que ilustrase su teoría y
explicara la versión ejecutada con arreglo a ella. Tal es el origen de las anotaciones
complementarias, todas ellas motivadas por la traducción misma, dentro de su
plan, que pueden clasificarse en tres géneros: 1º Notas justificativas de la
traducción, en puntos literarios que pudieran ser materia de duda o
controversia. 2º Notas filológicas y gramaticales con relación a la traducción
misma. 3º Notas ilustrativas respecto de la interpretación del texto adoptado en
la traducción. —No entro en citas históricas, sino cuando la interpretación del
texto lo exige, ni repito lo que otros han dicho ya. —Si alguna vez me pongo en
contradicción con las lecciones de los comentadores italianos del Dante, que
con tanta penetración han ilustrado el texto en muchas partes oscuras de la Divina
Comedia, es tributando el homenaje a su paciente labor debido, pues con
frecuencia me han alumbrado en medio de las tinieblas dantescas que los siglos
han ido aclarando o condensando.
Apenas habían transcurrido veinte
años después de publicada la primera edición del Dante (ed. de 1342), y ya el texto dantesco era
casi ininteligible, aun para los mismos florentinos (en 1373). Fue entonces
necesario que el gobierno municipal de la república de Florencia, encomendase
al Boccaccio la tarea de explicarlo, y éste fue el primer comentario de la Divina
Comedia. Han transcurrido más de quinientos años, y los comentarios continúan.
No pasa día, sin que se descubran cosas nuevas en el "insondable
poema", como ha sido llamado, se susciten nuevas dudas acerca de su
sentido místico, histórico o moral, o se corrijan con nuevos documentos las
erradas interpretaciones de sus comentadores. No es de extrañar, pues, la variedad
de lecciones contradictorias. Por mi parte, al separarme algunas veces de los comentadores
italianos más acreditados, he cuidado de dar las razones de mi
interpretación en las notas complementarias, que siendo un modesto contingente
para el comento del texto original, pueden quizás ser de alguna utilidad como
estudios para una correcta traducción del Dante en castellano, de que la mía no
es sino un ensayo.
El objetivo que me he marcado, es
más fácil de señalar que de alcanzar; pero pienso que él debe ser el punto de
mira de todo traductor concienzudo, así como de todos los extraños a la lengua
italiana, que se apliquen con amor a la lectura del Dante, repitiendo sus
palabras:
O degli altri poeti onore e lume,
Vagliami il lungo studio e il grande amore
Che m'ha fatto cercar lo tuo volume.
Dante es el poeta de los poetas y el inspirador de los sabios y de los
pensadores modernos, a la vez que el pasto moral de la conciencia humana en sus
ideales. Carlyle ha dicho, que la Divina Comedia es, en el fondo, el más
sincero de todos los poemas, que salido profundamente del corazón y de la
conciencia del autor, ha penetrado al través de muchas generaciones en nuestros
corazones y nuestras conciencias. Humboldt lo reconoce como al creador sublime
de un mundo nuevo, que ha mostrado una inteligencia profunda de la vida de la
tierra, y que la extremada concisión de su estilo aumenta la profundidad y la
gravedad de la impresión. Su espíritu flota en el aire vital y lo respiran
hasta los que no lo han leído.