EL
BUEN SENTIDO DE CHESTERTON
“La
vraie philosophie se moque de la philosophie”
Pascal
El 15 de diciembre de 1929 oí una conferencia de Chesterton sobre los Mártires Ingleses entonces beatificados, en el Colegio Inglés de Roma, de que algunos como el bienaventurado Roberto Southwell fueran alumnos. El gran periodista comenzó su amenísima charla con una alusión chistosa a su retardo y a su figura jovial y maciza, para muchos de nosotros recienvista,
“Ustedes se habrán alarmado por mi tardanza —dijo— creyéndome víctima de algún choque en estas terrible calles de Roma, peores que las de Londres. My dear friends, nunca se asusten por mí en ese caso: el auto donde yo voy lo barre al otro”.
Esta imagen del gordo periodista londinense en su autito destartalado, acometedor e invencible, como todas sus imágenes es un símbolo. El genial periodista que acaba de morir tenía el gusto endemoniado de los choques. Fue como un chófer de colectivo que fuese un empresario de demoliciones. Se lo puede imaginar como un outlaw gigantesco de melena alborotada y risa de niño grande, que sube al ómnibus que va de Hammersmith a Oxford Circus, se apodera del volante con apoyo de la pasajería a quien arenga, y lo lanza como una catapulta contra los slums, vergüenza del corazón humano que circuyen la metrópoli del mundo: paredes ramosas, montes de escombros y basura, casuchas chatas con chinches, conventillos abominables, donde la plebe amada suya se asfixia bajo la presión de LA RIQUEZA DE LAS NACIONES de Adam Smith. Hacer espacio y aire. Y la razón de por qué todo lo que atropella, como él dijo, incólume lo barre, es justamente su gordura, su bienestar aplastante, su sentido común de a tonelada, su buena salud mental, su alegría de vivir (porque el saber es vivir, es justamente la vida más vida del hombre), su alegría de saber, de ver, de comprender, de convencer, de disputar. Y lo mejor del caso es que los dueños mismos de lo demolido no tienen más remedio que reír, y hasta aplaudir. Este Gordo, el más peleador del mundo, pero peleador con bonachonía de boxeador obeso, ha muerto sin dejar un enemigo. Sus palizas eran tan sinceras, humildes y caritativas, tan impregnadas de humana simpatía, que había que agarrarlas y callarse. No hay poder contra la vida 1.
Sería empero un error ver en Chesterton un puro polemista, él fue un catequista. Voltaire es un puro polemista, un espadachín falaz 2. La polémica en Chesterton es un episodio y un pretexto.
—¡Cuánto sabe usted, don Gilberto!
—Nada más que el Catecismo, hijo.
—Pero lo mete en todo, como el tomate.
—Para eso se nos dio.
Para poder reenseñar el Catecismo a los ingleses había que entrar en una pub, sentarse ante un vaso de gin, saber de todo, amar a Londres, ser un poco raro, siempre buen humor, un vozarrón tronituante y un modo excéntrico a la vez modesto y triunfal. Había que tener una alegría de niño, una salud de toro, una fe de irlandés, un buen sentido de cockney, una imaginación shekspiriana, un corazón de Dickens, y las ganas de disputar más formidables que se han visto desde que el mundo es mundo.
En The Thing (Sheed Ward, 1929) reunió Chesterton una selección de sus últimos artículos polémico-catequísticos. Técnicamente son simples maravillas, tan bien cinceladas como joyas o como poemas. (Leánse por ejemplo Logic and Lawn Tennis, The Roots of Sanity, What do They Think). Una introduccioncita sentenciosa inesperada, venida no se sabe de dónde —una presentación de la víctima, del desdichado que se dejó decir algo contra la Iglesia de Roma bienamada—; una batida a fondo por el sistema de y vos más, y yo nada; un knock-out fulminante; —y cuando lo tiene al suelo con el pie encima, un sermoncito cristiano al público regocijado, que termina con una fanfarria triunfal, con un trozo de bravura donde cada una de las sílabas canta como un millar de chingolos.
Su misión fue predicar la Buena Nueva de la salvación por el gozo y de la libertad por la fe. Dios le encargó dibujar durante 40 años a través de 70 volúmenes una pantagruélica Silly Symphony, a base del Credo de Nicea. Sólo que Chesterton encontró tanto que decir en el primer artículo:
Creo en Dios Padre Todopoderoso
creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible,
que se pasó toda la vida en todos los tonos posibles parafraseándolo.
Cierto, él conoce todos los misterios, la Cruz, la Redención, el Pecado Original, que hacen el fondo negro y rojo de sus cuadros, María, Santo Tomás y San Francisco, con quienes habla como un niño atrevido; pero en suma Chesterton es el poeta creacionista. Es un poeta existencial como dicen los locos de hoy. Parece haber estado con Adán cuando se hacían todas las cosas, cuando el Cosmos era un cuento de hadas, en el tiempo del Lenguaje Nuevo. ¡Oh hermano Francisco, todo lo que es, en cuanto es, hermoso es! Toda su vida se la pasó adhiriéndole calurosamente a la opinión de Dios Padre cuando dijo que todo lo por El creado era bueno. “Et vidit Deus quod esset bonum”. El hombre que escribió dos páginas perfectas sobre dos tremendous trifles: sobre la llave (Orthodoxy ) y el buzón (What ’s Wrong With the World), y los volvió símbolos de altos charismas: el hombre que escribió un gracioso madrigal al Burro:
When
fishes flew and forest walked
and
figs grew upon thorn,
some
moment when the moon was blood
then
surely I was born.
With
monstrous head and sickening cry
and
ears like errant wings
the
devil’s walking parody
on all four footed things…
figurémonos cómo sentiría las magnas bellezas del magno Universo, de las cuales (entre paréntesis) en nuestra época triste, él fue una.
Dios creó las cosas bien, y Adán les puso el nombre que se debía; pero Gilberto Chesterton sabe cómo ellas hubieran podido ser y les pone toda clase de apodos: y eso lo divierte terriblemente. Tiene un mirar nuevo de baby, que ve a los hombres introducir en su cuerpo cosas extrañas por un agujero que tienen en la cabeza, a lo cual llaman comer. Fue todo un hombre, tuvo por junto todo lo que es del hombre: la sabiduría del anciano, la cordura del varón, la combativa del joven, la petulancia del muchacho, la risa y la juguetonía del niño, y encima, como dije antes, la mirada asombrada y seria, definiendo todas las cosas, del bebé. La Mirada ontológica del recién nacido, de quien dice Santo Tomás que lo primero que intelectualmente ve es el SER.
Chesterton es el Rey del Buensentido y el Poeta de la Sensatez, el poeta de Dos-y-dos-son-cuatro.
Up my
lads, and lift the ledgers, sleep and ease are o’er
hear tte stars of morning shouting “Two and two are four”.
Es el rey del buen sentido, porque no hay hombre en el mundo que tanto se haya “hecho el loco”.
Esto es una paradoja, pero es una gran verdad. ¿Qué puede impedir que una paradoja sea una verdad? Un crítico literario y eminente profesor muy mi amigo me decía una vez: “Yo no amo a Chesterton porque gustó del pensamiento arrevesado. Yo soy del partido de Cervantes y no del de Quevedo; y sobre todo, soy del partido de Anatole France, el maestro. La verdad no ama las gambetas, la verdad no hace cabriolas, ella anda vestida de apotegma y de sentencia y no de retruécano. En todo caso se viste de ironía”. Yo me fui impresionado por la calle Santa Fe pensando la objeción: “La Verdad no hace cabriolas”; siguiendo con la vista a mi amigo el profesor que se alejaba meditabundo por Anchorena. Y he aquí que un auto con intenciones manifiestamente sospechosas, que hizo dar en este momento a mi amigo, que se creía todavía en la cátedra, una inverosímil cabriola, me trajo la solución buscada. “La verdad no hace cabriolas”. ¿De qué verdad habla usted? La verdad hace lo que puede, y no es dable discernirla sólo por su vestido. Pero hay una verdad especial, la cual amó Chesterton más que su vida, que hace todo género de cosas inconvenientes y antiprofesorales: grita en las plazas, juega con los niños, tira hondazos a los pedantes y se pasea por el mundo jugueteando con todas las cosas. “Ludens in orbe terrarium”. Así por lo menos la describe el libro de la Sabiduría.
Relaciones del sentido Común con la Locura y con la Metafísica. Otra vez, ¿con qué Locura? Porque hay que saber que al Verbo de Dios varias veces lo llamaron loco, Hamlet fue loco, Don Quijote fue loco, ¿y Don Bosco y San Felipe Neri? Así pues muchos llaman a Gilberto Chesterton el Rey del Sentido Común y aseguran que nomás ahondando en esa cordura natural que es patrimonio universal de todo analfabeto llegó a profundas intuiciones filosóficas; y entonces vas y lo lees, sobre todo traducido (mal traducido: no es dable bien traducer a Chesterton) y lo encuentras más loco que una cabra 3.
¡Válgame el cielo! Un cura católico detective, un criminal jefe de Policía, un Quijote vestido de pintor prerrafaelista, un lad de Notting-Hill vuelto Bonaparte, unos atorrantes que se divierten en trasladar casa por casa un letrero de taberna, con las previsibles fenomenales consecuencias, un ateo y un católico que se baten a espada sobre si “Dios sí o no existe” en un duelo que nunca acaba, un profesor alemán que es Luzbel en persona, una casa de locos que es el mundo, Dios mismo el Ser Inefable simbolizado quizá en un señor gordo, capitán de gángsters, que resulta un policía distraíado, y sobre todo, un señor escritor prodigiosamente informado que pasa su vida negando minuciosamente las cosas que todos repiten (en lo cual está justamente la esencia del sentido común, repetir lo que todos dicen) y peor aún, tratando de probarlo. ¿Es esto Buen Sentido? ¿Es esto Lógica?
Pues sí señor; pero es la lógica haciéndose la loca; esa filosofía que según Pascal se burla de la filosofía. Es el Sentido Común borracho.
—¿De qué borracho?
—Borracho de Poesía y Teología. De bracete con su hija la Alegría de Vivir.
Nadie es como quiere sino como puede. Me hace acordar de aquel buen rey sajón Alfredo el Grande, a quien Chesterton dedico un romance maravilloso. El danés Guthorm, bárbaro sombrío, había invadido el reino cristiano, asesinado al rey Etelredo y usurpado sn corona; y este alegre mancebo Alfredo, hermano del rey muerto, ese niño boca grande y ojos picaros, con dos grandes dientes de roedor, cuya cabeza está pregonada, mora justamente allí al lado del ogro viejo, disfrazado de bufón del rey. Es tanta la fe que se tiene (su fe en Dios y en su derecho) que no hace más que titear a los orondos cortesanos y hacer carcajear al rey cruel y estólido, decir locuras que tienen detrás un tremendo sentido, y hacer sonar los cascabeles para tapar el ruido de los aceros fieles. Todos se ríen de él, del capovolgitore. Pero él es el jefe real, es el rey legítimo, no pueden negar que con su fuerza vital desbordante los señorea, no pueden ocultar que lo temen, lo respetan y en el fondo quizá un poco lo envidian y lo aman. Si las fuerzas leales no lo hubieran repuesto en el trono al grito de “¡San Aidán!” , si toda la vida el vero Rey hubiese quedado loco del Rey, no importa, él era por linaje primero y después por mérito y grandor de alma, donde quiera y como quiera que estuviese, aun en los momentos en que caminaba patasarriba, el señor auténtico y nativo. “Sentaos allá, majagranzas —dijo el Duque a Don Quijote—, que donde quiera que yo asiente será vuestra cabecera”. En lo cual se equivocó prodigiosamente el Duque y el marrullero de Sancho; pues en realidad doquiera esté Don Quijote es la cabecera natural de cuanto Duque falso y quier legítimo existe en el mundo.
Supongamos que en el trono del Buen Sentido se sienta un usurpador entre una escolta de piratas y mercaderes. Gente solemne, gente práctica, gente responsable, grandes financistas y prestamistas. “Facts and figures, facts and figures”. La Ciencia con mayúscula, la Nueva Psicología, la Psicoanálisis, Economics and Politics, la respetabilidad, los dons de Oxford y Cambridge, el pudor Victoriano, la revolución industrial, la oligarquía de las grandes fortunas, el Imperio, toda la tierra para explotar, la Cultura, el Progreso y la Civilización con la predestinada supremacía de la raza nórdica, precisamente por ser nórdica. ¿Qué hará Dios contra esa mole de materia? Enviará dos gotas de espíritu. Dos góblins. Un góblin inmensamente compasivo en un cuerpo flaco, Dickens. Un góblin inmensamente chacotero en un cuerpo gordo, Chesterton. Pero los dos van a tener que disfrazarse de bufones, de otro modo en su nuda faz de místicos y sociólogos serán al punto trastocados, serán al menos desoídos, Porque la locura a veces es demencia, a vecs es disfraz, a veces las dos cosas, como en Hamlet. David bailó delante del arca para evitar el éxtasis. San Felipe Neri de miedo que el arrobo le impidiese consagrar se volvía al monaguillo al empezar la misa y le contaba chistes de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. Estos dos eran santos. Pero los otros dos eran también santos a su manera, eran servidores y prometidos de la desconocida, gritona, invisible, regia y emborrachadora verdad que danza y juega. “Ludens in orbe terrarium”.
Jugar toda la vida. Otra paradoja. Sólo un hombre que no hizo más que jugar en su vida, pudo haber trabajado tanto 4.
Me gustaría ver a Chesterton en el cielo enseñándole a San Pedro (a ese San Pedro tan parecido al de las leyendas folklóricas) a jugar al poker.
Entonces yo le diría:
San Gilberto del Buensentido, que fuiste en la tierra el Sentido Común outlaw y la Cordura en danza dionisíaca,
Gilberto Chesterton que para ser más inglés llevabas de apellido una villa de Cambridge-Couaty,
Falstaff devoto que tuviste por vocación enseñar el Catecismo ilustrado a los ingleses
Demostrándoles al mismo tiempo que Dios no tiene precisamente interés en quitarles el Imperio del Mundo.
(Y no tiene per se objeciones contra su jamón frito, bifes argentinos, golf y bridge, y mucho menos contra la Libertad y la Alegría.)
Sino el interés de darnos a toda costa el Imperio del Cielo,
Con la Cruz oculta de Tomás Moro en precio de mercaduría,
Y un poco más de Luz bajo del pelo…
Gargantúa de las letras, Miguel Angel eufista, especie de Robin Hood y de Sherlock Holmes hecho eremita.
Muy exquisito para Rebelais y demasiado bruto para Benvenuto o la monja Hroswita,
Que podías recitar y recitabas todo Shakespeare y toda la Biblia en dialecto cokney al revés y salteado.
Y nunca pudiste resistir a la tentación de la travesura y el whisky helado.
San Gilberto que estás en el cielo entre San Simón el Loco, Marta Estuardo y el Bembo,
San Gilberto, acuérdate de nosotros ante el trono de la Eterna Sabiduría.
Y dale gracias de haberte hecho nacer en nuestro tiempo,
En este tiempo de porquería
For we all praise famous men
ancients of the College:
for they taught us common sense
tried to teach us common sense
Truth and God’s Own Common Sense
Which is more than knowledge!
Crítica Literaria
NOTAS:
1 No ignoramos que esta razón próxima de
la amabilidad de G. K. Chesterton se inserta en otra razón general, que es la
posición de minoría sin gravitación
política, que es la de los católicos en Inglaterra. Este es también el
porqué hay ahora lucha religiosa en Alemania y en Inglaterra (aparentemente) no
la hay. El todo prima siempre sobre las partes. “One of the loveliest characters I have ever known was G. K. Chesterton”,
dice "Wells en su sañudo libro The
New World Order (1940). Y después explica que eso no era precisamente por
ser católico, sino más bien a pesar de ello. Se equivoca en gran parte.
2 Interesante ver gladiar a estos dos:
contra el apóstata de una nación cristiana armado de estoque, el convertido de
una nación hereje armado de montante, abeja contra avispa, en The Maid of Orleans. (A shilling for my thoughts, Methue Co.
36 Essex, St. W. C. Ld., 2da, 1927.)
3 Ello aun cuando uno se esfuerza en
traducir bien; ¿Qué sera en una traducción como la reciente argentina que
traduce The Thing por Lo que es; spiritualist por espiritualista;
spanish desperadoes por españoles desesperados y así por el
estilo, con una falta de estilo y una prosa empachada que es un horror?
¿Traducción hecha por un católico y una editorial católica y dítitambizada por
el grupo de católicos de la revista Nuestro Tiempo?
4 Father
Brown’s Stories, 4 volúmenes; The
Return of Don Quixotte; The Napoleon
of Notting Hill; The Flyinfg Inn;
The Ball and the Cross; The Poet and the Lunatics; The Man who was Thursday; On Evrything; Tremendous Trifles; Alarms
and Discussions; All Things Considered; A Miscellany of Men; The Club of
Queer Trades; Short History of England; The Crimes of England; The Resurrection of Rome; As I was saying; Letters to an Old Garibaldian; A
Shilling for my Thoughts; The Outline
of Sanity; The Queen of Seven Swords;
Short Stories of Today and Yesterday;
Colección de prólogos: G.K.C as M.C.;
The Turky and the Turk; All is Christ; Chaucer; Charles Dickens;
Robert Browning; Christendom in Dublin; St
Thomas Aquinas; George Bernard Shaw;
Autobiography, etc., más de 60
volúmenes originales desde 1900 a 1936 en la incompleta bibliografía de Miss
Dorothy Collins, reproducida por Cammaerts en The Laughing Prophet (Methuen, 1937, pág. 233).