jueves, 1 de junio de 2023

André Breton: Raymond Roussel y sus Nuevas Impresiones de África

RAYMOND ROUSSEL

La dificultad para distinguir a distancia un auténtico autómata de un pseudoautómata ha mantenido en vilo la curiosidad humana durante siglos. Desde el portero androide de Alberto Magno, que saludaba a los visitantes con unas pocas palabras, hasta el célebre ajedrecista de Poe, pasando por la mosca de hierro de Johann Müller Regiomontano, que volvía a posarse en su mano después de volar, y el famoso pato de Vaucanson, por no hablar de los homúnculos, desde Paracelso hasta Achim von Arnim, nunca ha dejado de existir la más inquietante ambigüedad entre la vida animal, especialmente la humana, y su simulacro mecánico. Lo propio de nuestra época es haber  transpuesto esa ambigüedad hacienda pasar al autómata del mundo exterior al mundo interior, incitándolo a actuar a voluntad dentro de la propia mente. En efecto, el psicoanálisis ha detectado, en las profundidades del desván mental, la presencia de un maniquí anónimo, “sin ojos, sin nariz y sin oídos”, no muy diferente de los que pintaba Giorgio de Chirico hacia 1916. Ese maniquí, desembarazado de las telarañas que lo ocultaban y paralizaban, se reveló extremadamente móvil, “sobrehumano” (precisamente de la necesidad de dar plena licencia a esa movilidad nació el surrealismo). Ese insólito personaje, liberado de los signos de monstruosidad que deslucen la creación del admirable Frankenstein de Mary Shelley, tiene la capacidad de desplazarse sin la menor fricción, en el tiempo y en el espacio, y, de un salto, reducir a la nada el abismo infranqueable que consiste en separar el ensueño de la acción. Lo que maravilla es que ese autómata tenga el poder de liberarse de cualquier ser humano: todo lo que tenemos que hacer es ayudarlo a recuperar, siguiendo el ejemplo de Rimbaud, el sentido de su inocencia y de su poder absolutos.

Sabemos que el "automatismo psíquico puro", en el sentido en que se entienden hoy estas palabras, sólo pretende designar un estado límite que exigiría que el hombre perdiera todo control lógico y moral sobre sus actos. Sin que él consienta en ir tan lejos, o más bien en permanecer en ese estado, ocurre que, a partir de cierto momento, se encuentra impulsado por un motor de un fuerza insospechada, que obedece matemáticamente a una causa de movimiento de apariencia cósmica que se le escapa. La cuestión que se plantea en relación con esos y otros autómatas es si en ellos se oculta un ser consciente. Y si consideramos la obra de Raymond Roussel, cabe preguntarse hasta qué punto es consciente. Ciertamente, durante su vida, algunas personas intuyeron que debía su prodigiosa riqueza inventiva a la utilización de un procedimiento que había descubierto, y estaban convencidas de que utilizaba una ayuda para la imaginación (como existen ayudas para la memoria). Él mismo insistió en revelar ese procedimiento tras su muerte, en un libro titulado: Comment j'ai écrit certains de mes livres (Cómo escribí algunos de mis libros). Ahora sabemos que consistía en componer, utilizando palabras homónimas o aproximadamente homófonas, dos frases con significados lo más diferentes posible, y utilizar esas frases como pilares (primera y última frases) de la narración. La fabulación consistía en pasar de una a otra trabajando de nuevo sobre cada una de las palabras que componían ambas frases: uniendo esa palabra con doble sentido a otra palabra con doble sentido mediante la preposición “à”. En palabras del propio Roussel, “lo esencial del procedimiento consistía en crear una especie de ecuación de hechos que había que resolver lógicamente”. Había que disipar la mayor arbitrariedad introducida en el tema literario, hacerla desaparecer mediante una serie de pases en los que lo racional limita y atempera constantemente lo irracional.

Junto con Lautréamont, Roussel es el mayor magnetizador de los tiempos modernos. Con él, el hombre consciente extremadamente laborioso (“sangro”, dice, “con cada frase”; le confesó a Michel Leiris que cada verso de Nouvelles Impressions d'Afrique le costaba unas quince horas de trabajo) no cesa de luchar con el hombre inconsciente extremadamente imperioso (es bastante sintomático que se aferrara a una técnica filosóficamente injustificable durante casi cuarenta años, sin querer modificarla ni sustituirla por otra). El humor de Raymond Roussel, voluntario o no, reside enteramente en este juego de balanzas desproporcionadas: “De la máquina infernal que Lautréamont colocó en los escalones de la mente”, dice Jean Lévy, “algunos percibimos [en Roussel] el lúgubre tictac y saludamos con admiración cada una de sus explosiones liberadoras”.

El mismo crítico ha observado con razón que, en esta obra, el lugar que ocupan el humor, la obsesión y la represión dista mucho de estar claro. En efecto, Raymond Roussel tuvo sus escarceos con la psicopatología, su caso llegó a dar al Dr. Pierre Janet el pretexto para un artículo titulado “Las características psicológicas del éxtasis”, y su suicidio (?) confirmó la idea de que  seguía siendo, a lo largo de todo el ciclo de su obra, un anormal. A los diecinueve años, justo cuando terminaba su poema La Doublure, experimentó el éxtasis final de Nietzsche: “Uno siente de algún modo especial que ha creado una obra maestra, que uno es un prodigio... Yo era igual que Dante y Shakespeare, sentía lo que un envejecido Victor Hugo sintió a los setenta años, lo que Napoleón sintió en 1811, lo que Tannhäuser soñó en el Venusberg. Lo que yo escribía estaba rodeado de rayos, y cerré las cortinas, porque temía que la más mínima grieta pudiera dejar pasar los rayos de luz que salían de mi pluma. Si no hubiera guardado esos papeles habrían enviado rayos de luz hasta la China, y una multitude desenfrenada habría irrumpido en mi casa”.

Hasta la China... Ese niño que adoraba a Jules Verne, ese gran aficionado al teatro de marionetas, ese hombre riquísimo que había hecho construir para sus viajes la casa rodante más lujosa del mundo, siguió siendo hasta el final el peor denigrador, el peor negador del viaje real. “En Pekín —cuenta Michel Leiris— se enclaustró tras una breve visita a la ciudad”, del mismo modo que había pasado varios días escribiendo en su camarote cuando llegó por primera vez a las costas de Tahití.

La magnífica originalidad de la obra de Roussel es un mentís cargado de significación y de largo alcance, una afrenta definitiva a los partidarios de un realismo primitivo retardatario, se califique o no de “socialista”. “Martial —es bajo este nombre que el autor de Locus Solus se presenta en el estudio de Pierre Janet— tiene una concepción interesantísima de la belleza literaria: la obra no debe contener nada real, ninguna observación del mundo o de la mente, nada más que combinaciones completamente imaginarias: éstas ya son ideas de un mundo extrahumano”.


Bibliographie : La Doublure, 1897. — La Vue, 1904. — Impressions d’Afrique, 1910. — Locus Solus, 1914. — Pages Choisies, 1918. — L’Étoile au Front, 1925. — La Poussière de soleils, 1926. — Nouvelles Impressions d’Afrique, 1932. — Comment j’ai écrit certains de mes livres, 1935.


ANDRÉ BRETON

Anthologie de l'humour noir, 1940

Traducción, para Literatura & Traducciones, de Miguel Ángel Frontán

 

NUEVAS IMPRESIONES DE ÁFRICA

 

(((((Así como: —la sombra meridiana del gnomon,

Que muestra que su paga ya reclama el estómago;

—Aunque lo nieguen, cuando hiela, el metro patrón;

—Arremangado, huyendo del barro, un pantalón;

—En la tabla del pozo de un excusado, un diario;

—La bota ya maltrecha con el talón gastado;

—Lo que, atento, un rabino con las uñas desvela;

—La pila de un sirviente cuando pone la mesa;

—El apoya-cabezas que un peluquero adapta;

—El metro que un soldado viejo posee, al alba 23;

—En la gala de Éjur, Julieta y su Romeo

Encarnados por dos niños gratis pro Deo 24;

—La espada que en escena rompe un héroe, vencida;

—El pan que un suizo lleva, salivando, a la misa;

—Después del mordiscón, el descartado espárrago;

—Cuando la pala actúa, un occiso gusano;

—La punta del bastón-daga si hay falsa alerta;

—El muy alto atril con la música ya puesta;

—Cuando el niño pianista va estirando, su asiento;

—El viejo calendario de hojas, antaño grueso;

—La araña que, después de cenar, se desmonta 25;

—La tira de papel postal, si uno se corta;

—La mancha que entristece al espejo empañado;

—La vela que se arriza tras un fuerte relámpago;

—La mesa que se pliega después de una gran cena;

—El arco en el que un agua agresiva se eleva 26;

—Bajo el hediondo soplo del fumador, la yesca;

—La cola del perrito rebanada y sangrienta;

—En la doma, la ociosa punta de la barbada;

—Cuando cae su cabeza, la cerilla apagada;

—El tubo abierto y chato que ya enrolla un pintor;

—La tira del paraguas que pierde su botón 27;

—Cuando expulsa la cama a la cuna, la pieza;

—El diente de león que, cruel, el soplo avienta;

—Sus puntas ya acabadas, la charra bailarina;

—La acción de un reo si su defensor la explica;

—Cuando el que riega sacia su sed, el chorro de agua;

—El hilo que se mece mientras trepa la araña;

—En la mesa de juego un fajo respetable;

—Un cigarro mudado en pucho deleznable;

—El disco solar en el cielo de Neptuno 28;)))))

 

NOTAS:

23. Según la nota correspondiente de la traducción al inglés de Mark Ford, incluida en la bibliografía, los soldados franceses, cien días antes de que se cumpliese su período de servicio, tenían por costumbre contar los que quedaban cortando cada día un centímetro de una cinta métrica de un metro de longitud.

24. Referencia a un episodio de las Impressions d’Afrique: durante la “gala de los Incomparables” llevada a cabo en la Plaza de los Trofeos de Éjur, capital del reino de Ponukélé-Drelchkaff, dos niños, Kalj y Méisdehl, ambos de siete u ocho años de edad, representan las escenas finales de una supuesta versión original de Romeo y Julieta descubierta por la actriz trágica Adinolfa en un antiguo castillo inglés que había adquirido. Los niños nativos se limitan a repetir en su actuación unas pocas frases en francés aprendidas por fonética, mientras representan el resto haciendo mímica (detalle, este último, que no se retuvo en la traducción).

25. El término que traducimos por ‘araña’ es, en francés, suspension, que puede indicar, en efecto, una araña (eléctrica, de gas, de petróleo…), pero también un soporte colgante sobre el que se ponen, por ejemplo, flores.

26. Se trata del arco de un puente en el que sube el agua durante la crecida de un río, razón por la cual se la estudia o vigila (como indica el original francés). A medida que el agua sube, la parte visible del arco se va reduciendo.

27. La tira, elástica (como se indica en francés), se acorta cuando salta el botón.

28. El disco solar se ve más pequeño que cuando se lo observa desde la Tierra, debido a la mayor distancia entre Neptuno y el sol.


Nuevas Impresiones de África

Traducción, prólogo y notas de Carlos Cámara

Edición bilingüe. Ediciones De La Mirándola, abril de 2023

  

RAYMOND ROUSSEL

La difficulté qu’il y a, à quelque distance, à distinguer un automate authentique d’un pseudo-automate a tenu en haleine la curiosité des hommes durant des siècles. Du portier androïde d’Albert le Grand, qui introduisait avec quelques paroles les visiteurs, jusqu’au joueur d’échecs célébré par Poe, en passant par la mouche de fer de Jean Müller qui revenait se poser sur sa main après avoir volé et le fameux canard de Vaucanson, sans laisser bien loin les homuncules, de Paracelse à Àchim d’Amim, l’ambiguïté la plus bouleversante n’a cessé de régner entre la vie animale, surtout la vie humaine, et son simulacre mécanique. Cette ambiguïté, le propre de notre époque est de l’avoir transposée en faisant passer l’automate du monde extérieur dans le monde intérieur, en l’appelant à se produire tout à son aise au-dedans meme de l’esprit. La psychanalyse a, en effet, décelé, dans les profondeurs du grenier mental, la présence d’un mannequin anonyme, « sans yeux, sans nez et sans oreilles », assez semblable à ceux que Giorgio de Chirico peignait vers 1916. Ce mannequin, débarrassé des toiles d’araignées qui le dérobaient et le paralysaient, s’est révélé d’une mobilité extrême, « surhumaine » (c’est du besoin meme de donner toute licence à cette mobilité qu’est né le surréalisme). Ce personnage insolite, affranchi des signes de monstruosité qui déparent la création de l’admirable Frankenstein de Mary Shelley, jouit de la faculté de se déplacer sans le moindre frottement, dans le temps comme dans l’espace, et, d’un bond, de réduire à rien le fossé infranchissable qui passe pour séparer la rêverie de l’action. La merveille est que cet automate soit en puissance de se libérer dans tout homme : il suffit d’aider celui-ci à reconquérir, à l’exemple de Rimbaud, le sentiment de son innocence et de sa puissance absolues.

On sait que l’“automatisme psychique pur”, au sens où ces mots s’entendent aujourd’hui, ne prétend désigner qu’un état-limite qui exigerait de l’homme la perte intégrale du contrôle logique et moral de ses actes. Sans qu’il consente à aller si loin ou plutôt à s’y maintenir, il arrive, à partir d’un certain point, qu’il se trouve actionné par un moteur d’une force insoupçonnable, qu’il obéisse mathématiquement à une cause de mouvement d’apparence cosmique qui lui échappe. La question qui se pose, à propos de ces automates comme des autres, est de savoir si en eux un être conscient est caché. Et jusqu’à quel point conscient? peut-on se demander en présence de l’oeuvre de Raymond Roussel. Certes, de son vivant, quelques-uns avaient bien pressenti qu’il devait sa prodigieuse richesse d’invention à l’utilisation d’un procédé qu’il avait découvert, s’étaient bien convaincus qu’il usait d’un aide-imagination (comme il y a des aide-mémoire). Ce procédé, il a tenu à le divulguer lui-même après sa mort dans l’ouvrage intitulé : Comment j’ai écrit certains de mes livres. Nous savons maintenant qu’il a consisté à composer, au moyen de mots homonymes ou sensiblement homophones, deux phrases d’une signification aussi différente que possible et à donner ces phrases pour piliers (première et dernière phrases) au récit. La fabulation devait se poursuivre de l’une à l’autre par un nouveau travail opéré sur chacun des mots constitutifs des deux phrases : relier ce mot à double entente à un autre mot à double entente au moyen de la préposition «à ». Au dire même de Roussel « le propre du procédé était de faire surgir des sortes d’équations de faits qu’il s’agissait de résoudre logiquement ». Le plus grand arbitraire introduit dans le sujet littéraire, il s’agissait de le dissiper, de le faire disparaître par une suite de passes où le rationnel limite et tempère constamment l’irrationnel.

Roussel est, avec Lautréamont, le plus grand magnétiseur des temps modernes. Chez lui, l’homme conscient extrêmement laborieux (« Je saigne, dit-il, sur chaque phrase »; il confie à M. Michel Leiris que chaque vers des Nouvelles Impressions d’Afrique lui a coûté quinze heures de travail environ) ne cesse d'être aux prises avec l’homme inconscient extrêmement impérieux (il est assez symptomatique qu'il s'en soit tenu, sans chercher à la modifier ou à lui en substituer une autre, à une technique philosophiquement injustifiable pendant près de quarante ans). L'humour, volontaire ou non, de Raymond Roussel réside tout entier dans ce jeu de balances disproportionnées : « La machine infernale déposée par Lautréamont sur les marches de l'esprit, dit M. Jean Lévy, nous sommes quelques-uns à en percevoir [chez Roussel] le tic-tac lugubre et à saluer avec admiration chacune de ses explosions libératrices ».

Le même critique a pu noter très justement que, dans cette oeuvre, la part de l'humour, celle de l'obsession et celle du refoulement sont encore loin d'être faites. Raymond Roussel a eu, en effet, maille à partir avec la psychopathologie, son cas ayant été jusqu'à fournir au docteur Pierre Janet le prétexte d'une communication intitulée : « Les Caractères psychologiques de l'extase » et son suicide (?) confirmant l’dée qu'il a pu rester, à travers tout le cycle de sa production, un anormal. Il a connu à dix-neuf ans, alors même qu’il achevait son poème La Doublure, l’extase finale de Nietzsche : « On sent à quelque chose de particulier que l’on fait un chef-d’oeuvre, que l’on est un prodige... J’étais l’égal de Dante et de Shakespeare, je sentais ce que Victor Hugo vieilli a senti à soixante-dix ans, ce que Napoléon a senti en 1811, ce que Tannhäuser rêvait au Venusberg. Ce que j’écrivais était entouré de rayonnements, je fermais les rideaux, car j’avais peur de la moindre fissure qui eût laissé passer au-dehors les rayons lumineux qui sortaient de ma plume, je voulais retirer l’écran tout d’un coup et illuminer le monde. Laisser traîner ces papiers, cela aurait fait des rayons de lumière qui auraient été jusqu’à la Chine et la foule éperdue se serait abattue sur la maison. »

Jusqu’à la Chine... Cet enfant qui adorait Jules Verne, ce grand amateur de guignol, cet homme très riche qui s’était fait construire pour ses déplacements la plus luxueuse roulotte automobile du monde demeurera jusqu’au bout le pire contempteur, le pire négateur du voyage réel. « A Pékin, dit M. Michel Leiris, il se cloîtra après une visite sommaire de la ville », de même qu’il était resté plusieurs jours à écrire dans sa cabine, alors qu’il lui était donné d’aborder pour la première fois Tahiti.

La magnifique originalité de l’oeuvre de Roussel oppose un démenti lourd de signification et de portée, inflige un affront définitif aux tenants d’un réalisme primaire attardé, qu’il se qualifie lui-même de « socialiste » ou non. « Martial — c’est sous ce nom que l’auteur de Locus Solus se présente dans l’étude de M. Pierre Janet — a une conception très intéressante de la beauté littéraire, il faut que l’oeuvre ne contienne rien de réel, aucune observation du monde ou des esprits, rien que des combinaisons tout à fait imaginaires : ce sont déjà des idées d’un monde extrahumain. »

 

Bibliographie : La Doublure, 1897. — La Vue, 1904. — Impressions d’Afrique, 1910. — Locus Solus, 1914. — Pages Choisies, 1918. — L’Étoile au Front, 1925. — La Poussière de soleils, 1926. — Nouvelles Impressions d’Afrique, 1932. — Comment j’ai écrit certains de mes livres, 1935.

 

NOUVELLES IMPRESSIONS D’AFRIQUE

 

(((((Tels : — l’ombre, vers midi, sur le cadran solaire,

Montrant que l’estomac réclame son salaire ;

— Par le gel, le niât-on, le mètre étalon ;

— Défiant la crotte un retroussé pantalon ;

— Un journal sur la planche à trou d’un édicule;

— La botte à retaper dont le talon s’écule ;

— Ce qu’attentif décoiffe à coups d’ongle un rabbin ;

— Lorsqu’il met le couvert la pile d’un larbin ;

— Mû par un barbier, un dossier de fauteuil tiède ;

— Le mètre, au réveil, qu’un soldat ancien possède ;

— Juliette, au gala d’Éjur, et Roméo

Par deux mimes enfants faits gratis pro Deo ;

— Le fer vaincu qu’en scène un preux rompt sur sa cuisse ;

— Le pain qu’en salivant guide à la messe un suisse ;

— L’asperge au rancart mise après le coup de dent ;

— Quand sert la bêche, un ver à mortel accident ;

— La canne à dard demi-nu quand fausse est l’alerte ;

— Le trop haut pupitre à musique fraîche ouverte ;

— Quand pousse un pianiste enfant, son siège à vis ;

— L’âgé calendrier-bloc, corpulent jadis ;

— La suspension qu’on remise après la soupe ;

— La bande de papier postal lorsqu’on se coupe ;

— La tache attristant la glace où l’haleine a pris ;

— Au premier éclair qui compte, la voile à ris ;

— La table après un grand dîner réarrondie ;

— L’arche où monte, agressive, une eau qu’on étudie ;

— Au puant souffle à but du fumeur, l’amadou ;

— La queue à bout neuf en sang du jeune toutou ;

— Quand le dressage agit, l’oisif bout de gourmette ;

— Quand sa tête arrive à choir, l’éteinte allumette ;

— L’ouvert tube à demi plat qu’enroule un rapin ;

— Quand, mûr, son bouton part, l’élastique à pépin ;

— Quand le lit prend sa place au berceau, la ruelle ;

— Le pissenlit qu’exprès l’haleine atteint, cruelle ;

— Ses pointes faites, la ballerine à clinquant;

— L’acte interprété par maître X… d’un délinquant ;

— Quand l’arroseur cède à la soif, le jet de lance;

— Le fil qui par l’aragne escaladé balance ;

— Au bord d’un tapis vert un honnête magot ;

— Un cigare réduit à l’état de mégot ;

— Le disque du soleil dans le ciel de Neptune ;)))))