sábado, 22 de octubre de 2011
Pequeño homenaje a Georges Brassens (1921-1981)
lunes, 17 de octubre de 2011
Rubén Darío: De la necesidad de París
DE LA NECESIDAD DE PARÍS
Cuando uno ha habitado la ciudad de París por
algún tiempo, se convence de que, desde luego, vale más que una misa. Se padece
fuera de París la enfermedad de París. No da uno un paso sin recordar a propósito
de cualquier cosa el ambiente y el encanto parisienses, y la nostalgia se
acentúa de manera que hay que volver lo más pronto posible. Es que hay una
especie de brujería en la villa divina e
infernal que posee y no suelta jamás. ¿Una misa? Todo el ritual romano
lo dais por retornar al imperio de París y de la parisiense.
El florido anciano de antaño que echaba a volar
sus canciones en París como gorriones, cantaba:
Ris et chante, chante et ris;
Prends tes gants et cours le monde;
Mais, la bourse vide ou ronde,
Reviens dans ton Paris;
Ah! reviens, ah! reviens, Jean de Paris.
Sí, Béranger tenía razón. Para el verdadero
parisiense de Paris, la bolsa más o menos provista es cosa secundaria. El
rastacuero no comprenderá eso. El parisiense de París sabe acomodarse. Sabe que
la gran ciudad, al que llega a conocerla bien y a amarla de veras, le enseñará el arte de
servirse, con igual relativa satisfacción tanto del franco como del luis.
Toujours, dit la chronique ancienne,
Jean sur son grand sabre a sauté,
Quand de leur ville avec la sienne
Des sots, comparaient la beauté.
Proclamant sur son âme,
En prose ainsi qu'en vers,
Les tours de Notre-Dame
Centre de l'Univers.
El parisiense de París, como Jean de Paris,
cuya crónica tradujese o modernizase Jean Moréas, que padecía gozosamente de
parisitis, no admite comparación alguna. Apenas os reconocerá paridades
retrocediendo en lo pasado, y si nombráis a Roma o Atenas, y esto con una clara
condescendencia, y porque no puede haber celos posibles al tratarse de ciudades
muertas. Mas los Londres, las Vienas, los Berlines y las Romas, no son
admitidos sino como lugares secundarios. El "quien no ha visto a Sevilla,
no ha visto maravilla" y el "ver Nápoles y morir", no hacen sino
sonreír vagamente al verdadero parisiense de París.
S'il franchit la grande muraille.
S'il cocufie un mandarin,
Du peuple magot s'il se raille,
A Paris s'il revient grand train,
L'espoir qui le domine
C'est, chez son vieux portier,
De parler de la Chine
Aux badauds du quartier.
Anatole France en Buenos Aires, como Charcot
en el polo, como Voltaire en el infierno, tened por seguro que no están
preocupados sino de su París. Si algo hacen es por esperar un recuerdo o una
sonrisa de la diosa tutelar. La urbe coronada de torres, con su barca que flota
y no se sumerge, es el ideal de sus pensamientos y de sus acciones. Volver a París
y contar lo que se ha hecho y lo que se ha visto, ese es el objetivo del
parisiense de París que se ausenta, personaje, por otra parte, no común, pues
el neto parisiense de París no sale de su ciudad sino para su “villégiature”.
En tiempo del segundo imperio, se decía que no salía de los bulevares, y que
nunca había pasado a la orilla izquierda del Sena. Y la canción os lo seguirá explicando mejor:
Je veux de l'or beaucoup et vite,
Dit-il, au Pérou débarquant.
A s'y fixer chacun l’invite:
Me prend-on pour un trafiquant
Loin de mes dix maîtresses,
Fi de ce vil métal!
Je préfère aux richesses
Paris et l’hôpital.
El parisiense no es colonizador ni emigrante.
No se transplanta, no se desarraiga. No le importa el resto del mundo. No es el
francés, sino el parisiense de París, el famoso monsieur condecorado, que ignora la geografía. Ahora empieza a saber
algo, y Buenos Aires está en su lección, por lo cual debéis regocijaros.
Je préfère aux richesses
Paris et l'hôpital.
Se dirá que eso esta dicho por Verlaine, si
no se supiese lo que amaba "les ors"
el pobre Lelián. El parisiense, no por ser tan apegado a su terruño y tan amigo
de los placeres que en el “couplet”
anterior se señala con indiferencia diez queridas, deja de ser gentil,
entusiasta y valiente.
A la guerre gaiment il vole,
Pour la croix ou pour Saladin,
Se bat, jure, pille et viole,
Puis a Paris écrit soudain:
Que ma gloire s'étende
Du Louvre aux boulevards,
Qu'un ramoneur y vende
Mon buste pour six liards.
En Perse, il prétend qu'une reine
Lui dit un soir: Je te fais roi,
—Soit! répond-il; mais pour ma peine,
Jusqu'au Pont-Neuf viens avec moi;
Pendant huit jours de fête,
Tout Paris me verra
Montrer, couronne en tête,
Mon nez a l'Opéra.
Jean de Paris, dans ta chronique,
C'est nous qu'on peint, nous francs badauds.
Quittons-nous cette ville unique,
Nous voyageons Paris à dos.
Quel amour incroyable,
Maintenant et jadis.
Pour ces murs dont le diable
A fait son Paradis!
Ris et chante, chante et ris;
Prends tes gants et cours le monde;
Mais, la bourse vide ou ronde,
Reviens dans ton Paris;
Ah! reviens, ah! reviens Jean de Paris.
Y esa canción del buen Béranger me ha venido a
la memoria hoy que tengo otra vez que dejar París, aunque yo no me considere
con títulos suficientes para aspirar a parisiense de París.
A la verdad, París se infiltra en la sangre,
penetra en el espíritu, se convierte en necesidad. Es su cielo, que no es puro
ni cristiano, como los cielos de Italia y España; son sus calles bulliciosas y
vibrantes, por las cuales va una onda de fluido parisiense perturbador y
acariciador. Son sus museos y sus jardines, sus teatros y sus restaurantes, y el
bullir cosmopolita y la confusión babélica de los idiomas, y los rostros
satisfechos de los extranjeros de paso y de los metecos residentes; y, sobre
todo, es el pájaro del dulce encanto y la flor que danza y que sonríe, la
figura de amor y de deseo en que habitan los siete pecados y los mil hechizos
que se llama la parisiense.
Se diría que uno desea ausentarse para tener
después el placer del retorno. Juan de París ríe y canta, canta y ríe, toma sus
guantes y va por el mundo; pero, con dinero y sin dinero, vuelve a su París.
sábado, 15 de octubre de 2011
Jacopone da Todi: Stabat Mater
STABAT MATER
Stabat
mater dolorosa
juxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
Cujus animam gementem,
contristatam et dolentem,
pertransivit gladius.
juxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
Cujus animam gementem,
contristatam et dolentem,
pertransivit gladius.
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
Mater Unigeniti.
Quae moerebat et dolebat,
Pia Mater cum videbat
Nati poenas incliti.
Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
fuit illa benedicta
Mater Unigeniti.
Quae moerebat et dolebat,
Pia Mater cum videbat
Nati poenas incliti.
Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?
Pro
peccatis suae gentis
vidit Jesum
in tormentis
et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem natum
moriendo
desolatum,
dum
emisit spiritum.
Eia
Mater, fons amoris,
me
sentire vim doloris
fac, ut
tecum lugeam.
Fac ut
ardeat cor meum
in
amando Christum Deum,
ut sibi
complaceam.
Sancta
mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.
Tui nati vulnerati,
tam dignati
pro me pati,
poenas
mecum divide.
Fac me
tecum pie flere,
crucifixo
condolere,
donec
ego vixero.
Iuxta
crucem tecum stare,
et me
tibi sociare
in
planctu desidero.
Virgo
virginum praeclara,
mihi
iam non sis amara:
fac me tecum plangere.
Fac ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.
Fac me plagis vulnerari,
fac me cruce inebriari,
et cruore Filii.
Flammis ne urar succensus
per te Virgo, sim defensus
in die judicii
Christe, cum sit hinc exire,
da per matrem me venire
ad
palmam victoriae.
Quando
corpus morietur,
fac ut
animae donetur
Paradisi gloria.
STABAT MATER
Stava
Madre dolorosa
a la
croce lagrimosa,
dov’era
il suo Filio;
la cui
anima piangente,
abattuta
e dolente
trapassò
il gladio.
O
quanto tristạ e aflitta
fue
quella beneditta
Madre
de l’Unigenito,
che
piangeva e doleva
e
tremava, ché vedeva
le pene
al Figliuol inclito.
Qual è l’uomo che non piagnesse
se
questa Madre vedesse
nel
tormento asprissimo?
Chi non si può contristare,
pia Madre, contemplare
il tuo dolore grandissimo?
Pe’ peccati di sue genti
Iesú vide ne’ tormenti
e ne’ flagelli suddito.
Vide il suo dolce nato
moriente
desolato
quando
amise il spirito.
E però,
fonte d’amore,
fa’
ch’io senta il tuo dolore,
fammi
teco piagnere;
Fa’
ch’egli arda il cor mio
in
amare Cristo Dio
e ’l
suo compiacer cogliere.
Santa
Madre, fammi questo,
le suo
piaghe io abbia presto
al core
si ch’elle vagliano;
del tuo
nato traforato,
al
morire per me degnato,
le pene
in me compartano.
Fammi
sempre piagner teco,
al
Crocifisso doler meco,
mentre
ch’io viverò;
a la
Croce teco stare
volentieri
acompagnare
pianto
con desiderio.
Virgo
de le vergine preclara,
a me non esser avara,
fammi teco piagnere.
Fa’ ch’io porti in Cristo morte
de la sua passion la sorte
e le piaghe raccogliere;
da le piaghe essere piagato,
da la Croce
inebriato,
ne
l’amor del Filio.
Infiamato
ed acceso,
per te,
Madre, io sia diffeso
nel dí
del iudicio.
Fa’ che
la Croce mi guardi
e la
passion raguardi
a ciò
ch’io trovi grazia.
Quando
il corpo será morto,
fa’ che
l’anima abbia porto
di
Paradiso e gloria.
LA MADRE PIADOSA ESTABA
La
Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh,
cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál
hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los
pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh
dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y,
porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme
contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen
de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que
su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que
me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
PLAINTES DE LA BIENHEUREUSE VIERGE
La Mère était là, tout en pleurs
Au pied de la croix des douleurs,
Quand son fils agonisa :
Son âme hélas I tant gémissante,
Tant contristée et tant dolente,
Un glaive la transperça.
Oh ! qu'elle fut triste et affligée,
La bénie, la prédestinée,
La mère du fils unique !
S'apitoyait, s'adolorait.
Si fort tremblait, quand elle voyait
Des peines si véridiques.
Quels yeux pourraient garder leurs larmes
A voir la mère de l'Adorable
Sous le poids d'un tel supplice :
Quel homme au monde sans se contrire
Pourrait contempler le martyre
De la mère et de son fils ?
Pour nos péchés, ô race humaine,
Elle vit Jésus en grand'géhenne
Très durement flagellé :
Elle vit son fils, son fils très doux
Baisser la tête, mourir pour nous
Et mourir abandonné.
Source d'amour, douloureux-cœur.
Fais que je souffre à ta douleur,
Fais que je pleure avec toi :
Fais que mon âme soit tout en feu,
Que je plaise à Jésus, mon Dieu.
Fais que j'adore avec toi.
Ô mère très sainte, daigne enfoncer
Les clous sacrés du crucifié
En mon cœur très fortement :
Je veux pâtir de ses blessures
Et je veux que ma chair endure
La moitié de son tourment.
Verser de vraies larmes, ô Mère,
Avec toi gémir au Calvaire
Jusques à ma dernière heure !
Permets qu'à l'ombre de la croix,
Debout, côte à côte avec toi,
Je me lamente et je pleure.
Vierge entre toutes claire et insigne.
Oh ! laisse-moi, cœur très indigne,
Me lamenter avec toi :
Fais que je meure la mort du Christ,
Qu'à si grand deuil je me contriste,
Que ses plaies saignent en moi!
Des plaies de Jésus tout blessé,
Je veux à la croix m'enivrer
Pour l'amour de ton doux fils :
Pour tant d'amour daigne me prendre
Ô Vierge, et daigne me défendre
À l'heure de la justice.
Que la croix m'enchaîne et me tienne,
Jésus me garde et me soutienne
Au nom de son agonie :
Fais qu'à mon âme, après ma mort,
Advienne, quand mourra mon corps,
La gloire du Paradis.
STABAT MATER
At the
Cross her station keeping,
stood the
mournful Mother weeping,
close to
Jesus to the last.
Through her
heart, His sorrow sharing,
all His
bitter anguish bearing,
now at
length the sword has passed.
O how sad
and sore distressed
was that
Mother, highly blest,
of the
sole-begotten One.
Christ
above in torment hangs,
she beneath
beholds the pangs
of her
dying glorious Son.
Is there
one who would not weep,
whelmed in
miseries so deep,
Christ's
dear Mother to behold?
Can the human
heart refrain
from
partaking in her pain,
in that
Mother's pain untold?
Bruised,
derided, cursed, defiled,
she beheld
her tender Child
All with
scourges rent:
For the
sins of His own nation,
saw Him
hang in desolation,
Till His
spirit forth He sent.
O thou
Mother! fount of love!
Touch my
spirit from above,
make my
heart with thine accord:
Make me
feel as thou hast felt;
make my
soul to glow and melt
with the
love of Christ my Lord.
Holy
Mother! pierce me through,
in my heart
each wound renew
of my
Savior crucified:
Let me
share with thee His pain,
who for all
my sins was slain,
who for me
in torments died.
Let me
mingle tears with thee,
mourning
Him who mourned for me,
all the
days that I may live:
By the
Cross with thee to stay,
there with
thee to weep and pray,
is all I
ask of thee to give.
Virgin of
all virgins blest!,
Listen to
my fond request:
let me
share thy grief divine;
Let me, to
my latest breath,
in my body
bear the death
of that
dying Son of thine.
Wounded
with His every wound,
steep my
soul till it hath swooned,
in His very
Blood away;
Be to me, O
Virgin, nigh,
lest in
flames I burn and die,
in His
awful Judgment Day.
Christ,
when Thou shalt call me hence,
by Thy
Mother my defense,
by Thy
Cross my victory;
While my
body here decays,
May my soul
Thy goodness praise,
Safe in
Paradise with Thee. Amen.
Libellés :
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Lope de Vega,
Remy de Gourmont
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