IL PAESE DOVE NON SI MUORE MAI
C'era una volta un giovane che, salutati i genitori e gli amici, partì per cercare il paese dove non si muore mai. A tutti quelli che incontrava chiedeva:
"Sapete dove si trova il paese in cui non si muore mai?".
Ma nessuno sapeva rispondergli.
Un giorno, incontrò un vecchio che spingeva una carriola piena di pietre.
"Non vuoi morire? - chiese il vecchio - Resta con me! Non morirai finché io non avrò trasportato tutta questa montagna con la mia carriola, pietra dopo pietra".
"Quanto tempo occorrerà?".
"Almeno 100 anni".
"E dopo morirò?".
"Naturalmente".
"Allora non è ciò che desidero". Il giovane proseguì e giunse in una vasta foresta; un vecchio stava tagliando i rami con un falcetto.
"Se non vuoi morire, rimani con me; non potrai morire prima che io abbia finito di tagliare tutta questa foresta con il mio falcetto".
"E quanto occorrerà?".
"Almeno 200 anni".
"E dopo morirò? Non è quello che voglio". Il giovane ripartì e arrivò in riva al mare; trovò un vecchio che stava osservando un'anatra che beveva l'acqua del mare.
"Non morirai finché l'anatra non avrà bevuto tutta l'acqua del mare" disse il vecchio.
"E quanto ci vorrà?".
"Almeno 300 anni".
"E dopo dovrò morire?".
"Ovvio". "Allora non è ciò che desidero". Una sera, giunse presso un magnifico palazzo. Bussò e comparve un vecchio.
"Sapete dirmi dove si trova il paese in cui non si muore mai?".
"È questo! Finché abiterai qui non morirai!". Il giovane rimase con il vecchio per lunghi anni senza rendersi conto del tempo passato. Un giorno disse:
"Mi piacerebbe andare a vedere cosa è successo ai miei genitori.".
"Sono morti, ormai" disse il vecchio.
"Vorrei rivedere il mio paese".
"Allora prendi il cavallo bianco che corre veloce come il vento e fai attenzione: non mettere i piedi per terra per nessun motivo, altrimenti morirai!".
Il giovane montò sul cavallo e partì.
Al posto del mare, c'era una grande prateria. "Ho fatto bene a non rimanere qui!" si disse il giovane.
Dove si trovava la foresta c'era un terreno spoglio, senza neppure un albero. E nel luogo in cui si ergeva la montagna, ora c'era una pianura.
Giunse nel suo paese: tutto era cambiato. Cercò la sua casa ma non trovò neppure la strada. Chiese notizie della sua famiglia e dei suoi amici, ma nessuno se ne ricordava.
"Non mi resta che tornare da dove son venuto" pensò.
Sulla strada del ritorno, vide, fermo su un lato della strada, un carretto colmo di vecchie scarpe, trainato da un bue.
Il carrettiere gli disse: "Signore, per favore, aiutatemi. La ruota è rimasta incastrata".
"Ho fretta - disse il giovane - e poi, non posso mettere i piedi per terra".
"Vi prego; il giorno sta per finire e non posso procedere".
Il giovane ebbe pietà e scese da cavallo, ma appena ebbe posto un piede per terra il carrettiere lo afferrò per il braccio:
"Finalmente ti ho preso! Sono la Morte e tutte le scarpe che vedi nel carretto le ho consumate per inseguirti; ma è inevitabile che voi tutti cadiate prima o poi tra le mie mani, tu come gli altri: non c'è modo di sfuggirmi!".
E il giovane fu costretto a morire come tutti gli altri uomini.
ITALO CALVINO
EL PAÍS DONDE NUNCA SE MUERE
Había una vez un joven que se despidió de sus padres y sus amigos y partió en busca del país en el que nunca se muere. A todos aquellos con los que se cruzaba, les preguntaba:
"¿Saben dónde se encuentra el país en el que nunca se muere?".
Pero nadie sabía contestarle.
Un día se encontró a un viejo que empujaba una carretilla llena de piedras.
"¿No quieres morirte?”, preguntó el viejo. “¡Quedate conmigo! No morirás antes de que yo haya transportado toda esta montaña con mi carretilla, piedra tras piedra".
"¿Cuánto tiempo hará falta".
"100 años, por lo menos".
"¿Y después me moriré?".
"Por supuesto".
"Entonces, no es lo que deseo". El joven siguió su camino y llegó a un inmenso bosque; un viejo estaba cortando las ramas con una hoz.
"Si no quieres morirte, quedate conmigo; no podrás morirte antes de que yo termine de cortar todo este bosque con mi hoz".
"¿Y cuánto hará falta?".
"200 años, por lo menos".
"¿Y después me moriré? No es lo que quiero". El joven volvió a ponerse en marcha y llegó a orillas del mar; se encontró a un viejo que estaba observando a un pato que bebía el agua del mar.
"No te morirás hasta que el pato no se haya bebido toda el agua del mar", dijo el viejo.
"¿Y cuánto hará falta?".
“300 años, por lo menos".
"¿Y después me tendré que morir?”.
"Obviamente". "Entonces no es lo que deseo".
Una noche llegó hasta un magnífico palacio. Llamó a la puerta y salió un viejo.
"¿Sabría decirme dónde se encuentra el país en el que nunca se muere?".
"¡Es éste! ¡Mientras vivas aquí, no morirás!".
El joven se quedó con el viejo durante largos años, sin darse cuenta del tiempo transcurrido. Un día dijo:
"Me gustaría ir a ver qué fue de mis padres".
"Ya han muerto", dijo el viejo.
"Quisiera volver a ver mi tierra".
"Entonces coge el caballo blanco que corre rápido como el viento y ten cuidado: no pongas pie en tierra por ningún motivo, de otro modo morirás".
El joven montó en el caballo y partió.
Donde estaba el mar había un gran prado. "¡Hice bien en no quedarme aquí!", se dijo el joven.
Donde se encontraba el bosque había un terreno desnudo, sin un árbol siquiera. Y en el lugar en que se erguía la montaña, ahora había una llanura.
Llegó a su tierra: todo estaba cambiado. Buscó su casa pero ni siquiera encontró el camino. Preguntó por su familia y sus amigos, pero nadie los recordaba.
"Sólo me queda volver al lugar de donde he venido", pensó.
Camino de regreso, vio, parado a un lado del camino, una carreta repleta de viejos zapatos arrastrada por un buey.
El carretero le dijo: "Señor, por favor, ayúdeme. La rueda está atascada".
"Tengo prisa", dijo el joven, "y, además, no puedo apearme".
"Se lo ruego; ya se va la luz y no puedo avanzar".
El joven se apiadó y bajó del caballo, pero no bien puso un pie en tierra el carretero lo aferró por el brazo:
"¡Por fin te atrapé! Soy la Muerte, y todos los zapatos que ves en la carreta los he gastado en seguirte; pero es inevitable que todos ustedes caigan tarde o temprano en mis manos, tú lo mismo que los otros: ¡no hay manera de huir de mí!".
Y el joven se vio obligado a morir como todos los demás hombres.
Traducción de Carlos Cámara